A
Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, y a Michel Temer, presidente de
Brasil, parece que su destino está por alcanzarlos.
Rafael Cuevas Molina/Presidente
AUNA-Costa Rica
Michel Temer y Donald Trump |
A
Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, y a Michel Temer, presidente de
Brasil, parece que su destino está por alcanzarlos. Ambos están asustados
porque el cerco en torno a ellos parece estrecharse cada vez más y responden
con la prepotencia que les ha caracterizado a ambos.
Trump
se desliza por una pendiente que, a solo cuatro meses de haber asumido el
puesto, podría llevarlo al famoso impeachment,
es decir, exactamente a aquello por lo que, al hacérselo a otros, se hizo
famoso en la televisión en su programa “Estás despedido”.
Puede
ser que despidan a Trump, no cabe duda; se ha vuelto alguien demasiado incómodo
para esa red de intereses financieros, militares, corporativos, comerciales y
mafiosos que se conoce con el el nombre de stablischment.
Realmente, el problema menor para sacarlo del medio no son los rusos
quienes, al fin y al cabo, se han transformado en una potencia de segundo
orden, sino la incomodidad que les produce alguien impredecible, ignorante y
voluntarioso cuyas decisiones pueden afectar el business, que es lo que verdaderamente interesa.
Los
vaivenes de tal imprevisibilidad ha llevado ya a la caída de la Bolsa de Nueva
York, a la alarma de los inversionistas en México y Canadá y al resentimiento
de sus aliados “naturales” europeos.
Así
que no van a vacilar. Si Trump sigue por donde va, le llegará su sábado, como
al coche del cuento. Eso sí, el rubicundo rubio cejijunto caerá decretando
sanciones contra Venezuela, ¡faltaba más!, ese país peligroso al que hay que
enseñarle lo que es la democracia.
Por
su parte, Temer el pícaro, el vivillo, el oportunista, el traidor, se encuentra
en situación similar o peor. Él, que sacó con cajas destempladas a una Rousseff
a la que le inventaron malos manejos administrativos, está ahora en el
banquillo de los acusados. Y todos los que, con él, protagonizaron la sesión de
destitución más ridícula y vergonzosa de la que se pueda tener memoria, lo
están abandonando como ratas al barco que sufrirá naufragio.
¡Malos
augurios, Temer!
En
eso de la corrupción son dos los campeones de nuestros días: los españoles del
Partido Popular y el Brasil que está desnudando el Lava Jato. Su corruptela no
se detiene, sin embargo, en el saqueo descarado de las arcas públicas. Son
corruptos también porque ambos impulsan un modelo excluyente que va dejando una
estela de sufrimiento en aras de las cada vez mayores ganancias de las grandes
transnacionales.
Así
de peliagudas están las cosas en este “Hemisferio Occidental”, como gustan
decir los gringos; y yo diría que hay más de uno que debía poner sus barbas en
remojo, no vaya a ser que el fin de semana o, más específicamente el sábado,
“su” sábado, se les esté aproximando. Tengo en mente cuando digo esto al
presidente de la Argentina, el señor Macri, que tiene algunos enreditos con lo
de los Papeles de Panamá y alguno que otro negocio familiar que parece oler a
podrido.
En
fin, paremos, la lista es larga y poco edificante.
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