En el contexto actual,
México y el gobierno de AMLO están llamados a cumplir una misión de contención
y resistencia, evocando el papel de faro de esperanza que ya una vez supo
desempeñar en la historia de nuestra América. Una tarea nada fácil, tomando en
cuenta la complejidad de los desafíos que impone la coyuntura interna mexicana
y la oposición que ya anuncian los enemigos del cambio y de la cuarta
transformación del país.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Andrés Manuel López Obrador y Jair Bolsonaro. |
En este año 2018, el
desenlace de dos elecciones presidenciales aceleró la reconfiguración
prácticamente total del mapa político latinoamericano, que había experimentado
una importante transformación entre finales del siglo XX y principios del XXI
con el llamado giro a la izquierda o ascenso de los gobiernos nacional-populares.
Con ganadores diametralmente opuestos, tanto en sus trayectorias políticas, en
sus ideas, en sus proyectos-país y en sus devociones republicanas, los comicios mexicanos y brasileños
seguramente pasarán a la historia como el punto de inflexión de un nuevo tiempo
en la región.
En México, segunda
economía de América Latina y número 13 a nivel mundial, Andrés Manuel López
Obrador (AMLO) obtuvo una contundente victoria el pasado 2 de julio, con el
53,2% de los votos (correspondiente a poco más de 30 millones de personas), 30%
más que el contendiente más cercano, el candidato Ricardo Anaya del PAN. Una
votación que bien puede considerarse la más aplastante condena popular al
modelo neoliberal impuesto al país desde la década de 1980 por los gobiernos
del PRI y el PAN, y que dejó como herencia un insultante aumento de la pobreza,
la desigualdad social, la concentración de la riqueza, la corrupción, la
violencia y el crimen organizado, y una sistemática entrega de la soberanía
nacional y de las más emblemáticas conquistas de la Revolución Mexicana (como
la emblemática nacionalización de los hidrocarburos, en el gobierno de Lázaro
Cárdenas) frente a los intereses de los Estados Unidos y del capital
extranjero.
En el caso de Brasil,
primera economía latinoamericana y sexta en el mundo, si bien le elección del nuevo presidente se
dirimió en dos rondas de votación en el mes de octubre, estas solo afirmaron la
magnitud del triunfo del capitán Jair Messias Bolsonaro, quien obtuvo el 55,13%
de los votos en el ballotage (es
decir, con el respaldo de casi 58 millones de personas). Neoliberal y defensor de los intereses de las
Fuerzas Armadas en la Cámara de Diputados; racista, homofóbico y anticomunista
a ultranza, Bolsonaro ha hecho carrera política como congresista defendiendo
tesis conservadoras y controversiales, coleccionando “militancias” en casi una
decena de partidos. Su giro hacia la iglesias neopentecostales en 2016, así
como su complicidad manifiesta en el proceso de impeachment contra la presidenta constitucional Dilma Rousseff ese
mismo año, y que abrió la puertas del golpe de Estado que llevó a Michel Temer
a ocupar el Palacio de Planalto, catapultaron su vertiginoso ascenso hasta la
presidencia del país.
Ambos líderes están
prontos a asumir formalmente sus nuevos cargos: AMLO rendirá juramento como
presidente el 1 de diciembre, en una ceremonia con la que pretende reivindicar
el principio de no intervención, enmarcado en la Doctrina Estrada, que fue
históricamente el eje de la política exterior mexicana hacia América Latina y
el mundo. Para este acto han sido invitados los mandatarios de 28 países, entre
ellos Estados Unidos, China, de la Unión Europea y, por supuesto, de toda
América Latina y el Caribe. La ya confirmada presencia del venezolano Nicolás
Maduro augura que México se desmarcará del Grupo de Lima, conformado por un
manojo de gobiernos serviles a los planes de acoso y desestabilización de la
Revolución Bolivariana. Además, el embajador de Rusia en Ciudad de México
anunció que gestionará una pronta reunión entre López Obrador y Vladimir Putin.
México se aproxima así a los enfoques de multipolaridad en el sistema
internacional, y se distancia del vasallaje al unilateralismo al que lo sometió
Washington, especialmente desde los gobiernos de George W. Bush.
De la toma de posesión
del nuevo presidente brasileño, que ocurrirá exactamente un mes después, el 1
de enero de 2019, es poco lo que ha trascendido hasta ahora, más allá de la
participación del primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. Sin embargo,
sus manifiestas afinidades con la actual administración de los Estados Unidos
(recordemos que Steve Banon, mano derecha de Donald Trump en su primer año de
gestión, también fue asesor de campaña del capitán Bolsonaro) y los guiños permanentes
con los gobiernos de derecha de Argentina, Chile y Colombia, auguran que
Brasilia será una punta de lanza de la geopolítica de Washington en América
Latina.
Lo cierto, en todo
caso, es que la restauración conservadora ha ganado en Brasil una plaza sumamente
valiosa y estratégica en el sur del continente, y desde allí apuntalará sus
armas para permanecer en el poder –aunque su gobernabilidad sea frágil-,
mientras las izquierdas latinoamericanas recomponen sus fuerzas para intentar
desplegar una nueva ofensiva que evite el descalabro que se atisba en el
horizonte neoliberal de nuestros días. En el contexto actual, México y el
gobierno de AMLO están llamados a cumplir una misión de contención y
resistencia, evocando el papel de faro de esperanza que ya una vez supo
desempeñar en la historia de nuestra América. Una tarea nada fácil, tomando en
cuenta la complejidad de los desafíos que impone la coyuntura interna mexicana
y la oposición que ya anuncian los enemigos del cambio y de la cuarta transformación del país.
En su reciente Historia global de América Latina (2018,
Alianza Editorial), Héctor Pérez Brignoli afirma que “al final de dos siglos de
camino” nos encontramos “en una encrucijada donde las flechas apuntan en
direcciones encontradas y hacia senderos sin salida”. ¿Hacia dónde iremos en
los próximos años? ¿Lograremos resolver esta encrucijada que nos interpela?
¿Será posible detener el avance del neofascismo y construir una nueva
alternativa popular? He aquí algunas de las cuestiones cruciales para nuestro
futuro inmediato.
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