Siguen al pie del cañón, en Haití, los cubanos: sus hospitales y médicos son ejemplo de solidaridad. Ellos ya estaban ahí cuando el terremoto, seguían ahí en la epidemia del cólera y no se irán porque el país los sigue necesitando. En cambio, los que se llenan la boca con la defensa de los derechos humanos y muestran impúdicos la ayuda que brindan, ya están viendo para otro lado.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
(Fotografía: médicos cubanos en Haití)
Cuando Haití fue asolado por el último terremoto que dejó a Puerto Príncipe en el suelo, no hubo quién no corriera a llenarse la boca con ella. Si no fuera porque era una tragedia de aquellas que hacen evocar el Armagedón, diríamos que se puso de moda.
Corrieron a ponerse en primera fila los que quieren figurar como salvadores de la humanidad y aprovechan cualquier resquicio para fotografiarse con niños desnutridos, madres desoladas, hombres desesperados, calles mugrientas y muertos bajo los escombros. Solo faltaron Angelina Jolie y Brad Pitt, la pareja más perseguida por los paparazzi en el mundo, pero no pudieron porque estaban ocupados arreglando el palacio que recién habían alquilado en las cercanías de Berlín, para estar cómodos durante la filmación de una de las películas estúpidas de acción en las que participa ella.
No había pasado mucho tiempo antes de que la cuarta de las siete plagas que antes del 2020 caerán sobre la isla, iniciara el remate de los que habían quedado vivos del terremoto: el cólera. En medio de los ríos de excrementos, montañas de desperdicios, falta de agua potable, ausencia de electricidad y mil y una carencias más, el azote de convirtió en una verdadera máquina trituradora.
Desafortunadamente, el portaviones que había enviado los Estados Unidos como parte de la ayuda humanitaria, no tenía nada que pudiera servir para paliar la nueva epidemia. Le sucedió algo parecido al portaviones que enviaron a Costa Rica para combatir al narcotráfico: no sirvió para absolutamente nada.
A las calladitas, otros también sacaron tajada del caos haitiano: las ONG. Muchas de ellas han venido quedando en evidencia desde hace tiempo en América Latina. Se han convertido, de buenas a primeras, en adalides de la libertad de expresión y asociación en Venezuela; en fiscalizadoras de los derechos de los cambas en Bolivia; en soporte de la oposición parlamentaria en Ecuador. Pero ya desde mucho antes nos habíamos dado cuenta que lo que mejor hacen muchas de ellas es bailar al son que les toquen las agencias que les pasan la plata en Europa y los Estados Unidos. Ahora, en Haití, las cosas han sido llevadas al extremo. Michelle Wong, costarricense que vivió la experiencia haitiana in situ, dice: “las ONG son las únicas organizaciones que pueden ayudar a Haití; sin embargo, a las ONG no les conviene que los problemas de Haití se solucionen porque si los resuelven se quedan sin sus inversiones millonarias de "grants" y donaciones. Por ejemplo, supe de algunas ONG cristianas que tienen a huérfanos falsos solo para poder seguir pidiendo dinero (millones) para un orfanato falso”[1].
Ahora, el mundo parece haberse olvidado de la tragedia haitiana. No solo porque la ayuda de millones y millones de dólares prometida por los gobiernos no llegó, sino porque todos parecen haber tranquilizado su conciencia con lo que hicieron los primeros días después del terremoto y, luego, si te he visto no me acuerdo.
A finales del mes de junio se abrió en el Caribe la temporada de huracanes que durará hasta octubre. El calentamiento global ha provocado que éstos sean cada vez más violentos y devastadores. Las lluvias torrenciales han empezado a precipitarse sobre la isla y sus habitantes, con temor, otean el horizonte a la espera de una tromba que los agarrará sin donde cobijarse.
Somalia, Etiopía, Haití: esquinas de las que el mundo se acuerda solamente cuando las cosas han llegado al límite y los muertos se cuentan por decenas, centenas o miles. Son los pueblos que salen sobrando en el orden mundial neoliberal, los marginados entre los marginados, los que el mundo de “los mercados” ni siquiera sabe de su existencia a menos que vivan y mueran sobre territorios que escondan diamantes, petróleo, gas o tierras raras.
Siguen al pie del cañón, en Haití, los cubanos: sus hospitales y médicos son ejemplo de solidaridad. Ellos ya estaban ahí cuando el terremoto, seguían ahí en la epidemia del cólera y no se irán porque el país los sigue necesitando. En cambio, los que se llenan la boca con la defensa de los derechos humanos y muestran impúdicos la ayuda que brindan ya están viendo para otro lado.
No olvidemos.
NOTA
[1]. Michelle J. Wong: Las ONG en Haití se interesan más en crear un negocio que en ayudar al país. Disponible en: http://www.culturacr.net/11/07/Las-ONG-en-Haiti-se-interesan-mas-en-crear-un-negocio-que-en-ayudar.html