Para superar la crisis lo que toca negociar no son medidas “técnicas”,
sino la transición para convertir a Puerto Rico en una república
independiente y sostenible.
Nils Castro / Especial para Con
Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
El Estado Libre Asociado cayó en moratoria y lo que antes nos
presentaban como “la vitrina del Caribe” se desacreditó. Ya nadie lo considere
solvente, ni en Wall Street ni entre los tres poderes de la Unión, pues además del desastre económico el
ELA ha probado ser un fiasco político. Pero cuando corresponde definir quién
pagará el desastre, ellos aducen que, como viene de décadas de malas
administraciones puertorriqueñas, sus costos deben recaer sobre quienes las
eligieron. La gran prensa y los carísimos consultores y cabilderos oficiales
omiten quién instauró al régimen que originó tales administraciones y limitan
la cuestión a decidir las medidas “técnicas” requeridas para paliarlo.
Nada nuevo en el repertorio neoliberal. Como los “pigs” europeos ‑‑Portugal,
Irlanda, Grecia y España‑‑, la isla se endeudó descomunalmente y ahora la
“única” salida es exigirle extrema austeridad.
Maliciosa distorsión del término que no sugiere sobriedad sino que manda
precarizar empleos, abatir salarios, achicar pensiones, eliminar días de
descanso, reducir servicios públicos y elevar impuestos. Esto no castiga a
quienes implantaron ese modelo económico, ni a quienes contrajeron esta deuda y
gozaron del despilfarro, sino a un pueblo que no tuvo otras opciones políticas.
Puerto Rico es un “territorio” que pertenece a Estados Unidos pero no forma
parte esa nación; el Congreso de Washington ejerce los poderes sobre la isla y
define las modestas atribuciones caseras del gobierno local. En castellano,
esto es una colonia.
¿De dónde vino semejante endeudamiento? De una larga insostenibilidad
del modelo, que por decenios tomó empréstitos adicionales crecientemente
onerosos para tapar deudas anteriores, hasta que el gobierno resultó incapaz de
pagar. Los seductores prestamistas de ayer son los implacables buitres de hoy,
y aseveran ‑‑con el dogma neoliberal en el puño‑‑ que haciéndola consumir menos
y tributar más la isla podrá pagar lo recibido y sus intereses. Pero según la
legislación federal los “territorios” no tienen derecho a auxilios por
bancarrota; la Casa Blanca aclara que solo piensa “asesorar” al gobierno de San
Juan y el Congreso tiene otras prioridades.
A la vez, se omite que
antes de discutir cualquier pago debería auditarse cada préstamo, pues en el
bulto adeudado se ocultan gastos o extravíos inadmisibles. Como igualmente se
silencia que durante más de un siglo Puerto Rico nunca dejó de subsidiar a la
economía estadunidense, al tener que amoldarse a las necesidades
norteamericanas incluso a expensas de su propia subsistencia.
Cuando Estados Unidos necesitó azúcar, se cañaveralizó a la isla arrasando los demás cultivos y la seguridad
alimentaria, hasta que los agricultores norteamericanos la surtieron con azúcar
de remolacha. Entonces se impuso la industria de derivados del petróleo hasta
que la crisis de 1973 encareció el suministro y dañó el negocio. Luego, el
Congreso estadunidense favoreció con exoneraciones la instalación de industrias
ligera y farmacéutica en la isla, hasta que estas la abandonaron cuando los
atractivos asiáticos y los TLC con México y Centroamérica les ofrecieron
mayores ventajas. E invariablemente esas empresas repatriaron enormes ganancias
sin reinvertir en Puerto Rico, y cada una de esas experiencias le restó
sostenibilidad a la economía del país, cuya gente nunca las ideó ni fueron sus
beneficiarios. Y cada una dejó una crisis humana ‑‑y demográfica‑‑ por la cual
millares de puertorriqueños no tuvieron más remedio que dejar su patria.
Más de un siglo de historia muestra que el verdadero deudor es Estados
Unidos, y que los pícaros que endeudaron a la isla sabían en qué andaban y
pueden asumir esa responsabilidad sin pretender ganancias adicionales. Ello
dista de ser un problema “técnico”, y es imposible apretar más la tuerca de la austeridad sin romper el tornillo.
Dentro del sistema colonial que creó y recicla el problema, ningún paquete de
medidas sacará a la isla del marasmo. La crisis proviene del régimen que impide
a los puertorriqueños escoger sus propias alternativas y usar los mismos
recursos soberanos que sus vecinas repúblicas caribeñas y latinoamericanas.
Para superar la crisis lo que toca negociar no son medidas “técnicas”,
sino la transición para convertir a Puerto Rico en una república
independiente y sostenible.
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