Nadie niega el rol de los
medios de comunicación privados, que se han vuelto, hace tiempo, el partido
político de la derecha. Así, a menudo las campañas electorales miden los
resultados de las políticas sociales en contra de la eficacia de los medios de
comunicación.
Emir Sader/ Página12
(Argentina)
Los escenarios
electorales se repiten de forma muy similar en los países de gobiernos
posneoliberales de América latina: a las candidaturas de los gobiernos se
oponen siempre candidaturas de derecha. Aquéllas cuentan con las políticas
sociales redistributivas, éstas con el monopolio privado de los medios de
comunicación. Una toca a las condiciones de vida de la gran mayoría, la otra
intenta tocar la conciencia de la gente.
No hay ninguna duda de
que los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador
han mejorado de manera sustancial las condiciones de vida de las personas. La
redistribución de renta, la disminución de las desigualdades, el aumento de las
posibilidades de que las personas puedan encontrar formas dignas de
supervivencia: todo apunta a esa dirección, que no es negada ni siquiera por la
oposición.
Pero tampoco nadie niega
el rol de los medios de comunicación privados, que se han vuelto, hace tiempo,
el partido político de la derecha. Así, a menudo las campañas electorales miden
los resultados de las políticas sociales en contra de la eficacia de los medios
de comunicación.
La efectividad de las
políticas sociales va creando un consenso entre quienes suelen votar masivamente
por los candidatos de estos gobiernos, en que ven los méritos de esas políticas
y de la perspectiva de su continuación. Las capas medias de las grandes
ciudades son el blanco privilegiado de las campañas de los medios privados de
comunicación, los cuales concentran su accionar en la difusión de la idea de
que sus países andan mal, que los gobiernos eligieron el camino equivocado, que
los Estados cobran demasiados impuestos, que son corruptos, que deberían
restringir sus espacios en función de las iniciativas privadas, que no respetan
la libertad de prensa, etcétera.
Así como las políticas
sociales de los gobiernos posneoliberales son muy similares, las campañas de
los medios de comunicación monopolistas parecen realizadas por una misma
empresa privada, ya que son igualitas.
Si los gobiernos tienen
problemas actualmente, las alternativas se ubican a su derecha y no a su
izquierda. Los candidatos de la oposición –sea en Ecuador o en Venezuela, en
Bolivia o en Brasil, en Argentina o en Uruguay – son los mismos de siempre, a
veces hijos de los de siempre. La novedad está en que a veces dicen que van a
mantener políticas de los actuales gobiernos. Esto sucede cuando se dan cuenta
de que la gente puede querer adecuaciones, pero en el marco de la continuidad
de las políticas actuales. Hacen como que van a mantener los avances sociales,
pero cuando tienen que revelar su política económica y/o sus futuros ministros
de economía, en caso de que ganaran –o alguien lo revela–, se ve que las
políticas sociales actuales son absolutamente incompatibles con los enunciados
básicos de los personeros conspicuos que asesoran los candidatos de la
oposición.
El poder de los medios
privados de comunicación da a la derecha un fuerte poder desestabilizador, al
valerse de campañas de terrorismo económico, de denuncismo de supuestos
escándalos del gobierno, quitando energías y poder de acción de los gobiernos.
Pero esa misma derecha se muestra incapaz de generar candidatos y plataformas
vencedoras en las elecciones, entonces tienen que apelar a esquemas golpistas
para intentar romper la continuidad de los gobiernos progresistas. El esquema
es similar en países como Venezuela, Ecuador, Brasil, Bolivia, Argentina.
Por eso es esencial
romper con el monopolio privado de los medios de comunicación, que mantiene
capacidad de influencia incluso en los países donde ya hay ley de regulación de
los medios. Pero el objetivo esencial, con o sin esa regulación, es que los
grandes sectores de la población, beneficiarios de las políticas sociales que
caracterizan a esos gobiernos, tengan conciencia social de sus derechos y de
qué fuerzas representan la garantía de esos derechos y cuáles representarían su
fin.
Por lo tanto es necesario
construir en el conjunto de la sociedad la hegemonía de las políticas
posneoliberales, priorizando las políticas sociales redistributivas, lo cual
significará el punto de no retorno para esos gobiernos.
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