¿Qué escritor liberal ha condenado esos nuevos muros de la infamia?
¿Dónde están esos cruzados de la libertad, ahora que los capitales y mercancías
corren de un lado a otro, pero los seres humanos son cercados con muros de
acero y alambradas de púas?
Jorge Núñez Sánchez / El
Telégrafo (Ecuador)
Desde la más lejana antigüedad, hubo pueblos que temían, odiaban o
despreciaban a sus vecinos, al punto de construir barreras físicas que
impidieran toda comunicación con estos.
La historia de estas obras comenzó con la Gran Muralla China, levantada
por varias dinastías para aislar a ese país de los pueblos supuestamente
bárbaros que lo rodeaban.
Ya en tiempos contemporáneos, el muro más famoso fue el de Berlín,
levantado por la República Democrática Alemana en 1961, para impedir el paso de
sus ciudadanos hacia el rico y próspero Berlín Occidental. Fue una de las más
crueles expresiones de la Guerra Fría.
Fue también un símbolo de la propaganda antisoviética montada por
Estados Unidos y sus aliados. Ríos de tinta corrieron en la prensa occidental
para expresar la crueldad, brutalidad y sevicia que simbolizaba ese muro,
mostrado como ejemplo de la inhumanidad con que los regímenes comunistas
trataban a las gentes sometidas a su poder. Y todo periodista o escritor amante
de la libertad se sentía obligado a escribir sobre ese muro y repudiar su
sombría presencia.
Pero finalmente cayó el Muro de Berlín en 1989, en un acto que marcó
también el inicio de la destrucción de la llamada ‘Cortina de hierro’, que
separaba a los países comunistas de los capitalistas. La derecha universal
saltó de alegría. Y un gringo apellidado Fukuyama dijo que era el fin de la
historia.
Pero no, la historia ha continuado, los pueblos han seguido su marcha en
búsqueda del sol y el capitalismo salvaje no ha podido detener sus flujos
migratorios. Ante eso, los antiguos denunciadores del Muro de Berlín han
construido otros muros más grandes, más crueles, más infames, para proteger sus
ciudadelas de la abundancia del acoso de los parias de la tierra.
EE.UU. levantó uno de acero y hormigón, de 563 km y 5 metros de alto, en
su frontera con México. Está cuidado por carros blindados y helicópteros
artillados. Solo en 2013 murieron 463 personas tratando de cruzarlo. Israel levantó
otro en Gaza y Cisjordania, para consagrar su posesión de territorios
palestinos. Hecho de hormigón, tiene 723 km y 6 metros de alto, alambradas de
púas, zanjas. Y España hizo dos, en Ceuta y Melilla, para proteger esos
enclaves coloniales de la entrada de africanos pobres.
Ahora, ante la ola imparable de refugiados asiáticos y africanos, un
número creciente de países europeos ha empezado a levantar sus propios muros y
alambradas de púas. Comenzó Hungría, construyendo un muro de 135 km en la
frontera con Serbia. Siguió Turquía, con una valla de acero en la provincia de
Erdine. Y luego Bulgaria, con vallas en Lesovo y Kraynovo. Todo esto mientras
Francia e Inglaterra levantaban vallas de acero con púas y cámaras de seguridad
en la entrada del Eurotúnel entre ambos países, para frenar el ingreso de
migrantes.
Ante esto me pregunto: ¿qué escritor liberal ha condenado esos nuevos
muros de la infamia? ¿Dónde están esos cruzados de la libertad, ahora que los
capitales y mercancías corren de un lado a otro, pero los seres humanos son
cercados con muros de acero y alambradas de púas?
2 comentarios:
Donde estará Ronald Reagan cuando mas necesitamos que "ordene" la destrucción de esos nuevos muros...
Ya menciono Ingenieros que si no se establece una solucion para satisfacer el hambre entre los pobres, los ricos tendran que atrincherarse en sus castillos solo pensando en que haran los pobres cuando tengan hambre...
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