La
despenalización del tránsito de drogas por Centroamérica, Caribe y México, no
resolvería el problema de fondo en tanto
exista el tema del consumo. Y la despenalización del consumo no resolvería el
problema si la producción sigue siendo penalizada. Y hay que reconocer que mientras los Estados Unidos de América no se incorporen a la discusión de
la despenalización, la dificultad de fondo no será resuelta en su totalidad.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra
América
Desde
Puebla, México
En el
momento en que escribo estas líneas es muy temprano todavía para hacer una
evaluación de lo sucedido en la Cumbre de las Américas con respecto al tema de la despenalización de las drogas.
Pero me llama la atención que en su discurso
inaugural el presidente anfitrión, el colombiano Juan Manuel Santos, deploró la exclusión de
Cuba del sistema interamericano y especialmente de la Cumbre y al mismo tiempo
abogó por explorar nuevas rutas en relación al combate a las drogas.
Interesantes posturas, sobre todo proviniendo de un mandatario que de ninguna manera puede ser
ubicado en la constelación de gobernantes progresistas
en América latina. Mientras el
presidente estadounidense Barack Obama, insistía en la postura de
Washington sobre una guerra frontal a
las drogas, el mandatario colombiano dijo en su discurso inaugural: “a pesar de
todos los esfuerzos, inmensos esfuerzos, inmensos costos, tenemos que
reconocerlo: el negocio de las drogas ilícitas sigue pujante”. La
aseveración parecería hasta una cita
textual del artículo signado por el presidente
de Guatemala, Otto Pérez Molina y que fuera publicado el 7 de abril de
2012 en el diario inglés The Guardian.
He recibido
comentarios de los lectores y lectoras
de la columna que escribí comentando el
artículo del presidente Pérez Molina. Un lector
o lectora que firma como J.P.
comenta que está a favor de despenalizar solamente el tránsito, no así la
producción y el consumo de drogas. Cabe resaltar que España, Italia, Portugal, Luxemburgo y
República Checa, Argentina, Brasil, Canadá y
México, en mayor o menor medida han despenalizado la tenencia y consumo
de la mariguana. En Uruguay nunca ha sido penalizada la posesión de drogas y en
la actualidad existe discrecionalidad de
los jueces con respecto a las cantidades toleradas. Y caso especial es el de
los países bajos, especialmente Holanda, en la cual está autorizada legalmente la venta de mariguana para el
consumo individual en los 750 llamados coffee shops. Y algo que llama poderosamente la atención es
que según nos informa Wikipedia, a pesar
de la venta sin restricciones en dicho país, el consumo de mariguana es
similar al de Alemania y Bélgica y mucho
más bajo que en el Reino Unido, Francia y España.
La despenalización
del tránsito de drogas por Centroamérica, Caribe y México, no resolvería el
problema de fondo en tanto exista el
tema del consumo. Y la despenalización del consumo no resolvería el problema si
la producción sigue siendo penalizada. Y hay que reconocer que mientras los Estados Unidos de América no se incorporen a la discusión de
la despenalización, la dificultad de fondo no será resuelta en su totalidad.
Con sus 23 millones de consumidores de drogas (9% de la población), los Estados
Unidos de América son el gran inconveniente. Cabe resaltar que el nivel de
consumo en los países de tránsito y producción es considerablemente menor.
Baste decir que en México el número de consumidores no ocasionales se calcula
entre 400 y 600 mil personas lo cual significa
un porcentaje aproximado de 0.4 y 0.6% de su población de 108 millones de
personas.
Mi estimado
amigo y compañero de indignaciones, Alfredo Anckerman, me ha escrito una
juiciosa carta en la que me llama la atención sobre diversos problemas vinculados a la regularización de la
producción, consumo y tránsito de drogas: 1. La drogadicción es un problema
social y no necesariamente un problema
penal (totalmente de acuerdo). 2. Sería necesario hacer una distinción entre los distintos
niveles de peligrosidad de las drogas. 3. En Guatemala (y cabe pensar que en
buena parte de los países de la región) existe un enorme descuido con respecto
a la venta de alcohol y tabaco y cabría esperar similar conducta en el
hipotético caso de que hubiera una
despenalización y regularización del consumo de drogas. 4. Sería necesario distinguir entre las drogas que consumen los
pobres y las que consumen los ricos.5. Sería necesario regular estrictamente a
los productores y comercializadores.
En realidad
la legalización de la producción, consumo y tránsito de las drogas es un
problema de gran complejidad. Una medida de esta naturaleza implicaría también
una regularización estricta con respecto a la publicidad de un producto
altamente peligroso para la salud (como lo es el alcohol y el tabaco),
restricciones con respecto a la cantidad
vendida, con respecto a la población a
la cual se le podría vender, censo y registro y extensión de licencias a personas drogadictas y otras medidas que no
imagino. Medidas que deberían plantearse con la misma rigurosidad con respecto
al alcohol y el tabaco. Entiendo que lo que escribo es polémico. Pero me parece
una incongruencia extrema clamar al cielo cuando este tipo de planteamientos se
hacen y permanecer indiferente a la venta legal e indiscriminada de armas que
se practica en los Estados Unidos de América.
No me
simpatiza el gobierno de Pérez Molina y
las razones ya las he expuesto en artículos anteriores. Pero en este tema no
puedo sino aceptar que su postura me parece sumamente congruente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario