Nos encontramos ante una amplia alianza conformada por Estados Unidos,
la OTAN, las monarquías árabes del Golfo Pérsico, Arabia Saudita, Israel y las
organizaciones terroristas. Alguien podría pensar que esto es inaudito y poco
creíble, pero diariamente se encuentran nuevas evidencias que permiten asegurar
la configuración de tan demencial coalición.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Los acontecimientos en el Medio Oriente evolucionan a ritmos tan
asombrosos, que es bastante difícil seguir el pulso de la situación, sin
embargo existe plena convicción de que en esa región se están definiendo las
posibilidades de las potencias imperiales para establecer un nuevo orden
mundial que fije las pautas del comportamiento internacional desde una posición
de fuerza. Por eso no es exagerado decir que en esta región y particularmente
en Siria, se están jugando los destinos de la humanidad.
En el marco global, estamos ante una situación que tiene una gran
importancia geoestratégica para la paz del planeta, considerando los
gigantescos recursos energéticos: petróleo, gas y agua que guarda su subsuelo,
haciendo que el tablero estratégico en el que se mueven las preocupaciones de
las potencias confluyan en la región a partir de actuaciones de todo tipo,
incluyendo la violación del derecho internacional y la utilización de la
violencia y la guerra como instrumento de hacer política en función de
beneficios corporativos y de grupo, que soslayan los intereses mayoritarios de
los pueblos.
Hoy, la región está cubierta por guerras en Siria, Libia, Irak y Yemen,
fuertes conflictos políticos en Líbano y Bahréin, y caos en Egipto por la
acción de grupos fundamentalistas, todo lo cual configura una situación
explosiva en demasía, con muchas variables de análisis e innumerables elementos
que deben considerarse en el momento de tomar decisiones.
Siguiendo con el aspecto global, la presencia de Estados Unidos y Rusia
(de manera primordial) pero también de la Unión Europea y la OTAN, y de China
en menor medida, dan cuenta de una zona a la que concurren intereses globales
contradictorios. Desde 2001, cuando Estados Unidos invadió Afganistán, la
correlación de fuerzas ha cambiado una y otra vez, sin que pueda establecerse
una situación de potencial estabilidad. La destrucción de estructuras
seculares, el cataclismo producido en Estados nacionales creados por los
propios intereses coloniales de las potencias en el pasado, el desbordamiento
del terrorismo criminal y el incremento hasta niveles nunca antes visto de
migrantes que huyen de las áreas de conflicto y sus ramificaciones, son algunas
de las consecuencias de la demencial política impuesta a los países árabes y
musulmanes.
En el plano regional, también asisten innumerables variables que
coadyuvan al fomento y desarrollo del conflicto. Por un lado, una supuesta
contradicción entre árabes e israelíes que existe solamente en el discurso
interesado de los mercaderes de armas para obtener jugosas ganancias de tal
conflicto, incluso sin que el mismo llegue al enfrentamiento bélico con la
entidad sionista, pero que, por el contrario ayudan a su soporte y
fortalecimiento, en detrimento de una vida estable para el pueblo palestino.
Por otro lado no se puede soslayar la deformación fundamentalista y
terrorista del islam presente en la ideología dominante en Arabia Saudita que
no escatima medios ni recursos a fin de consolidar y mantener una hegemonía por
cualquier vía incluyendo el desarrollo, financiamiento y armamento de grupos
terroristas, aceptados por Occidente y denominados por la terminología oficial
como “luchadores por la libertad y la democracia”, lo cual resulta bastante
difícil de aceptar, porque no hay ningún organismo de derechos humanos en el
mundo que sea capaz de sostener que en estas monarquías decadentes exista
libertad y democracia.
Asimismo, hay que considerar el afán desmedido del islam de corte
británico configurado como corriente de pensamiento oficial en Turquía, país
que pretende revivir el imperio otomano, del cual el gobierno actual se
considera continuador y bajo cuyo dominio permanecieron durante varios siglos,
muchos de los países hoy en conflicto.
De la misma manera, es imprescindible recalcar la presencia de
organizaciones terroristas seudo islámicas, las que incubadas a partir de las
intervenciones militares estadounidenses en Afganistán e Irak, han desatado un
terror que recuerda los peores momentos de la humanidad. La hipocresía de
Occidente que dice combatir dichas huestes no resiste análisis ante las
innumerables pruebas que muestran su apoyo, protección, financiamiento,
preparación combativa y abastecimiento con armamento de todo tipo.
Finalmente, pero no menos importante es la presencia de Israel como
actor interesado más que ningún otro en el desmembramiento de los Estados
nacionales a fin de desatar su ánimo expansionista como peón imperial que
pretende ocupar para siempre el territorio palestino. Para ello, no ha
escatimado esfuerzos para establecer alianzas con sus “enemigos” árabes de
Catar, Arabia Saudita, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y también con Turquía
con quienes ha concretado sólidos acuerdos de cooperación, sobre todo en
materia militar y de seguridad.
Vistas así las cosas, nos encontramos ante una amplia alianza conformada
por Estados Unidos, la OTAN, las monarquías árabes del Golfo Pérsico, Arabia
Saudita, Israel y las organizaciones terroristas. Alguien podría pensar que
esto es inaudito y poco creíble, pero diariamente se encuentran nuevas
evidencias que permiten asegurar la configuración de tan demencial coalición:
aviones estadounidenses protegiendo las caravanas de camiones del Estado
Islámico (EI) que transportan petróleo robado, jefes militares del EI y de Al
Nusra, que reciben tratamiento médico en Israel donde son visitados por sus
principales autoridades, anuncios de intervención militar ilegal de Arabia
Saudita y Turquía en Siria, no autorizadas por la ONU, bombardeos de la
artillería turca a las fuerzas patrióticas que se enfrentan al EI, derribo de un
avión militar ruso por parte de Turquía cuando se encontraba cumpliendo
misiones de ataque a los terroristas, comercio ilegal de petróleo entre el EI,
Turquía e Israel, en el que incluso participa directamente el hijo del
presidente turco y muchas otras más.
Como colofón, la actitud ambigua e irresponsable del presidente de
Estados Unidos que un día dice una cosa y al siguiente, refuta con otra,
generando incertidumbres y dudas sobre su real voluntad de trabajar por
solucionar el conflicto. El diplomático de un país del Medio Oriente lo
denominó “la política de un paso adelante y dos atrás”. En el hecho más
reciente, los presidentes de Rusia y Estados Unidos conversaron a petición del
primero a fin de discutir el establecimiento de condiciones para un cese al
fuego en Siria entre el gobierno y la oposición, que permita fortalecer las
acciones contra el EI. El mandatario ruso Vladimir Putin anunció el pasado
lunes 22 de febrero que “hemos aprobado las declaraciones conjuntas sobre el
cese de los combates en este país", y agregó que "La declaración fue
precedida por un trabajo intenso de los grupos de expertos rusos y
estadounidenses. Al mismo tiempo, se utilizó la experiencia útil acumulada
durante la colaboración a la hora de destruir las armas químicas en
Siria". Así, se alcanzó un acuerdo para el cese del fuego en Siria entre
el gobierno y la oposición armada considerada democrática por Occidente, desde
la medianoche del 27 de febrero de 2016, el cual no tendrá validez para seguir
realizando acciones en contra del EI y Al Nusra.
Pero como todo gobierno de Estados Unidos, acostumbrado genéticamente a
las amenazas, solo un día después, el martes 23, el secretario de Estado John
Kerry hizo referencia a un eventual “plan B” para Siria que pondría más el
acento en la opción militar internacional en caso de que fracase el diálogo
diplomático y político que Estados Unidos y Rusia intentan promover a través
del cese del fuego acordado.
Esta vez, fue su homologo ruso Serguei Lavrov quien tuvo que salir al
paso a las declaraciones de su colega estadounidense, reflejando
contradicciones entre el presidente Obama y su secretario de Estado y falta de
autoridad del primero. El jefe de la
diplomacia rusa afirmó en relación con un supuesto “Plan B” sobre Siria, “que
no existe ni existirá alternativa al armisticio pacificador concertado el lunes
pasado por los mandatarios de Rusia y Estados Unidos, agregando que “Ya dijimos
todo sobre el ´Plan B`, nunca existió y nunca existirá”.
Al concluir estas líneas, restan pocas horas para el inicio del
esperanzador cese del fuego en Siria, sin embargo, analistas locales
consultados tienen profundas dudas de que el mismo pueda verificarse en toda su
extensión, dados los disimiles actores e intereses presentes en el país árabe.
Con todo, lo más deseable sería que este cese del fuego sea el comienzo de la
paz y la estabilidad para el abnegado y heroico pueblo sirio y para todos los
pueblos de la región.
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