El sociólogo
estadounidense Immanuel Wallerstein, desde hace años, nos está diciendo que a
mediados del siglo XXI el capitalismo tal como lo conocemos ahora entrará en
una crisis terminal. Pero esto no necesariamente implicará un mundo
poscapitalista más humano y justo. Puede ser sustituido por otro sistema aun
peor. Exactamente el que nos retrata “Los juegos del hambre”.
Carlos Figueroa
Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Desde hace algunos
meses he visto a Camila y Sebastián, mis hijos adolescentes, hablar de la
trilogía de la novelista Suzanne Collins que lleva por título “Los Juegos del
hambre”. Llamó poderosamente mi atención el que hoy cuando adolescentes y
adultos tienden a no leer debido al internet y otras distracciones, mis dos
hijos menores estuvieran devorando esos libros y me dijeran con orgullo que
terminaron los tres volúmenes de la misma. La trilogía ha sido tan exitosa que
en estos días se está estrenando la primera de las películas que se basarán en
las novelas. “Los juegos del hambre” es un fenómeno literario y comercial al
igual que lo ha sido la zaga de Harry Potter de J.K. Rowling y la de
“Crepúsculo” de Stephenie Meyer. Confieso que no me ha llamado la atención leer
estas novelas que mis hijos leen con fruición hasta que me di cuenta que tenía
que hacerlo para poder agregar puentes con ellos y estimularlos en la lectura.
Así, tomé el primer
volumen de “Los juegos del hambre” y quedé verdaderamente sorprendido. La
trilogía versa sobre un mundo futuro que ha sufrido un apocalipsis ambiental,
económico y político. Las aguas de los océanos han devorado buena parte del
territorio de los Estados Unidos de América y uno puede suponer que el
calentamiento global ha sido la causa. Lo que fuera el país más poderoso del
mundo esta reducido a doce distritos que por la escasez viven en medio de
grandes privaciones, hambre, con ancianos desprotegidos enfermedades, medicinas
inalcanzables y sometidos a un trabajo semi esclavo en beneficio de una clase
dominante asentada en un lugar llamado Capitolio. Anualmente los doce distritos
proporcionan a un muchacho y muchacha (niños o adolescentes) para que se maten
entre sí en “los juegos del hambre”. Habrá un vencedor y el premio será que su
distrito tendrá comida asegurada por un año.
Es esta una visión
terrible del futuro que se une en la literatura a “Un mundo feliz” de Aldous
Huxley o “1984” de George Orwell y en el cine a “Blade Runner” de Riddley Scott
(1982). Al leer la novela de Suzanne Collins me sucedió lo mismo que a mis
hijos. Terminé devorándola. Probablemente mis motivos fueron otros. No pude
sino leer la novela como sociólogo y concluir con angustia renovada que se han
empezado a sentar las premisas de ese mundo. El sociólogo estadounidense
Immanuel Wallerstein, desde hace años, nos está diciendo que a mediados del
siglo XXI el capitalismo tal como lo conocemos ahora entrará en una crisis
terminal. Pero esto no necesariamente implicará un mundo poscapitalista más humano
y justo. Puede ser sustituido por otro sistema aun peor. Exactamente el que nos
retrata “Los juegos del hambre”.
Vivimos a partir de
2008 no solamente la crisis económica más severa desde 1929 sino también una
crisis alimentaria. En marzo de 2011, el Parlamento Europeo nos informaba que
entre 2010 y 2011 las cifras de los precios alimenticios habían batido record
de alzas siete veces y que eran factores causales de las revueltas en Argelia,
Túnez y Egipto. En febrero de 2011, la cifra de gente que se moría de hambre
ascendía a mil millones de los 7 mil que constituyen a la humanidad. En 2010 el
desempleo ya alcanzaba un record histórico de 211 millones de personas mientras
se estima que en los diez años siguientes se tendrían que crear 470 millones de
nuevos empleos lo cual es difícil dada la crisis mundial. Europa mediterránea
se acerca cada vez más al tercer mundo. Las cifras de desempleo en países como
Portugal, Grecia, Italia, y España oscilan entre un 11 y un 23%. Y es sabido
que las mismas son maquilladas pues se excluye de esta situación a la economía
informal y a los que ya no están buscando empleo. Debido a que los países más
ricos del mundo producen el 80% de la contaminación por dióxido de carbono
(Estados Unidos produce el 20%) y no parecen muy interesados en disminuir tales
cifras, a fines del siglo XXI la temperatura del planeta ascenderá a 6º. Cada
año la contaminación por gases invernadero sube un 3% y la voracidad de
ganancias propia del capitalismo hace difícil pensar en una reversión.
Si usted lee la
novela o mira la película “Los juegos del hambre” haría bien en pensar que lo
que allí se retrata podría no ser producto de la imaginación de una novelista
pesimista. Cada día los grandes poderes mundiales labran un futuro parecido al
que allí se retrata. Y todos los que felizmente creen que la globalización
neoliberal está produciendo el mejor de los mundos, están contribuyendo
consciente o inconscientemente al que un día nuestros tataranietos estén
jugando los juegos del hambre.
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