sábado, 26 de septiembre de 2015

Colombia: la proximidad de la paz y el cambio de época en América Latina

Colombia, el segundo país más poblado de la América del Sur después de Brasil, con un territorio de enormes contrastes geográficos, con costas en los dos grandes océanos de la Tierra, el Pacífico y el Atlántico, con grandes recursos naturales minerales y de flora y fauna, tiene un potencial que la guerra interna ha atrofiado durante toda la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI. 

Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica

Con la mediación del gobierno cubano, el presiente
Juan Manuel Santos y el comandante Timoleón Jiménez
dieron un paso clave para la paz en Colombia.
Rafael Correa considera que América Latina se encuentra ante un cambio de época; es decir, estamos en un momento histórico en el que están teniendo lugar cambios inéditos hasta ahora, que pueden cambiar el perfil de nuestro continente.

Estos cambios deben asociarse al despertar que ha tenido lugar en varios países de América Latina, en donde se intenta construir sociedades que superen las seculares inequidades sociales que nos han caracterizado. El primer paso: superar las taras que la aplicación de las políticas neoliberales basadas en el Consenso de Washington han dejado en nuestras tierras.

Otro componente esencial de este período lo constituyen los esfuerzos de emancipación frente al poderío avasallante que han tenido los Estados Unidos de América sobre nosotros, y para ello se ha apelado, como argumento central, a la integración y la unidad de los países latinoamericanos en espacios de diálogo, concertación y trabajo en donde no se encuentra presente la potencia del Norte.

La creación de la UNASUR y el ALBA constituyen ejemplos relevantes en este sentido. Pero esos esfuerzos de trabajo conjunto no se agotan en estas instancias, y han surgido también ámbitos bilaterales que, como muchas otras cosas, son producto del espíritu latinoamericanista que prevalece en este cambio de época.

Queremos detenernos en esta ocasión al que ha propiciado Cuba en las negociaciones de paz entre la guerrilla de las FARC y el gobierno colombiano, que hoy parece que se aproximan a buen puerto.

Cuba, la durante tantos años marginada y vituperada, la que tantos auguraron haber llegado al límite de sus posibilidades cuando el derrumbe del campo socialista de Europa del Este, está ahí, siendo sede y propiciadora de buenos augurios en uno de los procesos de negociación más difíciles que han tenido lugar en nuestro continente. Sin su soporte y su abrigo quién sabe cuáles habrían sido las posibilidades de que este proceso hubiera llegado a los estadios que ha alcanzado hasta hoy.

Así como hay que reconocer y relevar el papel de la isla en este proceso, así también debe tenerse en cuenta la importancia que tiene el influjo del cambio de época sobre los sujetos de estas negociaciones. Hay un nuevo contexto que propicia el acercamiento y el diálogo; hay fuerzas políticas progresistas con ascendencia sobre las partes; espacios de conversación entre iguales; garantías de supervivencia después del conflicto para cada una de las partes, que no habrían sido posibles en otro momento histórico.

Aunque las negociaciones de paz en Colombia son el resultado, en primer lugar, del esfuerzo de los mismos colombianos, no hay que desdeñar los factores contextuales que han hecho que esos esfuerzos den como resultado frutos positivos como los que estamos viendo en estos días.  

Colombia, el segundo país más poblado de la América del Sur después de Brasil, con un territorio de enormes contrastes geográficos, con costas en los dos grandes océanos de la Tierra, el Pacífico y el Atlántico, con grandes recursos naturales minerales y de flora y fauna, tiene un potencial que la guerra interna ha atrofiado durante toda la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI.

Un conflicto tan prolongado crea llagas terribles en una sociedad. El fenómeno de la violencia endémica y del paramilitarismo; los enormes desplazamientos de población dentro del país y más allá de sus fronteras; el cultivo de la coca y el tráfico de drogas; la utilización de su territorio para establecer decenas de bases militares extranjeras y el desgarramiento del tejido social, son solo algunas de las lacras que han quedado como herencia de ese largo período de enfrentamiento al que, ojalá, estas conversaciones llevadas a buen puerto puedan contribuir a subsanar.   

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