El fracaso relativamente rápido del golpe en Brasil,
el agotamiento rápido de los proyectos de restauración neoliberal en Argentina
y en Brasil, sin que ninguna de sus promesas se haya cumplido, reafirma que el
cambio de época sigue siendo un objetivo actual, urgente, indispensable.
Emir Sader / ALAI
Ya se cumplieron diez años desde que Rafael Correa,
recién elegido presidente de Ecuador, anunciaba que el país empezaba a salir de
la larga noche del neoliberalismo y que el continente ya no estaba en una época
de cambio, sino en un cambio de época. La nueva época sería la de superación
del modelo neoliberal, al que se entregaron varios gobiernos de la región.
Una década después, Correa entrega el gobierno a su
sucesor –Lenin Moreno-, elegido democráticamente por voluntad mayoritaria del
pueblo ecuatoriano y sale victorioso de una década como presidente de Ecuador.
El pertenece a una nueva generación de
dirigentes políticos de la izquierda, que no provienen de los estratos que
tradicionalmente han elegido los presidentes de nuestros países, sino desde
afuera de los sistemas oligárquicos tradicionales y que, justamente por ello,
han logrado romper con los intereses que se expresan en el neoliberalismo.
Hugo Chávez, Lula, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael
Correa, Fernando Lugo, son algunos de los ejemplos de esos dirigentes que
llegaron a la política desde la lucha social. No por acaso varios de ellos
frecuentaron el Foro Social Mundial, que se proyectaba como un espacio de
aglutinación de todas las fuerzas que se oponían al neoliberalismo.
Ellos supieron, por la vía de los hechos, construir
gobiernos que han atacado algunas de las bases fundamentales en que se apoya el
neoliberalismo. De partida, se han enfrentado a los intentos norteamericanos de
imponer un Área de Libre Comercio en todo el continente, derrotando esa
perspectiva y fortaleciendo los procesos de integración regional. Han logrado
constituir la única región del mundo que tuvo procesos de integración regional
independientes de la hegemonía norteamericana, constituida por el único
conjunto de gobiernos antineoliberales en el mundo.
En segundo lugar, a contramano de las tendencias
predominantes en el capitalismo contemporáneo, han logrado disminuir la
desigualdad, la exclusión social, la pobreza y la miseria, en el continente
conocido por ser el más desigual del mundo. El contraste entre los gobiernos
que han avanzado en la superación del neoliberalismo y los que han mantenido
ese modelo es flagrante y certifica como ese es el camino fundamental de la
izquierda en el siglo XXI.
Por otra parte, frente a un tema tan controvertido
como el del rol del Estado, lo han rescatado, rechazando la centralidad del
mercado, y haciendo del Estado un agente dinamizador de la economía,
distribuidor de renta y garante de los derechos de todos.
En su conjunto esas trasformaciones han constituido
lo que Correa llamaba de un cambio de época. De la época de hegemonía
neoliberal a la época de superación del neoliberalismo.
Diez años – o más, en otros países – después, ese
camino encuentra muchos obstáculos, dando la ilusión a algunos que puede haber
vuelta a una era neoliberal en América Latina. La combinación entre durísimas
campanas centradas en los medios para desacreditar esos gobiernos y sus
liderazgos, buscando revertir su legitimidad y desacreditar la posibilidad de
que nuestro continente elabore su propia salida del neoliberalismo, con errores
cometidos por esos gobiernos, han logrado éxitos, derribando gobiernos – por
elección o por golpe -, desestabilizando a otros, generando un clima de
descalificación de la política, de desinterés por los temas políticos, de
retorno fuerte de las posturas egoístas centradas en un consumismo al estilo
del “modo de vida norteamericano”.
Gobiernos como los de Mauricio Macri en Argentina y
Michel Temer en Brasil apuntan lo que la derecha del continente promete: el
retorno de las depresiones económicas, del desempleo en larga escala, de la
exclusión social, del retroceso en términos de derechos sociales, entre tantas
otras plagas de la larga noche neoliberal a la que se refería Correa.
¿Es eso lo que quieren nuestros pueblos? ¿Es eso lo
que se merecen nuestros países? El fracaso relativamente rápido del golpe en
Brasil, el agotamiento rápido de los proyectos de restauración neoliberal en
Argentina y en Brasil, sin que ninguna de sus promesas se haya cumplido,
reafirma que el cambio de época sigue siendo un objetivo actual, urgente,
indispensable.
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