lunes, 27 de diciembre de 2010

¿Estados fallidos o sociedades fallidas?

Las sociedades de México, Guatemala, Honduras o El Salvador no se “arreglan” con más represión, que es el camino elegido por los sectores dominantes acorde con su tradición. Las soluciones provendrán de esfuerzos de largo aliento que tienen que orientarse a construir sociedades más incluyentes.
Rafael Cuevas Molina/ Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
La Fund for Peace, de los Estados Unidos de América, a tono con la tradición estadounidense de juzgar al mundo según sus parámetros y, a partir de ellos, incorporar o marginar a tirios y troyanos de las bondades del desarrollo, la gobernabilidad, la democracia, la felicidad y el futuro promisorio, elabora anualmente un listado de los estados en el mundo que pueden catalogarse de “fallidos” y lo publica en la revista Foreign Policy.
Serían fallidos los estados con un gobierno tan débil o ineficaz que tiene poco control sobre vastas regiones de su territorio, no provee ni puede proveer servicios básicos, presenta altos niveles de corrupción y criminalidad, refugiados y desplazados, así como una marcada degradación económica[1].
Basados en esta definición, analistas norteamericanos y no pocos latinoamericanos se preguntan si México, Guatemala, El Salvador y Honduras no podrán ser catalogados como estados de este tipo.
En el caso de los países centroamericanos del llamado Triángulo Norte, los índices de violencia y criminalidad, por ejemplo, han llegado a superar los existentes en los años 80 y 90, conocidos como “los años de la guerra”.
Además, altos porcentajes de su población (hasta el 18% de la de El Salvador, por ejemplo) se ven obligados a migrar hacia los estados Unidos de América con tal de obtener recursos económicos mínimos para sobrevivir.
Acorde con esa realidad precaria que obliga a muchos a abandonar su lugar de origen, amplios sectores de la población que ni siquiera tienen recursos para irse, literalmente mueren de hambre, más ahora que antes, cuando los embates climatológicos derivados del cambio climático provocan in distintamente inundaciones y sequías.
Como si esto fuera poco, sistemas judiciales como el de Guatemala son incapaces de cumplir con las más básicas obligaciones para cuyo cumplimiento fueron creados. En ese país, el 98% de los delitos quedan impunes, dejando que prime la ley de la selva, el poder del más fuerte.
Los estados de estos países, sin embargo, no nacieron, crecieron y se desarrollaron en el vacío: responden a dinámicas y características históricas que han desembocado en ese tipo de instituciones. Ahí donde no ha sido posible construir sociedades inclusivas han florecido estados autoritarios; donde privan los intereses minoritarios de las oligarquías se multiplicaron las mayorías marginadas; donde había mucho que reclamar por muchos se entronizaron los ejércitos y las instituciones (legales o ilegales) represivas.
Los estados oligárquicos autoritarios y débiles de México y el norte centroamericano, responden a sociedades herederas de un pasado colonial que implantó a sangre y fuego la extracción de las riquezas de nuestras tierras. Y lo que vino después, con la independencia, no fue sino una continuación de lo mismo solo que con otros agentes sociales en el poder.
Las sociedades producto de esa historia de explotación, desigualdad y violencia no pueden ser otras que las que existen hoy. No se trata solo del estado sino de la sociedad en su conjunto la que se ha estructurado malamente desde un inicio.
Sociedades como esas necesitan un revulsivo social que las transforme desde la raíz. Necesitan cambios que no dudamos en calificar de “revolucionarios”, puesto que implican modificaciones estructurales profundas.
A la búsqueda de tales transformaciones estuvieron abocados amplios contingentes de población de esa región en años pasados, y su vocación de cambio llegó, incluso, hasta la guerra, opción última y extrema a la que hubieron de acudir solamente porque se les habían cerrado todas las opciones pacíficas.
El que no lograran realizar sus ambiciones de transformación radical como las que aquí mencionamos agregó contradicciones y nuevas frustraciones al todo social. Abonó en la acumulación de desesperanza, profundizó el desencanto de los más.
Una situación de frustración, desencanto y desesperanza entronizada en un contexto estructural con una herencia colonial y neocolonial como la de estos países, es un cóctel que no puede derivar sino hacia formas de insubordinación, desobediencia y “desorden” generalizadas.
Estas sociedades no se “arreglan” con más represión, que es el camino elegido por los sectores dominantes acorde con su tradición. Las soluciones provendrán de esfuerzos de largo aliento que tienen que orientarse a construir sociedades más incluyentes. Pero esto no lo podrán llevar a cabo los mismos de siempre, las elites autoritarias y represivas cuyo horizonte se limita a la acumulación descarada de riqueza a costa de la miseria de la mayoría.
NOTA
[1] . “Failed States FAQ Number 6”. The Fund for Peace. 2007.

“Destino manifiesto” y crisis mexicana

Lo que ayer se obtuvo por la vía de la colonización y la estrategia de fronteras flexibles, por el aventurerismo y la conquista militar, aprovechando las debilidades internas del Estado mexicano, hoy avanza por otros rumbos. Son los caminos de la xenofobia y el racismo, los intereses expansionistas e injerencistas de los imperialistas de siempre.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Punta de lanza del expansionismo imperialista de los Estados Unidos hacia el sur de su frontera, Texas y Arizona constituyen territorios en los que se han cultivado y desarrollado tendencias política y culturalmente claves para comprender, con perspectiva histórica, algunas de las dimensiones de la profunda crisis que sufre México en nuestros días.
Desde el primer cuarto del siglo XIX, articulado al crecimiento de la industria algodonera de plantación y su sistema de trabajo -que reclamaba cada vez más tierras y mano de obra esclava-, un paulatino proceso de colonización y conquista furtiva del norte de México fue gestándose con apoyo del gobierno de los Estados Unidos, entre cuyas élites germinaba ya la idea del "destino manifiesto".
Hacia 1835, mientras México padecía las convulsiones del gobierno del presidente Antonio López de Santa Anna, cuya gestión amenazaba la unidad del estado, los colonos norteamericanos proclamaron la independencia de la “República de Texas”, lo que precipitó el conflicto militar con el ejército de Santa Anna.
Una serie de batallas con victorias y derrotas para ambos bandos, entre las que se recuerda la de El Álamo en 1836, culminaron con el triunfo de los separatistas y la captura y rendición del presidente mexicano. En el siglo pasado, Hollywood hizo su parte en las labores de reingeniería de este episodio de la historia: en 1960, John Wayne, el ídolo y pistolero de los westerns, encarnó el personaje de David Crockett en un relato fílmico – The Alamo- que exaltó la épica y el heroísmo texano de los colonos y mercenarios que resistieron en la antigua misión de San Antonio de Valero.
Más tarde, en 1845, se consumó la definitiva anexión de la “artificial República de Texas” a los Estados Unidos. Pero como dice el historiador cubano Sergio Guerra Vilaboy, “la ambición de territorios mexicanos por parte de Estados Unidos no terminó con esta presa[1]. En 1846, el imperio naciente declaró a México una guerra que, bajo el falaz argumento de la rectificación de la frontera en el Río Grande, llevó a las tropas norteamericanas hasta la ocupación de la ciudad de México, donde izaron la bandera de barras y estrellas en el Palacio Nacional.
Vencido Santa Anna y humillada la nación mexicana, los invasores forzaron una negociación que culminó el 2 de febrero de de 1848, cuando se firmó “el tratado Guadalupe-Hidalgo, que obligaba al país derrotado a aceptar la pérdida de California, Arizona, Texas y Nuevo México (unos 2,5 millones de kilómetros cuadrados), a cambio de una ridícula compensación de 15 millones de dólares”[2].
Desde entonces, estos hechos se convirtieron en símbolo de la amenaza imperialista, no solo para México, sino para toda la América hispana.
Más de 160 años después, la sombra del norte sigue gravitando con fuerza en la realidad mexicana. Según informa la prensa internacional, el Departamento de Seguridad Pública de Texas recomendó a sus ciudadanos no viajar a México durante las vacaciones, debido a que por la crisis de violencia y criminalidad en ese país “no hay garantías de que la violencia relacionada con las drogas no alcanzará a personas inocentes, o de que los delincuentes se abstendrán de atacar a turistas[3] (La Jornada, 19/12/2010).
Es decir, el estado donde florece la poderosa economía fronteriza de armas, cuyas empresas pertrechan “legalmente” a los cárteles mexicanos del narcotráfico, prefiere “advertir” antes que regular un lucrativo negocio. Aún más: mientras lanzan estas alertas, y reviven el prejuicioso relato de los bandoleros al sur de la frontera, Texas se enriquece con la atracción de capitales y la venta de bienes raíces a familias adineradas de México, actividad que creció en un 100% entre 2009 y 2010[4].
Un destino muy diferente al de estos “migrantes de lujo” le espera a los migrantes pobres, los de abajo, los indocumentados: criminalizados por su origen, su condición socioeconómica y el color de su piel.
Sendas investigaciones reveladas por la National Public Radio y el Center for American Progress Action Fund, demuestran que tras la aprobación de la polémica ley antiinmigrantes de Arizona (ley SB1070) se esconde una amplia red de intereses económicos de la industria carcelaria privada, para generar “ganancias multimillonarias con el negocio de encarcelar migrantes” y recibir hasta 74 millones de dólares anuales “en fondos públicos para administrar centros de detención” de indocumentados. Un modelo de negocio que se promueve también en Tennessee, Florida, Colorado, Oklahoma y Pennsylvania.
Así, lo que ayer se obtuvo por la vía de la colonización y la estrategia de fronteras flexibles, por el aventurerismo y la conquista militar, aprovechando las debilidades internas del Estado mexicano, hoy avanza por otros rumbos. Son los caminos de la xenofobia y el racismo, los intereses expansionistas e injerencistas de los imperialistas de siempre: esos que, más pronto o más tarde, reclamarán como inevitable la intervención norteamericana en México.
NOTAS
[1] Guerra Vilaboy, Sergio (2006). Breve historia de América Latina. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales. Pág. 149.
[2] Ídem. Pág. 150.
[3]Texas recomienda a sus ciudadanos no visitar México”, La Jornada. México: 19 de diciembre de 2010.
[4]Ricos huyen a Texas por la violencia en México”, La Jornada. México: 19 de diciembre de 2010.

Llegó un tiempo oportuno para Palestina

“La injusticia impuesta al pueblo palestino, es decir, la ocupación israelí, es un mal al que hay que resistir. Es un mal y un pecado que hay que resistir y que hace falta apartar. Esta responsabilidad incumbe ante todo a los mismos palestinos que se encuentran bajo la ocupación. El amor cristiano llama a resistir a la ocupación, pero el amor pone fin al mal tomando las sendas de la justicia.” (Documento Kairós Palestina).
Pablo Richard / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Introducción
Este artículo está dividido en cuatro partes
En las dos primeras presentamos los textos más significativos de dos documentos:
- Documento Kairós Palestina (11 de diciembre del año 2009)
- Mensaje al Pueblo de Dios del Sínodo de Obispos para Oriente Medio (ciudad del vaticano, sábado, 23 de octubre de 2010).
Tercera Parte: dos preguntas
- ¿Tiene el Estado de Israel realmente una identidad judía?
- ¿Hay una ruptura entre el Pueblo Judío y el Estado de Israel?
Buscamos una respuesta en la historia del Pueblo Judío en la Biblia Hebrea.
Cuarta parte: signos de una misma esperanza
- Teología Palestina de Liberación: Naim Stifan Ateek
- Teología Judía de Liberación: Marc H. Ellis
Primera parte
Documento Kairós Palestina (11 de diciembre del año 2009)
Un momento de verdad: Una palabra de fe, de esperanza y de amor, desde el corazón del sufrimiento palestino.
1. La realidad:
Jerusalén es el corazón de nuestra realidad. Ella es al mismo tiempo símbolo de paz y signo de conflicto. Después de que el “muro” ha erigido una separación entre los barrios palestinos de la ciudad, las autoridades israelíes no cesan de vaciarla de sus habitantes palestinos, cristianos y musulmanes. Sus carnés de identidad les son retirados, es decir, su derecho de vivir en Jerusalén. Sus casas son demolidas o confiscadas. Jerusalén, ciudad de la reconciliación se ha convertido en la ciudad de la discriminación y la exclusión, y por ello fuente de conflicto en lugar de ser fuente de paz.”
2. Una palabra de fe:
“Dios ha enviado a esta tierra a los patriarcas, a los profetas y a los apóstoles portadores de un mensaje universal. Hoy existimos aquí tres religiones: judía, cristiana y musulmana. Nuestra tierra es tierra de Dios como lo es en cada país del mundo. Ella es santa por la presencia de Él en ella, el Único Santísimo y Santificador. Es nuestro deber, para nosotros que la habitamos, el respetar la voluntad de Dios sobre ella y de liberarla del mal de la guerra que está en ella”. LEA EL ARTÍCULO COMPLETO...

Carteles cubanos que hace 45 años aclamaron la Conferencia Tricontinental

El apoyo efectivo de la Organización Tricontinental se fundamentó en lograr oponerse a través de sus medios de divulgación a la acción de la propaganda imperialista que en ocasiones grotesca y otras veces enmascarada y sutil, ha pretendido desacreditar los valores del sistema socialista, tergiversar la lucha de los pueblos contra todo tipo de dominación o sometimiento, dividir el movimiento revolucionario y distorsionar las causas que originan las revoluciones.
Reinaldo Morales Campos / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde La Habana, Cuba
En diciembre de 1965, en el contexto de la ornamentación de La Habana por la conmemoración del VII aniversario del triunfo de la Revolución Cubana, para lo cual se colocaron carteles alusivos a la fecha, también se engalanaron calles y avenidas para saludar a los delegados e invitados a la Conferencia Tricontinental trascendental acontecimiento de significada relevancia en la historia de la solidaridad entre los pueblos. Su convocatoria y celebración en La Habana del 3 al 15 de enero de 1966, contó entre sus objetivos alcanzar la unidad de las fuerzas revolucionarias participantes en la lucha por alcanzar la liberación, la independencia y la soberanía nacional de los pueblos, frente a el imperialismo, contra el apartheid y la segregación racial.
Acaecida en momento de la existencia de las condiciones para la unidad de las fuerzas revolucionarias y la solidaridad antiimperialista entre los pueblos de los tres continentes la convocatoria de la Conferencia Tricontinental estuvo antecedida por diversos hechos, ocurridos entre 1960 y 1965, que inspiraron su realización, tales como: la notable influencia que ejerció el triunfo de la Revolución Cubana, el rechazo internacional a la guerra yanqui en Viet Nam, la existencia de movimientos revolucionarios armados que mediante la guerra de guerrilla y otras formas de la lucha revolucionaria se enfrentaban en América Latina a las dictaduras militares y a la opresión impuesta por los gobernantes de Estados Unidos y la lucha en África contra el dominio colonial de las potencias occidentales.
De los carteles que nos permiten evocar la celebración de aquella conferencia se distinguió el realizado por la Comisión de Orientación Revolucionaria (COR); que en su configuración visual__ en alusión a las expresiones de unidad tricontinental sugeridas en diversos encuentros por los líderes y representantes de la lucha de los pueblos de África y Asia__ destacaba las imágenes de tres combatientes acompañada con el texto: Conferencia Tricontinental “esta gran humanidad ha dicho.. ¡basta! y ha echado andar”, expresión proclamada por el Che, que centralizó la convocatoria a ese importante encuentro entre los pueblos de los tres continentes. LEER AL ARTÍCULO COMPLETO...

La construcción de la Patria Grande: Hoy es el futuro

Doscientos años después de los movimientos independentistas, el sueño de América Latina Unida avanza hacia una realidad concreta. En esa dirección el gran desafío es asegurar una estructura que trascienda a los esfuerzos de los líderes carismáticos de la Región.
Diego Ghersi / Agencia Periodística del Mercosur
Tuvieron que pasar dos siglos en América Latina para revivir el sueño fundacional de una Patria Grande y revertir la fragmentación impuesta desde las potencias hegemónicas.
El desafío no es sencillo porque implica desarmar el entramado político-económico y social heredado de la dominación y su reemplazo por una nueva manera de entender la vida, las relaciones humanas y el respeto por el ecosistema.
El largo proceso por la unidad que se iniciara efectivamente en 1998 -año en que llegó al poder de Hugo Chávez en Venezuela- posee el inestimable valor que se tomó la decisión política de priorizar la unidad regional y desde allí se logró el surgimiento de la gran mayoría popular que, a modo de imaginario social poderoso, acompaña en cada elección, el rumbo emprendido.
Por otra parte, en un contexto caracterizado por la crisis sistémica y estructural que puso en la picota el histórico orden económico-social global, y cuya discusión internacional atraviesa lo alimentario, energético y medioambiental para, en definitiva, definir cuál será el Orden Mundial futuro; una América Latina Unida tiene mucho que aportar desde la imaginación y desde un pasado rico en experiencia.
Los nuevos y emblemáticos foros que caracterizan la naciente unidad –Unasur; Mercosur o ALBA- encuentran su primer gran desafío en las voces extrahemisféricas que representan la resistencia al cambio y que también tienen su correlato en minorías locales que se suman a esa inercia.
A tal punto es importante lo anterior que mucho del esfuerzo unificador se ha empleado en la defensa de la decisión política que motoriza al proyecto bolivariano.
En efecto, desde un comienzo desprolijo -Venezuela 2002- en defensa de los gobiernos democráticos amenazados por golpes de Estado, pasando por experiencias exitosas como la de Bolivia en 2008 y Ecuador en 2010 o por derrotas como Honduras en 2009, las naciones comprometidas en el proyecto de unidad han debido invertir muchísimo tiempo en consensuar mecanismos cuasi automáticos para enfrentar dichas situaciones.
En esa línea se inscribe la celebrada “cláusula democrática” que resultara como el mayor logro de la XX Cumbre Iberoamericana celebrada en Mar del Plata y que, como sostuviera el Canciller argentino Héctor Timerman, “marca un antes y un después porque cierra el camino a las relaciones con países que no cumplan con la constitucionalidad democrática”. Esa cláusula, ya antes inserta en los foros de Unasur y Mercosur, constituye un gigantesco avance por el ejemplo que constituye para todos los países del orbe.
Pero, la energía consumida en la adopción de un mecanismo tan vital ha postergado otros necesarios avances en diversas áreas y hace pensar en un poco eficiente uso del “viento favorable” que la región goza en la presente etapa histórica mundial.
Por todo esto es que, quizás, Rafael Correa, al hacer un balance de su gestión como presidente pro tempore de Unasur, expresó: "vamos rápido, pero tenemos que ir mucho más rápido, pues hemos perdido siglos y debemos recuperar el tiempo”.
Otro ejemplo de demora es la dificultad para sustituir a una cara visible de Unasur que reemplace al fallecido ex presidente argentino Néstor Kirchner. Debe recordarse que el consenso que llevó a Kirchner a la Secretaría General de Unasur demoró dos años y que su desaparición -amén del valor de la pérdida- echó por la borda todo el tiempo invertido en las negociaciones que implicó su nombramiento.
El laborioso esfuerzo que demanda la elección de un político ejecutivo al frente de Unasur desnuda un interrogante vital: ¿la construcción de la Patria Grande cuenta con líderes de recambio o el intento se agotará junto con los mandatos de los actuales presidentes que motorizan el proyecto?
A la sensible pérdida de Néstor Kirchner, se suma el fin del mandato presidencial de Inacio Lula da Silva. No es que su sucesora, Dilma Roussef, no se encuentre a la “altura del desafío”; pero a los inconvenientes esperables deberá sumar su condición de mujer, algo que a su par de Argentina, Cristina Fernández, le ha causado no pocos dolores de cabeza.
Y antes de la salida de Da Silva se produjo en Chile la de Michelle Bachelet, pieza sensible del entramado continental, derrotada por un representante de la derecha cuyo compromiso con el proyecto de unión siempre será, cuanto menos, dudoso. Esto a pesar de que en los pocos meses de su gestión aún no se ha definido como un obstáculo.
Del resto cabe la pregunta: ¿Quién sucederá a Evo Morales; Hugo Chávez; Fernando Lugo o Rafael Correa manteniéndose, en cada caso, a la altura de las circunstancias?
La respuesta sólo puede construirse desde el fortalecimiento del proyecto hasta el punto de generar respuestas concretas para el ciudadano común y forzar así la aparición natural de sustitutos capaces de comprometerse para profundizar el camino de la unidad. Dicho de otra manera, con el fortalecimiento del Imaginario Social necesario para el sustento del proyecto de Patria Grande.
En la lista de espera de cuestiones “a resolver” existen desafíos estructurales para -otra vez en palabras de Rafael Correa- “que no quede un pedazo de nuestros países sin desarrollo equitativo en esta América nueva que se proyecta hacia el futuro como la unidad del Sur”.
En ese sentido, puede considerarse como deuda la creación de un Centro de Arbitraje que permita dirimir las diferencias entre los países de la región en sus nuevos foros naturales, dejando de lado otras instancias que potencian la injerencia interesada de potencias centrales. También, armonizar las políticas sociales y laborales de los países de la Unasur.
En el marco económico y financiero, la cuestión latente de la creación de un Banco Sudamericano se torna esencial para canalizar el superávit proveniente de las exportaciones primarias que la región hace a un mundo sediento de materias primas.
La canalización de esos excedentes debería pagar la estratégica determinación de invertir en la construcción de un sistema económico secundario y energético, así como priorizar el desafío de mejorar las vías de comunicación terrestre, fluvial, aérea o marítima que estrechen los vínculos entre los países miembros.
Frente a un planeta en el cual la salida de la crisis parece estribar en el deseo hegemónico de potenciar las exportaciones -“Si todos quieren vender no hay quien quiera comprar”, manifiesta sabiamente Lula Da Silva- las comunicaciones y el desarrollo industrial resultan fundamentales para potenciar el mercado interno y representa una excelente manera de eludir la tan mentada “guerra de divisas”.
Pero nada de eso puede ser posible si simultáneamente no se armonizan las economías a efectos de equilibrar el comercio. Y en este caso, no se trata de reeditar a nivel regional la histórica distribución internacional del trabajo sino de balancear con armonía las relaciones de producción y comercio.
Hay mucho de arte en la solución del problema planteado y debe combinar, en su justa medida, las producciones primarias, las secundarias y los servicios de manera de servir al crecimiento social equitativo. Y todo esto sin destruir el medio ambiente.
En estos aspectos todo está por hacerse y esa obviedad implica que el reacomodamiento de lo existente representa una dificultad mínima si se lo compara con lo que le costó dos décadas atrás a la naciente Unión Europea o lo que le costará al mundo “desarrollado” reconvertir sus industrias a fin de no seguir haciendo del mundo un basurero planetario.
Es más, en la actual coyuntura de crisis global, el mensaje sudamericano que propugna la injerencia estatal en la planificación de la economía y la reactivación de los mercados internos -que ha mantenido a la región alejada de los efectos de la crisis- aparece en los hechos como el más saludable y, sin embargo, no alcanza para modificar las desesperadas políticas de los países centrales.
Como ejemplo basta observar los inconvenientes que se suceden en la Unión Europea, sumergida en el Consenso de Berlín, una reedición europea de su homólogo de Washington, por el que se pretende salvar de la crisis a los acreedores de los Estados –los bancos alemanes- más que a esos Estados. ¿Dónde está la solidaridad Regional de la Unión Europea?
Otro tanto vale para Estados Unidos. La esperanza de que la administración Obama ayudase a los ciudadanos comunes en problemas, generase trabajo y reactivara el mercado interno se volatilizó con la decisión presidencial de aprobar el mega rescate a las entidades bancarias culpables de la hecatombe.
Ambos casos representan la negación de la visión económica regional sudamericana, templada por el desastre del avance neoliberal de los años 90. Y las consecuencias están a la vista: disturbios en Grecia; Ley marcial en España; protestas en Londres; aumento de la xenofobia en Francia y represión violenta de la protesta social.
Por último queda la cuestión de la Defensa. Si la Unión Latinoamericana demoró 200 años fue porque hubo fuerzas externas e internas que trabajaron prolijamente –y sin prescindir de la violencia- para demorar el proyecto continental.
Esas fuerzas no están muertas, aunque sí en crisis. Puede ser que para contener a las quintas columnas internas alcance con la cláusula democrática, pero aún así quedarían las presiones provenientes desde los centros del poder mundial.
Por ejemplo, el sistema estadounidense sustentado en la emisión de divisas sin respaldo y sin timón político que se atreva al “cambio” propugnado -e incumplido- durante la campaña electoral por el actual mandatario Barack Obama, se resiste a pie firme a cambiar las viejas estructuras que le otorgaran la hegemonía planetaria desde la Primera Guerra Mundial.
Con un poder militar varias veces superior al necesario para destruir el planeta y en manos de la conducción timorata ejercida desde el Salón Oval, Estados Unidos reacomoda sus piezas buscando las posiciones relativas favorables que perfilan a la guerra como único camino para reencontrar su “Destino Manifiesto”.
Merced a bases militares en países complacientes, la IV flota amenazante, acciones de espionaje más que nunca expuestas desde el affaire Wilkileaks, entidades al servicio de la desestabilización -CIA, DEA, SIP-, monopolios informativos y guerras extranjeras en curso -Irak y Afganistán- o latentes como en Corea o Irán; merced a todo esto, decíamos, la Casa Blanca amenaza a sus “competidores” –China y Rusia- o a los “díscolos” –gran parte de América Latina- de forma tan suicida que parecería preferir la inmolación total a la pérdida de sus privilegios.
El escenario de conflicto es de alta probabilidad y el arte que implica el montaje de la estructura de defensa para tal contingencia no puede demorarse. Tal emprendimiento requerirá necesariamente tanto de un cambio de mentalidad militar -centrada durante años en la contrainsurgencia- como de un organismo centralizado, infraestructura, sostén logístico propio y organización social adecuada.
La tarea es impresionante, mil veces mayor a la que San Martín debió emprender para, de la nada, construir el Ejército Libertador de los Andes en el punto de inicio de este sendero que hoy retoman los pueblos de América.

Argentina: Generaciones de la democracia

La condena a Videla es mucho más que un hecho judicial. La poderosa carga simbólica que implica se proyecta sobre toda la sociedad como una reivindicación de la democracia, porque se logró en democracia.
Luis Bruschtein / Página12 (Argentina)
(Fotografía: los represores y genocidas Rafael Videla y Luciano Menéndez, durante la lectura de su sentencia en el Tribunal de Córdoba)
Todo hubiera sido más fácil para esta sociedad si la primera condena a Videla hubiera permanecido en firme. Se hubieran ahorrado casi veinte años de frustraciones. Toda la marcha atrás a la que fue forzado Alfonsín y que profundizó por voluntad propia Carlos Menem y mantuvieron en forma inalterable los gobiernos de la Alianza y los sucesivos de postcrisis, hasta Duhalde, fue una manera de prolongar una situación injusta que sensibilizaba sobre todo a las generaciones de jóvenes que se sucedieron desde aquel momento. Nuevas generaciones de militantes de izquierda, de peronistas y radicales se foguearon en las marchas por Juicio y Castigo.
La condena a Videla resignifica a esta democracia. Es como si la volviera a bautizar. No podía concebirse una democracia con Videla en libertad. Esa carga simbólica se convertía en una carga de dinamita contra la idea de democracia. O de construcción de una democracia verdadera, en un país que casi no tenía experiencias democráticas genuinas. Es difícil de comprobar si, como afirmó Videla, Balbín le pidió el golpe. Pero en esa época, no solamente radicales, sino también peronistas y hasta socialistas y de otras corrientes políticas de izquierda y derecha participaban en las decisiones golpistas. Era una forma de hacer política, desde antes de que existiera la guerrilla. Hasta podría decirse que esa forma de hacer política tuvo mucho que ver con el crecimiento de la guerrilla. Para ser justos habría que decir que también había políticos, como el Alfonsín que llegó a diciembre de 1983, que no habían tenido esos manejos, pero eran una minoría.
En un sistema básicamente hipócrita, la última dictadura militar fue su emergente más ominoso. Se había forjado un camino que llevaba indefectiblemente a ese desenlace. En los demás países de América latina había procesos similares con diferencia de matices. En todos, las Fuerzas Armadas se habían convertido, desde casi principios del siglo XX, en la casta que tutelaba y aprisionaba el juego político. No había ninguna posibilidad de cambio democrático o de gobiernos populares y bajo ese esquema se formaron varias generaciones. Ese también fue un camino casi inexorable. La última generación que se formó bajo ese esquema tomó las armas para romperlo.
Esta vez hubo generaciones que se han formado durante veinte años bajo el signo de esa carga simbólica, en la que una fuerza inasible y suprademocrática impedía que fueran juzgados los torturadores y violadores de la dictadura. Con la condena a Videla y los demás juicios, estas generaciones pudieron llegar a un desenlace positivo de sus luchas y esperanzas.
Así, con las condenas y los juicios, estas generaciones se constituyen en generaciones de la democracia. Son el escalón que permitirá mejorar lo que hay y lograr una democracia superior. Porque con sus luchas, junto a los organismos de derechos humanos y con la decisión política del ex presidente Néstor Kirchner de anular la legislación de impunidad, ellos pudieron derrotar a esa sombra suprademocrática que hacía que la democracia no lo fuera tanto.
Los presidentes y los políticos que obstaculizaron estos juicios estaban diciendo que la democracia es esencialmente injusta, que los delitos más horribles que se cometen desde el poder no pueden ser juzgados por sociedades democráticas. Esos dirigentes que se rasgaban las vestiduras por la democracia fueron sus peores propagandistas. En el fondo, y al igual que la mayoría de los viejos políticos del siglo pasado, no fueron realmente democráticos y formaron generaciones iguales a ellos o, como la de los ’70, totalmente opuesta.
En este caso, la condena a Videla es mucho más que un hecho judicial. La poderosa carga simbólica que implica se proyecta sobre toda la sociedad como una reivindicación de la democracia, porque se logró en democracia. Y además se materializa como un gran acusador de los que todos estos años trataron de impedirla hipócritamente en nombre de una democracia en la que no creen.

México: Ceguera y mala fe

Desde su inicio en 2004, Operación Milagro ha atendido a cerca de millón y medio de personas en distintos países, incluido México, aquejadas por problemas de la vista. Pero Washington y el gobierno de Felipe Calderón actuaron de mala fe y emprendieron algo muy parecido al sabotaje de ese plan humanitario.
Editorial de LA JORNADA (México, 19 de diciembre de 2010)
Un cable diplomático difundido por la página Wikileaks señala la preocupación del gobierno mexicano por el componente ideológico de la denominada Operación Milagro, un programa oftalmológico desarrollado por el gobierno venezolano con el apoyo de médicos cubanos, cuyos pacientes, a decir del documento referido, recibían sesiones informativas pro Venezuela y anti Estados Unidos como parte de su estancia.
Para poner los dichos de los agentes diplomáticos estadunidenses en contexto, debe recordarse que, desde su inicio en 2004, Operación Milagro ha atendido a cerca de millón y medio de personas en distintos países, incluido el nuestro, aquejadas por problemas de la vista –cataratas, desprendimiento de retina, carnosidades y estrabismo–, sin cobrarles un centavo.
Hasta julio de 2007, más de 200 connacionales habían viajado a Venezuela para recibir atención quirúrgica por cataratas y, en el contexto del mismo programa humanitario, se habían instalado consultorios en Coahuila y Michoacán con capacidad para atender a miles de pacientes. A finales de ese mismo mes, este diario dio a conocer que el gobierno de Felipe Calderón había impedido el aterrizaje de un avión venezolano que venía a recoger a 10 niños y 80 ancianos de Ecatepec, estado de México, para llevarlos a Caracas, donde serían sometidos a diversos tratamientos para afecciones cardiacas y oculares. En ese momento, la administración calderonista pretextó que la línea aérea Conviasa, responsable de los vuelos de Operación Milagro, no tenía oficinas ni representación legal en el país.
Posteriormente, el 9 de agosto de ese mismo año, Calderón Hinojosa anunció en Morelia la puesta en marcha de Volver a Ver, un programa de cirugía de cataratas que resultaba, a todas luces, una mala copia de Operación Milagro, y que, a decir del gobernante, tendría como objetivo ayudar a muchos mexicanos que carecían de recursos y que incluso tenían que salir del país, participar en programas de apoyo y de beneficencia organizados por otras naciones, lo cual evidenciaba el tamaño de la carencia que teníamos en México.
Al cruzar la información del telegrama diplomático con los hechos registrados, puede inferirse que las autoridades de nuestro país, preocupadas por la supuesta infiltración ideológica venezolana a través de Operación Milagro, actuaron de mala fe y emprendieron algo muy parecido al sabotaje de ese plan humanitario: desde trabas burocráticas para dificultar al máximo posible los traslados de pacientes, hasta el anuncio de un programa con el fin de suspender, en los hechos, el que venían desarrollando en nuestro país las autoridades de Caracas.
Todo ello a pesar de que las actividades de Operación Milagro eran necesarias, y lo siguen siendo ahora, cuando hay en el país un millón 600 mil personas que padecen cataratas –según datos de la propia Secretaría de Salud federal– y cuando cuatro de cada 10 casos de ceguera son atribuibles a ese padecimiento.
El episodio comentado arroja una perspectiva lamentable y preocupante, porque en ningún punto del cable difundido por Wikileaks se habla de que el gobierno venezolano haya buscado infundir sentimientos antimexicanos, y ni siquiera provocar animadversiones contra el gobierno de Calderón entre los beneficiarios de Operación Milagro. Es decir, la información disponible permite inferir que en este, como en otros casos, el gobierno de nuestro país se comportó como un subordinado de Washington, se erigió en defensor de sus intereses regionales y lo hizo, para colmo, a contrapelo de un programa de asistencia ejemplar y necesario para la atención de un problema de salud pública.

Buen Vivir: un necesario relanzamiento

Es necesario reaccionar contra la banalización del Buen Vivir, o la disolución de los espacios colectivos de construcción. Es tiempo de re-apropiarse de las discusiones sobre el Buen Vivir, y volver a lanzarlo. Es una tarea necesaria tanto en el ámbito de la sociedad civil como en el de la sociedad política.
Eduardo Gudynas* / ALAI
La idea del Buen Vivir ganó amplia difusión en los últimos años. Representa tanto la disconformidad con la marcha del desarrollo convencional, como la búsqueda de cambios sustantivos bajo nuevos compromisos con la calidad de vida y la protección de la Naturaleza.
Antes que un concepto acabado, el Buen Vivir expresa un proceso, una construcción paulatina donde intervienen una amplia variedad de voces. Por lo tanto existen distintas versiones, cada una de ellas con sus énfasis y respondiendo a coyunturas específicas. Nadie puede reclamar obediencia a un decálogo, y todavía hay mucho camino para recorrer. Esta diversidad no es necesariamente un aspecto negativo, ya que permite nutrirse de los mejores aportes de cada corriente, y a la vez revitaliza el debate sobre las políticas en desarrollo. Además, estos primeros pasos han tenido efectos positivos concretos, y el mejor ejemplo es el reconocimiento de esta idea en las nuevas constituciones de Ecuador y Bolivia.
En esta diversidad de voces de todos modos existen coincidencias en varios aspectos esenciales. Por ejemplo, el Buen Vivir es ostensiblemente una crítica a las ideas del desarrollo convencional que defiende el crecimiento económico perpetuo, obsesionado con la acumulación material, y que celebra la mercantilización de la Naturaleza. El bienestar de las personas aparece como una preocupación central, y no se espera que resulte apenas del derrame económico del crecimiento de las economías.
También es una construcción multicultural. Los aportes de las cosmovisiones de algunos pueblos indígenas han sido muy importantes, tanto al romper con muchos de los problemas anclados en la Modernidad europea, como en permitir que se expresaran saberes subordinados y marginados por mucho tiempo. Por ejemplo, desde allí se renovaron las discusiones sobre el bienestar y la calidad de vida, o sobre las comunidades y sus territorios.
Finalmente, el Buen Vivir alberga otra postura sobre el ambiente, reconociéndose los derechos de la Naturaleza, tal como sucedió en Ecuador. Y esto no es una mera adición de un derecho más, sino que implica un cambio radical en cómo se reconocen los valores frente a lo que nos rodea, donde el ambiente se convierte en un sujeto.
Esta breve enumeración no pretende brindar una definición del Buen Vivir, ni agotar las dimensiones en juego, sino que tan solo apunta a dejar en claro que en esa diversidad de posiciones, poco a poco se está construyendo un consenso. Esos acuerdos implican un cambio radical sobre nuestras ideas acerca del desarrollo. Es que el Buen Vivir no es solamente uno más entre otros “desarrollos alternativos”, sino que pone en discusión toda la base conceptual del desarrollo occidental.
Pero a pesar de todas estas potencialidades, el proceso de construcción del Buen Vivir parecería que se está enlenteciendo y asoman algunas amenazas. Un primer conjunto de problemas reside en banalizarlo. Desde un extremo hay críticas conservadoras, con un retrogusto neoliberal, que consideran todo esto como meras reivindicaciones indigenistas, que fomentan la haraganería y llevarían a nuestros países al atraso. En el medio están unos cuantos académicos, en especial en la economía, quienes ven esta problemática como muy alejada de sus cátedras o investigaciones.
Finalmente, desde otro extremo, se lo reduce a meros planes asistencialistas, tal como acontece en Venezuela, con una tarjeta plástica gubernamental, idéntica a una de crédito, pero que tiene una etiqueta sobre el vivir bien.
El Buen Vivir no es ni lo uno ni lo otro. Nadie postula regresar a sociedades de cazadores recolectores viviendo en la selva, sino que se exige poner el centro de atención en la calidad de vida de las personas, y no en el aumento del PBI. No es un slogan alejado de una reflexión rigurosa, sino que poco a poco se nutre de bases conceptuales complejas, que incluyen aportes que van desde la economía post-material a la antropología ecológica. Tampoco se desprecia el saber tradicional, sino que se apoya en él con respeto e incorpora sus lecciones, como pueden ser sus prácticas agroecológicas o la reciprocidad. De la misma manera, el Buen Vivir es mucho más que pagar bonos asistencialistas, ya que reclama cambios profundos en las dinámicas económicas, las cadenas productivas y la redistribución de la riqueza.
Otro conjunto de problemas que está deteniendo esta temática giran alrededor de las interacciones entre grupos no-gubernamentales y el Estado. Algunos actores de la sociedad civil enfrentados con un gobierno, abandonan los espacios de debate sobre el Buen Vivir, al entender que este tema ha sido acaparado y controlado por agencias estatales. Sus discrepancias se expresan en abandonar el debate. Como espejo de esta situación, hay actores gubernamentales que parecería que ya todo lo saben y no toleran la crítica, y de ese modo cercenan el diálogo con la ciudadanía, sin ofrecer oportunidades para avanzar colectivamente en la construcción del Buen Vivir. Aquí, la suficiencia estatal es la que impide el debate.
Una vez más encontramos extremos que están impidiendo avanzar en la construcción de las ideas sobre el Buen Vivir. Por un lado, guste o no, el Estado es un espacio clave en la construcción de este concepto, por lo que es necesario incidir en su seno; por otro lado, los funcionarios gubernamentales deberían reconocer que marginar la sociedad civil solo resultaría en ideas empobrecidas y sin mucha legitimación social.
Es necesario reaccionar contra todos estos problemas, sea la banalización del Buen Vivir, o la disolución de los espacios colectivos de construcción. Es tiempo de re-apropiarse de las discusiones sobre el Buen Vivir, y volver a lanzarlo. Es una tarea necesaria tanto en el ámbito de la sociedad civil como en el de la sociedad política, y unos y otros se necesitan mutuamente. Esta es una idea que no tiene dueños, y donde todos tienen algo para aportar, y en varios casos esta tarea se está volviendo urgente.
Esto es particularmente urgente en Bolivia y Ecuador, donde el Buen Vivir aparece en sus Constituciones. Es necesario precisar esas formulaciones, y explorar las formas de implementación, seguimiento y evaluación. En el caso ecuatoriano, la aprobación de un plan nacional sobre el Buen Vivir, con metas futuras post-extractivistas, es un gran paso adelante, pero a la vez obliga a precisar los contenidos de las futuras etapas que propone, y por lo tanto la tarea aquí es más exigente, y el concurso de todos se vuelve indispensable. Un debate similar está en marcha en Perú, pero sorprendentemente la situación se ha vuelto más compleja en Bolivia. En este país, en el último plan de desarrollo prevalecen las estrategias convencionales.
Mucho más atrás se encuentra el debate en otros países, como por ejemplo Argentina, Brasil o Uruguay, donde los éxitos exportadores refuerzan visiones convencionales del desarrollo, y los espacios para discutir el Buen Vivir son muy estrechos. La situación en estos países refuerza todavía más la relevancia del debate sobre el Buen Vivir en Ecuador, Perú o Bolivia. Lo que en ellos suceda, sea en su éxito o en su fracaso, influirá directamente en las organizaciones de la sociedad civil y los gobiernos de los demás países. Por todas estas razones, es indispensable relanzar el debate sobre el Buen Vivir, y éste deberá contar con todas las voces.
*Eduardo Gudynas es investigador principal en CLAES (Centro Latino Americano de Ecología Social).

Las 10 verdaderas revelaciones de Wikileaks

Se puede ser propietario de una empresa mediática sin ser comunicador, se puede ser comunicador sin ser propiedad de una empresa mediática. Un nuevo medio de producción, el computador, posibilita que el usuario, como el artesano, sea propietario a la vez de la herramienta y del producto de su trabajo. Liberar herramienta y producto es liberar al comunicador.
Que las autoridades estadounidenses secuestran, torturan, asesinan. Que rigen campos de exterminio y genocidio. Que sus embajadas espían y desestabilizan gobiernos progresistas. Que sus guerras pillan recursos o zonas estratégicas. Que las supuestas agresiones que invocan como pretexto para ellas son provocaciones montadas por los propios estadounidenses. Todo eso lo sabía quien no fuera bobo. No. Las revelaciones que convierten a Julián Assange en el comunicador más célebre del planeta y a Wikileaks en el medio más consultado son mucho más graves, subversivas y demoledoras:
1.-HEREDAR UN MEDIO NO TE CONVIERTE EN COMUNICADOR:
Se puede ser propietario de una empresa mediática sin ser comunicador, se puede ser comunicador sin ser propiedad de una empresa mediática. Un nuevo medio de producción, el computador, posibilita que el usuario, como el artesano, sea propietario a la vez de la herramienta y del producto de su trabajo. Liberar herramienta y producto es liberar al comunicador.
2.-SER COMUNICADOR ES INDEPENDIZARSE DE LOS MONOPOLIOS:
Internet, un nuevo medio todavía no enteramente monopolizado por el gran capital, permite transmitir información sin el paralizante aparato de cables, agencias, radios, televisoras, distribuidoras, circuitos de exhibición cinematográfica y concesiones que hasta ahora han posibilitado a cinco oligopolios adueñarse de la información global. Una computadora y una conexión a la red posibilitan a cualquiera ser comunicador.
3.-SER COMUNICADOR ES COMUNICAR:
La democratización del medio hace decisivo el mensaje. Los grandes titulares y los altoparlantes titánicos de la no información persiguen en vano al público; el público le sigue la pista a la revelación de Wikileaks. Sólo mediante el monopolio de la comunicación se hizo imperar en los medios los no mensajes de la publicidad, del entretenimiento sin contenido y del noticiero sin información. Pero ahora, la multiplicación infinita de emisores permite al receptor seleccionar el mensaje no redundante, que aporta información nueva, veraz y pertinente.
4.-SER COMUNICADOR ES LIBERARSE DE LOS ANUNCIANTES:
Quien anuncia, manda. Las federaciones de anunciantes crean o clausuran medios. Pero el mensaje publicitario que hizo financieramente viables los medios terminó por hacerlos comunicacionalmente inviables. Información, educación y entretenimiento pasan a ser residuo de la publicidad: pasan a ser publicidad. Assange y compañía demuestran que se puede comunicar sin agredir al receptor con los agobiantes infomerciales, las insoportables reiteraciones, las destructivas inserciones propagandísticas que están llevando al sepulcro a los medios convencionales.
5.-SER COMUNICADOR ES LIBERARSE DEL JEFE DE REDACCIÓN:
Constituciones y leyes consagran la libertad de expresión, jefes de redacción tachan, cortan, censuran, jerarquizan, retitulan o desechan. En Internet el comunicador no tiene otro jefe que su conciencia.
6.-SER COMUNICADOR ES TRANSMITIR HECHOS Y NO INVENTARLOS:
Quien depende de medios, transnacionales, anunciantes o jefes de redacción, confunde los intereses de éstos con revelaciones, y las revelaciones con hechos. Pero el medio no es el mensaje.
7.-SER COMUNICADOR ES SER CREÍBLE:
Nadie cree una palabra de los partes que las autoridades de Estados Unidos sermonean en sus ruedas de prensa a periodistas que jamás han tenido contacto con un hecho. Las revelaciones de Assange son creídas porque concuerdan con actos pasados y presentes de las personas e instituciones a las cuales se refieren.
8.-SER COMUNICADOR ES DISTINGUIR ENTRE HECHOS Y OPINIÓN:
Assange transmite, no fuerza al público su punto de vista sobre el significado o autenticidad de su material. Es posible que en él las agencias de seguridad hayan plantado piezas de propaganda negra, falsedades, contrainformación. La opinión de un diplomático o un funcionario estadounidense con frecuencia no es la verdad, sino todo lo contrario. Habría también que explicar por qué entre tantas filtraciones, ninguna se refiere a Israel. Pero el material bruto es base del juicio inteligente. Hacer estas críticas le corresponde al receptor. Con Internet el juicio del pueblo vuelve a ser soberano.
9.-SER COMUNICADOR ES SER RESPONSABLE:
Si revelar hechos puede ser considerado delito, ocultar delitos es hacerse cómplice.
10.-AGREDIR AL MENSAJERO ES CONFIRMAR EL MENSAJE:
Todas las policías y jueces de Occidente persiguen a Julián Assange por dos relaciones consensuales. Por igual crimen podrían poner tras rejas a la humanidad entera. Aquél que de vosotros esté sin pecado, que arroje el primer preservativo ¿Por qué nadie levanta un dedo contra los criminales que denuncia? ¿Por qué el gobierno francés anuncia medidas para controlar Internet al arbitrio del Ejecutivo? Cuando veas arder las barbas de tu comunicador, es porque no miente.

sábado, 18 de diciembre de 2010

América Latina: cultura y desarrollo

Para América Latina, este tiempo se trata de pensar con cabeza propia sobre lo que queremos y necesitamos; viendo con nuestros propios ojos nuestro entorno; conociendo, interpretando y construyendo sobre nuestra propia historia; aquilatando nuestras propias riquezas naturales y humanas.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
La noción de desarrollo, asociada a la de progreso, tal como la entendemos hoy es relativamente nueva en el arsenal de ideas, nociones y conceptos del pensamiento occidental, aunque sus antecedentes pueden rastrearse hasta algunos de los orígenes mismos de este pensamiento, como es su raíz greco-latina.
Ha sido la modernidad, es decir, la expresión ideológico-cultural del modo de producción capitalista, la que perfiló y puso en el centro de las aspiraciones sociales la necesidad de “avanzar”, es decir, de “progresar” continua y aceleradamente hacia delante.
Ese ir hacia adelante se concibió como un constante “crecimiento”, en primer lugar económico, que se traduce en un permanente aumento del nivel de vida, entendido este como una mayor capacidad de producir y consumir bienes materiales.
Según esta concepción, el desarrollo y el progreso de una sociedad se pueden medir en función de la capacidad que tenga de producir bienes materiales, lo cual constituiría su riqueza. Un indicador clave para esta medición es la de Producto Interno Bruto (PIB).
Esta producción se hace a costas de la valorificación de la naturaleza, que debe ser “conquistada”, es decir, domada: ponerla al servicio del ser humano y sus necesidades, mismas que no necesariamente son las propias de la vida y su reproducción en general, sino las de los sectores y grupos sociales dominantes. De ahí que primen los intereses y necesidades económicas y políticas de aquellos que entienden como su “necesidad e interés” el obtener ganancia, lucrar, con la valorificación de la naturaleza.
Por otra parte, la noción de cultura ha sufrido también sus avatares, algunos de factura mucho más reciente que las que hemos referido de la de desarrollo.
Hasta hace unos 40 o 50 años, por cultura se entendía casi exclusivamente un cierto comportamiento asociado al nivel educativo, formas de comportamiento “refinadas” y buenas maneras de las personas. Cultura eran, también, las “bellas” artes y la literatura. Hoy, aunque estas nociones no han desaparecido y se siguen utilizando con frecuencia, ya no tienen el monopolio exclusivo. Desde la década de los 60 del siglo XX, se ha posicionado una noción más amplia, de contenido distinto a las antes expuesta, que entiende que la cultura es el modo de ser de un conglomerado social específico, su característica forma de ver el mundo. La cultura sería, de alguna manera, la personalidad de los distintos grupos sociales, misma que, al igual que las personalidades de los individuos, estaría múltiplemente determinada: por su herencia histórica, por el entorno geográfico en el que vive, por los vecinos que tiene, etc.
La noción de desarrollo entendida como constante crecimiento económico ha entrado en crisis. Una de las razones principales para que esto suceda es el descubrimiento relativamente reciente de los límites de la valorificación de la naturaleza. De ahí que cada vez con más frecuencia surjan posiciones críticas y búsquedas de otras formas de entender el desarrollo.
Una muy en boga en nuestros días, impulsada por organismos internacionales como la UNESCO, por ejemplo, que no logra desprenderse de la noción tradicional de desarrollo pero que es esgrimida como una reivindicación “progresista”, es la de tratar de evidenciar el aporte que hace la cultura (entendida en el sentido de arte e industrias culturales) al PIB de un país.
Otras búsquedas se orientan en una dirección muy distinta. Éstas intentan asociar la noción de desarrollo a la cultura en el sentido de identificar cuáles son las necesidades e intereses que emanan del entorno particular y específico de cada sociedad. En este sentido, se trata de encontrar formas de asociación social que estén estrechamente vinculadas con lo que los grupos sociales son.
Para América Latina, este viraje copernicano en la forma de concebir el desarrollo es fundamental y tiene grandes implicaciones no solo económicas sino, en primer lugar, políticas.
En efecto, se trata de pensar con cabeza propia sobre lo que queremos y necesitamos; viendo con nuestros propios ojos nuestro entorno; conociendo, interpretando y construyendo sobre nuestra propia historia; aquilatando nuestras propias riquezas naturales y humanas.
Es decir, sin modelos asumidos o impuestos sino encontrados. Educados como estamos en un pensamiento colonizado, nos cuesta despertar del letargo que nos ha hecho desconfiar de nuestras propias capacidades y admirar la de los “otros” europeos o norteamericanos.
Acostumbrados a “escupir en el espejo”, nos burlamos de los que hacen denodados intentos por construir lo nuevo sin el tutelaje de “los de afuera”. Somos los principales saboteadores de nosotros mismos.
En buena medida, esa es la lucha en la que está hoy América Latina: en la de la búsqueda de las vías propias de desarrollo. Esas búsquedas son desacreditadas, son blanco de burlas y sabotajes. No son solo los sectores tradicionalmente dominantes los que se oponen de esa forma, sino amplios sectores de la población (mal) educados en la mimesis acrítica neocolonial.
Pero la búsqueda es necesaria e imprescindible. América Latina esta hoy a la vanguardia en este sentido en el mundo. No debemos cejar.

En la frontera sur del imperio…

En tiempos de gatillo fácil y soberanías difusas, cuando retroceden la democracia y la justicia social, ¿dónde empiezan y dónde terminan las fronteras que separan a los cárteles del narcotráfico, de los cárteles políticos y financieros?
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
México: la guerra es la continuación de los negocios por otros medios. 30 mil víctimas mortales suma la guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno de Felipe Calderón desde 2006, y que aplauden, a coro, en Washington y Centroamérica. Elogio –perverso- del libre comercio: México pone los muertos y Estados Unidos las armas y el dinero. Una investigación de The Washington Post lo confirma: desde 2008, más de 60 mil armas de origen estadounidense han sido recuperadas en territorio mexicano. Los 12 principales vendedores operan legalmente en los estados fronterizos con México. En total, 3800 de estos comercios se ubican en Texas.
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La cacería de los líderes del cártel La Familia de Michoacán, y la convulsión social sufrida en ese y otros estados durante las últimas semanas y meses, revelan los efectos colaterales de la guerra contra el narcotráfico y sus implicaciones de cara a los comicios mexicanos del año 2012. Informa Julio Hernández López, columnista de LA JORNADA: “Balas y cárteles contra campañas y urnas. La amenaza y la ejecución como sustitutos de los procedimientos internos de los partidos para la postulación de candidatos. Las batallas entre facciones armadas como factor determinante del curso de los comicios. Regiones enteras sustraídas al control institucional. Los jefes de las banderías políticas impulsando a sus familiares o caballerangos (limpiando el camino, eliminando obstáculos) mediante el uso de sus alianzas con los grupos de amplísimo poder financiero y de fuego. Las Familias peleando a través de sus cárteles la definición de los resultados cívicos” (Astillero, 14/12/2010).
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La impunidad de la máquina de la barbarie. 17 mil paramilitares colombianos no serán juzgados, en virtud de una ley aprobada por el Congreso de ese país el pasado jueves 16 de diciembre, y que ahora aguarda la firma del presidente Juan Manuel Santos –autor intelectual del bombardeo a Sucumbíos, Ecuador, en el año 2008- para entrar en vigencia. La iniciativa favorece a los agentes desmovilizados entre 2003 y 2006, quienes se acogieron a la propuesta realizada por el expresidente Álvaro Uribe para evadir la cárcel a cambio de que depusieran las armas. En el reino de la seguridad democrática, ¿la ley está al servicio de los criminales? Denuncia el diputado Iván Cepeda, del Polo Democrático Alternativo: “La ley riñe con los principios de investigar, juzgar y sancionar los crímenes de los grupos paramilitares. Es una iniciativa que no responde a los derechos de las víctimas”.
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Hace un mes, en Honduras, 5 campesinos fueron asesinados y más de una docena permanecen heridos, producto del ataque de un grupo de paramilitares a las órdenes del empresario y latifundista Miguel Facussé Barjum (uno de los autores intelectuales del golpe de Estado contra el presidente legítimo Manuel Zelaya). Todos los campesinos luchaban por la recuperación de sus tierras.
El periodista Giorgio Trucchi entrevista a un testigo sobreviviente de la masacre del Bajo Aguán, quien relata el asesinato de José Luis Sauceda: “Se reían y le decían que se despidiera y que dijera las últimas palabras. Enseguida resonó el disparo. Cuando lo encontraron tenía la cara desfigurada por las balas. Fue muy triste lo que vivimos. Han caído compañeros para defender nuestras tierras. Han caído sin la posibilidad de defenderse...” (Hace un mes de la masacre que tiñó de sangre el Bajo Aguán, ALAI, 15/12/2010)
Desde el golpe militar el 28 de junio 2009, la maquinaria de la barbarie no ha dejado de operar. Masacrar y torturar a las poblaciones desarmadas ha sido su principal tarea”, afirma desde Tegucigalpa el Dr. Juan Almendares, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Y pregunta: “¿De dónde reciben o compran las armas, los cuerpos represivos que asesinan y torturan familias campesinas, mujeres, hombres niñas y niños de la resistencia?” (Democracias encapuchadas, ALAI, 29/11/2010).
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Los marines no se van de Costa Rica. 27 buques de la Armada estadounidense, 43 naves de guardacostas, 43 helicópteros y 4300 tripulantes más: tales son las dimensiones del nuevo contingente militar que podría ingresar a Costa Rica, entre el 1 de enero y el 30 de junio de 2011, una vez que la Asamblea Legislativa apruebe el permiso solicitado por la presidenta Laura Chinchilla y su Ministro de Seguridad, José María Tijerino.
La justificación: lucha contra el narcotráfico; el trasfondo: el conflicto con Nicaragua por la disputa de territorios fronterizos y el dragado del Río San Juan; también las presiones de un sector de la opinión pública y la clase política costarricense, que piden “revisar” la prescripción del ejército decretada en 1948, para enfrentar a los “bárbaros nicaragüenses”.
El arte de atizar la hoguera: el Ministro de Seguridad, valiente y viril, proclama que somos un país soberano. “No ajustamos nuestra política exterior a los gustos de Ortega (presidente de Nicaragua)”, dice.
Más allá de la retórica, los planes estratégicos del Ministro Tijerino presagian un aumento de las hostilidades: según fuentes oficiales, la presencia de la armada norteamericana “será complementada por la Policía costarricense con patrullaje sobre los ríos Colorado, Sarapiquí y San Carlos, todos cercanos a la frontera con Nicaragua” (La Nación, 14/12/2010)
¿Hacia dónde apuntan, realmente, las cañoneras?
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De cómo el pez grande fue devorado por el pez más grande. $1900 millones de dólares fue el monto total de la operación de compra del grupo financiero BAC-Credomatic (propiedad de GE Consumer Finance Central Holdings Corp. y General Electric Capital Corporation), uno de los más prominentes del mercado centroamericano, por parte del Grupo Aval: el conglomerado más importante de Colombia.
Orgullo de la globalización financiera: erudito del mercado, el magnate Luis Carlos Sarmiento Angulo, accionista mayoritario de Grupo Aval, explica que “Centroamérica es una región económica y culturalmente afín a Colombia”.
En tiempos de guerra social y exclusión, ¿el mundo de los negocios es económica y culturalmente afín para los centroamericanos?
Según datos del último informe de la CEPAL, mientras las inversiones y los capitales fluyen, raudos, por la geografía económica del Plan Mesoamérica, el 50 por ciento de la población de Colombia, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua vive en estado de pobreza.
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Susurros de “Muertos incómodos”: “Y entonces la política moderna, dice el Alakazam, se trata de que la democracia sea que la mayoría, que sea los jodidos, trabaje y se preocupe porque le vaya bien a la minoría, que sea a los poderosos. Y entonces también se trata de que todos los jodidos miremos para otro lado mientras nos roban nuestra tierra, nuestro trabajo, nuestra memoria, nuestra dignidad”. (Paco Taibo II y Subcomandante Marcos, Muertos incómodos, 2004).
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En tiempos de gatillo fácil y soberanías difusas, cuando retroceden la democracia y la justicia social, ¿dónde empiezan y dónde terminan las fronteras que separan a los cárteles del narcotráfico, de los cárteles políticos y financieros?

La libertad de Vargas Llosa

El literato devenido estos días en un gran publicista de la ‘libertad’, “ignora” que en las calles de Estocolmo, Washington, Londres, Paris, Madrid y en cientos de ciudades más, el grito de libertad por los Cinco se abre paso exigiéndole justicia a una de las democracias liberales “ejemplares” del mundo.
Abner Barrera Rivera / AUNA-Costa Rica
En las últimas semanas, a propósito del otorgamiento del Premio Nobel de literatura, los grandes medios han saturado al mundo con imágenes de Vargas Llosa, presentándolo como un paladín de la libertad. Ha sido tan abundante la publicidad en ese sentido, que la gente no sabe si le otorgaron el Nobel por la literatura producida o por ser un predicador del neoliberalismo. Hasta donde se conoce no existe Premio Nobel para este último oficio.
Basta un vistazo a las noticias sobre el peruano-españolizado para comprobar que a la par de su foto aparece siempre la palabra libertad. De esa forma, lo que el poder mediático pretende presentar es que, Vargas Llosa es sinónimo de libertad; algo que él mismo cree. Para todos es conocido cuáles son los intereses que defienden los grandes medios y qué reflejos condicionados se proponen producir con eso. En este tiempo donde reina la gran crisis financiera internacional como resultado de la aplicación por varias décadas de las recetas de la economía de mercado, aparece el galardonado Vargas, repitiendo como una grabadora descompuesta, que la libertad es el camino de la prosperidad. En cualquier país donde los gobernantes no sigan el modelo económico sacrificial –de seres humanos y de la naturaleza- del capitalismo salvaje, Vargas vocifera ante las cámaras para pedir libertad y acusar a esos gobiernos de ser enemigos de la humanidad.
A propósito de su presencia en la capital sueca para cumplir con los rituales de la premiación, Vargas aprovechó su discurso ante los medios de todo el mundo, para presentarse como un liberal redentorista y un defensor de la democracia liberal en el mundo. Estocolmo fue la cresta de la ola, desde donde sintiéndose en la gloria, levantó la voz contra algunos gobiernos que no son de su simpatía. Aunque el título de su discurso “Elogio de la lectura y la ficción”, parecía anunciar que abordaría asuntos de la literatura, sin embargo se dedicó a hablar de política, de forma sectaria y fundamentalista, mostrándose así un Vargas cautivo de sus ideologías vetustas.
Semejante a otros trasnochados publicistas de la caverna internacional, no pudo faltar en su perorata la referencia calumniosa a la Revolución Cubana, colocándose así en el mismo antro de los mafiosos de Miami como Orlando Bosch, Posada Carriles o Carlo Alberto Montaner; al igual que ellos, se puso de lado de los asalariados contrarrevolucionarios financiados por la SINA en La Habana (¿Tan bajo puede caer un Premio Nobel?). Pero además de atacar a Cuba, el catequista neoliberal se refirió también a los gobiernos de Venezuela y Bolivia tratándolos de seudo democracias. El tipejo vive tan despistado en Europa, que “no se ha informado” que en estos tres países latinoamericanos, a pesar de la feroz campaña desatada contra sus gobiernos por parte del imperialismo yanqui, la derecha internacional, las oligarquías y los grandes medios, sus gobernantes gozan de un amplio respaldo popular. Pero como se trata de gobiernos dignos, que han escogido su propio camino, sin la tutela de los Estados Unidos, entonces el lenguaraz de la libertad, aprovecha para calumniarlos.
El discurso de Vargas reiteradamente alude a la defensa de la democracia, los derechos humanos y las libertades. Si Vargas realmente creyera y estuviera comprometido con lo que habla, tendría que condenar la falta de libertad y la violación de los derechos humanos en países que dicen ser modelos de democracias liberales como los Estados Unidos, Inglaterra, Francia o España, pero lo que él hace es invisibilizar los fracasos de las políticas neoliberales en esos países.
El predicador de la libertad por andar aislado en su propio papamóvil no ha escuchado el grito de libertad que recorre el mundo, no sólo en los países del sur, sino también en los del norte donde él suele radicar; se trata de la lucha por la libertad de los Cinco héroes cubanos presos en las cárceles de los Estados Unidos. Vargas no ha leído en los grandes medios -en los cuales él escribe- que el Gobierno cubano entregó al FBI pruebas irrefutables de los planes de atentados y sabotajes de los grupos terroristas de Miami contra la dirigencia y las instalaciones de la Revolución Cubana, y que el Gobierno de los Estados Unidos en lugar de colaborar en el desmantelamiento de esos grupos terroristas, respondió deteniendo a los Cinco y acusándoles sin ninguna evidencia de espionaje y de poner en peligro la seguridad de los Estados Unidos. Vargas no puede enterarse de esto en los grandes medios, porque las llamadas democracias liberales que él defiende, promueven un periodismo parcial que no tolera, que democracias populares como la de Cuba, pongan en jaque al imperio por su doble rasero en la lucha contra el terrorismo.
El literato devenido estos días en un gran publicista de la ‘libertad’, “ignora” que en las calles de Estocolmo, Washington, Londres, Paris, Madrid y en cientos de ciudades más, el grito de libertad por los Cinco se abre paso exigiéndole justicia a una de las democracias liberales “ejemplares” del mundo.
Hay que informarle al laureado Vargas que a ese grito de libertad se han sumado varios premios Nobel, que no han sido obnubilados por el galardón, sino que han puesto ese reconocimiento público al servicio de una causa tan noble y humana como es la lucha por la libertad de los Cinco cubanos. Entre ellos figuran Zhores Alferov; José Ramos Horta; Adolfo Pérez Esquivel; Máiread Corrigan Maguire; Rigoberta Menchú; Wole Soyinka; Nadine Gordimer; Darío Fo; José Saramago y Günter Grass. Estos cinco últimos son premios Nobel de Literatura.

Los desmanes del Nobel

Leer el discurso de aceptación del novelista lo obliga a uno, forzosamente, a tener que contrastarlo, compararlo con su obra, y nos da idea de la distancia que media entre el brillante narrador -capaz de hacernos ver el sentido y las trágicas, dramáticas o cómicas dimensiones de la realidad latinoamericana- y el acomodado pequeño burgués de Arequipa.
Guillermo Rodríguez Rivera*
Agradecemos el envío de este texto al Dr. Nils Castro Herrera
Los tiempos cambian y a veces no es para progresar.
Hay quien dice que Suecia, la única socialdemocracia que lo era de veras, -cuando todas las demás que usaban el nombre se escoraban a la derecha- es ya un encubierto miembro de la OTAN.
Han pasado los tiempos en que el partido de Olof Palme gobernaba conjuntamente con los comunistas y en el que Suecia era el único gobierno del occidente europeo que se permitía acoger a los jóvenes norteamericanos que quemaban su tarjeta de reclutamiento para no ser enviados a matar (o a morir) en las selvas de Vietnam, en la primera guerra que perdieron los Estados Unidos, porque nunca tuvieron ni siquiera una consigna con la que justificarla ante su pueblo.
Las cosas se han puesto peor desde que desapareció la Unión Soviética, ciertamente más hija de su padrastro Stalin que de su padre Lenin, pero que era una izquierda beligerante que permitía la existencia de otras, porque había izquierdas. Los Estados Unidos ahora muestran abiertamente que se sienten capaces de hacer lo que quieran, sin que nada ni nadie interfiera.
En Europa se está acabando todo: la izquierda ya no tiene casi partidarios (ni partidos) y como desapareció esa amenaza a la vieja burguesía y el fantasma de recorrido se ha mudado a otros sitios, va desapareciendo también la “sociedad de bienestar”, que era la vitrina para evitar que los desvariantes cayeran en manos de algún hijo de Marx.
Los nuevos paquetes que la UE acuerda con los administradores yanquis del FMI se aplican a los más pobres dentro de los privilegiados países de Europa: a griegos e irlandeses, al menos por ahora. Pero aunque sea por partes, el paquetazo neoliberal se va extendiendo: empiezan a retrasar la edad de la jubilación, a bajar las cuantías de las pensiones, a liquidar la seguridad social, a aumentar el desempleo.
Porque eso que empieza a perderse, aunque los europeos no lo sepan, era también una consecuencia de la existencia del comunismo que ellos se permitían el lujo de mirar de arriba abajo, sin sospechar el bien que les hacía.
Ahora Suecia les da asilo a los disidentes cubanos y su fiscalía acuerda con la Interpol la persecución, con alerta roja –como si fuera Martin Bormann o Jack The Ripper– del australiano Julian Assange, por fornicar con dos suecas amigas, dicen ellas que sin condón.
Ahora no hay reclutamiento obligatorio y “patriótico” en las fuerzas armadas estadounidenses. Los hijos de los millonarios ya no tienen que ir –o hacer como que van– a cumplir ese deber. Algunos cumplían y otros no: John F. Kennedy fue un valiente teniente en la Segunda Guerra Mundial; George W. Bush se pasó la de Vietnam entre los soldados de su padre en el estado de Texas, bebiendo whisky y dejando correr los años de peligro para luego encaramarse en la silla presidencial y mandar a los jóvenes a la guerra, cuando el supo esconderse muy bien de la suya. Ahora los soldados son los pobres, que arriesgan la posibilidad de morir no por patriotismo, sino por el salario que les pagan.
Acabo de leer –lo tengo ante mí– el discurso con el que Mario Vargas Llosa aceptó el Nobel de literatura que le fuera conferido por la obra de toda su vida.
Quisiera empezar diciendo que soy un declarado admirador del escritor Mario Vargas Llosa: lo sigo desde su temprana La ciudad y los perros y de aquella excelente noveleta titulada Los cachorros, que Casa de las Américas editó en los años sesenta. He accedido, como he podido, a sus novelas a pesar de que en Cuba no se editan.
Soy un decidido opositor de la idea de que los escritores que se han convertido en enemigos de la Revolución Cubana, no deben ser editados en nuestro país. Algunas personas entienden que esa exclusión es un castigo a nuestros enemigos ideológicos. Yo no lo veo así: creo que se castiga a los lectores cubanos cuando dejan de leer páginas excelentes: la medida, para nada afectará al escritor en cuestión. Tampoco sé si Vargas Llosa, como han hecho García Márquez o Julio Cortázar, amigos de la Revolución Cubana, cedería los derechos de sus novelas para ser editadas en Cuba, pero creo que el gran público lector que tenemos disfrutaría obras como La fiesta del chivo, apasionante crónica de la conspiración que puso fin a la vida del tirano dominicano Rafael Leónidas Trujillo.
Leer el discurso de aceptación del novelista lo obliga a uno, forzosamente, a tener que contrastarlo, compararlo con su obra, y nos da idea de la distancia que media entre el brillante narrador -capaz de hacernos ver el sentido y las trágicas, dramáticas o cómicas dimensiones de la realidad latinoamericana- y el acomodado pequeño burgués de Arequipa (elevado a burgués por su talento, su vanidad y sus temores) que abjuró no ya de la Revolución Cubana, sino de cualquier modalidad de marxismo o socialismo, para ser el escritor “admitido” al que celebra el mundo burgués de este tiempo, porque esa propia abjuración es el gran requisito para su admisión, mucho más que la excelencia de su prosa.
El marxista que fuera en su juventud nunca pretendió buscar otra lectura de Marx que se apartara del verticalismo soviético asumido por la Revolución Cubana: su desencanto lo llevó directamente a engrosar la momificada colección de demócratas liberales que han sido y que han sumido a la América Latina en esa subordinación a los intereses norteamericanos que pobló nuestros países de las dictaduras que el novelista dice despreciar, pero que eran la salida a la que los buenos demócratas liberales y sus jefes norteamericanos echaban mano cuando los pueblos se les ponían indóciles.
Don Mario dice repudiar esas tiranías –gestada la de Pinochet por el demócrata liberal Kissinger– aunque reverencia a sus propulsores. Don Mario, en fin, no fue el revisionista que busca otra verdad en la revolución, sino el arrepentido que abandonó la plaza de la tía Julia para irse al salón de la prima Patricia; el claudicante que, aunque persistan la explotación y las injusticias sociales que vio en su juventud, regresa al conformista redil de los demócratas liberales: no hay nada que hacer sino mantener la alternancia de gobiernos que protegen los privilegios de los de arriba, que son el verdadero poder.
De dientes para afuera se indigna porque América Latina ha incumplido con la emancipación de sus indígenas pero, como una Malinche andina, considera una “seudodemocracia payasa” el gobierno de Evo Morales en Bolivia, uno de los pocos regímenes democráticos del país donde mayor número de golpes militares han ocurrido en el mundo, en el que existe una feroz oligarquía que no ha podido socavar el abierto apoyo popular a Evo.
Que yo sepa, el presidente boliviano nunca se ha propuesto escribir una novela como La casa verde. Acaso intentar ese propósito que no conseguiría, sería una bufonada del dirigente sindical cocalero, pero esa bufonada es hipotética. La payasada de Mario Vargas Llosa sí tuvo lugar, cuando aspiró a la presidencia de Perú y fue vapuleado nada menos que por Alberto Fujimori. Acaso de esa desastrosa aventura presidencial provenga la herida no cicatrizada del novelista, y también la envidia que el político Evo Morales le provoca.
Don Mario irá a codearse en la historia política peruana –no rebasa ese localismo– con Prado Ugarteche, Belaúnde Terry, Alejandro Toledo y el diz que aprista Alan García. En su discurso sueco, menciona al nunca desmentido marxista que fue César Vallejo, quien seguramente se revolvería en su tumba de Montparnasse si lo escuchara. Sólo le faltaría invocar a José Carlos Mariátegui para que la comedia fuera perfecta.
Haydee Santamaría lo liberó de la farsa de mencionar al Che, y el ego de Don Mario nunca pudo perdonárselo. Ahí está el verdadero punto de quiebre del hispanoperuano: hasta ahí llegaron sus ínfulas de revolucionario. A ver quién logra liberarlo de citar al autor de España, aparta de mí este cáliz.
Recordaremos siempre al excelente narrador que es Mario Vargas Llosa. Se nos irá al basurero el adocenado político que se ha empeñado en ser. Quizás ahí le hubiera sido útil el consejo de su prima-esposa, que él mismo entiende como el mayor elogio que ha recibido: “Mario, para lo único, para lo que tú sirves es para escribir”.
*Guillermo Rodriguez Rivera es poeta y profesor titular de la Universidad de La Habana, en la Facultad de Letras y Arte.

Para leer a Martí

Lo que aflora en Martí no es un programa mínimo de reforma social, sino un programa máximo de transformación revolucionaria, encaminado a crear una sociedad en que el ejercicio de las virtudes estuviera al alcance de las grandes mayorías, y sirviera de medio para crear un Estado igualmente novedoso.
Guillermo Castro Herrera / Especial para CON NUESTRA AMÉRICA
Desde Ciudad de Panamá
Para Rolando González Patricio, en su Habana.
La lectura de la obra de Martí ha de tomar en cuenta tres factores de riesgo. El primero es el de la fragmentación, que nos mueva a recordar y citar frases aisladas de su obra, al calor del enorme atractivo estético y moral de su palabra escrita. Otro es el de suponer que su pensamiento y sus afectos – todos de tan delicada honestidad – surgieron ya hechos, de sí mismos, perdiendo de vista lo rico y complejo de la trayectoria vital de la que fueron expresión. Y está por supuesto el del anacronismo, que nos lleve a asumir como si fueran contemporáneos pensamientos y actitudes correspondientes a la circunstancia cultural, política y social del último cuarto del siglo XIX en América Latina y en los Estados Unidos.
Cabe encontrar un ejemplo que sintetiza esto en el uso habitual de una expresión característicamente martiana: aquella en que nos advierte que ser cultos es el único modo de ser libres. La validez intrínseca de esa advertencia no puede ser puesta en cuestión. Sin embargo, la plenitud de su riqueza sólo emerge si la vinculamos a su contexto de origen. Ella proviene, en efecto, de un fragmento correspondiente al artículo “Maestros ambulantes”, publicado por Martí en la revista La América, en Nueva York, en mayo de 1884. Allí, el vínculo entre libertad y cultura aparece planteado en los siguientes términos:
Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno. Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza. La naturaleza no tiene celos, como los hombres. No tiene odios, ni miedo como los hombres. No cierra el paso a nadie, porque no teme de nadie. Los hombres siempre necesitarán de los productos de la naturaleza. Y como en cada región sólo se dan determinados productos, siempre se mantendrá su cambio activo, que asegura a todos los pueblos la comodidad y la riqueza.[1]
Como se ve, lo que tenemos aquí es la síntesis de un planteamiento de política. Esa síntesis tiene tres componentes. El primero – ser bueno es el único modo de ser dichoso – reivindica una posición ética solidaria. El segundo, y más conocido, reivindica una posición cultural y política. Y el tercero – la necesidad de ser próspero para ser bueno – llama a crear las condiciones sociales y económicas que hagan posibles los dos anteriores.
El modo de hacerlo que se propone – “conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza” – tiene además, en el contexto martiano de 1884, un carácter programático. Martí en efecto, como se puede apreciar en sus reflexiones anteriores sobre el progreso económico y social de México y Guatemala, veía la necesidad de promover una inserción vigorosa en el mercado mundial, en términos que permitieran establecer las bases de sustentación de sociedades que llegaran a ser prósperas en la medida en que fueran justas en lo social, democráticas en lo político y dotadas de una institucionalidad capaz de sostener y defender el progreso así entendido.
Visto así, lo planteado por Martí es un momento de avance en una dirección de claro significado revolucionario en su tiempo. Esa dirección comprendía dos planteamientos de política vinculados entre sí. Uno era su compromiso con el libre cambio como política económica orientada al fomento de las ventajas competitivas de nuestras sociedades. El otro, la demanda de nacionalización del suelo para su alquiler por el Estado a los productores agrarios y urbanos, con el fin de obtener medios para financiar los servicios públicos, y reducir a un mínimo los impuestos a los trabajadores y las empresas, en la perspectiva planteada por Henry George en su libro Progreso y Pobreza.
Esa postura contrastaba con la de un liberalismo conservador latinoamericano que promovía la libre oferta de la mano de obra y los recursos naturales de la región para su explotación extensiva como ventajas comparativas, para obtener en Europa y Norte América capital de inversión y canales de acceso al mercado mundial. El Estado Liberal Oligárquico, que vendría a organizar la vida política y social de la región entre 1880 y 1830, tenía precisamente por tarea fundamental garantizar esas ventajas comparativas, mediante la creación de los tipos de mercado de tierra y de trabajo que requería el desarrollo de un capitalismo periférico.
En el marco de relaciones creado y preservado por aquel Estado, llegar a ser próspero – como condición para llegar a ser buenos, cultos y libres – le estaba negado a los trabajadores del campo y la ciudad, y a la mayor parte de las pequeñas burguesías de la época. En ese sentido, lo que aflora en Martí no es un programa mínimo de reforma social, sino un programa máximo de transformación revolucionaria, encaminado a crear una sociedad en que el ejercicio de aquellas virtudes estuviera al alcance de las grandes mayorías, y sirviera de medio para crear un Estado igualmente novedoso.
Aquella fue, en su momento, la extrema izquierda posible del liberalismo latinoamericano, representada en la tendencia radical y democrática que tomaba forma con rapidez en Martí y en sus compañeros de la generación intelectual de la que formó parte en nuestra América. Entre 1886 y 1888 – al calor de las luchas sociales de los trabajadores en los Estados Unidos, y de la derrota política de los librecambistas del partido Demócrata a manos del proteccionismo promovido por el partido Republicano -, Martí enriquecería esa visión programática con respecto a las relaciones con las organizaciones obreras anarquistas y liberal reformistas de la época, como en lo relativo a la necesidad de prever – y de preparar las condiciones para encarar – la tendencia ya evidente a la expansión imperialista de los Estados Unidos en la región.
No se trata, aquí, de si aquel programa puede o no ser llevado a la práctica en nuestro tiempo. Martí sería el primero en plantear la necesidad de encarar sus objetivos fundamentales de entonces a partir de las condiciones del presente, y no como mera prolongación de una actitud del pasado. Lo útil es plantearse aquellos objetivos en la circunstancia de hoy, para preguntarse desde ella por la extrema izquierda posible de nuestro tiempo. Mucho que decir, como vemos, a partir de una frase aislada solo en apariencia, si la ponemos en relación con el todo mayor que le da vida, sentido, y trascendencia.
Panamá, septiembre – diciembre de 2010
NOTA
[1] Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VIII, 289.