En Guatemala, se está entrando en la etapa decisiva en la que se definirá, seguramente, el futuro de los próximos diez o veinte años. Se trata de la confrontación entre una forma de hacer política apegado a la modernidad republicana regida por el estado de derecho, y la que sigue arrastrando las rémoras que vienen del pasado oligárquico autoritario con ecos coloniales.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Dos formas que se enfrentan nuevamente, porque ya lo han hecho de distintas maneras en el pasado. A mediados del siglo XX, cuando se buscó modernizar no solo el Estado, sino la nación en su conjunto, pero que conoció un freno abrupto de esa otra Guatemala que no vacila en aliarse con fuerzas extranjeras para lograr sus fines.
Durante toda la segunda mitad del siglo XX se pagaron las consecuencias de la imposición de ese proyecto que se impuso a sangre y fuego y que solo retrocedió parcialmente cuando le convenía tácticamente. Así la llamada apertura democrática a partir de la mitad de los años ochenta, un proyecto salido del seno de los militares que se dieron cuenta que les era imposible seguir con el proyecto genocida que llevaban adelante.












