Es el
caso mexicano un ejemplo de lo que Washington quisiera para muchos países: un
bipartidismo que en realidad no es más que un solo monstruo bicéfalo cuyas dos
cabezas tienen diferencias secundarias.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Hace
unos días tuve la oportunidad de participar en la presentación del libro del académico
John M. Ackerman titulado "El mito de la transición democrática en
México". Ackerman se permite hacer una disección de la tan alabada
transición a la democracia en este país. El texto es valioso porque está en
contrapunto con respecto a lo que el establishment académico mexicano ha
pregonado sobre el desmantelamiento del régimen autoritario que en su momento
encabezó el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Mucho
se ha dicho sobre dicha transición,
entre otras cosas que resulta sorprendente cómo un régimen que mantuvo durante
70 años a un partido en el poder, graciosamente cedió a la oposición la
presidencia de la república, después de que el Partido Acción Nacional (PAN)
ganara las elecciones en 2000. En realidad la alternancia en la presidencia
pudo ser posible porque como se ha demostrado con creces en estos últimos 15
años, entre el PRI y el PAN no existen ya diferencias sustanciales. Ambos
partidos comparten el proyecto neoliberal y han estado de acuerdo en la política de privatizaciones y
desregulaciones que finalmente dieron muerte a lo que quedaba de la revolución
mexicana.
Es el
caso mexicano un ejemplo de lo que Washington quisiera para muchos países: un
bipartidismo que en realidad no es más que un solo monstruo bicéfalo cuyas dos
cabezas tienen diferencias secundarias.
Acaso suceda que la derecha neoliberal que se expresa en el PAN tiene atavismos
clericales derivados de su origen conservador, mientras el PRI manifiesta en
ocasiones una visión más moderna sobre los temas de género y preferencias
sexuales. La prueba de fuego para la transición democrática mexicana vino
cuando en el primer lustro del presente siglo surgió de nueva cuenta un proyecto
antineoliberal que llegó a convertirse en una verdadera opción de poder. El
proyecto encabezado por Andrés Manuel López Obrador, solamente pudo ser frenado
en las elecciones de 2006 a través del fraude que adulteró los resultados
electorales y en las de 2012, a través del fraude que compró el voto de cientos
de miles, acaso millones, de pobres que lo vendieron debido a su
vulnerabilidad.
John
M. Ackerman analiza de manera minuciosa todos los hechos que demuestran que la
transición democrática en México ha sido un mito: la dictadura mediática que
desinforma o malinforma a millones de personas, el propiciamiento de la
enajenación consumista, el uso ideológico de los medios de comunicación, los
ciclos represivos contra movimientos sociales y dirigentes y activistas, el uso
faccioso de las instituciones electorales, el fraude sistemático y las
contrarreformas neoliberales que se han efectuado sin las debidas consultas populares. Todo
ello en el contexto del baño de sangre en que la guerra contra el narcotráfico
ha sumido a México desde el inicio de la presidencia de Felipe Calderón. Esta
guerra ha sido continuada por el gobierno de Enrique Peña Nieto, lleva ya un
saldo de casi 150 mil ejecuciones y en los últimos cuatro años, más de 25 mil
desaparecidos.
En estas
desgraciadas circunstancias, ¿podemos hablar de democracia?
No hay comentarios:
Publicar un comentario