sábado, 26 de enero de 2013

México: Austeridad republicana y boato autoritario

Puede  contrastarse el boato autoritario que observamos en México con lo que acontece en diversos países de la región. Por ello ha resultado desde el principio tan esperanzador el ejemplo que ha dado el presidente de Uruguay José Mújica.

Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México

En el último día de su mandato, el 30 de noviembre de 2012, Felipe Calderón se hizo a sí mismo un regalo: promulgó  que él y su familia gozarán de un cuerpo de seguridad de 425 elementos del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.  En México, el boato que implica el que los ex presidentes cuenten con un pequeño ejército a su disposición ha ido en aumento. Mientras en 1976 los ex presidentes contaban con 78 elementos a su servicio, en 1987  subieron  a 103. Ahora Calderón sube esa cantidad a 425. Todo esto además de los gastos médicos exclusivos y una pensión vitalicia que  por su monto  resulta insultante para un país que tiene 52 millones de pobres.

Sabemos que,  como lo ha expresado el columnista de la revista Proceso (no. 1884) Ernesto Villanueva, de cuyo artículo he tomado los anteriores datos, el ex presidente Busch cuenta  solamente con 15 elementos a su servicio, que los ex presidentes de Francia  solamente tienen dos y cinco más para escoltar su hogar, que en Italia, Canadá, Dinamarca, Nueva Zelanda y el Reino Unido no hay servicios de seguridad pagados con fondos públicos para garantizar la seguridad de  sus ex primeros ministros. En México, podemos añadir las muestras que ya está dando  el gobierno de Enrique Peña Nieto de articular los cargos públicos con los negocios privados. Nada nuevo bajo el sol. Es paradigmática la corrupción gubernamental  durante el esplendor del PRI. Lo que seguramente ahora veremos será la continuación de lo que se vivió con el príato y luego  con los dos gobiernos del PAN.

¿Son estos datos algo ajeno a otros países de América Latina? desgraciadamente no. Puede  contrastarse el boato autoritario que observamos en México con lo que acontece en diversos países de la región. Por ello ha resultado desde el principio tan esperanzador el ejemplo que ha dado el presidente de Uruguay José Mújica. Tuve oportunidad de estar en Argentina y Uruguay  en las últimas semanas del año pasado y la primera del presente. Pude constatar  lo que la gente me platicó en Montevideo: que Pepe Mujica cuenta con el cariño y respeto hasta de sus adversarios. En primer lugar porque ha sido Mujica un hombre con una férrea ética de las convicciones y con igualmente una férrea ética de las responsabilidades. Esto último se ha mostrado  cuando ha dado marcha atrás en iniciativas que no han contado con el consenso del pueblo uruguayo. Y al mismo tiempo  su ética de las convicciones se muestra en el hecho de que salió incólume de una prisión de 14 años  a la que lo sometió la dictadura militar uruguaya.  Diez años de su encarcelamiento los pasó Mujica en una mazmorra subterránea y durante 7 años  no pudo leer ni un libro. Ha dicho que durante ese tiempo de aislamiento tuvo mucha vida interior y  convicciones forjadas en su organización, Los Tupamaros, salieron fortalecidas pero adecuadas a una nueva realidad.

Pepe Mujica renunció a vivir en la residencia presidencial. Lo hace en su pequeña chacra en la que sigue cultivando flores, dona a la Fundación  Raúl Sendic el 90% de su salario y vive con aproximadamente mil dólares al mes. Su fortuna personal es magra, reducida a su auto Volkswagen 1987 y a su casa. Ha dicho que pobres no son los que tienen poco sino aquellos que teniendo mucho siguen deseando más. El poder no lo ha mareado. Mientras toma mate en su jardín, sabe que el poder es efímero, que como dijo José Batlle y Ordoñez presidente uruguayo de principios de siglo: “el presidente es igual a cualquier hijo de vecino”.

Ojalá ese ejemplo se propagara.  La política se represtigiaría.

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