sábado, 20 de mayo de 2017

Argentina: De la servidumbre voluntaria a la construcción de una alternativa política

La construcción de una alternativa en Argentina deberá tener por fundamento discutir precisamente eso: la trama misma del poder. Y discutir eso deberá conllevar, necesariamente, a la elaboración de un programa político, hoy más urgente que nunca, sobre la base de un gran frente patriótico.

Nicolás San Marco* / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

Quizás sea posible plantear el actual momento de la lucha de clases en Argentina en términos de pensar la realidad nacional desde un lugar que nos permita avanzar sobre la cuestión de por qué hoy por hoy, ya a casi mitad de mandato de Cambiemos, el campo popular, el Pueblo sufriente, las organizaciones políticas, sociales, los sindicatos, los gremios, etc, no piden la renuncia del actual  mandatario. En ese sentido, ¿es favorable la correlación de fuerzas actual? ¿Qué es lo que hace falta? ¿Cuál o cuáles son los límites que existen, y por qué no se quieren o no se pueden atravesar? ¿Con qué vara se está midiendo la destrucción del país? ¿Y quiénes miden esa destrucción? En todo caso, ¿de qué manera se va a plantear la cuestión de la resolución de la crisis actual económica, política y cultural en Argentina, si no es en base a dar el debate, de una vez por todas, acerca de la necesidad de trascender los límites de la tan mentada gobernabilidad, bastión ideológico-teórico burgués si los hay, que no hace otra cosa que justificar constantemente en la mismísima práctica la democracia liberal?

Parafraseando a Fidel, uno podría decir, tranquilamente, que lo que debe hacerse hoy en Argentina es “cambiar todo lo que debe ser cambiado”. Y claro que nadie podría estar en desacuerdo con semejante máxima. Por lo menos nadie que se piense a sí mismo convencido de la necesidad, a esta altura ya insoslayable, de transformar radicalmente las estructuras económico-políticas del país con miras hacia la construcción de una sociedad de nuevo tipo que trascienda los límites del Capitalismo.

La cuestión es de cuño filosófico política en tanto el fondo del drama nacional sigue siendo, hoy más evidente que nunca, por qué tantos hombres se sujetan al dominio de unos cuantos cuando ese esos cuantos no son más que los garantes del desguace sistemático de las libertades ciudadanas y garantías constitucionales en el país.

Uno de los que le planteó a la sociedad este cuestionamiento esencial y de enorme y vital relevancia para el mundo moderno y la contemporaneidad que nos atraviesa fue Étienne de La Boétie. Hacia el año 1548, La Boétie escribió su texto célebre Sobre la servidumbre voluntaria. En él, plantea una de las ideas más polémicas de toda la filosofía política que hasta hoy tiene repercusiones en incontables y acalorados debates: el dominio de aquel que nos gobierna no es más que el producto de la propia voluntad de los gobernados. Es decir, decía La Boétie, la servidumbre es voluntaria porque el Pueblo puede elegir, literalmente, no obedecer más a quien lo gobierna y con eso bastaría para desbancar la opresión. Ahora bien, nótese la vigencia de tal pensador, La Boétie agregaba que el poder, para mantener su dominio sobre un incontable número de personas, no tiene más que dos mecanismos sumamente efectivos: la violencia y el engaño, llegando incluso a sostener que el Pueblo es muy propenso a dejarse seducir y que, lo que es peor, se olvida fácilmente del don de la Libertad, provocando que, con el paso del tiempo, las nuevas generaciones terminen naturalizando el statu quo dando lugar a una situación en la cual ya no se discuta la servidumbre o la esclavitud; de ahí, sentenciaba La Boétie, el rol fundamental que tiene la promoción de la memoria y la educación en una sociedad.

Ahora bien, en el último tiempo, el debate nacional tendió en demasía a situarse sobre el papel y poder de los medios de comunicación y su capacidad de voltear elecciones en contra de los intereses de la mayoría, y es cierto, en cierto punto, que esto posee una cuota de verdad. De eso, y no de otra cosa, hablaba La Boétie cuando hacía alusión al engaño como el arma con la que los poderes mantienen subyugados a los pueblos -con la salvedad de que en el siglo XVI aún no existían ni la televisión, ni la radio, ni los periódicos-.

Sin embargo, la cuestión no puede resumirse lineal, mecánica, y únicamente a la problemática mediática. En términos de La Boétie la problemática apunta a ¿cómo dejar de ser siervos voluntarios? Parecería ser que la cuestión planteada en términos de una lucha únicamente contra los medios de comunicación olvida por completo una noción que a nuestro país le ha costado y mucho: la cuestión de la alternativa. ¿Es posible pensar una alternativa política sobre un eje que gire únicamente en torno a la discusión del daño que generan los medios hegemónicos de comunicación? ¿Qué hacemos, entonces, con el poder real? Es decir, por ejemplo, con el conglomerado conformado por el poder sojero extractivista, las grandes industrias y el sector financiero cada vez más concentrado en pocos bancos. ¿Qué hacemos, por ejemplo, con la burocracia en los sindicatos, las mafias policiales, y el accionar histórico político personalista y caudillista?

La discusión sobre los medios tiene sentido únicamente en tanto discutamos estas cuestiones de fondo, que hacen a la estructura económica y política del país; que hacen, y no en última instancia, a la estructura que produce el aniquilamiento de nuestro suelo y nuestra economía como nación independiente que por momentos a lo largo de la historia buscamos ser.

Romper con la estrategia permanente del engaño de los medios de comunicación conlleva romper, previamente, con la discursividad propia que tuvo el campo popular durante todos estos años para encarar el problema sobre el poder. El conflicto es, por supuesto de índole de construcción de subjetividad, pero la cuestión de hacerle frente al poder de los medios no puede desvincularse con la crítica a la estructura del país que en realidad aquellos están sosteniendo. La batalla cultural debió dejar de ser una mera discusión por lugares en una grilla programática de canales televisivos. La batalla cultural implica, en el fondo, discutir absolutamente todo. Y discutir absolutamente todo no tiene otro corolario que el llegar a la esencia misma de la conflictividad social que, otra vez, en términos de La Boétie supone comprender por qué “uno sólo”, hoy es evidente que el enemigo es más grande, se sostiene sobre la base de un apoyo que es voluntario. ¿Ese voluntarismo de cierto sector de la población es producto solamente del accionar de los medios hegemónicos de comunicación, o es también producto de incapacidades propias de los sectores populares de no evidenciar cuál es la trama misma del poder -por conveniencias, o por omisiones-?

La construcción de una alternativa en Argentina deberá tener por fundamento discutir precisamente eso: la trama misma del poder. Y discutir eso deberá conllevar, necesariamente, a la elaboración de un programa político, hoy más urgente que nunca, sobre la base de un gran frente patriótico que sea expresión de una composición de las diferentes fuerzas o expresiones políticas que estén dispuestas a asumir el reto de idear y construir una sociedad post-capitalista.

* Docente de Teoría Política y Social II, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Investigador en Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, y en Grupo de Investigación sobre Spinoza y el Spinozismo, en Facultad de Filosofía y Letras (UBACyT).

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