Los resultados de las encuestas y las probables tendencias del voto para el 17 de agosto no deben ser leídas solamente para el caso boliviano. Lo mismo puede suceder en México y estuvo a punto de suceder en Venezuela.
Carlos Figueroa Ibarra / Para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
La situación electoral de Bolivia nos indica que no importan los grandes resultados que los proyectos progresistas hayan acumulado durante sus años de gestión: la satisfacción popular y la aparente politización pueden desmoronarse con dos o tres años de crisis económica. Esto es lo que he advertido en mi reciente viaje a Bolivia y durante mi estadía en Santa Cruz de la Sierra, La Paz y Sucre. El 17 de agosto del presente año terminará un ciclo de aproximadamente veinte años en Bolivia. Ese ciclo que comenzó con la guerra del agua en Cochabamba (2002), la guerra del gas en el entonces suburbio capitalino de El Alto (2003) y que culminaría con la apoteósica victoria de Evo Morales en las elecciones presidenciales de diciembre de 2005 cuando obtuvo en la primera vuelta el 53% de los votos. Este 17 de agosto el partido histórico de la revolución democrática plurinacional no solamente será derrotado, sino su votación será ínfima según las últimas encuestas que he consultado pues obtendrá entre 1.7 y 2% de los votos y por tanto perderá su registro como partido. Ese día los dos candidatos punteros de la derecha boliviana, Samuel Doria Medina y Jorge “Tuto” Quiroga estarán habilitados para pasar a la segunda vuelta electoral.
De acuerdo con las referidas encuestas Doria Medina obtendría ese día el 24% mientras Quiroga alcanzaría el 22%. Esto quiere decir que en las elecciones de segunda vuelta del domingo 19 de octubre el electorado boliviano tendrá que decidir entre dos candidaturas de factura abiertamente neoliberal. Desvencijado el MAS y Evo Morales fuera de la contienda, la única alternativa de izquierda postulada por Alianza Popular con Andrónico Rodríguez obtendría un tercer lugar con un 14%. No es un dato menor que las encuestas apuntan que al momento de realizarse esas encuestas el voto indeciso o nulo ascendía el 27% y en días posteriores alcanzó el 30%. Una tercera parte del electorado boliviano no tiene una candidatura, lo cual podría deberse al desencanto con la gestión del MAS y al escepticismo que provoca el retorno de la derecha. O bien, ese alto porcentaje de indecisos o nulos podría deberse al voto duro de Evo Morales que se ha quedado sin opción.
Los resultados de las encuestas y las probables tendencias del voto para el 17 de agosto no deben ser leídas solamente para el caso boliviano. Lo mismo puede suceder en México y estuvo a punto de suceder en Venezuela. La crisis económica es el primer factor de la debacle del proyecto plurinacional y posneoliberal que la gente común con la que he hablado engloba con la palabra “socialismo”. En mi trayecto desde El Alto a La Paz, después de haber aterrizado proveniente de Santa Cruz, Don Julio el taxista que me conduce a mi destino me lo dice con claridad: la inflación es alta, la devaluación es grande y la falta de combustible (gasolina y diesel) generan grave descontento. “La cosa ya no esta tan mala, ahora solo invierto tres horas al día para conseguir gasolina para mi taxi” me dice mientras para mostrarme que no miente, me señala una larguísima fila de vehículos que busca obtener el combustible en un expendio del mismo.
Oficialmente, se pueden conseguir 6.96 bolivianos por un dólar. Pero la escasez de dólares es tan elevada que aun las casas de cambio autorizadas que visité en Santa Cruz y La Paz dan entre 15 y 16 bolivianos por un dólar. La causa principal de todo esto es la drástica caída de las exportaciones y precios del gas – el principal producto de exportación del país- que hicieron desplomar los ingresos por este rubro de 6,000 millones de dólares en 2013 a 1,700 en 2024. Esto ha disminuido significativamente las reservas de dólares de 15,000 millones de dólares en 2014 a menos de 2,000 millones en 2024. Los datos que he conseguido y que acabo de consignar parecen increíblemente bajos, pero sean exagerados o no, lo cierto es que la escasez de dólares también contribuye a la inflación. La disminución de exportaciones de gas (60%) es atribuida a un agotamiento de los yacimientos y a una deficiente política de exploración de nuevos yacimientos. La disminución de los precios del gas de 100 dólares el barril a 50 dólares, se debe a un decrecimiento de las compras por parte de Brasil y Argentina y a la competencia del gas natural licuado. Durante muchos años, el gas representó entre el 40 y el 50% de las exportaciones de Bolivia. En 2015 empezó la declinación hasta llegar en 2023-2024 a un 25%.
¿Qué efectos tiene todo esto? Me lo explica con sencillez la dependiente de una farmacia en La Paz adonde he ido a conseguir una medicina. Se me hace muy cara y se lo digo. Y ella me responde: “Las medicinas se compran con dólares y no los hay, por eso los precios. Pero eso va a cambiar en noviembre cuando venga el nuevo gobierno”. Asiento con la cabeza, pero en mis adentro dudo que las esperanzas de esta mujer se vean confirmadas. La crisis es estructural y el próximo gobierno de derecha no la resolverá. La mayor parte de las personas a las que les he preguntado por sus simpatías en las próximas elecciones me han hablado de Doria Medina y en menor medida de Quiroga. En Sucre la gente con la que he hablado dice que “el socialismo no funcionó”. En Santa Cruz, son más enfáticos “Aquí en Santa Cruz nunca hemos estado con el MAS”, a lo que agregan que Santa Cruz sostiene a Bolivia entera y recibe muy poco a cambio. En Santa Cruz he notado un regionalismo exacerbado que ya colinda con el separatismo.
Siendo la crisis económica el primer factor de la debacle del MAS, el segundo factor es la irreparable división entre el bloque de fuerzas políticas y sociales que sostuvo a la revolución democrática y plurinacional durante dos décadas. A esto es lo que yo llamo el suicidio de las fuerzas progresistas. En varios de sus agudos análisis, Álvaro García Linera caracterizó a los dos sectores que hasta 2024 integraban al MAS. En primer lugar, un sector encabezado por el presidente Luis Arce, acantonado en el Estado y que hacía uso de la fuerza que de éste emanaba para agregar masas a su proyecto. En segundo lugar, el liderazgo nacional-popular y plebeyo que surgió tras la figura carismática de Evo Morales. García Linera ha deplorado la división y se ha pronunciado por un nuevo liderazgo, acorde a la nueva etapa del proceso boliviano, una en que la fuerza jacobina de la transformación ha cedido paso a la consolidación y a la institucionalización. En alguna entrevista le escuché pronunciarse por Andrónico Rodríguez como la figura ideal para encabezar a esta nueva etapa. García Linera varias veces se pronunció por la unidad, porque si esta no se daba “Ay de Bolivia, pobre Bolivia, los pobres serán arrasados”.
Nada de esto se observó. Luis Arce desde su gobierno ha practicado a partir de 2023 y todo 2024 de manera enjundiosa el lawfare contra Evo Morales a quien se le han abierto unos cinco procesos penales por trata, estupro, instigación, terrorismo y difamación. Hoy Evo se ha declarado en rebeldía, no ha comparecido ante la justicia y se ha atrincherado en El Chapare cobijado por la protección de sus partidarios. Hasta ahora la justicia no puede entrar a capturarlo, pero Evo tampoco puede salir de su zona de seguridad. La fuerza del gobierno también ha influido para bloquear una eventual candidatura. En noviembre de 2024 el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) reconoció como dirigencia del MAS al sector partidario del presidente Arce con lo cual Evo Morales se quedó despojado del instrumento político que lo acuerpó durante casi veinte años. En mayo de 2025 el TCP ratificó que ya había cumplido dos mandatos populares y que por tanto estaba inequívocamente inhabilitado para postularse de nuevo como candidato presidencial. Evo y sus seguidores fundaron un nuevo partido (Evo Pueblo) pero fue desestimado por plazos legales y número de afiliados. Buscó también avalarse con el partido Frente para la Victoria, pero el Tribunal Superior Electoral estimó que ese partido no tenía registro pues no había obtenido el 3% de los votos en 2020.
Ante el bloqueo a la participación de Evo Morales en las elecciones presidenciales, sus seguidores iniciaron movilizaciones significativas a partir de fines de mayo y principios de junio del presente año en Cochabamba, Santa Cruz, Potosí a través de marchas, bloqueos de vías de comunicación. En La Paz las movilizaciones fueron significativas en la Plaza Murillo y en el barrio de Sopocachi. Estando en Sucre recibí el 30 de junio las noticias de una amplia movilización de masas indígenas en La Paz en el espíritu de “sin Evo no hay elecciones”. Los videos de la movilización resultan impresionantes, pero es sabido que masivas manifestaciones no son suficientes para ganar elecciones. Más aun después de la violenta confrontación en Llallagua (departamento de Potosí) que dejó un saldo de cuatro policías muertos y un campesino. Este enfrentamiento con su saldo sangriento le sirvió a los enemigos de Evo Morales para criminalizar a su movilización social. A diferencia de las grandes movilizaciones de 2002 y 2003, las que ahora observamos no representan el sentir de la mayoría del pueblo boliviano y eso repercute en el liderazgo de Evo Morales: después de ser un líder nacional, su empecinamiento en volver a ser presidente lo ha vuelto su condición original, es decir la de ser líder indiscutido solamente de una región del país.
Pero Evo Morales no parece darse cuenta de ello. En una entrevista auspiciada por el programa de Alfredo Jalife-Rahme, Evo ha asegurado que si lo dejan participar en las elecciones ganará con el 60% de los votos. No ha desperdiciado la oportunidad para atacar a su antaño inseparable Álvaro García Linera (“Sin mí Álvaro no hubiera sido vicepresidente”), también a su antiguo seguidor Andrónico Rodríguez y por supuesto al candidato del cascarón del MAS Eduardo del Castillo, un articulado mestizo blanco originario de Santa Cruz quien como ministro de gobierno de Arce se ha visto involucrado en los actos represivos contra los partidarios de Evo. Mientras, el progresismo posneoliberal se atempera apostando de esa manera ganar más votos (del Castillo) o se radicaliza en sus manifestaciones para lograr el improbable escenario de participar en las elecciones (Evo) o busca ser un tercero en discordia (Andrónico) y los tres sectores se enfrentan encarnizadamente. Una cuarta candidatura derivada del fraccionamiento del MAS, la de Eva Copa, parece poco significativa.
La derecha como siempre no se equivoca de enemigo. En la primera vuelta, la derecha neoliberal y la derecha neofascista se han insertado en seis candidaturas, tres de ellas notorias: Doria Medina, Quiroga y Manfred Reyes Villa. La ultraderecha se inclina más por el banzerista Quiroga, pero el neofascista Luis Eduardo Camacho ya tiene acuerdos con Doria Medina. Las primeras dos son las viables y de entre ellas saldrá el próximo presidente de Bolivia. En un intercambio de opiniones organizado por la Cámara Agropecuaria de Oriente (CAO) que no llegó a debate, Doria, Quiroga y Reyes expresaron el consenso neoliberal que regirá al próximo gobierno: eliminación de la república plurinacional, la agroindustria como el corazón de la economía boliviana, transgénicos, represión de la protesta social, privatización de las empresas estatales, apertura al capital transnacional, eliminación de subsidios a los combustibles, eliminación de la propiedad comunitaria de la tierra. En suma, la contrarrevolución. En una entrevista televisiva que pude ver, el irrelevante candidato de la Democracia Cristiana Rodrigo Paz Pereira, expresó el complemento político del consenso neoliberal: liberación de los golpistas de 2019 Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho y persecución de Evo Morales y Álvaro García Linera. Particularmente me sorprendió el odio de Paz Pereira contra García Linera debido a que lo considera el cerebro que estuvo detrás de Evo y ahora está detrás de Andrónico. El autor intelectual de la desgracia que según él azotó a Bolivia entre 2006 y 2025.
Desde 2014-2015 la crisis económica causada por la disminución de las exportaciones en y de los precios del gas empezaron a minar a la revolución democrática y plurinacional en Bolivia. El golpe de Estado de octubre de 2019 y luego la pandemia iniciada en 2020 empezaron a poner en tensión la viabilidad del progresismo posneoliberal. Era el momento de cerrar filas. En lugar de ello, el MAS hizo lo contrario y con ello condujeron a la izquierda al suicidio que se consumará el próximo 17 de agosto.
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