Llegará el momento en
que, necesariamente, tendremos que mirar en estos tiempos latinoamericanos todo
lo que tienen de creación heroica en medio de sus inevitables imperfecciones, y
sabremos valorar la luz de esperanza que nuestro continente todavía es capaz de enviar a un mundo en
tinieblas.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Mélenchon, candidato del Frente de Izquierda de Francia, afirma que América Latina es su fuente de inspiración. |
En París y en
Washington han resonado, por estos días, voces y acciones que reivindican a
América Latina, en sus experiencias y caminos diversos, en medio de la crisis
del sistema capitalista que mantiene en ascuas a Europa y los Estados Unidos.
Las palabras del
candidato del Frente de Izquierda de Francia, Jean-Luc Mélenchon, y de la
presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, separadas por las distancias geográficas
y los contextos particulares, se unen para resaltar el nuevo papel que cumple
América Latina, y que se reconoce a nivel internacional, como referente en la
construcción de alternativas posneoliberales y de un mundo multipolar,
contrario a los empeños hegemonistas de algunas potencias.
En una entrevista exclusiva
concedida al periódico argentino Página/12, el líder de la izquierda francesa y
tercero en intención de voto para las elecciones presidenciales de finales de
abril, aseguró que en las nuevas realidades latinoamericanas encontró fuentes y
modelos para su proyecto político.
“Me inspiro mucho en la tradición revolucionaria de
América Latina”, reconoció Mélenchon, un dirigente que ha estudiado con
detenimiento los procesos políticos de nuestra región para extraer lecciones
aplicables a la coyuntura francesa, como él mismo lo explica: “el modelo que puedo evocar es el Frente Amplio de Uruguay. Para mí
fue una fuente de inspiración, desde hace muchos años. La revolución ciudadana es un proyecto federador porque incluye la
idea del poder ciudadano. Esa palabra permitió hacer converger tradiciones
revolucionarias muy distintas. Pues bien, esa
idea la tomé de Ecuador. La manera de enfrentar el sistema de los medios de
comunicación la tomé de Néstor y
Cristina Kirchner”.
Por su parte, en una
gira oficial a los Estados Unidos, la presidenta Rousseff dejó claro que Brasil está dispuesto a
ejercer sin complejos de ningún tipo su liderazgo hemisférico: en Washington,
primero en su reunión con el presidente Obama y luego ante diplomáticos y
funcionarios norteamericanos, la mandataria exigió el fin del bloqueo a Cuba,
rechazó las sanciones impuestas a Irán por el desarrollo de su programa nuclear
y, además, criticó fuertemente la política monetaria estadounidense de baja de las tasas
de interés y compra de bonos, pues
sostiene que “ha inundado de liquidez a
Brasil y ha provocado un alza del real, lo que hace menos competitivas a las
exportaciones del país sudamericano”.
Y en su discurso en la
Universidad de Harvard, Rousseff resaltó el cambio experimentado por América
Latina en los últimos años, lo que la convierte hoy en “un orgullo para el mundo tras décadas de problemas muy serios”, gracias
a que se han puesto en práctica programas de redistribución de la riqueza –en
una época de alto crecimiento económico-, reducción de la pobreza y la
desigualdad, y a que buena parte de los países latinoamericanos, como Brasil,
pusieron fin a sus relaciones de subordinación a organismos como el Fondo
Monetario Internacional y así recuperaron la soberanía en la conducción de la
política social y económica.
Coincidiendo con la
visita de la presidenta a Harvard, y en lo que constituye un gesto inequívoco
de la nueva orientación de las políticas sociales progresistas, en Brasilia se
informaba que, durante los próximos cuatro años, se otorgarán 100 mil
becas
para que estudiantes universitarios completen su formación en las mejores
universidades del mundo: 75 mil de esas becas serán dadas por el Estado
brasileño.
Es cierto que el
planeta vive tiempos difíciles y que la crisis civilizatoria pende como una
amenaza fatal sobre el futuro de la especie humana; y es cierto, también, que
enfrascados como estamos en la guerra política –que se extiende ya por más de
10 años- declarada por las derechas criollas, sus empresas de comunicación y
sus aliados internacionales a los procesos de cambio, a los gobiernos
progresistas y a los movimientos sociales nuestroamericanos, pocas veces es
posible reflexionar y mirar en perspectiva histórica la magnitud y la
importancia de los transformaciones que vivimos en este siglo XXI. Pero llegará
el momento en que, necesariamente, tendremos que mirar en estos tiempos
latinoamericanos todo lo que tienen de creación heroica en medio de sus
inevitables imperfecciones, y sabremos valorar la luz de esperanza que nuestro
continente todavía es capaz de enviar a
un mundo en tinieblas.
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