Los
malos ejemplos cunden. Son como una manzana podrida, basta una para que acabe
con el cajón entero. Bastó un Donald Trump para que aparecieran otros tipos
parecidos. Todos se parecen y aparecen tras un acérrimo nacionalismo y una
xenofobia descontrolada.
Roberto
Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Mendoza, Argentina
El
triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil dio luz verde a otros personajes similares
que aspiran llegar a la presidencia con idénticos conceptos. Mientras más locas
e inescrupulosas las declaraciones más adeptos furiosos como ellos captan.
Declaraciones aberrantes que sólo pueden emitir personajes represores y
regresivos que intentan retornar a épocas esclavistas, homofóbicas, xenófobas,
discriminatorias y excluyentes, donde impere la represión ejercida por
poderosos.
Alfredo
Horacio Olmedo es uno de ellos que, no conforme con el gobierno de Macri – del
que es aliado –, entiende que, él personalmente debe hacer la limpieza desde la
presidencia.
Diputado
nacional por la provincia de Salta desde 2015 alineado en la Alianza Cambiemos.
Ha trepado a la fama porque fue el único que votó en contra cuando se aprobó el
proyecto del 2x1 para reducir las penas a los represores, también fue el único
en votar en contra la ley de emergencia social. Pidió sesión especial para
tratar proyectos como la pena de muerte y castración química a violadores. Está
en contra del matrimonio igualitario, quiere que vuelva el servicio militar
obligatorio y por vestirse permanentemente con una campera amarilla, color que
distingue al PRO.
Se ha
declarado fanático de Donald Trump y quiere construir un muro en la frontera
con Bolivia.
Luego
del triunfo de Bolsonaro se acercó a la Embajada de Brasil en Buenos Aires para
felicitarle y expresar sus deseos de emular su ejemplo, para lo cual bajó su
candidatura a la gobernación de su provincia para ser candidato a presidente de
la nación e imponer políticas semejantes a las que pretende establecer el nuevo
presidente brasileño. Evangélico declarado al viejo estilo de “a Dios rogando y
con el mazo dando” está dispuesto a limpiar la sociedad de seres indeseables
como en la dictadura.
Y acá
volvemos al poder que han ido ejerciendo estas iglesias en la comunidad, igual
que ha sucedido en Brasil, donde la Iglesia Universal ha ejercido su ministerio
para imponer a Bolsonaro. Quien, como en una guerra santa se sometió
públicamente al culto, dando un fuerte mensaje simbólico a una comunidad que
adhiere gustosa a tales ritos.
Olmedo,
también hace gala de tales manifestaciones entre pastores y fieles. Claro, dice
barbaridades a una multitud hambreada y hambrienta de eslóganes, de frases
sintéticas que no les obligue pensar y fáciles de repetir. Hay que matar a los
negros, a los homosexuales, a los débiles suena tan fácil como amen, amen,
amen.
Autor
de la frase “yo tengo la mente cerrada y la cola también” contra los
homosexuales, siempre despierta admiración entre quienes, desde las sombras,
elogian su valentía.
Sin
embargo todos esos exabruptos se estrellan contra la realidad y el origen de su
fortuna. Hijo de una familia favorecida por el ex gobernador Julio Romero, les
fueron otorgadas miles de hectáreas que dedicaron al jugoso negocio sojero. Al
punto que su padre, Alfredo como él, dueño de Olmedo Agricultura, es conocido
como el rey de la soja, superando al reconocido líder del ramo, el ingeniero
Gustavo Grobocopatel, con 110 mil hectáreas propias sembradas en la provincia
de Salta con las que le recauda más de 50 millones de dólares al año, según la
revista Fortuna.
Allí
emplean cientos de familias en condiciones de esclavitud, tal como han sido
denunciados.
La
semana pasada sufrió un accidente al ser embestido por una camioneta conducida
por un hombre alcoholizado al regresar de Ezeiza, quien falleció después. Hecho
por el que fue imputado por homicidio culposo. Olmedo recorrió los medios
denunciando que había sido víctima de un atentado, algo parecido a lo sucedido
con la agresión que sufrió Bolsonaro antes del debate e inclinó las urnas a su
favor. Curioso ¿no?
El
diputado Olmedo reproduce el modelo exitoso de empresarios que ingresan a la
política desconociendo el funcionamiento de la cosa pública y con la impunidad
que les brinda el dinero, tal como el actual presidente Macri. Eso les convence
manejar el Estado como estancia, reduciendo a servidumbre a los empleados
públicos y haciendo a su antojo.
Desconocen
o, directamente le pasan por encima a las conquistas sociales respaldadas por
derechos, como si pudiesen ejercer justicia por mano propia, tal como lo hacen
con sus propiedades.
Sin
embargo, esta característica retrógrada, es admirada por las clases bajas, que
ven en ellos un modelo a seguir, dado que los medios han manipulado su capacidad
de pensar con explotación laboral, los bajos salarios y la televisión basura
que, en su ignorancia, solo aplauden la violencia como en el circo romano.
Mantener
aceitada la relación con los medios hegemónicos se convierte en una regla
ineludible, tal como lo advirtieron hace décadas Aldous Huxley, George Orwell y
Noam Chomky en la actualidad.
Aunque
reconocemos diferencia con los ochenta y los noventa, no podemos dejar de
volver a los Menem, Fujimori, Abdalá Bucaram o aquellos viejos dictadores latinoamericanos
perversos y delirantes, cuando aparecen estos personajes de opereta.
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