Tenía 33
años cuando fue secuestrado y asesinado por la dictadura encabezada por el
general Oscar Humberto Mejía Víctores. Sus restos fueron enterrados el sábado
31 de marzo de 2012. Con ello concluye el infierno interminable de su familia,
el mismo que continúa para todos los
familiares de los 45 mil desparecidos en Guatemala.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con
Nuestra América
Desde
Puebla, México
Era
conocido en el interior de la organización con el nombre de Pedrito. Supongo
que él debe haber decidido usar el apelativo Pedro como nombre de guerra. Pero era tan pequeño y
frágil por aquellos años de mediados de
los setenta del siglo pasado, que su seudónimo inevitablemente era usado en diminutivo. A esto se agregaba
que era un hombre admirado, querido y respetado. Porque era el prototipo de lo
que debía ser un cuadro de una organización clandestina y revolucionaria.
Abnegado, modesto, disciplinado. Su
proyecto de vida fue la transformación
revolucionaria de Guatemala, su motivación fue la indignación que a una parte importante de nuestra generación
nos ocasionaron las injusticias, infamias y opresiones que ha vivido Guatemala.
Pedrito estudió
en el Instituto Central para Varones de Guatemala y podía haber sido luego un estudiante universitario y un
profesional. Pero su vocación fue otra y entregó su vida a ella. Su figura
pequeña y delgada, su frente alta y barba ligera resultaba inconfundible para
los que lo conocimos. Eran tan liviano su peso que en ocasiones cuando repartía
la propaganda clandestina en los salones de la universidad, podía hacerlo
mientras se paraba y caminaba en las
paletas de los pupitres.
Su entrega plena
a la causa revolucionaria no le impidió tener el sueño de una vida en
familia. Así las cosas me tocó la oportunidad de asistir a su matrimonio por lo
civil en 1974. La boda se celebró en
una modesta casa de alguna de las colonias de la ciudad de Guatemala y asistieron
sus familiares, amigos y compañeros. Fue una boda discreta como correspondía a
un militante clandestino. Lo recuerdo bailando tango con su flamante esposa y
dirigiéndose con mucho afecto a su madre.
Lo recuerdo también diciéndome en
esa ocasión que su sueño era hacer un
viaje por todos los sitios arqueológicos mayas
del país. Ignoro si alguna vez cumplió ese sueño o si su entrega a la
causa revolucionaria finalmente lo
impidió.
Estoy
cierto que el 5 de marzo de 1984 salió de su casa a cumplir sus tareas
habituales y nunca más volvió. Su ficha consignada en el llamado “Diario Militar” indica que
fue capturado enfrente de la Súper Tienda Paiz ubicada en el Centro Comercial Montserrat. Dicha
ficha indica que quiso resistirse a su
arresto pero que finalmente fue
desarmado. Y también en esa ficha en una anotación hecha a mano se
especifica que el 29 de marzo de 1984,
24 días después de su captura, fue ejecutado. El hecho de que sus restos hayan sido encontrados en la misma
fosa en la que fueron hallados los de
Sergio Linares, el primero de los
enterrados en Comalapa que fue
identificado, y el que haya sido
ejecutado ese 29 de marzo, hace suponer que
Sergio y Pedrito junto al sindicalista Amancio Villatoro compartieron
los últimos instantes de sus vidas y que
fueron ejecutados al mismo tiempo. Alguna vez escuché que había alguien que habiendo sobrevivido pudo
dar testimonio de haber visto a Pedrito en alguna de las instalaciones del
ejército, tirado en el suelo, brutalmente golpeado y aun resistencia.
En mi libro
“Los
que siempre estarán en ninguna parte”, distribuido por F&G
editores, sostengo que tres fueron los
objetivos de la desaparición forzada en Guatemala: información, intimidación y
liquidación. Lo novedoso es que desde que este texto fue escrito y publicado se
han encontrado los restos de una parte ínfima de los 45 mil desaparecidos de
Guatemala. Para fortuna de sus familiares y para la memoria de ellos mismos,
esa parte ínfima no estará siempre en ninguna parte. En 1966 con el famoso caso
de los 28, la dictadura militar de
Guatemala fue pionera en América latina en aplicar la política de desaparición
forzada. Esta fue inspirada en el
programa “Noche y niebla” ideado por los nazis en los territorios ocupados en Europa durante la segunda guerra mundial.
Si era cierto que los subversivos estaban quebrantando la ley, ¿Por qué no se
les aplicó esa ley para procesarlos y castigarlos? En lugar de ello el Estado
durante las dictaduras militares actuó como un gigantesco criminal. Además,
buena parte de los desaparecidos ni siquiera eran subversivos. Y uso la palabra
subversivo despojándola de la connotación maléfica que la derecha
contrainsurgente le ha otorgado: los subversivos se rebelaron contra la
dictadura más feroz de la América contemporánea y contra un orden profundamente
excluyente.
Pedrito se
llamó Hugo Adail Navarro Mérida. Tenía 33 años cuando fue secuestrado y
asesinado por la dictadura encabezada por el general Oscar Humberto Mejía
Víctores. Sus restos fueron enterrados el sábado 31 de marzo de 2012 en una
ceremonia en la que estuvieron quien fuera su esposa y sus hijos, además de
familiares, amigos y compañeros. Con ello concluye el infierno interminable de
su familia, el mismo que continúa para
todos los familiares de los 45 mil desparecidos en Guatemala.
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