Con menos de 3 puntos de diferencia la opositora alianza Cambiemos se
alzó este domingo 22 de noviembre con el triunfo en la segunda vuelta electoral
de este país sudamericano.
Desde Rosario, Santa Fe, Argentina
El derrotado Frente para la
Victoria dejará el próximo 10 de diciembre el Gobierno nacional después de
una gestión ininterrumpida de 12 años. Un resultado que tendrá repercusiones
inmediatas en el panorama político latinoamericano en el que en los últimos
tres lustros predominaron gobiernos progresistas que apostaron a impulsar la
unidad regional.
En la segunda vuelta de este 22 de noviembre, el candidato del empresariado argentino Mauricio
Macri, venció al actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires Daniel
Scioli que se presentó por el Frente para
la Victoria ante la imposibilidad constitucional de Cristina Fernández de
Kirchner de aspirar a un tercer mandato.
El pasado “kirchnerista”
Quedan atrás 12 años de gobiernos “kirchneristas” en los cuales la redistribución social de la
riqueza –con múltiples programas en beneficio de los sectores más
empobrecidos-; el imperio de los Derechos Humanos (con centenas de juicios a
los genocidas de la última dictadura);
la Unidad Latinoamericana; y la lucha contra la especulación financiera
internacional – los denominados fondos buitres-
fueron los principales ejes programáticos.
Las causas de la derrota electoral son múltiples. Algunas propias
relacionadas con errores de inexperiencia gubernativa, sonados casos de corrupción
así como una cierta rigidez conceptual- cuando no una cierta arrogancia en el
ejercicio del poder.
Otras, más ligadas al complejo comportamiento de la clase media
argentina que en los últimos 50 años ha oscilado cíclicamente entre posiciones
radicalizadas seguidas de periodos reaccionarios o incluso pro-golpistas. La
constante ofensiva de los grandes medios de información que nunca aceptaron la
nueva y democratizadora Ley de Medios. Sin subestimar también el impacto de la
actual coyuntura de crisis financiera internacional que amenaza la prosperidad
y el crecimiento económico de todas las naciones latinoamericanas
sancionando a sus gobiernos y planes
sociales y redistributivos en marcha.
Una Argentina menos
latinoamericanista
La victoria de la alianza dirigida por Mauricio Macri anticipa el
alineamiento en el plano internacional detrás de la visión norteamericana, de
los organismos del tipo del Fondo Monetario Internacional y de amigos
predilectos como el Partido Popular español con quien Macri mantiene relaciones
privilegiadas. Implicará así un
debilitamiento de los gobiernos progresistas latinoamericanos. En
momentos en que se visualiza una frontal ofensiva de la derecha en contra del
Gobierno de Venezuela –de cara a las próximas elecciones legislativas de
diciembre- como en Brasil, fragilizando la gestión de la presidenta Dilma
Rousseff del Partido de los Trabajadores.
Esta ofensiva busca, además, debilitar los esfuerzos integradores regionales
forjados, entre otras, a través de instituciones como la UNASUR (Unión de
Naciones Suramericanas), que reúne a los doce principales países de la región y
en la cual Argentina jugó hasta ahora un rol clave.
Amenazas contra los derechos
humanos
Si la primavera democrática latinoamericanas que arrancara a inicios de
la década pasada se ve seriamente amenazada, no menos preocupante es lo que
puede pasar con la ejemplar política de
reconstrucción de la memoria colectiva -del juicio y castigo a los responsables
de la última dictadura así como la reparación de las víctimas- que impulsaran
sucesivamente Néstor y Cristina Kirchner. Y que llevó a Argentina a un primer
plano internacional en esta materia muy por delante, incluso, de naciones
europeas como España en la que los crímenes del franquismo gozan todavía en
gran medida de una casi total impunidad.
Cuatro días ante de las
votaciones del domingo 22 de noviembre, en diversos sitios emblemáticos de
Buenos Aires –como el ex campo de concentración de la Escuela de la Mecánica de
la Armada hoy reconvertido en Centro de la Memoria y Museo- ; la Mansión Seré
(otro centro clandestino de detención) o la combativa Facultad de Humanidades
de Rosario, aparecieron amenazas de bombas y pintadas que decían: “A partir del 22 de noviembre se acaba el
curro de los derechos humanos”.
Anticipando así una vuelta al pasado, el eventual freno a las
investigaciones y juicios en marcha y la posible persecución a las
organizaciones de defensa de los derechos humanos como las Madres y Abuelas de
Plaza de Mayo o HIJOS de desaparecidos. El mismo Macri, hace un año, por
entonces candidato de la oposición de derecha había anticipado que “conmigo se
acaban los curros [ndr: estafas] en derechos humanos”.
El próximo 10 de diciembre se abrirá así una nueva etapa en la historia
contemporánea argentina. La Alianza Cambiemos
llegará al Gobierno favorecida por los aires de alternancia y con promesas de
cambios, aunque sin una clarificación programática de cuáles serán esas nuevas
políticas que van a implementar. Aunque presagian, en lo económico, una vuelta a ajustes
neo-liberales si se tiene en cuenta el
discurso de sus asesores económicos muchos de los cuales están estrechamente
ligados a grandes trasnacionales.
En ese marco, la política internacional y la de derechos humanos
aparecerán así como parámetros inmediatos que medirán el plan de Gobierno de
Macri que con su 51.41 % de electores obtuvo una mayoría ajustada en un país
dividido en dos partes; que no cuenta
con mayoría propia ni en la Cámara de Diputados ni el Senado de la Nación; y
que deberá lidiar con gobiernos adversos en la gran mayoría de las provincias
del país.
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