Lo hecho hasta ahora por Bergoglio como papa se
encuadra todavía en el tiempo de “luna de miel” con la sociedad y la propia
Iglesia. Lo que vendrá será cada día más difícil y aparecerán mucho más
claramente las resistencias.
Washington Uranga / Págin12 (Argentina)
El Papa Francisco en Paraguay. |
Francisco
cerró su primera gira sudamericana sin dejar espacios para la duda respecto del
contenido de sus mensajes, de las posiciones que tiene frente a la situación
del mundo y del estilo que lo caracteriza. Y para ratificar el rumbo utilizó,
como valor agregado, hablar desde tierra latinoamericana (su cuna y su fuente)
y avalado por un importantísimo baño de masas que lo respaldaron y en las que
él mismo decide sostenerse.
Los contenidos
Parte
del mensaje papal por estas latitudes puede sintetizarse en lo que Bergoglio
definió como “la tres T”: trabajo, techo y tierra. Pero para lograr este
propósito, dijo Francisco, “hay que cambiar las estructuras” y para hacerlo,
agregó, “hay que unir a los pueblos en el camino de la paz y la justicia”. En
la misma línea sostuvo que “hay que poner la economía al servicio del pueblo”,
sin permitir que “la política se deje dominar por la especulación financiera” y
dejando de lado toda forma de colonialismo. No se privó tampoco de relativizar
la propiedad privada para levantar “el destino universal de los bienes”.
Alguien
que conozca a fondo la llamada doctrina social de la Iglesia podrá decir que
ninguno de estos conceptos es absolutamente nuevo en el magisterio católico. Es
verdad. Lo nuevo, lo novedoso, es que el Papa extraiga estas ideas de las
bibliotecas pontificias para exponerlas en sus discursos antes millones de
personas y de esta manera las transforme en un plan de acción para los
católicos y aún más allá de los límites de su feligresía. Y que aliente, a
propios y extraños, a luchar por estos objetivos.
La
crítica de Bergoglio al sistema capitalista financiero es lapidaria,
categórica. No queda espacio para las ambigüedades o las dudas. Seguramente por
ello quienes antes lo aplaudieron –desde la política, desde los medios y desde
la propia Iglesia– ahora intentan que su mensaje pase lo más desapercibido
posible. Ya llegará el momento en que alguien se atreva a decir que “el Papa
está mal asesorado” o que “está rodeado y eso no le permite ver la realidad”.
No habría que perder de vista el señalamiento de Francisco a los poderes que
intentan “borrar” la presencia de la Iglesia “porque nuestra fe es
revolucionaria” y “desafía la tiranía del ídolo del dinero”.
En
este contexto Bergoglio tampoco se privó de reconocer “a los gobiernos de la
región” que hacen respetar su soberanía y que reivindican la idea de la Patria
Grande.
El estilo
En
Brasil (2013) les reclamó a los jóvenes que “hagan lío” y ahora, en Bolivia,
les pidió a los representantes de los movimientos sociales que “no se achiquen”
frente a la magnitud del cambio de estructuras que demanda la sociedad actual.
Las
dos frases constituyen, de alguna manera, una marca registrada del estilo que
Bergoglio intenta plasmar en su pontificado. Lo ha mostrado en sus propios
actos, en lo pequeño y cotidiano y en lo político, hacia adentro y hacia afuera
de la Iglesia.
Hizo
lío transgrediendo la excesiva formalidad vaticana, abandonando gran parte del
boato. Les pidió a los obispos que “sean pastores con olor a ovejas”. Y su
primer viaje fuera del Vaticano fue a Lampedusa, al sur de Italia, para
encontrarse con los “descartados” que huyen de Africa tratando de alcanzar las
costas europeas con la aspiración de mejor calidad de vida.
Hizo
lío también cuando decidió ser incómodo interponiéndose en el conflicto sirio,
o entre Israel y Palestina, o pronunciándose sobre el genocidio armenio y aún
cuando participó activamente para acercar a Estados Unidos y Cuba, para
mencionar solo algunas de las iniciativas en el escenario internacional.
Pero
hace lío también en el interior de la Iglesia cuando interviene el Instituto
para las Obras de la Religión (IOR), el banco vaticano, cuando nombra una
comisión de cardenales que tiene por finalidad reformar la curia, cuando les
inicia juicio a los pedófilos o cuando convoca a sínodos con agenda abierta y
les pide a los propios obispos que “hablen de todo y sin miedo”. Esta es la
versión eclesiástica del más porteño “no se achiquen” que pronunció ante los
representantes de los movimientos sociales en Santa Cruz.
Conflictos
A
lo largo de toda su vida como sacerdote, como obispo y ahora como Papa,
Bergoglio ha demostrado que es un hombre sumamente inteligente y un gran
estratega. Ahora tiene plena conciencia de que los pasos que está dando le
generan conflictos internos y enemigos externos. Sabe además que la Iglesia
está atravesada por muchas contradicciones –teóricas y prácticas– que se
agudizan con la prédica actual del Papa.
Quiere
cumplir con la “misión” a la que se siente convocado y que asume “con alegría”
como él mismo lo dice. Pero no se le escapa que esa tarea necesita de la
Iglesia como institución, como cuerpo, como modo de presencia en la sociedad.
Por lo tanto intenta que la vara “se doble pero no se quiebre”. Avanza pero no
quiere generar fracturas en el interior de la Iglesia. Su principal respaldo es
el apoyo y fervor popular. El de la feligresía y el de muchos otros y otras
que, sin reconocerse católicos, ven en Francisco una figura capaz de hacer
avanzar cambios en el escenario mundial. En unos y en otros Francisco carga las
pilas. Hacia dentro de la estructura eclesiástica –donde las resistencias no
son menores– ha decidido ampliar los espacios de consulta, los cuerpos
colegiados y las instancias sinodales. Los grandes lineamientos tienen que
salir de allí contando con la aprobación de la mayoría de los obispos. Un
argumento que Francisco tiene a su favor es que por el camino que él está
transitando la Iglesia realiza su tarea misionera y acrecienta su influencia en
la sociedad.
Sin
perder de vista que en sus manos, porque es una potestad papal, está la
designación de los nuevos obispos y cardenales y, en consecuencia, el poder
para cambiar la correlación de fuerzas en la institución.
Lo
hecho hasta ahora por Bergoglio como papa se encuadra todavía en el tiempo de
“luna de miel” con la sociedad y la propia Iglesia. Lo que vendrá será cada día
más difícil y aparecerán mucho más claramente las resistencias. Quienes fueron
“sorprendidos” y no reaccionaron antes, ya tomaron nota del rumbo elegido por
el Papa y preparan el contra ataque. Desde afuera y desde adentro. El escenario
se reconfigura para nuevas batallas, con viejos y nuevos actores que el propio
Francisco ha incorporado a la escena.
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