En la previa del
partido entre Boca y River, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) irrumpió
con un video institucional titulado Lo inexplicable. En él su titular, Claudio “El
Chiqui” Tapia, acompañado por los jugadores Gonzalo Martínez de River y Darío
Benedetto de Boca, enumera hechos históricos que nos definen a los argentinos
que somos inexplicables.
Roberto
Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Mendoza, Argentina
Muchos y mucho hemos
reflexionado sobre las paradojas y contradicciones que nos identifican a lo
largo de la historia. No es necesario volver sobre lo mismo porque estaríamos
como el perro que se muerde el rabo. Importa ahora el momento, quién, por qué y
desde dónde dice lo que dice. También el mensaje tiene otros contenidos más
intimistas, como la alusión al espacio territorial, a que los equipos son del
mismo barrio. Un barrio que va a estar siendo observado por el mundo, nada
menos.
Volvemos siempre a la
gran Capital que todo lo define porque concentra todo, sobre todo, poder. De
poder también es el conflicto que lo origina. Enfrentamientos entre los
poderosos que, con sus gestos y presiones, manipulan a multitudes, negocian
intereses, más reservados o más expuestos. Y, si hay rédito en la exposición,
se transforma en un hecho político, sobre todo a un año de las elecciones. Todo
es posible y explicable dentro de “lo inexplicable”, leitmotiv de la exhortación de Tapia y los jugadores.
Pero volvamos a los
interrogantes planteados, volvamos al momento, a este caldeado noviembre que
vive la sociedad argentina, el entorno que rodea al fútbol. Un entorno nada
fácil plagado de discusiones, donde el presupuesto 2019 encorsetado por el FMI
está en el centro de la escena porque define la calidad de vida que tendremos
los argentinos el año entrante. Aprobada la Ley fundamental tal como la
presenta el Ejecutivo recortará sensiblemente lo asignado a educación, salud,
seguridad social. Sabemos que esto traerá aparejado más miseria, más
sufrimiento y postergaciones para los sectores que vienen siendo castigados por
la feroz política de estos últimos años.
La pauta inflacionaria
subvaluada influirá en paritarias, cuestión que los sueldos, como en otras
ocasiones, será la variable de ajuste que repercutirá en el consumo interno.
Toda una cadena de infortunios que, de traer protestas callejeras, serán
reprimidas violentamente. Porque así como hay ajuste para la población, no lo
hay para el equipamiento de las fuerzas de seguridad que deben respaldar y
proteger a un gobierno como éste.
Quién lo dice, lo dice
Claudio Tapia, sanjuanino de 51 años recién cumplidos, hizo su carrera
futbolística en Barracas, yerno de Hugo Moyano, el poderoso dirigente de
Camioneros e Independiente, peronista reconocido que, en principio apoyó a
Macri y, luego de su decepción, decidió enfrentarlo. Hecho que lo convirtió en
enemigo público número uno, presa preciada de la justicia alineada al gobierno.
Por tanto, si bien, las alianzas que el fútbol genera navegan en las aguas
profundas de negocios discretamente compartidos, por otro lado, la abierta
oposición de su suegro al actual gobierno, no dejan de colocarlo en un lugar
particular o, al menos, sospechoso. Tanto como sus futuros pasos y, desde luego
manifestaciones como estas.
Desde que se destapó la
olla de la Asociación Mundial de Fútbol y descubrió a su enlodada dirigencia
que manejó más dinero que muchos países, el fallecido Julio Grondona y la AFA,
altamente relacionada con la organización ecuménica, su desempeño fue observado
con desconfianza. Nadie pudo desentenderse de lo sucedido y, conformar su
conducción, corría riesgo. De todos modos, como en las poderosas
organizaciones, hubo que simular grandes cambios para que todo siga igual. Sin
embargo, dar un mensaje desde allí en estos días tan caldeados, no deja de
entusiasmar a los simpatizantes y preocupar a muchos dirigentes.
De hecho, cualquier
concentración popular, aunque sea deportiva, sirve para romper con la desidia
instalada, la impotencia crónica, con la jibarización (achicamiento de
cerebros) cotidiana instalada desde los medios, cuya porfiada persistencia
instaló a la Alianza Cambiemos. De allí que un rejunte de personas enardecidas
aviva rencores y descarga broncas. Cosa que también les ha acarreado dolores de
cabeza a las autoridades de la CABA que es donde se librarán los partidos. Las
barras bravas de ambas hinchadas son insaciables e imparables. Eso lo saben
todos. Hay que conceder favores, calmar a las fieras.
Pero va más allá el
llamado intimista de Gonzalo y Diego, alternándose. Va dirigido a cada hincha,
a la pasión de cada uno desarrollada desde niño, a un momento ineludible: “Y
vos ¿Qué posibilidades hay de que te pierdas esta final. Vivila. Disfrutala.
Festejala. Superfinal del mundo. Disfrutala. No trates de entenderla.
Disfrutala” aconseja por último paternalmente el Chiqui, con esa sonrisa
entradora de hombre del interior, como si su sano consejo de disfrutar, gozar
de los dos partidos, te aseguraran la gloria eterna, el Paraíso perdido, la
redención. Frase deliciosa a los oídos del gobierno porque viene desde otro
lado, viene del lado del goce popular, desde ese deporte nacido en los potreros
que hermana a ricos y pobres. Todos ¿felices?
Pero este deseo puede
funcionar este sábado 10, en el primer encuentro. En el segundo previsto para
el sábado 24, ¿los ánimos estarán igual? Con el G20 encima, la inflación que
todo lo corroe porque no cesan los aumentos de todo tipo. Empresarios y obreros
discutiendo bonos de fin de año.
¿Nos salvará el
resultado de la final? Sabemos que no. Ellos insisten hasta en continuar pese a
los fracasos, confiados en que una sucesión de fracasos son un éxito.
“Ni el tiro del final
te va a salir” aconsejaría Cátulo Castillo desde el tango Desencuentro, a estos chicos sin calle ni rioba, que confunden
dirigir un club de fútbol con un país tan inexplicable que los instaló en la
Rosada.
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