En el Perú, en casi doscientos años, los diferentes gobernantes
oligárquicos y representantes de grupos de poder eligieron ver el mundo de
rodillas. Optaron por el sometimiento y siguen sometiéndose en nombre de un desarrollo
económico nunca llegado; leales siervos de los imperios del poder.
José Toledo Alcalde / Especial
para Con Nuestra América
Desde Estados Unidos
Me gusta la figura donde una nación puede ser representada como un
gran escenario, una obra de teatro, un circus,
donde los personajes trascienden el elenco de actrices y actores “oficiales”.
Esta imagen me hace recordar mis primeras visitas al teatro del oprimido en una
Lima bastante diferente a la de ahora. Recuerdo asistir, con mis hermanos y un grupo de amigos y amigas,
los cuales nunca esperamos vernos involucrados en la obra. Fuimos a
observar y terminamos siendo observados.
Una nación, pueblo, país, comunidad, como quiera conceptuar al grupo al cual
pertenece, es como un gran circus.
Personajes observados y observadores; quienes actúan y quienes presencian la
actuación. Perú, un gran circus. Para
muchos un sui generis escenario político en pleno segundo decenio del
siglo XXI. ¿Un circus o modelo circense en crisis?
Y, en cuanto a actrices, actores y circus,
la tesis de filosofía de Jorge Gallego
Silva (2015)[1] nos trajo a la memoria aquello redactado por Valle Inclán en el
diario ABC (07/12/28):
Comenzaré por decirle a usted que creo hay tres modelos de ver el
mundo, artística o estéticamente: de rodillas, en pie o levantado en el aire.
Cuando se mira de rodillas -y ésta es la posición más antigua en la
literatura-, se da a los personajes, a los héroes, una condición superior a la
condición humana, cuando menos a la condición del narrador o del poeta. Así
Homero atribuye a sus héroes condiciones que en modo alguno tienen los hombres.
Se crean por decirlo así seres superiores a la Naturaleza humana: dioses,
semidioses y héroes. Hay una segunda manera, que es mirar a los protagonistas
novelescos como de nuestra propia naturaleza, como si fuesen nuestros hermanos,
como si fuesen ellos nosotros mismos, como si fuera el personaje un
desdoblamiento de nuestro yo, con nuestras mismas virtudes y nuestros mismos
defectos. Esta es, indudablemente, la manera que más prospera. Esto es
Shakespeare, todo Shakespeare. Los celos de Otelo son los celos que podría
haber sufrido el autor, y las dudas de Hamlet, las dudas que podría haber
sentido el autor. Los personajes, en este caso, son de la misma naturaleza
humana, ni más ni menos que el que los crea: son una realidad, la máxima
verdad. Y hay una tercera manera, que es mirar al mundo desde un plano
superior, y considerar a los personajes de la trama como seres inferiores al
autor, con un punto de ironía (p.127).
No es
solo anecdótico que el panorama social, político, ecológico, religioso y
económico del Perú se pueda asociar con un gran escenario circense. Realidad,
para muchos surrealista, en donde personajes de todos los estilos y
procedencias representan guiones en común los cuales orientan al gran público
hacia experiencias casi orgásmicas, en donde la asimilación del personaje se
hace casi de manera espontánea. Se defienden a espectaculares miembros del
Congreso y poderes del Estado como si fueran sus propios familiares. En el marco del modelo democrático-liberal
representativo la ciudadanía –despersonalizada y despolitizada– deberá
contentarse con ser un simple y extático observador. El espectáculo será
llevado adelante por actores y actrices a sueldo. Personajes que nunca
estudiaron arte pero en la calle Azángaro no tardaran en encontrar titulo de
doctorado, maestría y bachiller en actuación con mención especial en payasadas.
El dueño
del circo nunca saldrá en escena. Para Valle Inclán existe tres modelos de ver
el mundo, artística o estéticamente: de rodillas, en pie o levantado en el
aire.
En el
Perú, en casi doscientos años, los diferentes gobernantes oligárquicos y
representantes de grupos de poder eligieron ver el mundo de rodillas. Optaron
por el sometimiento y siguen sometiéndose en nombre de un desarrollo económico
nunca llegado; leales siervos de los imperios del poder. Imperios del poder todopoderoso, los cuales
desde el paraíso de los súper seres controlaron y controlan los destinos de
aquel triste circo llamado Perú. La posición de rodillas solo permite observar,
aplaudir, reír o llorar. Indigna posición naturalizada como comportamiento
“democrática y políticamente correcto” quien ose ponerse en pie y ver el
espectáculo en iguales condiciones que los personajes asalariados del circus pasará un mal o desastroso
momento.
Existen
aquellos que deciden espectar el show de pie, en iguales condiciones de
observación que las actrices y actores. Poniéndose de pie se asegura el
desvanecimiento del espejismo sobrenatural y todopoderoso de los actores y actrices. Espectador y espectado se igualan y eso
incomoda al espectado, más aun que a los dueños del circo que se esconden detrás de las cortinas. Los de pie impiden observar y aplaudir a
aquellos que decidieron las rodillas como la posición más cómoda y menos
comprometida. De rodillas y en los aires entran más observadores. El espectador
de pie es obligado a subir a los aires del circus
o descender al subsuelo de las rodillas. Abría que precisar que el circus mas allá de ser una colorida y
atractiva carpa móvil es un sistema de entretenimiento mundial en el cual
aplaudes lo espectacular : gente que
vuela; animales domesticados; tigres de bengala saltando por anillos de fuego;
enanos ridiculizados por personajes estrambóticos de todo color, seres de
aparente alegría con enormes zapatos; alegres por fuera, desastrosamente
tristes por dentro, los payasos y payasas.
Y, allí
están aquellos que creen estar sobre el bien y el mal; vuelan por los aires del
circus. Estos personajes son los
menos incómodos pero a la larga serán aquellos que crean ser el supra mundo de
personajes inferiores. Es así como vemos al Perú. Un lugar donde lo más absurdo
puede suceder. Animales hablando, magos extraordinarios, vedettes de toda
medida, payasos infaltables y todos estos de rodillas ante el todopoderoso.
Desde el
ingreso del General Francisco Morales Bermúdez Cerruti (1974-1979), como
presidente del Perú y con él, Washington y el Plan Cóndor, se instauró el gran circus político-económico al cual llamaremos el Circus Neoliberal. El método de
entretenimiento (ensayo) empezó en Chile con el derrocamiento del ex presidente
Salvador Allende (1973) e inmediatamente se propagó vertiginosamente – el
sistema circense – por toda la región. La consigna era entretener las masas y
quien no aceptase la diversión y entretenimiento seria eliminado
automáticamente. Y, por ello Morales Bermúdez Cerruti paga cadena perpetua por
crímenes de lesa humanidad dentro del operativo militar denominado Plan Cóndor. El administrador del circus fue apresado pero los dueños del
espectáculo siguen en libertad y plantando circus
reales y virtuales alrededor del mundo.
Todo
este espectáculo persiste hasta el día de hoy. El sistema circense siguió
visitándonos. Alan García, Alberto Fujimori, Alejandro Toledo, Ollanta Humala,
PPK. Administradores de este gran circus
llamado Perú. Payasos, vedettes, animales,
magos, malabaristas, todos domesticados bajo las ordenes de la mano
oscura de los propietarios del sistema de entretenimiento. A través del tiempo
este sistema de diversión y alienación
ha ido sofisticándose a tal punto que los payasos, payasas y demás se
preguntaron ¿Por qué cada uno de nosotros no ganamos igual que el dueño del circus? ¿Por qué los dueños se llevan
todo el billete sin dar la cara y nosotros que arriesgamos nos llevamos las
migajas?
Es allí
donde actores y actrices quisieron alcanzar el monte del Olimpo, residencia de
los dioses, metiendo mano a la caja fuerte del dueño del sistema circense y a
los dueños del sistema no les agrado tal insurrecto comportamiento. La idea era
entretener a los arrodillados, arrodillar a los levantados y arrodillarse ante
los dueños detrás de las cortinas; no era apropiarse del circus. Y, allí estamos en medio del espectáculo. Que importa que
los administradores del circus sean perseguidos y arrastrados a prisión; lo
importante es nunca correr las cortinas y permitir que los arrodillados vean
los rostros de los dueños del circus;
jamás! Todos defendiendo a los dueños del circo, ofrendando sus vidas por el
sistema que les da de comer, los hace reír, llorar y aplaudir, no importa si se
hace de rodillas al nivel del excremento de las bestias que hablan y traviesan
círculos de fuego.
Estamos
a punto de obtener el primer lugar de corrupción en el mundo. Estamos a punto
de superar nuestros propios records. Antes eran unos cuantos, ahora son cientos
y con derecho a impunidad. Cada semana cae una autoridad pública local,
regional o del gobierno central. Poquísimos, pero poquísimos, escaparon de la
tentación de ser igual o más que los dueños del circus. Muchos, dignamente, ni siquiera llegaron a entrar al circus. Son aquellos que buscaron su
propio entretenimiento y sistema de comunidad menos surrealista. Estos son los
de afuera. Ahora acusados de insurrectos contra todo plan de entretenimiento y
diversión.
Lamentablemente,
se confundió política con entretenimiento, egocentrismo, show, payasada. Se
hizo de los poderes del Estado los centros de felicidad superficial; mundo de
absurdos a todo nivel. Esferas políticas donde, sin exageración, todo pero todo
es posible. Malabaristas, fabulosos
actos de magia, bestias domesticadas y obedientes al primer látigo, payasos que
ríen por fuera y lloran desgarradoramente
por dentro. Todo surrealista, eso es la
política en el Perú. Un gran circus
en crisis. Muestra del declive de un sistema de entretenimiento mundial que
está llegando a su fin. Dentro poca esta diversión se acabará; lo esperamos.
Administradores del circus irán al
calabozo por sus escandalosas y millonarias pretensiones. El pueblo levantado
en pie espera ver tras rejas a García, Ollanta, Toledo y demás tristes payasos
y payasas de la política en el Perú.
[1]
Filosofia
y Estetica del cuerpo en el circo desde la perspectiva del concepto biopoder.
Madrid: Universidad Rey Juan Carlos, 2015.
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