Cuba ratifica su
voluntad de avanzar en las relaciones con los Estados Unidos, sobre la base de
la observancia de los principios y propósitos de la Carta de las Naciones
Unidas y de los principios de la Proclama de América Latina y el Caribe como
Zona de Paz.
Editorial de Granma /
8 de marzo de 2016
El presidente de los
Estados Unidos de América, Barack Obama, realizará una visita oficial a Cuba
entre el 20 y el 22 de marzo próximos.
Será la segunda ocasión
que un mandatario estadounidense llega a nuestro archipiélago. Antes solo lo
hizo Calvin Coolidge, quien desembarcó en La Habana en enero de 1928. Arribó a
bordo de un buque de guerra para asistir a la VI Conferencia Panamericana, que
se efectuaba por aquellos días bajo los auspicios de un personaje local de
infausta memoria, Gerardo Machado. Esta será la primera vez que un Presidente
de los Estados Unidos viene a una Cuba dueña de su soberanía y con una
Revolución en el poder, encabezada por su liderazgo histórico.
Este hecho se inserta
en el proceso iniciado el 17 de diciembre de 2014, cuando el presidente de los
Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, General de Ejército Raúl Castro
Ruz y el presidente Barack Obama, anunciaron simultáneamente la decisión de
restablecer las relaciones diplomáticas, rotas por los Estados Unidos casi 54
años antes. Forma parte del complejo proceso hacia la normalización de los
vínculos bilaterales, que apenas se inicia y que ha avanzado sobre el único
terreno posible y justo: el respeto, la igualdad, la reciprocidad y el
reconocimiento de la legitimidad de nuestro gobierno.
Se ha llegado a este
momento como resultado de la heroica resistencia del pueblo cubano y su lealtad
a los principios, la defensa de la independencia y la soberanía nacionales, en
primerísimo lugar. Tales valores, no negociados en más de 50 años, condujeron
al actual gobierno de los Estados Unidos a admitir los daños severos que el
bloqueo ha causado a nuestra población y al reconocimiento del fracaso de la
política de abierta hostilidad hacia la Revolución. Ni la fuerza, ni la coerción
económica, ni el aislamiento lograron imponer a Cuba una condición contraria a
sus aspiraciones forjadas en casi siglo y medio de heroicas luchas.
El actual proceso con
los Estados Unidos ha sido posible también gracias a la inquebrantable
solidaridad internacional, en particular, de los gobiernos y pueblos
latinoamericanos y caribeños, que colocaron a los Estados Unidos en una
situación de aislamiento insostenible. “Como la plata en las raíces de Los
Andes” —tal como expresara nuestro Héroe Nacional José Martí en su ensayo
“Nuestra América”—, América Latina y el Caribe, fuertemente unidos, reclamaron
el cambio de la política hacia Cuba. Esta demanda regional se patentizó de
manera inequívoca en las Cumbres de las Américas de Puerto España, Trinidad y
Tobago, en 2009, y de Cartagena, Colombia, en 2012, cuando todos los países
de la región exigieron unánime y categóricamente el levantamiento del bloqueo y
la participación de nuestro país en la VII cita hemisférica de Panamá, en 2015,
a la que por primera vez asistió una delegación cubana, encabezada por Raúl.
Desde los anuncios de
diciembre de 2014, Cuba y los Estados Unidos han dado pasos hacia la mejoría
del contexto bilateral.
El 20 de julio de 2015,
quedaron oficialmente restablecidas las relaciones diplomáticas, con el
compromiso de desarrollarlas sobre la base del respeto, la cooperación y la
observancia de los principios del Derecho Internacional.
Han tenido lugar dos
encuentros entre los Presidentes de ambos países, además de intercambios de
visitas de ministros y otros contactos de funcionarios de alto nivel. La
cooperación en disímiles áreas de beneficio mutuo avanza y se abren espacios de
discusión, que permiten un diálogo sobre temas de interés bilateral y
multilateral, incluyendo aquellos en los que tenemos diferentes concepciones.
El mandatario
estadounidense será bienvenido por el Gobierno de Cuba y su pueblo con la
hospitalidad que los distingue y será tratado con toda consideración y respeto,
como Jefe de Estado.
Esta será una
oportunidad para que el Presidente de los Estados Unidos aprecie directamente
una nación enfrascada en su desarrollo económico y social, y en el mejoramiento
del bienestar de sus ciudadanos. Este pueblo disfruta derechos y puede exhibir
logros que constituyen una quimera para muchos países del mundo, a pesar de las
limitaciones que se derivan de su condición de país bloqueado y
subdesarrollado, lo cual le ha merecido el reconocimiento y el respeto
internacionales.
Personalidades de talla
mundial como el Papa Francisco y el Patriarca Kirill describieron a esta isla,
en su declaración conjunta emitida en La Habana en febrero, como “un símbolo de
esperanza del Nuevo Mundo”. El presidente francés, François Hollande afirmó
recientemente que “Cuba es respetada y escuchada en toda América Latina” y
elogió su capacidad de resistencia ante las más difíciles pruebas. El líder
sudafricano Nelson Mandela tuvo siempre para Cuba palabras de profundo
agradecimiento: “Nosotros en África —dijo en Matanzas, el 26 de julio de 1991—
estamos acostumbrados a ser víctimas de otros países que quieren desgajar
nuestro territorio o subvertir nuestra soberanía. En la historia de África no
existe otro caso de un pueblo (como el cubano) que se haya alzado en defensa de
uno de nosotros”.
Obama se encontrará con
un país que contribuye activamente a la paz y la estabilidad regional y
mundial, y que comparte con otros pueblos no lo que le sobra, sino los modestos
recursos con que cuenta, haciendo de la solidaridad un elemento esencial de su
razón de ser y del bienestar de la humanidad, como nos legara Martí, uno de los
objetivos fundamentales de su política internacional.
También tendrá la
ocasión de conocer a un pueblo noble, amistoso y digno, con un alto sentido del
patriotismo y la unidad nacional, que siempre ha luchado por un futuro mejor a
pesar de las adversidades que ha tenido que enfrentar. El presidente de los
Estados Unidos será recibido por un pueblo revolucionario, con una profunda
cultura política, que es resultado de una larga tradición de lucha por su
verdadera y definitiva independencia, primero contra el colonialismo español y
después contra la dominación imperialista de los Estados Unidos; una lucha en
la que sus mejores hijos han derramado su sangre y han asumido todos los
riesgos. Un pueblo que nunca claudicará en la defensa de sus principios y de la
vasta obra de su Revolución, que sigue sin vacilación el ejemplo de Carlos
Manuel de Céspedes, José Martí, Antonio Maceo, Julio Antonio Mella, Rubén
Martínez Villena, Antonio Guiteras y Ernesto Che Guevara, entre muchos otros.
Este también es un
pueblo al que lo unen lazos históricos, culturales y afectivos con el
estadounidense, cuya figura paradigmática, el escritor Ernest Hemingway,
recibió el Nobel de Literatura por una novela ambientada en Cuba. Un pueblo que
muestra gratitud hacia aquellos hijos de los Estados Unidos que, como Thomas
Jordan[1], Henry Reeve, Winchester Osgood[2] y Frederick Funston[3],
combatieron junto al Ejército Libertador en nuestras guerras por la
independencia de España; y a los que en época más reciente se opusieron a las
agresiones contra Cuba, desafiaron el bloqueo, como el Reverendo Lucius Walker,
para traer su ayuda solidaria a nuestro pueblo, y apoyaron el regreso a la
Patria del niño Elián González y de nuestros Cinco Héroes. De Martí aprendimos
a admirar a la patria de Lincoln y a repudiar a Cutting[4].
Vale recordar las
palabras del Líder histórico de la Revolución Cubana, el Comandante en Jefe
Fidel Castro Ruz, el 11 de septiembre de 2001, cuando afirmó: “Hoy es un día de
tragedia para Estados Unidos. Ustedes saben bien que aquí jamás se ha sembrado
odio contra el pueblo norteamericano. Quizás, precisamente por su cultura y por
su falta de complejos, al sentirse plenamente libre, con patria y sin amo, Cuba
sea el país donde se trate con más respeto a los ciudadanos norteamericanos.
Nunca hemos predicado ningún género de odios nacionales, ni cosas parecidas al
fanatismo, por eso somos tan fuertes, porque basamos nuestra conducta en
principios y en ideas, y tratamos con gran respeto —y ellos se percatan de eso—
a cada ciudadano norteamericano que visita a nuestro país”.
Este es el pueblo que
recibirá al presidente Barack Obama, orgulloso de su historia, sus raíces, su
cultura nacional y confiado en que un futuro mejor es posible. Una nación que
asume con serenidad y determinación la etapa actual en las relaciones con los
Estados Unidos, que reconoce las oportunidades y también los problemas no
resueltos entre ambos países.
La visita del
Presidente de los Estados Unidos será un paso importante en el proceso hacia
la normalización de las relaciones bilaterales. Hay que recordar que Obama,
como lo hizo antes James Carter, se ha propuesto, desde el ejercicio de sus
facultades presidenciales, trabajar para normalizar los vínculos con Cuba y, en
consecuencia, ha realizado acciones concretas en esta dirección.
Sin embargo, para
llegar a la normalización queda un largo y complejo camino por recorrer, que
requerirá de la solución de asuntos claves que se han acumulado por más de
cinco décadas y que profundizaron el carácter confrontacional de los vínculos
entre los dos países. Tales problemas no se resolverán de la noche a la mañana,
ni con una visita presidencial.
Para normalizar las
relaciones con los Estados Unidos será determinante que se levante el bloqueo
económico, comercial y financiero, que provoca privaciones al pueblo cubano y
es el principal obstáculo para el desarrollo de la economía de nuestro país.
Debe reconocerse la posición
reiterada del presidente Barack Obama de que el bloqueo tiene que ser eliminado
y sus llamados al Congreso para que lo levante. Este es también un reclamo
mayoritario y creciente de la opinión pública estadounidense, y casi unánime de
la comunidad internacional, que en 24 ocasiones consecutivas ha aprobado en la
Asamblea General de las Naciones Unidas la resolución cubana “Necesidad de
poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los
Estados Unidos de América contra Cuba”.
El mandatario
estadounidense ha adoptado medidas para modificar la aplicación de algunos
aspectos del bloqueo, que son positivas. Altos funcionarios de su gobierno han
dicho que están en estudio otras. Sin embargo, no ha sido posible implementar
una buena parte de las medidas, por su alcance limitado, por la persistencia
de otras regulaciones y por los efectos intimidatorios del bloqueo en su
conjunto, que ha sido aplicado duramente por más de cincuenta años.
Resulta paradójico que,
por una parte, el gobierno tome medidas y que, por otra, arrecie las sanciones
contra Cuba, que afectan la vida cotidiana de nuestro pueblo.
La realidad sigue
mostrando que el bloqueo se mantiene y se aplica con rigor y con un marcado
alcance extraterritorial, lo cual tiene efectos disuasivos para las empresas y
los bancos de los Estados Unidos y de otros países. Ejemplo de ello son las
multas multimillonarias que se continúan imponiendo a compañías y entidades
bancarias estadounidenses y de otras nacionalidades por relacionarse con Cuba;
la denegación de servicios y el cierre de operaciones financieras de bancos
internacionales con nuestro país; y la congelación de transferencias legítimas
de fondos hacia y desde Cuba, incluso en monedas distintas al dólar
estadounidense.
El pueblo de Cuba
espera que la visita del mandatario estadounidense consolide su voluntad de
involucrarse activamente en un debate a fondo con el Congreso para el
levantamiento del bloqueo y que entretanto, continúe haciendo uso de sus
prerrogativas ejecutivas para modificar tanto como sea posible su aplicación,
sin necesidad de una acción legislativa.
Otros asuntos que son
lesivos a la soberanía cubana también tendrán que ser resueltos para poder
alcanzar relaciones normales entre los dos países. El territorio ocupado por
la Base Naval de los Estados Unidos en Guantánamo, en contra de la voluntad
de nuestro gobierno y pueblo, tiene que ser devuelto a Cuba, cumpliendo el
deseo unánime de los cubanos desde hace más de cien años. Deben ser
eliminados los programas injerencistas dirigidos a provocar situaciones de
desestabilización y cambios en el orden político, económico y social de nuestro
país. La política de “cambio de régimen” tiene que ser definitivamente
sepultada.
Asimismo, debe
abandonarse la pretensión de fabricar una oposición política interna, sufragada
con dinero de los contribuyentes estadounidenses. Tendrá que ponérsele término
a las agresiones radiales y televisivas contra Cuba en franca violación del
Derecho Internacional y al uso ilegítimo de las telecomunicaciones con
objetivos políticos, reconociendo que el fin no es ejercer una determinada
influencia sobre la sociedad cubana, sino poner las tecnologías en función del
desarrollo y el conocimiento.
El trato migratorio
preferencial que reciben nuestros ciudadanos, en virtud de la Ley de Ajuste
Cubano y de la política de pies secos-pies mojados, causa pérdidas de vidas
humanas y alienta la emigración ilegal y el tráfico de personas, además de
generar problemas a terceros países. Esta situación debe ser modificada, como
habría que cancelar el programa de “parole” para profesionales médicos cubanos,
que priva al país de recursos humanos vitales para atender la salud de nuestro
pueblo y afecta a los beneficiarios de la cooperación de Cuba con naciones que
la necesitan. Asimismo, debe cambiarse la política que pone como condición a
los atletas cubanos romper con su país para poder jugar en las Ligas de los
Estados Unidos.
Estas políticas del
pasado son incongruentes con la nueva etapa que el gobierno de los Estados
Unidos ha iniciado con nuestro país. Todas son anteriores al presidente Obama,
pero él podría modificar algunas de ellas por decisión ejecutiva y otras
eliminarlas totalmente.
Cuba se ha involucrado
en la construcción de una nueva relación con los Estados Unidos en pleno
ejercicio de su soberanía y comprometida con sus ideales de justicia social y
solidaridad. Nadie puede pretender que para ello, tengamos que renunciar a uno
solo de sus principios, ceder un ápice en su defensa, ni abandonar lo
proclamado en la Constitución: “Las relaciones económicas, diplomáticas con
cualquier otro Estado no podrán jamás ser negociadas bajo agresión, amenaza o
coerción de una potencia extranjera”.
No se puede albergar
tampoco la menor duda respecto al apego irrestricto de Cuba a sus ideales
revolucionarios y antimperialistas, y a su política exterior comprometida con
las causas justas del mundo, la defensa de la autodeterminación de los pueblos
y el tradicional apoyo a nuestros países hermanos.
Como expresó la última
Declaración del Gobierno Revolucionario, es y será inamovible nuestra
solidaridad con la República Bolivariana de Venezuela, el gobierno encabezado
por el presidente Nicolás Maduro y el pueblo bolivariano y chavista, que lucha
por seguir su propio camino y enfrenta sistemáticos intentos de
desestabilización y sanciones unilaterales establecidas por la Orden Ejecutiva
infundada e injusta de marzo de 2015 que fue condenada por América Latina y el
Caribe. La notificación emitida el pasado 3 de marzo prorrogando la llamada
“Emergencia Nacional” y las sanciones, es una intromisión directa e
inaceptable en los asuntos internos de Venezuela y en su soberanía. Aquella
Orden debe ser abolida y esto será un reclamo permanente y firme de Cuba.
Como señalara el
General de Ejército Raúl Castro, “no renunciaremos a nuestros ideales de
independencia y justicia social, ni claudicaremos en uno solo de nuestros
principios, ni cederemos un milímetro en la defensa de la soberanía nacional.
No nos dejaremos presionar en nuestros asuntos internos. Nos hemos ganado este
derecho soberano con grandes sacrificios y al precio de los mayores riesgos”.
Llegamos hasta aquí,
reiteramos una vez más, por la defensa de nuestras convicciones y porque nos
asiste la razón y la justicia.
Cuba ratifica su
voluntad de avanzar en las relaciones con los Estados Unidos, sobre la base de
la observancia de los principios y propósitos de la Carta de las Naciones
Unidas y de los principios de la Proclama de América Latina y el Caribe como
Zona de Paz, firmada por los Jefes de Estado y Gobierno de la región, que
incluyen el respeto absoluto a su independencia y soberanía, el derecho
inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y
cultural sin injerencias de ninguna forma; la igualdad y la reciprocidad.
Cuba reitera a su vez,
plena disposición a mantener un diálogo respetuoso con el Gobierno de los
Estados Unidos y a desarrollar relaciones de convivencia civilizada. Convivir
no significa tener que renunciar a las ideas en las cuales creemos y que nos
han traído hasta aquí, a nuestro socialismo, a nuestra historia, a nuestra
cultura.
Las profundas
diferencias de concepciones entre Cuba y los Estados Unidos sobre los modelos
políticos, la democracia, el ejercicio de los derechos humanos, la justicia
social, las relaciones internacionales, la paz y la estabilidad mundial, entre
otros, persistirán.
Cuba defiende la
indivisibilidad, interdependencia y universalidad de los derechos humanos civiles,
políticos, económicos, sociales y culturales. Estamos convencidos que es
obligación de los gobiernos defender y garantizar el derecho a la salud, la
educación, la seguridad social, el salario igual por trabajo igual, el derecho
de los niños, así como el derecho a la alimentación y al desarrollo. Rechazamos
la manipulación política y el doble rasero sobre los derechos humanos, que
deben cesar. Cuba, que se ha adherido a 44 instrumentos internacionales en
esta materia, mientras que los Estados Unidos solo han suscrito 18, tiene mucho
que opinar, que defender y que mostrar.
De lo que se trata en
nuestros vínculos con los Estados Unidos, es que ambos países respeten sus
diferencias y creen una relación basada en el beneficio de ambos pueblos.
Independientemente de
los avances que se puedan alcanzar en los vínculos con los Estados Unidos, el
pueblo cubano seguirá adelante. Con nuestros propios esfuerzos y probada
capacidad y creatividad, continuaremos trabajando por el desarrollo del país y
el bienestar de los cubanos. No cejaremos en la demanda por el levantamiento
del bloqueo que tanto daño nos ha hecho y hace. Persistiremos en llevar
adelante el proceso de actualización del modelo económico y social que hemos
elegido, y de construcción de un socialismo próspero y sostenible para
consolidar los logros de la Revolución.
Un camino soberanamente
escogido y que seguramente será ratificado en el VII Congreso del Partido Comunista,
con Fidel y Raúl en la victoria.
Esta es la Cuba que dará
respetuosa bienvenida al presidente Obama.
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