Esta
Semana Santa viajé con mi familia a Oaxaca y en nuestro deambular llegamos al
pequeño poblado de San Antonio Arrazola, la “cuna de los alebrijes”. El
alebrije es un animal fantástico tallado en madera o hecho de papel maché, convertido hoy una artesanía muy popular.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El creador
de los alebrijes de madera es Manuel Jiménez Ramírez (1919-2005) con cuya
familia tuvimos el gusto de departir. La nuera de don Manuel, Doña Nicolasa de
Jiménez, me contó la conmovedora
historia de esta artesanía que en realidad es arte.
El
pequeño Manuel nació en el seno de una familia zapoteca muy pobre por lo que
siendo aún niño ayudaba sus padres como pastor de ovejas. Llevaba a los
borregos a las faldas de Monte Albán (hoy sitio arqueológico conocido) y
durante las largas horas del día se entretenía haciendo sus propios juguetes.
Sus padres eran tan pobres que nunca le regalaron uno. Hacía figurillas de
barro que para su desconsuelo la lluvia nocturna disolvía. Era 1927 y tenía
ocho años cuando comenzó a tallar en madera las figuras que soñaba. Convertido
en el joven Manuel, consiguió trabajo con Alfonso Caso en las excavaciones de
Monte Albán. Cuando los arqueólogos se fueron, no le quedó sino seguir probando
suerte con las figurillas. Sus animales fantásticos los inspiraron las “tonas”
(nahuales), animales guardianes de cada uno de nosotros, cuyo rostro es el de
la persona que protege. Todos los días acuciado por el hambre que embargaba a
su familia, Manuel caminaba hacia Oaxaca a vender sin éxito sus animales
fantásticos. Un día, de regreso a su casa reparando uno de sus rotos huaraches,
bajo los árboles Manuel lloró y le
preguntó a Dios porque no lo ayudaba.
Al
día siguiente, después de llenar su estómago con agua para engañar el hambre en
una de las medias fuentes callejeras de Oaxaca, un estadounidense se le acercó,
le preguntó por sus tallas de madera y se las compró todas. Eran los años
cincuenta y el hombre era un neoyorkino de nombre Arthur Hacker Train quien le
pidió que hiciera más figurillas y las pintara. Así surgieron coloridos leones fantásticos, jaguares barbudos, conejos
orejones, culebras con garras, serpientes con alas. En 1971, la cineasta Judith
Bronowski supo del tallador de animales fantásticos y buscándolo terminó
haciéndole un documental. Lo llevó a Los Ángeles, California y lo juntó con
otro soñador de animales fantásticos, los hechos en papel maché. Se trataba de Pedro Linares (1906-1992), un
cartonero del mercado La Merced del Distrito Federal, quien en el delirio de
una enfermedad había soñado sus propios monstruos y también a la palabra
“alebrije”. Los sueños fantásticos de ambos creadores se hicieron famosos e
hicieron famosos a sus creadores. Ahora, “alebrije” es la palabra para designar
a los animales fantásticos de ambos artistas.
Hoy
Arrazola y los pueblos aledaños están llenos de artesanos inspirados en don
Manuel y don Pedro. El mundo entero inundase de sus sueños fantásticos. Y el
espíritu de don Manuel, que además fue curandero, alegremente transita por los alrededores.
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