sábado, 29 de julio de 2017

Venezuela, la hegemonía empieza por la comida

Hay una batalla que es decisiva en las actuales circunstancias. Es la que se libra por la comida que es acaparada, exportada a países vecinos o vendida a precios exhorbitantes en el mercado interno. Gramsci escribió alguna vez que la hegemonía siempre tenía un sustento material. Venezuela lo está  mostrando en el momento actual.

Carlos Figueroa Ibarra  / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

Los días transcurridos entre el 17 y 20 de julio de  2017, tuve el gusto de atender una invitación hecha por la Secretaria de Cultura del FMLN de El Salvador. Participé junto con el intelectual venezolano Luis Britto en  los Diálogos Culturales de Invierno que organiza anualmente dicha organización. En esta ocasión las sesiones fueron en San Salvador y en el departamento de San Vicente, y el tema fue "Resistencia latinoamericana ante la amenaza intervencionista". Obviamente el tema central fue el embate brutal que está afrontando la revolución bolivariana en Venezuela. Resulta claro que hoy encontramos a una derecha violenta y ensoberbecida después de su triunfo electoral en las elecciones legislativas de diciembre de 2015. Desde enero de 2016, la derecha no ha cejado en obstaculizar la labor del ejecutivo en manos de Nicolas Maduro y ha estado fraguando la manera de derrocarlo. Se ha montado la derecha en el debilitamiento de la hegemonía bolivariana que la crisis económica empezó a ocasionar.

Independientemente de la crisis económica, la derecha ha estado usando una arma poderosa en sus intentos para abatir al gobierno de Maduro y con ello hacer triunfar la contrarrevolución. Esta arma es el abastecimiento de productos de consumo básico principalmente la comida. Acontece que Venezuela produce el 88% de los alimentos que necesita su población e importa el 12% restante. Pero son unas cuantas empresas privadas las que monopolizan la importación y distribución de esos alimentos. Al igual que sucedió con el gobierno de la Unidad Popular en Chile, con los sandinistas en su primer periodo y con la revolución cubana a lo largo de toda su historia, el imperio y la reacción interna han usado el desabastecimiento como un arma para erosionar el apoyo popular a esas revoluciones. Le toca el turno hoy a Venezuela.

No le falta razón a la derecha y al imperio en el uso de esta arma. Fue el desabastecimiento del pan lo que exasperó al pueblo francés e hizo estallar la revolución francesa. Los bolcheviques triunfaron en 1917 con dos consignas complementarias: "Pan y Paz" y "Todo el poder a los Soviets". Y recuerdo muy bien lo que me dijo un integrante de uno de los flamantes Comités de Autodefensa Sandinista al visitar Nicaragua en diciembre de 1979, cuando todavía Managua observaba los destrozos provocados por la guerra civil que derroto a Somoza. Recuerdo muy bien que me aseveró que su apoyo a la revolución sandinista se daría siempre y cuando les respetaran su religión y no hubieran colas.

Hoy la revolución bolivariana ha remontado el escuálido plebiscito organizado por la derecha,  aunque no necesariamente la guerra mediática que blasona mentirosamente millones de votantes en dicho plebiscito.  Pero hay una batalla que es decisiva en las actuales circunstancias. Es la que se libra por la comida que es acaparada, exportada a países vecinos o vendida a precios exhorbitantes en el mercado interno. Gramsci escribió alguna vez que la hegemonía siempre tenía un sustento material. Venezuela lo está  mostrando en el momento actual.

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