En nuestro Ecuador, las obras públicas han sido históricamente un medio de
superación de aislamiento regional. Ya que vivimos en un territorio cruzado por
grandes accidentes geográficos, que dificultan la comunicación entre las
gentes, cada carretera, puente o aeropuerto son un medio de aproximación
física, pero también de vinculación social y cultural entre ecuatorianos.
Eso es lo que ha ocurrido durante la Década Ganada. Las estupendas e
innumerables obras construidas en todo el país han producido sorprendentes
efectos anímicos, que muestran un verdadero renacimiento espiritual en el
pueblo ecuatoriano. A continuación describo algunas manifestaciones de esto.
Hay un nuevo espíritu de unidad nacional, que ha superado para siempre el
regionalismo enfermizo de otros tiempos. Lo revelan la notable solidaridad del
país ante el terremoto de Manabí y Esmeraldas y el crecimiento explosivo del
turismo interno, que aprovecha las nuevas vías y el nuevo ambiente de
autorreconocimiento nacional.
Hay un nuevo sentimiento de orgullo nacional. Antes nos sentíamos
habitantes de un país de ínfima importancia y ahora nos sabemos ciudadanos de
un país digno y equitativo, que está en pujante esfuerzo de progreso.
Hay una nueva conciencia ciudadana. Antes nos parecía natural que hubieran
gentes de primera y de segunda importancia, que las ciudades tuvieran todos los
servicios y el campo ninguno, que existieran extremos escandalosos de pobreza y
riqueza. Ahora tenemos una ciudadanía consciente de sus derechos políticos y
también de los económicos, sociales y culturales.
Hay una nueva conciencia política. Gracias a las sabatinas presidenciales,
pero también gracias a la labor de los medios públicos, se ha desarrollado esa
nueva toma de conciencia política en amplios sectores populares. Hoy las gentes
saben que la pobreza, los salarios o los impuestos son asuntos políticos
fundamentales. Y tienen claro que el papel del Estado es el de proteger a los
más débiles y promover su educación y desarrollo.
Hay una nueva conciencia social. Grandes sectores populares saben que su marginación y atraso
son efectos de la explotación y marginación de que han sido víctimas. Y
encuentran que la Revolución Ciudadana les ha abierto las puertas a nuevas
oportunidades y a una vida nueva, como lo prueba la presencia de indígenas,
afros y montuvios en altas funciones públicas.
Hay una nueva presencia política femenina. Es verdad que eso empezó a
cambiar años atrás, gracias a la acción política de las mujeres, pero fue la
Revolución Ciudadana la que facilitó la llegada masiva de mujeres a los altos
cargos del Estado. Así, ha existido un alto número de legisladoras y tres
mujeres han dirigido la Asamblea Nacional, mientras numerosas mujeres actuaban
como ministras, viceministras y subsecretarias.
Y también hay una nueva condición social femenina: amas de casa afiliadas
al Seguro Social, empleadas domésticas con sueldos dignos, bonos y sistemas de
estímulo para mujeres emprendedoras.
En fin, Ecuador goza de un nuevo prestigio internacional. Gracias a su
Revolución Ciudadana, es visto en el mundo con gran respeto e inclusive como un
ejemplo a seguir en la solución de los problemas sociales. Ello se ha reflejado
en la variedad de premios y doctorados honoris causa otorgados al presidente
Rafael Correa por universidades extranjeras, en reconocimiento a su labor
pública.
Todos ellos son, sin duda, signos de identidad de un nuevo Ecuador, animoso
y esperanzado en su futuro.
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