sábado, 11 de abril de 2015

Viacrucis de los migrantes

En nuestros días, masivamente  predomina un exilio o desplazamiento  económico cuando millones de latinoamericanos tienen que ir a otros países de la región, o bien fuera de ella, para buscar un mejor nivel de vida o escapar de la violencia.

Adalberto Santana*/ Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México

Sin duda a  territorio estadounidense fluye gran parte de la migración latinoamericana, en esencia esa movilidad “latina” tiene un carácter económico, aunque en determinadas condiciones políticas o sociales pueda presentarse un flujo migratorio de distinta naturaleza. Tal como acontece en la segunda década del siglo XXI, con determinados segmentos de la población mexicana (radicada en la frontera norte), hondureña o guatemalteca, que por motivos de  la guerra contra el narcotráfico y el reiterado crecimiento de la pobreza y la violencia, son grupos sociales  que han decidido buscar una mayor seguridad en territorio estadounidense.

Sobre este tema por lo regular se le ubica más en el ámbito de la migración laboral. Sin embargo, hay también en nuestros países latinoamericanos y en el mundo, un gran número de trabajadores internacionales que en virtud de sus difíciles  condiciones sociales, de pauperización creciente, no tienen la oportunidad y capacidad de reivindicar organizadamente sus derechos.  Nos referimos a los trabajadores internacionales migrantes, sobre todo aquellos que por su enorme vulnerabilidad se ven precisados a migrar de sus lugares de origen. En su tránsito a los países desarrollados en búsqueda de mejores oportunidades de desarrollo social, lo que encuentran no es un camino fácil y seguro. Todo lo contrario, su vulnerabilidad y esfuerzo se ve mermado por las criticas adversidades que emergen en su camino rumbo al norte (EU, Canadá y países europeos).

En gran medida esos trabajadores que migran de economías como las de  México, Centro y Sudamérica o el Caribe, padecen cruentos sacrificios si llegan a su destino. Para estos trabajadores internacionales el transitar por territorios distintos a los de sus países ofrece grandes riesgos. Sus derechos como trabajadores no son reconocidos y más bien los agentes migratorios muchas veces en complicidad con actores del crimen organizado (narcotraficantes, sicarios, polleros, coyotes,  maras, etc.) los exponen a la explotación y a la trata de seres humanos.

Casi todos los días se puede encontrar en las informaciones cotidianas de los medios de información las crónicas que describen los padecimientos o el calvario de los migrantes. Sus derechos con conculcados y figuran al límite  de la degradación humana. Son trabajadores internacionales indocumentados, sin voz y seguramente si llegan a su destino se convertirán en los trabajadores globalmente más explotados. Los que han quedado en el camino han sido reprimidos, secuestrados  y en el peor de los casos  masacrados por el crimen organizado. Por ejemplo, sobre el secuestro de migrantes en México, el 15 de junio de 2009, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) señaló en su Informe Especial sobre los casos de secuestro en contra de migrantes que: “En esa ocasión, la CNDH informó que en el periodo comprendido entre septiembre de 2008 y febrero de 2009, tuvo conocimiento de 198 casos de secuestro en los que se privó de su libertad a 9,758 migrantes. Se documentó que en el sur del país fueron secuestrados el 55% de las víctimas; en el norte, el 11.8%; en el centro el 1.2%, mientras que no fue posible precisar el lugar en el que fueron secuestradas el 32% de las víctimas”.

El caso más dramático y conocido de los migrantes, sucedió en agosto de 2010 cuando 18 policías municipales entregaron al grupo de narcotraficantes pertenecientes a Los Zetas a 72 migrantes centro y sudamericanos en San Fernando, Tamaulipas, los cuales fueron asesinados. Caso muy parecido por su modus operandi a la masacre de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero entre el 26 y 27 de septiembre de 2014.

Así, estos migrantes forzados económicamente, en su tránsito salen por el mundo, ya sea en pateras que cruzan el Mediterráneo o en trenes de carga como  La Bestia que por sus rieles surca el territorio sur de México. Los trabajadores migrantes son víctimas del acoso permanente del crimen organizado. La fragilidad de su condición humana parece desaparecer frente a la adversidad de las economías de mercado. O si se prefiere del imperialismo transnacional que requiere mano de obra barata para explotar su fuerza de  trabajo en cualquier lugar del  planeta.

En nuestros días, masivamente  predomina un exilio o desplazamiento  económico cuando millones de latinoamericanos tienen que ir a otros países de la región, o bien fuera de ella, para buscar un mejor nivel de vida o escapar de la violencia. En territorio estadounidense hay más de cincuenta millones de migrantes hispanos en busca de otras oportunidades. Pero ahí también se les expulsa incluyendo a miles de niños centroamericanos. “Cifras oficiales del gobierno estadounidense establecen que de octubre de 2013 a junio de 2014, más de 66 mil menores indocumentados no acompañados fueron detenidos por la patrulla fronteriza estadounidense al cruzar el sector fronterizo con México. De estos niños, 36 por ciento es originario de El Salvador”. De la misma manera el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, defensor de migrantes y fundador del albergue Hermanos en el Camino en ciudad Ixtepec, del estado de Oaxaca, ha denunciado que las condiciones de esos desplazados forzados han empeorado su situación: “Los grupos vulnerables como los migrantes viven un viacrucis, un verdadero calvario de muerte y desesperación total, lo que está haciendo que tomen nuevas rutas y se encuentren con el pueblo, con la gente, que algunos los rechazan  y otros los protegen”. Pero eso migrantes no solo sigue viviendo el acoso de las autoridades del imperio, también lo sufren en los países latinoamericanos de tránsito. Así, en México las mujeres migrantes, principalmente procedentes del llamado Triangulo del Norte centroamericano (Guatemala, El Salvador y Honduras) las autoridades migratorias detuvieron “a 11 mil 963 mujeres, en 2013, el número aumentó a 13 mil 975 y el año pasado llegó a 28 mil 693”. Ese es el viacrucis de los migrantes. Uno de los sectores de nuestra América más vulnerables y excluidos sin duda de la justicia social.

*El Dr. Adalberto Santana es director e investigador del Centro de Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), UNAM.

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