domingo, 28 de diciembre de 2008

La revolución cubana, medio siglo después (I)

Surgió así un hecho nuevo y trascendental: a 150 kilómetros de la principal potencia militar y económica, y en lo que era el patio trasero del imperialismo estadunidense, triunfaba una revolución armada antimperialista y democrática de campesinos y estudiantes apoyada por los trabajadores, aunque no dirigida por éstos. Más aún, en vez de ceder ante las presiones imperialistas, esa revolución tenía una dinámica tal que la llevaba a profundizar su curso ante cada ataque del enemigo.
Guillermo Almeyra / LA JORNADA
Los símbolos, en política, tienen siempre un enorme peso en el imaginario colectivo. El romántico ingreso en La Habana en delirio de los jóvenes barbudos vencedores el 1º de enero de 1959 sacudió la conciencia y los corazones de los trabajadores en todo el mundo y abrió una nueva fase de luchas (que incluyen el 68), cerrando un ciclo de grandes derrotas populares, como la reconstitución del poder del imperialismo en Bolivia tras la revolución de 1952; la derrota de la revolución guatemalteca en 1954; el derrocamiento del gobierno constitucional de Juan Domingo Perón en 1955 por un golpe militar proligárquico; la represión soviética al gobierno de los consejos obreros húngaros en 1956, y la guerra sionista de ese mismo año en el Sinaí contra Siria, Egipto y la resistencia palestina.
La revolución cubana demostró que era posible disolver a un ejército represivo y derribar una dictadura feroz si se contaba con el apoyo de la mayoría de la población, que la relación de fuerzas mundial hacía posible echar a un agente de Washington y comenzar a crear otro aparato estatal, incluso sin contar con un partido ni con aliados internacionales, pues el movimiento 26 de Julio era un grupo abnegado pero heterogéneo; el PSP –el partido comunista cubano– se había opuesto hasta el último momento a la lucha armada contra Batista y la Unión Soviética veía con suspicacia a los revolucionarios y sólo reconoció su gobierno revolucionario hasta 1961, dos años después del triunfo de la revolución.
Surgió así entonces un hecho nuevo y trascendental: a 150 kilómetros de la principal potencia militar y económica y en lo que era el patio trasero del imperialismo estadunidense triunfaba una revolución armada antimperialista y democrática de campesinos y estudiantes apoyada por los trabajadores, aunque no dirigida por éstos. Más aún, en vez de ceder ante las presiones imperialistas como había hecho el MNR en Bolivia, esa revolución tenía una dinámica tal que la llevaba a profundizar su curso ante cada ataque del enemigo.
La influencia de esto fue enorme en América Latina, sobre todo en la izquierda. Hasta 1959, los partidos comunistas condenaban la lucha armada y, triunfante la revolución, pedían en Cuba un gobierno de unidad con los burgueses antibatistianos por boca del ex pastelero Jacques Duclos, el segundo líder del PC francés. A la izquierda de esos partidos comunistas, tantas veces aliados con las oligarquías locales y con los hombres de Washington (como Batista, o el dominicano Trujillo), sólo existían unos diminutos y marginados grupos trotskistas en unos pocos países. Ahora surgía en Cuba una corriente revolucionaria nacionalista que se radicalizaba, en la que en los primeros dos años existía plena libertad de prensa y de actuación para la izquierda y que aceptaba la existencia de varias tendencias y partidos revolucionarios (de cuya fusión nacería en 1961, dos años después del triunfo revolucionario, las Organizaciones Revolucionarias Integradas –ORI– y recién en 1965 el actual Partido Comunista cubano, no sin antes tener que depurar la revolución del ala estalinista que actuaba como agente de Moscú). Aunque la mayoría del pueblo cubano recordaba aún, como el mismo Fidel Castro, el apoyo a Batista del PSP y no era socialista, el ataque imperialista contra la dirección cubana, a la que Washington acusó desde el primer momento de comunista, llevó a Fidel Castro a declarar que el país era socialista, en sorpresivo discurso radiofónico pronunciado después de la derrota de la invasión imperialista en Bahía de Cochinos, en 1961. La tardía alianza con los soviéticos no fue pues resultado de la influencia política de Moscú sobre los jóvenes dirigentes revolucionarios, sino que fue impuesta por la presión imperialista y por la decisión de defender a cualquier costo las conquistas de la revolución y la independencia y dignidad del pueblo cubano, encontrando apoyo y tecnología en los adversarios de su enemigo.
Nació y se desarrolló así un gobierno plebeyo revolucionario que asumía definiciones socialistas, pero dirigía una economía capitalista y actuaba dentro del mercado mundial capitalista. Ese gobierno se opuso a los grandes capitalistas locales y al imperialismo, que lo sabotearon por todos los medios posibles, incluso insurreccionales, y no tuvo nunca el apoyo de las clases y sectores procapitalistas, que emigraron. Además, contra sus previsiones y su voluntad se vio obligado a apoyarse en la Unión Soviética y en partidos que huían de la revolución como de la peste y que declaraban que su objetivo era la mera coexistencia pacífica con el imperialismo y a eso sometían todo lo demás, incluida la independencia cubana, como lo demostraron en 1962 en la famosa crisis de los cohetes.
Fidel Castro pasará pues a la historia, junto a José Martí, como el líder de la última revolución de independencia latinoamericana, que fue y sigue siendo una revolución democrática, nacional, antimperialista con dinámica anticapitalista. No es ni ha sido nunca un teórico socialista sino un gran revolucionario y hombre de Estado cubano. Esa es su fuerza pero también su debilidad. En efecto, no se puede hacer un balance de la política de los revolucionarios cubanos prescindiendo del peso de la personalidad y de la formación teórica de sus dirigentes, incluso de los mejores de ellos, como Fidel Castro o el Che Guevara. Un mero artículo periodístico, por supuesto, no basta para lo que debería ser tarea de una obra documentada (no de una de las habituales hagiografías), pero trataré de esbozar algunas líneas en la segunda parte de esta nota.

Los primeros 50 años de revolución en Cuba

Con una permanente movilización y protagonismo del pueblo cubano –en sintonía con una dirigencia sensible y consensuada–, esta revolución ha tenido la habilidad y la fortaleza de resistir con éxito al poder imperialista más poderoso y destructivo que haya conocido la humanidad.
Gilberto López y Rivas
El primero de enero próximo se cumplen 50 años del triunfo de la revolución en Cuba. El proceso de transformación económica, social, política, ideológica y cultural que da inicio en 1959 en la mayor de las Antillas no tiene parangón en América Latina. Con una permanente movilización y protagonismo del pueblo cubano –en sintonía con una dirigencia sensible y consensuada–, esta revolución ha tenido la habilidad y la fortaleza de resistir con éxito al poder imperialista más poderoso y destructivo que haya conocido la humanidad, el cual ha pretendido someterla por las vías militares abiertas y encubiertas, bloqueos económicos, políticos y diplomáticos, y por medio del apoyo permanente a grupos contrarrevolucionarios que actúan en el interior y fuera del país.
Cuando se observa en retrospectiva esta resistencia a la acción demoledora de Estados Unidos y a sus aliados; cuando se hace recuento de los numerosos procesos revolucionarios, democráticos y aún tímidamente nacionalistas abortados por la acción conjunta de fuerzas internas y los conocidos instrumentos subversivos estadunidenses, se constata lo inconmensurable de la tarea realizada por este pequeño país que ha decidido soberanamente su destino durante cinco largas décadas.
La revolución cubana tuvo que enfrentar también la desaparición de la Unión Soviética y del bloque económico y político de Europa del este, aliados político-militares y socios comerciales vitales para su seguridad y economía. Cuba salió airosa de esta prueba porque la experiencia socialista desarrollada en la isla se fundamenta en la realidad nacional y se enraíza en la ética y en el internacionalismo como políticas de Estado.
Este factor ha sido la base de la importante ayuda solidaria brindada a los movimientos de liberación nacional en América Latina, África y Asia, misma que se expresa en la actualidad en la presencia de técnicos y médicos cubanos en decenas de naciones en el mundo entero, todo lo cual ha redundado también en el conocimiento –en el terreno– de las realidades trágicas del capitalismo y el imperialismo de los cubanos que han participado en tareas internacionalistas a lo largo de estos años.
No obstante, el secreto de la longevidad del proceso revolucionario cubano se encuentra en su capacidad para hacer coincidir la radicalidad estratégica en el rumbo colectivista, con el mayoritario apoyo popular a las medidas tomadas en cada etapa de la revolución: las reformas agraria y urbana, la nacionalización de las empresas mayoritariamente estadunidenses, la declaración del carácter socialista de la revolución en el marco de un cruento sabotaje del imperio, la campaña de alfabetización, la edificación de fuerzas armadas, milicias y de seguridad pública de extracción y contenido nacional-popular, la gratuidad de los servicios públicos y la búsqueda de la excelencia en ámbitos básicos de la vida humana: salud, educación, cultura, arte, deporte, ciencia, técnica, investigación científica, etcétera. Sin el apoyo popular mayoritario al régimen socialista y sin la participación de la población en la defensa, la economía y el bienestar social, no es posible comprender la vitalidad de una revolución que no ha traicionado los principios martianos que constituyen la levadura de su identidad fundacional.
Siendo el pueblo cubano el principal artífice de esta gesta, es necesario reconocer el papel jugado por Fidel Castro, quien como revolucionario, estadista e intelectual orgánico ha estado siempre a la altura de las necesidades y los intereses del proceso de transformaciones.
Enemigo de la rutina, en permanente lucha contra todo conformismo, Fidel educó a varias generaciones de cubanos en las cualidades que el canciller Pérez Roque identificó en inspirado discurso: su concepto de la unidad como precondición del triunfo; la ética como razón de Estado, que no asume que el fin justifica los medios, no acepta que los revolucionarios torturen o asesinen, no imita los métodos de los enemigos; el desprendimiento por las cosas materiales, los homenajes y las vanidades; la solidaridad entregada como deber y no como arma de influencia política o instrumento del interés; la coherencia en los principios y los principios por encima de los intereses; el ejemplo personal, no pedir a la gente lo que no se está dispuesto a hacer antes; asumir las responsabilidades con derecho a más sacrificios y restricciones, y no a prebendas y canonjías; la verdad como arma y condición para ser respetado; la sensibilidad de sentir por los otros: de sentir como propio el dolor o la angustia de otros; nunca dejar de sentirse un ser humano capaz de comprender por lo que pasan los demás; la modestia, la ausencia de vanidad como aspiración de los revolucionarios; el afán de leer, estudiar y aprender; el rigor personal, el deber con las responsabilidades, de que las cosas salgan bien porque es el compromiso con el pueblo, con la causa que se defiende; la derrota no es tal hasta que no es aceptada, siempre existe la posibilidad de revertir una derrota; la aspiración a la justicia para todos, sin fronteras, como causa universal; la fuerza de las ideas, la convicción de que una idea justa puede más que un ejército; la ausencia total de odio hacia cualquier persona; odio profundo hacia la injusticia, la explotación, la discriminación racial, pero no hacia las personas, aun si son o han sido enemigos.
Este legado, que forma parte sustancial de la actual “batalla de las ideas”, es la clave para entender este 50 aniversario de la revolución cubana que se conmemora en el mundo entero y que para los latinoamericanos es motivo de orgullo y de compromiso solidario. Felicidades, hermanos y hermanas de un pueblo digno y valeroso. ¡Los cinco héroes volverán a la patria!

El conflicto CUBA–EE.UU. desde el umbral del siglo XXI

Algo han cambiado las cosas desde que comenzó este conflicto, pero la agresividad continúa, aunque la maquinaria no haya a logrado funcionar como EE.UU. la diseñó.
Esteban Morales / LA JIRIBILLA
(En la ilustración, una caricatura del año 1901 sobre el significado de la Enmienda Platt para Cuba)
El conflicto entre Cuba y EE.UU. no comenzó en 1959, como particularmente muchos ideólogos de ese país pretenden hacernos creer.
Ese conflicto comenzó desde el siglo XIX (1805-1823), cuando las administraciones norteamericanas comenzaron a formular políticas para poner en cautiverio preventivo a la nación que un día emergería de la entonces colonia de España.
Es de sobra conocido que desde esa época EE.UU. ya había diseñado la política a seguir con Cuba. Esta última tenía como núcleo esencial apoderarse de la Isla, conjuntamente con la Isla de Pinos y demás cayos e islas adyacentes, haciendo de ellas una extensión del territorio continental de la emergente nación norteamericana. Cuba, según la concepción geográfica de las elites de poder norteamericanas de la época, era el resultado de la sedimentación de las arenas del Mississippi.
Tales ideas estuvieron siempre presentes, con muy limitadas excepciones. Formaron parte del pensamiento de los Padres Fundadores de la nación norteamericana, por lo cual la lucha que Cuba ha tenido que librar por más de 200 años para llegar a ser una nación independiente, no ha sido entonces solo contra una clase política o un conjunto de administraciones, sino más que ello, contra una cultura política dominante, dentro de la cual el archipiélago cubano siempre aparece como parte del territorio continental de la nación norteamericana. Leer más...

Eduardo Galeano: "Toda riqueza se nutre de alguna pobreza"

En esta entrevista, el escritor y periodista Eduardo Galeano habla de los cafés, de la crisis económica mundial, de América Latina, Bagdad, las palabras traicionadas y de la poca originalidad de los medios de comunicación que tienen menos capacidad de decir lo suyo. "Nos mean y la prensa dice llueve".
Luis Zarranz, Florencia y Francisco Silio / Agencia Rodolfo Walsh
Cuando era chico y ser periodista era cosa del futuro lejano, me dije que entrevistar a quien ahora baja del ascensor era mi máxima aspiración. La anécdota sirve, como pocas, para reflejar la admiración que nos despierta el entrevistado y sería totalmente injusto omitir el dato, sabiendo lo fácil que usted se dará cuenta al leer la entrevista, ajena a todo manual del entrevistador: ahí donde decía que debíamos interrumpirlo, lo hemos dejado hablar. Donde estaba escrito eso de que "un buen periodista no muestra sus sensaciones", hemos hecho el esfuerzo para que estuvieran a flor de piel.
La reflexión sobre esta experiencia, cosa que los manuales tampoco aconsejan hacer, nos arrojó una interesante conclusión: la subjetivación del hecho periodístico, ya de una manera intencionada, nos permitió no sólo saborear el momento sino merodear la esencia de quien teníamos enfrente, pero sentimos de nuestro lado.
La puerta del ascensor se abre en la planta baja de este refinado hotel de pretenciosa arquitectura y decoración, pero de escaso buen gusto. De él baja el único pasajero que transporta, procedente del décimo piso: pantalones de jeans, camisa azul turquesa. Por debajo, una camiseta negra. Por encima, un pulóver en forma de mochila, colgando sobre sus hombros y cayendo por la espalda.
Camina lento. No hay apuro en él. Las manos abrazadas por detrás, a la altura de la cintura. Un paso y otro, mirada marinero hacia el frente. Uno percibe una armonía entre ese tempo de cada paso, entre esa manera tan reflexiva de caminar y el intelectual que es, que ya, a prima vista, se siente trasladado a otro espacio y no en el anexo del Hotel Hermitage que lo hospeda en estos primeros días de la IV Feria del Libro de Mar del Plata, en la que es uno de los invitados ilustres y el encargado de la apertura.
Transitamos los quince metros que nos distancian desde el mostrador del lobby hasta su persona, es justo reconocerlo, con mucha más prisa, ansiedad y expectativa que él. Nos saludamos e intercambiamos las primeras palabras: que el tiempo está loco, que es extraño para la época el frío y el viento que hay hoy, y otras vaguedades climáticas.
Caminamos por el hotel, ya metidos en su ritmo, en busca de un lugar agradable y tranquilo donde poder sentarnos a conversar, actividad que los tiempos actuales desprecian. Ese sitio será el exclusivo café para huéspedes, donde los (pocos) que están presentes no hablan entre ellos sino con un alguien vía celular. Ninguno de ellos repara en la presencia de Eduardo Galeano. Es probable que, incluso, no sepan de quién se trata ni quieran saberlo.
Hombres de negocios, negocios de hombres: la presencia femenina es nula. Cada uno de ellos actúa tal como se espera que actúen en un ambiente como éste. El salón es, en efecto, una millonada de clichés, de poses y de gestos comunes. Somos nosotros y él los únicos que desentonamos con la geografía y eso más que una pena, genera orgullo.
Antes que el grabador se encienda, uno ya se siente complacido de estar a punto de cruzas palabras (de eso se trata) con quien ha hecho de ellas alquimia de sueños, dolores, alegrías, tristezas y las ha incorporado a la vida cotidiana. Este viaje relámpago a la Feliz con el exclusivo objetivo de entrevistar al escritor de Las Venas Abiertas de América Latina, El libro de los Abrazos, Patas Arriba y el reciente Espejos, entre muchísimos otros a través de los cuales ya hablamos con él; los intercambios de correos electrónicos, el llamado al celular para avisar(nos) que lo habían cambiado de "tapera", un decir galeanesco para referirse a estos hoteles de múltiples estrellas: todo queda en el pasado en el silencio que pregona la primera pregunta. Leer más...

Cumbres liberadoras

Las cumbres de Brasil evidenciaron como nunca antes, que un cambio de época ha tenido lugar en las tierras de la América mestiza y que las ideas libertarias de Bolívar y Martí han retornado, esta vez en busca de la segunda y definitiva independencia.
Nidia Díaz / TeleSUR
La I Cumbre de América Latina y el Caribe y las que la acompañaron del MERCOSUR, UNASUR y del Grupo de Río, celebradas en Salvador de Bahía, Brasil, los días 16 y 17 de diciembre últimos, marcaron un momento de trascendencia mundial - más allá del continente-, y señalaron un antes y un después en la accidentada historia de esta región, fundamentalmente en sus relaciones con el poderoso vecino imperialista del Norte.
Las cumbres de Brasil evidenciaron como nunca antes, que un cambio de época ha tenido lugar en las tierras de la América mestiza y que las ideas libertarias de Bolívar y Martí han retornado, esta vez en busca de la segunda y definitiva independencia.
Al margen de las diferencias políticas e ideológicas que existen en ese amplio conjunto de 33 países que se dieron cita en Salvador de Bahía con la exclusión consciente del tutelaje estadounidense o la sombra cómplice de Canadá u algún que otro representante del viejo colonialismo, lo cierto es que pesaron más los lazos históricos, culturales y de otra índole en el objetivo de alcanzar plataformas comunes, que van desde los esquemas de integración económica y comercial solidarios hasta las decisiones políticas de más largo alcance y profundidad como fue la declaración unánime contra el bloqueo yanki a Cuba y el ingreso pleno de nuestro país al Grupo de Río.
Ambas decisiones convalidaron una importante reivindicación histórica, aislaron totalmente las posiciones del gobierno de los Estados Unidos respecto al tema, y mostraron que no es posible una nueva política latinoamericana desde Washington si antes no se resuelve la "asignatura pendiente" cubana, esto es, el levantamiento del bloqueo y el restablecimiento de relaciones diplomáticas o la apertura de negociaciones sobre bases de absoluta igualdad y respeto mutuo para poner fin al absurdo diferendo iniciado por el imperio contra la Isla hace ya más de 50 años.
La totalidad de América Latina y el Caribe, de forma unánime, arribó a tales conclusiones y lo plasmó en las declaraciones final y especiales de esos encuentros que consiguieron por primera vez en casi 200 años reunir, -como afirmó el presidente Lula-, a latinoamericanos y caribeños sin tutelaje de ninguna especie.
Especial significación tuvieron, además, las decisiones adoptadas por la Cumbre de UNASUR de crear el Consejo de Defensa Sudamericano y el Consejo Sudamericano de Salud. El primero, porque no podría obviarse el hecho de la fuerte presencia militar estadounidense en la región, acompañada ahora por la IV Flota de la Marina yanki. El Consejo de Defensa Sudamericano será una garantía en la defensa de la soberanía latinoamericana y caribeña, amenazada más de una vez por lo que eufemísticamente se denominó Tratado Interamericano de Defensa (TIAR) cuyo signo injerencista nunca engaño a nadie.
El Consejo Sudamericano de Salud vendrá a resolver urgentes problemas en esa materia en un momento en que el camino a su solución ha sido avalado por la experiencia cubana en esa área y su puesta en práctica en muchos países de la región por el internacionalismo y la solidaridad de la Revolución Cubana. Palabras de elogio en ese sentido tuvieron varios mandatarios quienes destacaron a la Operación Milagro como un ejemplo que pudiera extender en beneficio de todos.
Hubo coincidencias sobre la necesidad de crear una arquitectura financiera en la que nuestra región no sea espectadora sino protagonista y en ese camino asumieron la creación de una moneda común en las relaciones comerciales interregionales y la prioridad de enfrentar la crisis económica y financiera mundial poniendo a salvo a los sectores más vulnerables de la sociedad para garantizar la continuidad de los programas de justicia social. Importante resultó el principio que reconoce el derecho de los Estados a construir su propio sistema político, libre de amenazas y medidas coercitivas unilaterales.
Finalmente, los mandatarios de América Latina y el Caribe se dieron cita para febrero del año 2010, en México, en el simbólico aniversario de la primera independencia alcanzada entonces por varias naciones de la región y darle vida a una nueva organización, con reglas y principios propios que pudiera llamarse Unión Latinoamericana y Caribeña u Organización Latinoamericana y Caribeña en la que no habrá espacio para intereses foráneos sino sólo para los pueblos de Nuestra América, dejando atrás los tiempos de la desprestigiada Organización de Estados Americanos. Es el precio que, obviamente, ha tenido que pagar la OEA, por haberse convertido en un ministerio de colonias, aunque nunca para apegarnos a la verdad nunca tuvo otros objetivos.
El regreso de Cuba a la concertación latinoamericana y caribeña, la construcción de una nueva integración sobre bases solidarias sin condicionamientos políticos entre sus miembros y la evidente muerte oficial de la OEA, constituyen, sin duda, las más altas expresiones de esta nueva hora latinoamericana y caribeña a cuyas páginas tendrán que acudir las generaciones venideras cuando busquen los momentos más trascendentes que iniciaron la caída del Imperio norteamericano.

“Prensa libre” contra democracia en Paraguay

En el Paraguay actual se constituye una vez más el dilema sabiamente detectado por Maquiavelo: quien quiera introducir cambios en el orden social sólo podrá hacerlo si se apoya en el pueblo, nunca en los ricos y poderosos... Lugo y sus partidarios tienen por delante una labor titánica: concientizar, organizar y movilizar al campo popular.
Atilio Borón / Página12
(En la fotografía, una manifestación del Movimiento de los Sin Tierra de Paraguay).
Ni siquiera el más distraído visitante del Paraguay puede dejar de advertir el carácter sistemático y malicioso de los ataques que la “prensa libre” le prodiga día a día al nuevo presidente de ese país, el ex obispo Fernando Lugo. Transcurridos escasos cuatro meses de su mandato esa prensa -que había hecho gala de servilismo y venalidad, aparte de cobardía, durante el largo reinado del dictador Alfredo Stroessner- ahora se ensaña con el primer presidente genuinamente democrático de esa sufrida nación mediterránea.
¿Cuál es la razón de esta infamia? Muy simple: Lugo está dando los primeros pasos en dirección a un cambio social que beneficie a los excluidos y oprimidos por el régimen dictatorial y sus herederos. Pese a las durísimas restricciones financieras y administrativas dejadas por sus predecesores Lugo se las ingenió para restituir la gratuidad del hospital público, que había sido privatizado mañosamente por los herederos del stroessnismo; lanzó una campaña integral de vacunación infantil poniendo fin a décadas de criminal abandono y garantizó a los pacientes la gratuidad de los análisis clínicos. Aparte de eso lanzó una lucha frontal contra la corrupción enquistada en las más altas esferas del estado por Stroessner y sus secuaces con la complicidad –necesaria, permanente, ineludible- de las grandes empresas y grupos económicos que de ese modo pudieron saquear al país sin sobresaltos.
Conviene recordar, sobre todo en la desmemoriada Argentina, que no hay estado corrupto sin contraparte corruptora. No son los pobres y los desamparados quienes corrompen a gobiernos y al alto funcionariado estatal; quienes sí lo hacen son las “fuerzas del mercado” que idealizan los publicistas del liberalismo viejo y nuevo. Por si había alguna duda el reciente caso de Siemens, empresa símbolo de la pulcra y transparente Alemania, lo comprueba irrefutablemente. Otro que debe haber sobornado a funcionarios públicos y gobernantes estadounidenses a diestra y siniestra es Bernard L. Madoff, CEO de la Madoff Investment Securities, que organizó la más colosal estafa en la historia mundial del capitalismo pese a estar sometido a la atenta vigilancia de la Securities Exchange Commission y a obtener de parte de otros bandidos como él, las llamadas “calificadoras de riesgo”, el más alto puntaje concedido a una compañía inversora. Todavía no aparecieron los nombres de los corruptos que, desde las agencias del estado norteamericano, hicieron posible tan fenomenal estafa. Pero seguramente van a aparecer. En fin, toda esta historia de corrupción no es nada nuevo bajo el sol del capitalismo.
Pero Lugo se propuso algo más: fortalecer la integración del Paraguay a la región y reconquistar para su país la soberanía de los recursos naturales, y especialmente su inmensa riqueza hidroeléctrica. De ahí sus escabrosas y difíciles negociaciones con el Brasil en torno al precio de la electricidad generada por la represa de Itaipú y las conversaciones en ciernes para lograr lo mismo de la Argentina en relación a la de Yacyretá.
Por elemental que pueda parecer este programa de recuperación de la soberanía y posicionamiento en el proyecto del MERCOSUR no esta exento de dificultades. Mientras el Presidente Lula declara la necesidad de que Brasil colabore con el Paraguay, el establishment de Itamaraty hace caso omiso de sus bellas palabras y actúa como un sórdido e intransigente delegado al servicio de las clases dominantes brasileñas y de lo que ellas consideran el “interés nacional” de ese país: perpetuar la expoliación de la energía paraguaya. Esta duplicidad es favorecida, entre otras razones, por algunas desafortunadas expresiones del Presidente Lula en el sentido de que el leonino Tratado de Itaipú (firmado por los dictadores Stroessner y Garrastazú Médici en 1973) no debía ser revisado, lo que prorrogaría indefinidamente el saqueo energético del Paraguay a manos de lo que un brillante sociólogo y economista del Brasil, Ruy Mauro Marini, acertadamente definiera como “el sub-imperialismo brasileño”. La inflexibilidad y el autoritarismo de estos negociadores contradicen flagrantemente la solidaridad internacional necesaria para efectivizar la proclamada intención de Lula de integrar a las naciones sudamericanas en una nueva organización regional. En más de una ocasión sus representantes amenazaron con suspender las negociaciones y postergar toda discusión sobre el tratado hasta el momento de su expiración, en el año 2023, algo que ni siquiera lo hizo la Casa Blanca con Omar Torrijos en su disputa sobre el Canal de Panamá. Obviamente que conductas de este tipo no son demasiado propensas a favorecer la consolidación del bloque de naciones reunidas en el UNASUR. Los funcionarios paraguayos confían, en función de ciertas declaraciones de la Presidenta Cristina Fernández, que la inminente discusión en torno a Yaciretá transite por un sendero definido a partir de premisas marcadas por otros valores.
Por eso el caso de Itaipú se ha constituido en un verdadero escándalo. Paraguay es propietario del 50% de la central hidroeléctrica y por tal motivo es dueño de la mitad de los 90.000 millones GWh que allí se generan. Pero en la práctica utiliza sólo 7.000 millones de GWh, lo que logra satisfacer el 95% de un consumo muy escaso, producto precisamente de un atraso económico y social que es imprescindible revertir y que Lugo no podrá hacerlo sin la activa colaboración y solidaridad de los gobiernos de Argentina y Brasil. Los restantes 37.000 GWh generados por la represa son cedidos a Brasil, que paga la ridícula suma de 2,80 dólares el kilowat por la cesión de esa “energía sobrante” que luego la empresa estatal Electrobrás vende a un precio superior a 60 dólares en el mercado brasileño, excepción hecha de los grandes consumidores industriales del fluido eléctrico que se benefician con generosos subsidios. Los paraguayos, con toda razón, quieren renegociar tan ridículo precio, apenas unos centavos superior al fijado en 1973 cuando el dólar valía mucho más que lo que vale hoy.
Dadas todas estas circunstancias: nueva política social, lucha contra la corrupción, integración regional y recuperación de la soberanía, no sorprende que la Cámara de Diputados del Paraguay –reducto de la partidocracia tradicional y en el cual el oficialismo cuenta apenas con dos representantes de los ochenta que la constituyen- esté contemplando la posibilidad de iniciar un juicio político contra Lugo. Lamentablemente el actual presidente no pudo hacer lo que sí hizo Rafael Correa en el Ecuador: decir abiertamente que clausuraría el Congreso y convocaría a una asamblea constituyente. No pudo hacerlo no por falta de coraje sino porque su propuesta renovadora fue recibida con incredulidad por gran parte de la dirigencia política de izquierda que no creía se pudiera derrotar al coloradismo, y ahora se ven las consecuencias. Para la derecha paraguaya y sus socios fuera del país Lugo está atacando demasiados intereses fuertemente arraigados en las clases dominantes y sus representantes políticos y burocráticos en el aparato estatal, todo esto convenientemente aceitado con altas dosis de corrupción. En los pasillos del Congreso se comenta que se necesitan apenas ocho votos más para lograr el número suficiente para aprobar el juicio político contra Lugo, lo que abriría una caja de Pandora cuyas consecuencias son difíciles de imaginar. La semana pasada, sin ir más lejos, este “órgano de la democracia” rechazó una iniciativa del Ejecutivo que se proponía establecer un impuesto a la renta personal, cosa que al día de hoy no existe en Paraguay.
Lugo está siendo asfixiado financieramente y el Congreso no le da respiro. También rechazó una ley que prohibía la utilización de agrotóxicos en un país cuya “sojización” avanza descontroladamente arrasando cuanto se opone a su paso. Empresarios argentinos y sobre todo brasileños son los adalides de este proceso, y las fuerzas armadas de Brasil, en otro gesto que pinta de cuerpo entero las intenciones de Brasilia, fueron movilizadas a la frontera para defender la propiedad privada de los empresarios sojeros brasileños amenazados por el creciente protagonismo de los campesinos sin tierra de Paraguay. En síntesis, el Congreso con la complicidad de los medios busca aplicar lo que en su tiempo Richard Nixon recomendara para destruir al gobierno de Salvador Allende en Chile: desangrar a la economía y debilitar las bases materiales del nuevo gobierno para impedirle financiar sus políticas reformistas y, de paso, propinarle un ejemplar escarmiento por su osadía. Esta escalada de agresiones no inmuta a la “prensa libre”, preocupada por criticar implacablemente al gobierno.
En este cuadro Lugo no tiene otro camino que apelar a la voluntad popular, explicando incansablemente su programa de gobierno; promoviendo activamente la concientización y la organización de las clases y capas populares para resistir la ofensiva destituyente lanzada por la derecha paraguaya y sus amigos extramuros, y movilizando a sus partidarios para derrotar en las calles lo que los viciados y viciosos mecanismos institucionales están a punto de concretar en el Congreso. En el flanco externo, el presidente paraguayo tendrá que exigir de sus socios regionales, y muy especialmente de Brasil y Argentina, que actúen en concordancia con sus dichos y que sus propuestas integracionistas y regionalistas se traduzcan en ayudas concretas y materiales al proceso de construcción democrática en curso en el Paraguay. En ese sentido Brasilia y Buenos Aires debían tomar sin dilaciones, ya mismo, la iniciativa de redefinir adecuadamente los tratados y las normativas vigentes para Itaipú y Yaciretá de suerte tal que permita acrecentar considerablemente, en un pie de igualdad, los recursos financieros que producen esos dos enormes emprendimientos hidroeléctricos. Si tal cosa se lograra la viabilidad económica del proyecto de Lugo estaría asegurada. El tiempo dirá si la solidaridad internacional tantas veces aludida por los gobiernos de Argentina y Brasil asume rasgos concretos y efectivos. Sería deplorable corroborar que aquella quedó reducida a un vano palabrerío para consumo exclusivo de las buenas almas del progresismo.
En el Paraguay actual se constituye una vez más el dilema sabiamente detectado por Maquiavelo: quien quiera introducir cambios en el orden social sólo podrá hacerlo si se apoya en el pueblo, nunca en los ricos y poderosos cuyas instituciones fueron precisamente diseñadas para impedir que tal cambio se produzca. Lugo y sus partidarios tienen por delante una labor titánica: concientizar, organizar y movilizar al campo popular. Si desisten de esta tarea las tensiones sociales acumuladas seguramente se desatarán al margen de la voluntad presidencial dando lugar a una movilización anómica -sin estrategia, ni táctica, ni conducción coherente- que terminará facilitando los planes de la derecha y de los intereses que mantuvieron postrado al Paraguay por tan largo tiempo. La habilidad del gobierno y la madurez de las fuerzas de izquierda y progresistas de ese país son quienes tendrán la última palabra. Es de desear que actúen no sólo con valentía, como lo han hecho hasta ahora, sino también con sensatez y perspicacia, condiciones estas necesarias para derrotar a enemigos tan poderosos como los que se han entronizado en su patria.
Versión abreviada del artículo enviado para su publicación en Página/12, de Buenos Aires

“En el TLC, México no defendió el cine como materia cultural”

Nuestra industria, por debajo de la brasileña y la argentina, afirmó María Novaro. El siguiente paso es renegociar el acuerdo, señaló en entrevista la cineasta. La recién aprobada Ley de Fomento al Cine del DF es muy positiva para nuestro quehacer, celebró.
Arturo Cruz Bárcenas / LA JORNADA
“Desde la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) la cinematografía de México está en desventaja respecto de la industria de Hollywood, pues no se negoció el cine como institución cultural. Hasta Chile lo defendió como tal. El siguiente paso en nuestro país es exigir que se revise el TLC en la materia”, expresó en entrevista la directora María Novaro.
Signar dicho acuerdo ha provocado que las cinematografías de Brasil y Argentina estén muy por encima de la de México, “en números, por lo menos, aunque este 2008 fue muy bueno, porque el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) se ha puesto las pilas, a pesar de las legislaciones negativas”.
–¿Qué falta?
–De fondo, la renegociación del TLC en materia de cultura. Siempre que se habla de eso parece que se trata de algo inamovible.
“El gobierno de Felipe Calderón no revisa nada, ni en lo respectivo a los agricultores; está desmantelando el campo mexicano. El TLC es un abuso; fue diseñado con un tipo de política económica, la cual ha demostrado que está en crisis; apostaba todo al mercado... ¡y se está derrumbando!
“Éste es un buen momento para seguir en la pelea por la renegociación.”
Hay avances
La directora de Danzón expuso que la Ley de Filmaciones del Distrito Federal (aprobada por la Asamblea Legislativa el pasado 11 de diciembre) dará coherencia, orden, reglas del juego claras para ayudar a combatir la corrupción; “es nuestra manera de apropiarnos de la ciudad. Lo que más festejo es la Ley de Fomento del Cine del Distrito Federal, pues establece una red de salas muy amplia en la ciudad, donde las películas mexicanas van a tener garantizadas 10 semanas de exhibición.
“Eso me parece un cambio fundamental para nuestro quehacer, porque desde 1994 jugábamos con unas reglas terribles para nuestro cine, por estar inmersos en una ley del mercado totalmente descarnada, que nos hace jugárnosla con nuestras películas en los circuitos comerciales, cuya regla es que no duremos más de dos semanas en cartelera, sin publicidad, con malas salas, con mala difusión y nos botan de inmediato.
“Hemos hecho mil cosas para tratar de combatir esa situación, pero como está avalado por la legislación del Tratado de Libre Comercio no hemos podido hacer nada. Eso ha sido brutal para el cine mexicano.
“Al garantizar un circuito de salas, la Ley de Fomento es positiva. ¡Durante 10 semanas!; eso nos da un respiro y nos permite pensar que nuestras películas sí podrán ser vistas por el público mexicano.
“El público del país debe tener acceso a salas menos costosas que las que existen ahora, porque: ¿cuántos mexicanos de esta ciudad no pueden ir al cine porque no les alcanza el dinero?; se volvió elitista.
“Si yo ahora hubiera estrenado Danzón no me hubiera ido como me fue entonces. Del público, sólo unas franjitas pueden pagar, no sé, 500 pesos. Se acabó desde hace tiempo el cine de barrio, el cine para la familia. Se convirtió en una capa que, aunque es interesante para los negocios, es muy restringida.
“Con la Ley de Fomento habrá salas en todos los rumbos de la ciudad para ver cine mexicano, pero dependerá de nosotros, de la comunidad cinematográfica, que hagamos que esas salas estén en buen estado y que peleemos por que la difusión sea adecuada.
“Otra cosa que me encanta sobre la Ley de Fomento es que establece un punto para la investigación y la difusión de nuevas tecnologías, que básicamente son formatos para hacer cine, sobre todo de video de alta definición, que hacen mucho más accesible la producción. Ésta es una cuestión importantísima para la democratización del cine.
“Las nuevas tecnologías nos dan las herramientas para producir más barato y, por tanto, con más libertades creativas, con menos censura, y contar historias que realmente signifiquen más para nuestra ciudad y nuestra gente. Eso me encanta.”
–¿Se apoya más a las trasnacionales que a los mexicanos?
–En términos de locaciones, siempre quien tiene más dinero tiene más facilidades. Cuando uno no trabaja con grandes productoras o no se cuenta con apoyo de Hollywood se tienen más dificultades, pero con esta nueva legislación las oportunidades las podemos pelear en igualdad de condiciones. Nos da herramientas para que, no por la vía de tener atrás de nosotros grandes cantidades de dinero y megaproducciones, podamos seguir las reglas del juego más coherentes.
“Para mí hay dos tipos de cine: el que es de Hollywood y el que no, el de cualquier país del mundo. He estudiado y he conocido cinematografías de muchos países, como Francia, Argentina, Brasil, España, las cuales tienen un montón de legislaciones que favorecen su cinematografía, pero en México eso no lo tenemos. Eso, desde la firma del TLC.”
Regresar a esquemas que nos hicieron crecer
Reconoció la labor de Víctor Hugo Rascón Banda y de María Rojo para el logro de tales leyes locales, así como de legisladores como Tomás Pliego.
Añadió que la ciudad de México es compleja y rica en cuestiones culturales.“Para los que la vivimos es como una adicción, y no nos queremos separar de ella. Tenemos que buscar que se realice lo que queremos, para lo cual hay que luchar. Ahora debemos cuidar las salas y que se respeten los bajos precios. Hay que regresar a los esquemas que funcionaban e hicieron crecer a México; nos hicieron mejores personas. Con lo de la crisis económica ya se dieron cuenta de que el mundo no es como pensaban. El mundo se les está desmoronando.
“El cine comercial se seguirá haciendo y yo soy la primera que estará ahí para verlo, pero no es el único que hay que hacer. Puede realizarse uno que nos exprese y dé identidad.”
En el Distrito Federal, Novaro filmó su primer largometraje, titulado Lola, en 1988; antes, Azul celeste, corto de media hora sobre los barrios de Santa Fe; luego Danzón, sobre los salones de baile.
“Ahora estoy terminando Las buenas yerbas, que está ubicada en el sur de la ciudad, muy relacionada con Ciudad Universitaria (CU). El personaje es una investigadora de CU. Retrata mucho la zona ecológica de ahí y el Pedregal. Espero que salga en marzo; está hecha en alta definición.
“Estoy en el sonido. Actúan Úrsula Pruneda, Ofelia Medina, Ana Ofelia Murguía, Alberto Estrella, Gabino Rodríguez, Miriam Balderas, entre otros. La historia trata sobre una madre y una hija, y de cuando una de ellas se enferma. Una es etnobotánica y ha dedicado su vida a estudiar la herbolaria azteca, dedicada a entender lo que los antiguos llamaron ‘las plantas curativas del alma’. Ya soy experta en tecitos.”

El nuevo movimiento de los movimientos

Una nueva entrega de la colección Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano, preparada por CLACSO.
Antonio Negri
El movimiento de los movimientos nace, justamente, sobre una base que tiene el carácter de novedad teórica. Por lo tanto, se trata de interpretar la nueva figura que la democracia asume, la nueva figura del capitalismo y la nueva figura del poder; es decir, los límites de la democracia, los límites del desarrollo capitalista y los limites de la definición del poder moderno.
Recordemos que cuando el movimiento de los movimientos se presenta, expresa esencialmente una reivindicación democrática, una radicalización de la democracia, teniendo en cuenta los limites conceptuales y prácticos que la democracia presenta. ¿Qué significa esto? Significa que lo que se pone en discusión son, en general, los grandes temas fundamentales de la democracia, particularmente el tema de la representación. Sobre la representación se ejerce precisamente la primera gran experiencia de critica del movimiento. Leer más...

domingo, 21 de diciembre de 2008

Nuestra América en 2008: El fin de la hegemonía estadounidense

Durante el año que concluye presenciamos el fin de ese “paréntesis de locura” que constituyó el neoliberalismo. En el 2008, la balanza política parece haber continuado su oscilación de regreso a favor de la refundación de Nuestra América por unos pueblos que son progresivamente sujetos protagonistas de su propia historia.

Carlos Rivera Lugo * / Semanario CLARIDAD, Puerto Rico.

La dialéctica siempre ha tratado a la América nuestra con cierto prejuicio. A Hegel le parecía una región sin historia propia, obligada a caminar a partir de un mestizaje que obstruyó las emanaciones positivas de la conquista europea. Para el filósofo alemán, la historia humana era patrimonio exclusivo de los conquistadores.
Semejante prejuicio encontramos también en Carlos Marx cuando enjuicia la gesta independentista bolivariana. Según éste, Bolívar “como la mayoría de sus compatriotas” es incapaz de todo esfuerzo de alcance histórico. Los éxitos militares bolivarianos eran atribuibles fundamentalmente a un puñado de oficiales británicos. Para Marx, Bolívar era el “canalla más cobarde, brutal y miserable”, un aristócrata bonapartista advenido en dictator oportunista y demagogo que existía en función de su dominio de las mañas propias de la “viveza criolla”. Vivía del mito sobre su figura creado por la imaginación popular. Precisamente fue dicho mito popular lo que le convenció de que la independencia de América del Sur era obra de “pueblos sin historia”, en el sentido hegeliano, es decir, procesos de cambio caóticos e irracionales sin significación histórica alguna.
La Doctrina Monroe enunciada en 1823 por los Estados Unidos mediante la cual se decretó que la América toda, incluyendo la del Sur, era exclusivamente de los Americanos, leáse los estadounidenses, pretendió igualmente negarle a los pueblos de Nuestra América la posibilidad de una historia propia. En este caso, a Estados Unidos Hegel le otorgaba un mejor futuro para salir de la “prehistoria”, habiendo la colonización europea eliminado, para todos los fines prácticos, a los pueblos indígenas autóctonos de dicho territorio.
Conforme a ello, Washington se opuso tenazmente a los objetivos del Congreso Anfictiónico de Panamá, de 1824, para organizar una unión o confederación de las nuevas repúblicas independientes y extender la agenda liberadora bolivariana a través de toda la América nuestra, incluyendo Cuba y Puerto Rico.Ya para 1898, a partir de su resonante victoria en la guerra hispano-cubano-estadounidense, Estados Unidos completa su proyecto de expansión imperial y alcanza apuntalar definitivamente su hegemonía sobre las Américas, lo que para entonces considera su “destino manifiesto”.

¿Pueblos sin historia?

Desde entonces se nos ha condenado a vivir a merced de los designios imperiales como pueblos incapaces de gobernarse a sí mismos. Si tenía algún sentido hablar de que vivíamos en la “prehistoria”, era en todo caso a partir de nuestra resignación a dejarnos construir nuestra “subjetividad” por el Otro. Como “pueblos sin historia”, se nos pretendió reducir a pura naturaleza, es decir, fuerza de trabajo barata en territorios cuya única importancia son los abundantes recursos naturales que anidan en éstos. Puras fuerzas de producción para alimentar el desarrollo y el progreso de nuestros conquistadores, sean europeos o estadounidenses.
En lo político, el bloqueo y las continuas agresiones, desde 1962, contra la Revolución cubana y el golpe militar que auspició en Chile, en 1973, pretendieron poner fin a cualquier ilusión de que efectivamente la América nuestra podría construir un destino propio ajeno al impuesto desde el Norte. El llamado Consenso de Washington de los años noventa del siglo pasado, mediante el cual se pretendió imponerle a la América nuestra unas políticas de normalización financiera y económica neoliberal con el fin de una eventual integración nuestra a un Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Mediante éste se pretendía consumar la absorción permanente de nuestras fuerzas productivas, particularmente con la articulación de un sólo mercado bajo la hegemonía plena de Estados Unidos.
Sin embargo, la nueva era de expansión imperial pronto convocó, como era de esperarse, nuevas resistencias y construcciones de lo común. En 1982, se produjo la primera rebelión civil contra los efectos devastadores del modelo neoliberal: el Caracazo, protagonizado mayormente por los marginados de las barriadas populares de la capital venezolana. En 1994, insurgen los zapatistas en Chiapas, como expresión del despertar definitivo de los pueblos indígenas como sujetos políticos y la denuncia de ese arreglo de integración neocolonial del que se hacia México parte: el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
A través de la América nuestra se fueron fraguando una serie de luchas populares que no parecían estar a la altura del duro juicio de la dialéctica europea o la pragmática estadounidense, pero que irá madurando poco a poco hasta tomar por sorpresa a nuestros descalificadores tradicionales con un giro político a la izquierda que dará al traste con los planes imperiales. Hugo Chávez en Venezuela, Luiz Inácio Lula Da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina, serán la primera cosecha del nuevo siglo XXI. Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador, Tabaré Vázquez en Uruguay, Daniel Ortega en Nicaragua, Michelle Bachelet en Chile, Fernando Lugo en Paraguay, René Preval en Haití y Alvaro Colom en Guatemala, serán los frutos siguientes cosechados a partir de la nueva agricultura política emancipadora. Durante esta nueva era, sólo Colombia (Uribe), México (Fox y Calderón) y El Salvador (Saca) eligieron presidentes abiertamente estadounidenses. Ya para el 2005. Washington aceptaba a regañadientes la muerte de su proyecto imperial del ALCA.

El movimiento real de los de abajo

De repente, desatendiendo todos los juicios prepotentes de la dialéctica, los “de abajo”, ese nuevo rostro del proletariado histórico en nuestras ciudades y campos, centros laborales y comunidades, empezaron a hacer su propia historia a partir de sí mismos y su conciencia rebelde tal vez aún en ciernes pero armada a partir de una experiencia de vida que vale por mil tratados políticos. Desde otras latitudes podrán algunos tildarlo de “realismo mágico” u otros de “populismo de izquierda”, pero para nosotros representa el más auténtico proceso histórico de cambio, el que en última instancia tiene que reflejar no un ideal prefabricado con escasa relación a la realidad, sino que el “movimiento real que anula y supera el estado de cosas actual”, como bien admitían los propios Marx y Engels. Este “movimiento real” es la verdadera fuente de toda idea o teoría que valga en su pretensión de describir y entender la realidad nuestra. Nuestros pueblos han aprendido, a partir de lo vivido y sufrido en carne propia, que sólo en el transcurso de los hechos es que se puede ver si se transita finalmente en dirección a la construcción de una historia propia o si se sigue reproduciendo parámetros históricos que nos son ajenos.
El 11 de abril de 2002, los sectores populares derrotaron fulminantemente el golpe de Estado que Estados Unidos, bajo la presidencia de George W. Bush, consiguió armar contra Chávez, en complicidad con la oposición interna. Ya el 11 de septiembre del presente año, precisamente 35 años después del golpe contra el presidente chileno Salvador Allende en Chile, el gobierno de Bolivia expulsó de su país al embajador de Estados Unidos por estar conspirando para desestabilizar su gobierno. Venezuela hizo lo propio, tanto en apoyo a su aliado como en denuncia de la permamente conspiración estadounidense para desestabilizar al gobierno bolivariano. Al día siguiente, el presidente de Honduras, Manuel Zelaya, se solidarizó igualmente con Bolivia, negándose a recibir las credenciales del nuevo embajador de Washington en Tegucigalpa.
Precisamente en esa coyuntura y ante las denuncias de intervención estadounidense en Bolivia en apoyo a un movimiento secesionista concentrado en los departamentos que integran la llamada “media luna”, la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, convocó a una reunión de emergencia de los jefes de Estado y de gobierno de la recién constituida Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). Concientes de dolorosas experiencias históricas pasadas, en las que la resignación había sido la orden del día, el cónclave, celebrado simbólicamente en el Palacio de la Moneda en Santiago de Chile, expresó su pleno respaldo al presidente constitucional de Bolivia, Evo Morales, y advirtió que los estados miembros no tolerarán una ruptura contra el orden democrático y constitucional en dicho país. Producto de dicho encuentro, se ha potenciado la iniciativa para la creación de un Consejo de Defensa Sudamericano, como parte de una comunidad política y económica regional que aspira a constituirse en un bloque de poder con voz propia en el ámbito internacional.
Otro signo de estos nuevos tiempos: el gobierno de Zelaya en Honduras decidió, durante el presente año, incorporar a su país al Petrocaribe y a la Alternativa Bolivariana de los Pueblos (ALBA). Este último es el proyecto de integración regional promovido por Chávez y que contaba, hasta ese momento, con Cuba, Bolivia y Nicaragua como miembros plenos. La decisión de Honduras fue el resultado de gestiones infructuosas para obtener una serie de ayudas económicas de parte del gobierno de Estados Unidos y del Banco Mundial. Zelaya no tuvo reparos en caracterizar la decisión de la incorporación de Honduras al ALBA como una de significación histórica para su país, ya que representaba la apuesta definitiva por la construcción de un futuro independiente para la América nuestra, fuera de toda dependencia de los polos imperiales tradicionales de Estados Unidos y Europa.
Por otra parte, el presidente de Costa Rica Oscar Arias, levantó al avíspero cuando reconoció públicamente a Venezuela como el país de la región que más estaba contribuyendo con ayudas económicas a sus vecinos. Incluso, su gobierno decidió convertirse en el miembro décimonoveno de Petrocaribe, esa otra iniciativa de integración y cooperación regional promovida activamente por Chavez. A pesar de la protesta del embajador estadounidense en San José, Arias sólo declaraba lo evidente. Bajo la presidencia de George W. Bush, Estados Unidos incurrió en un abandono significativo de sus relaciones con la América al sur del Río Bravo. Ello no sólo se reflejó en una reducción drástica de sus ayudas económicas para el desarrollo de la región –las únicas ayudas que esencialmente se mantuvieron fueron las militares- sino que además presidió sobre una de las administraciones gubernamentales estadounidenses más represivas de la emigración latinoamericana a dicho país, llegándose al punto de la escandalosa construcción de un muro en la frontera con México.

Una nueva era posestadounidense

Durante el año que concluye presenciamos el fin de ese “paréntesis de locura” que constituyó el neoliberalismo, a juicio de estudiosos sociales de la talla de Giovanni Arrighi e Immanuel Wallerstein. Asimismo, vemos el crepúsculo de la dominación financiera de Estados Unidos y sus instituciones más representativas como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). No es sólo cuestión de la crisis destatada por Wall Street, el debilitamiento continuo del dólar y la recesión a la que Washington ha arrastrado a la economía mundial, sino que paralelamente hemos presenciado la multiplicación de nuevos focos de poder, sobre todo desde una América nuestra que, aprovechándose de este relativo debilitamiento de la otrora incontestada hegemonía estadounidense, han emprendido un desarrollo económico propio. Los casos más prominentes son Venezuela y Brasil. Éste último, a través de su incorporación al llamado Grupo de los 20, le ha dado a la América Latina una voz de peso en las negociaciones incipientes para la reestructuración del orden financiero y económico internacional.
Hay quienes dicen que estamos recién entrando en “una nueva era posestadounidense y poseuropea”. Así, por ejemplo, lo reconoce el gobierno francés en el llamado Libro Blanco sobre la defensa y la seguridad nacional, que se dio a la publicidad el verano pasado. La crisis económica desatada por Estados Unidos durante los últimos meses ha servido para atestiguar la incapacidad de dicho país para realmente regentar los asuntos mundiales. Consiguientemente, se plantea la urgencia de reconocer de hecho el fin del hasta aquí papel hegemónico de Estados Unidos, en dirección a la constitución de un nuevo orden mundial multipolar que democratice efectivamente las relaciones políticas y económicas, así como los procesos de producción y distribución de riqueza.
“Se acabó eso de que el mercado lo puede todo…Se terminó una América Latina sin voz propia”, declaró Lula a raíz de la crisis de Wall Street. Para éste además resulta totalmente inaceptable la doble vara que Estados Unidos y Europa mantienen en su relación económica con los países del Sur. Mientras exigen la apertura de los mercados de los demás y la supresión de todo tipo de subsidio estatal de sectores de la economía, son incapaces de regirse por la misma norma y mantienen políticas proteccionistas como, por ejemplo, de la agricultura, sin hablar de los más recientes subsidios a las grandes corporaciones financieras e, incluso, a la industria automotiz. Es decir, rechazan políticas de intervención estatal en la economía excepto cuando se trata de adelantar sus propios intereses económicos. Luego de su reticencia inicial, el mandatario brasileño abrazó finalmente la creación del Banco del Sur, propuesta por Chávez a modo de institución financiera alternativa que permita utilizar las reservas de los países de la región en función de sus propios intereses económicos y así romper definitivamente con toda dependencia en el FMI o el BM.
El pasado 16 de diciembre culminó exitosamente una histórica I Cumbre de América Latina y el Caribe, efectuada en la Costa de Sauípe, Brasil, con un llamado de Lula al resto de los presidentes de la región a romper con el servilismo hacia Estados Unidos y la Unión Europea. Precisamente, como muestra de esa determinación a romper con el servilismo, se decidió unánimemente, en el marco de la Cumbre, integrar a Cuba al mecanismo de concertación política regional conocido como el Grupo de Río. Con ello, se marcó el inicio definitivo de la reintegración política plena de Cuba a los organismos de integración regional ajenos a la Organización de Estados Americanos (OEA). “Para nosotros es un momento trascendental de nuestra historia”, puntualizó el presidente cubano Raúl Castro Ruz al dirigirse al cónclave, del cual fue el gran invitado. Y añadió seguidamente que ante los nuevos desarrollos integradores en la América nuestra, la OEA “es una sigla que debe desaparecer”. Hasta el mandatario mexicano Felipe Calderón dio la bienvenida a la reintegración de Cuba en un momento en que la integración de lo que llamó “nuestra América” se hace imperativo para hacer frente a los retos planteados por la globalización.
“Nadie quiere dejar de hacer negocios con la Unión Europea, con Estados Unidos, ni Chávez, pero queremos hacerlo en condiciones legítimas, adecuadas”, insistió Lula. “Si no se hace así –abundó- “nunca creceremos como naciones, quedaremos siempre pobres como países de la periferia”. Por su parte, Chávez subrayó la necesidad de hablar con “voz propia”, sobre todo en estos momentos en que Barack Obama llega a la presidencia de Estados Unidos. “La América Latina está iniciando una andadura sin la hegemonía y el protectorado de imperio alguno”, insistió el líder bolivariano.
Según Norman Bailey, presidente del Institute for Global Economic Growth y profesor del Institute of World Politics, el estado de las relaciones entre Estados Unidos y la América nuestra es el peor desde la Segunda Guerra Mundial. “Lo que es verdad es que Latinoamérica no ha sido nunca una prioridad para EEUU desde el 11-S”, expresó Bailey, quien ve “muy poco probable” que eso cambie con el próximo gobierno de Barack Obama. Según el analista, el nuevo presidente no parece inclinado a darle una mayor prioridad a la América Latina que el dado por Bush, en gran medida debido a la crisis económica y las dos guerras –Irak y Afganistán- que hereda.
Por su parte, el sociólogo argentino Atilio Borón opina que la América nuestra “tiene que darse cuenta que no debe esperar nada de afuera, y mucho menos de un gobernante de Estados Unidos, porque éste va a estar siempre fuertemente condicionado por los factores permanentes de poder que son independientes de los resultados electorales y que son los que determinan los grandes lineamientos de la política exterior de Washington hacia todo el mundo y en particular hacia América Latina”.
“El imperio tiene una lógica que prescinde mucho de las características de los emperadores de turno, de manera tal que me parece que lo mejor que podemos hacer en la región es plantearnos seriamente nuestra propia estrategia de desarrollo, nuestra propia estrategia de profundización democrática, de avance en las grandes reformas sociales que necesita este continente, para no hablar de la revolución que necesita”, puntualizó Boron. (1)
Por otro lado, a raíz de las críticas procedentes de Estados Unidos a los recientes ejercicios navales conjuntos ruso-venezolanos, el presidente ecuatoriano Rafael Correa señaló: “¡No entiendo! Si la IV Flota de Estados Unidos puede llegar a América Latina, ¿porqué no una flota rusa?”
Más allá de la compra de armamento ruso por parte de Venezuela para modernizar la capacidad defensiva de sus Fuerzas Armadas ante cualquier posible aventura militar de Washington en contra de la soberanía del país suramericano, también Brasil anda haciendo lo mismo mediante la construcción de varios submarinos convencionales y otro a propulsión nuclear, con la ayuda de tecnología francesa. Tanto Venezuela como Brasil entienden que no basta con marcar una nueva situación estratégica de fuerzas entre Estados Unidos y la América nuestra. Dado el caso, como bien nos ha enseñado el ejemplo de Cuba durante ya medio siglo, hay que estar dispuesto a defenderla. Incluso, al concluir la reciente Megacumbre de Sauípe, la UNASUR aprobó la creación del Consejo Suramericano de Defensa.
En fin, en el 2008 la balanza política parece haber continuado su oscilación de regreso a favor de la refundación de Nuestra América por unos pueblos que son progresivamente sujetos protagonistas de su propia historia.

Nota
(1) Véase la entrevista hecha a Atilio Boron por Marcelo Colussi, Argenpress, 5 de diciembre de 2008.

El autor es Doctor en Derecho, Catedrático de la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en Mayagüez y miembro de la Junta de Directores y colaborador permanente del semanario puertorriqueño Claridad.

América Latina: ¿el eslabón más débil del neoliberalismo?

¿Cuál es el significado de este cambio radical, más veloz que cualquier otro experimentado por el continente hasta la fecha, que ha producido el mayor número de gobiernos progresistas, sean de izquierda o de centro-izquierda, visto en toda su historia?
Emir Sader
El nuevo siglo arranca en América Latina con un sorprendente comienzo. El continente, que había sido un territorio privilegiado para el neoliberalismo y donde primero fue aplicado –en Chile y Bolivia–, se ha convertido rápidamente en el área privilegiada no sólo de resistencia sino de construcción de alternativas al mismo. Se trata de dos caras de la misma moneda: precisamente por haber sido el laboratorio de los experimentos neoliberales, América Latina se está enfrentando ahora a sus consecuencias. Las décadas de 1990 y 2000 han sido dos décadas radicalmente opuestas. Durante la primera, el modelo neoliberal se impuso en diversos grados en prácticamente todos los países del continente, si exceptuamos Cuba. Clinton, que ni siquiera cruzó el río Grande para firmar el primer el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se vio obligado poco después a aprobar un superpréstamo de Washington cuando estalló en México la primera crisis derivada del nuevo modelo. Estados Unidos continuó presionando en pro de una Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), presentando tal iniciativa como el resultado natural de la extensión sin fisuras de las políticas de libre comercio.
En el encuentro de la Cumbre de las Américas celebrado en 2000 en Canadá, el presidente de Venezuela Hugo Chávez fue el único líder que votó contra la propuesta formulada por Clinton de una ALCA, mientras que Cardoso, Menem, Fujimori y sus colegas aceptaron dócilmente la propuesta. Con ocasión de su primera Cumbre Iberoamericana, recordaba Chávez, Castro le pasó una nota en la que había escrito: «Al fin, no soy el único diablo dando vueltas por aquí». En 2003, por consiguiente, Chávez –elegido presidente de Venezuela en 1998– asistió con cierto alivio a las investiduras de Lula en Brasilia y de Néstor Kirchner en Buenos Aires, antes de asistir a las de Tabaré Vázquez en Montevideo en 2004 y Evo Morales en La Paz en 2006 y a las de Daniel Ortega en Managua y Rafael Caldera en Quito en 2007, a las que siguió en 2008 la de Fernando Lugo en Asunción. Entretanto, la propuesta de libre comercio estadounidense, que había sido casi unánimemente aprobada en 2000, estaba muerta y enterrada en 2004. Desde esa fecha, el propio Chávez ha sido reelegido, al igual que lo fue Lula en 2006; en abril de este año, Kirchner fue sucedido por su mujer, Cristina Fernández, y Lugo triunfó en Paraguay, poniendo fin a más de 60 años de gobierno del Partido Colorado.
¿Cuál es el significado de este cambio radical, más veloz que cualquier otro experimentado por el continente hasta la fecha, que ha producido el mayor número de gobiernos progresistas, sean de izquierda o de centro-izquierda, visto en toda su historia? El continente despliega ciertamente los más altos niveles de desigualdad del mundo y un diferencial de renta agravado por la década neoliberal, pero, aun con todo, los duros golpes que castigaron a las luchas populares del pasado y la solidez del establishment neoliberal hicieron que la rapidez del cambio fuese realmente inesperada. En el resto del artículo, intentaremos comprender las condiciones que transformaron a América Latina en el eslabón más débil de la cadena neoliberal.

Evo Morales: Esperamos 200 años para acabar con el analfabetismo

El presidente boliviano agradeció a Cuba y Venezuela, que enviaron grupos de facilitadores para erradicar el analfabetismo. ''Nos juntamos todos los pueblos solidarios, convencidos y apostando por la patria, en la que felizmente culmina la primera etapa hoy. Estoy feliz y contento''.
TeleSUR
El presidente de Bolivia, Evo Morales, afirmó este sábado (20 de diciembre) que su país, Bolivia, esperó "200 años de vida republicana para acabar con el analfabetismo, porque el colonialismo nunca quiso que saliéramos de él".
El acto cultural tuvo como invitados especiales al presidente de Paraguay, Fernando Lugo; al Vicepresidente del Consejo de ministros de Cuba, José Ramón Fernández y al ministro de Educación de Venezuela, Héctor Navarro.
Durante el acto de la declaración de su país como el tercer territorio libre de analfabetismo de Latinoamérica, Morales afirmó que el colonialismo implementó políticas para que los bolivianos no aprendieran a leer y escribir, especialmente los pueblos indígenas.
Evo saludó la presencia de los hermanos cubanos y a "ese esfuerzo que hicieron todos los ministros de Educación, que dieron su aporte para que Bolivia fuera declarada libre de analfabetismo, a los trabajadores sociales y la juventud que se organizaron en movimientos para trabajar en esta campaña".
Agradeció a Cuba y Venezuela, que enviaron grupos de venezolanos y cubanos para erradicar el analfabetismo. "Nos juntamos todos los pueblos solidarios, convencidos y apostando por la patria, en la que felizmente culmina la primera etapa hoy. Estoy feliz y contento".
"Hoy podemos decir misión cumplida ante el pueblo y ante el mundo entero", exclamó el Jefe de Estado boliviano.
Evo reiteró que "antes de saber leer y escribir aquí nadie era ignorante, sólo que ahora nos estamos complementando aprendiendo a leer y escribir, y esto va a continuar porque no puede terminar acá, debo decir que no es sólo aprender a leer y escribir, ahora hay que decir tengo que ser bachiller".
Morales también agardeció al pueblo de Bolivia, porque todos los hermanos se esforzaron por este sueño. "Debemos sentirnos orgullosos de ser los terceros, es difícil en 3 años acabar el analfabetismo, tuvimos que movilizarnos casi 200 años para erradicar el daño que nos hacían. Mi enorme satisfacción y gracias a ustedes".
Por su parte, el presidente de Paraguay, Fernando Lugo, quien asistió como invitado a esta gran fiesta de letras, resaltó que "sentimos con orgullo al saber que una parte de nuestra América condenada a la ignorancia por los intereses dominantes, ahora puede decir en voz alta que el analfabetismo se acabó".
Lugo recordó que éste es uno de los objetivos del milenio, al tiempo que agregó que "esto es desarrollo humano cuando un hombre puede leer y gozar de las historias del universo y que a nadie le impondrán una creencia, un bando político o una verdad a medias".
Dijo que los pueblos de bolivia exigen educación en valores como solidaridad y cooperación mutua, ya que ese es el legado que inspira y ennoblece esta realidad de la Bolivia que muestra una historia de dignidad.
"Un día cuando, en todo el continente, nuestros hermanos sepan leer y escribir, serán derrotadas las barreras que hoy nos dividen, haremos de esta sociedad una mejor sociedad preparada incluyente y democrática con oportunidades para todos".
Añadió que "recibimos con mucha alegría el generoso deseo de compartir este avance, así como esperamos las comunidades nacionales empiecen a construir los valores históricos que nos unen".
Por su parte, el Vicepresidente del Consejo de ministros de Cuba, José Ramón Fernández, dijo este sábado desde Cochabamba, que este es un dia histórico de especial significación, "porque sólo un gobierno salido de las entrañas del pueblo, un gobierno que representara los intereses de las grandes masas más desposeídas podía hacer realidad este sueño".
Desde el acto para la declaración de Bolivia como territorio libre de analfabetismo, Fernández expresó que ahora más que nunca se escuchan las palabras de José Martí, "ser cultos es el único modo de ser libres". "Por eso les decimos a ustedes como el Comandante Fidel (Castro) le dijo a mi país, al pueblo no le decimos cree sino que le decimos lee".
Recordó que en los últimos tres años, han pasado cinco mil colaboradores cubanos en el área de salud y educación que han brindado apoyo al gobierno y ha llevado servicios a la población de la hermana nación de Bolivia.
También afirmó que en salud, se han brindado mas de 20 millones de consultas médicas, donde las capas de la población más desfavorecidas son objeto de la atención de los voluntarios de Cuba y Venezuela.
"Bolivia exhibe con orgullo al mundo los resultados de la campaña, en la que casi un millón de bolivianos aprendieron a leer y escribir, lo que la hace la tercera nación en declararse libre de analfabetismo".
Reiteró que especialmente para las etnias quechua y aymara el programa cubano "Yo si puedo" se adapto a sus realidades socioculturales y linguísticas lo que permitió que más de 39 mil personas fueran alfabetizadas en su propia lengua.
"Le transmito a Evo mi compromiso y el saludo de mi país, por acompañarlos en esta batalla que hoy culmina con plena victoria que se hace realidad como un ejemplo de solidaridad".

La guerra contra los pueblos indígenas

La guerra del capital contra los pueblos indígenas no es una posibilidad en el futuro sino una realidad que de muy diversas maneras se viene desarrollando en nuestro continente. Desde el año 2000, la CIA advertía a los gobiernos de América Latina que el peligro para las oligarquías nacionales en los próximos años no serían las guerrillas subversivas sino los movimientos indígenas.
Francisco López Bárcenas / LA JORNADA
(En la fotografía, la líder indígena colombiana Aída Quilcué, durante el funeral de su compañero Edwin Legarda, asesinado por el ejército colombiano)
“Esta es una guerra contra los pueblos, contra el movimiento indígena por nuestra posición de dignidad, contra la Minga Social y Comunitaria, contra el derecho de construir desde los pueblos un país sin dueños y en paz. Exigimos que salgan de nuestros territorios y que nos dejen en paz”. Las anteriores son palabras de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, en Colombia, pronunciadas el día 16 de noviembre pasado, después de enterarse de que en la mañana de ese día el automóvil de Aída Quilcué, consejera mayor del Consejo Regional Indígena del Cauca, la región donde el movimiento indígena colombiano ha avanzado más en la construcción de las autonomías, había sido baleado por elementos del ejército de ese país, en una acción criminal que arrebató la vida a Edwin Legarda, compañero de la consejera indígena.
Las palabras, pronunciadas con la ira y el dolor de quien padece una violencia irracional ante la falta de argumentos pacíficos que se funden en razones, son exactas y pueden ser suscritas por cualquiera de los movimientos indígenas de cualquier parte del continente. Los pueblos indígenas de América Latina padecen una guerra no declarada, por un enemigo que no se anuncia como tal pero lo es, el capitalismo en su etapa de desposesión, donde los recursos naturales han dejado de ser bienes comunes porque son necesarios para todos los seres vivos y se han convertido en mercancías de las cuales puede apropiarse cualquiera que tenga el capital y el poder para hacerlo, despojando a los demás, a menos que también tengan dinero para pagar por ellos. A eso se refieren las autoridades indígenas de Colombia cuando afirman que el motivo de la guerra contra ellos es la defensa de su dignidad y su derecho de construir un país sin dueños y en paz.
La muerte de Edwin Legarda ha suscitado una serie de reacciones tan importantes como las expresadas en apoyo al periodista iraquí Muntazer al-Zaidi por los zapatazos lanzados contra George W. Bush, al tiempo que le gritaba: “¡Ahí te va un beso de despedida, perro!” El movimiento indígena latinoamericano se siente agraviado con esa muerte y así lo ha manifestado. Pero no es el único, también han condenado el asesinato la Organización de Naciones Unidas, la Unión Europea y el grupo de los 24 países más desarrollados del mundo. Frente a la presión internacional el Ministerio de Defensa colombiano sólo ha atinado a afirmar que aún no hay “suficiente claridad sobre cómo ocurrieron los hechos”.
No sorprende la postura del ejército colombiano, que seguramente cuenta con la aprobación del señor Álvaro Uribe, presidente de ese país; lo que llama la atención es que el organismo internacional y la Unión Europea se muestren públicamente preocupados por el asesinato, porque normalmente, por razones diplomáticas, callan ante sucesos de esta naturaleza, aunque tal vez la gravedad del hecho no les deje otra alternativa. El hecho es importante pero tampoco hay que esperar que ello tenga resultados concretos. Ya lo vimos en México cuando el mismo organismo y otros similares se pronunciaron condenando los asesinatos de Teresa Bautista y Felícitas Martínez, las comunicadoras triquis, actitud que no impidió siquiera que el titular de la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos Contra Periodistas (FEADP) de la Procuraduría General de la República declarara hace días que su muerte no tuvo nada que ver con su ejercicio de comunicación.
Lo que no se puede perder de vista es la veracidad de la declaración de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca. La guerra del capital contra los pueblos indígenas no es una posibilidad en el futuro sino una realidad que de muy diversas maneras se viene desarrollando en nuestro continente. Y tal vez no sea exacta la afirmación anterior de que se trata de una guerra que no ha sido declarada. Hay que recordar que desde el año 2000 la CIA advertía a los gobiernos de América Latina que el peligro para las oligarquías nacionales en los próximos años no serían las guerrillas subversivas sino los movimientos indígenas. El problema entonces no es si va a haber guerra o no, sino cómo la van a enfrentar los pueblos. Hasta ahora la mayoría de las acciones de resistencia han sido pacíficas. Falta ver qué pasará en el futuro próximo. Y eso no depende de los pueblos indígenas, que seguramente encontrarán la mejor forma de defenderse, sino de quienes han decidido hacerles la guerra.

México, Centroamérica y violaciones de derechos humanos

El relator en derechos humanos para la ONU, Jorge Bustamante, concluye sobre el Estado mexicano: "Hacemos a los centroamericanos violaciones de sus derechos humanos iguales o peores a los que les hacen a los mexicanos en Estados Unidos."
Laura Carlsen /Directora del Programa de las Américas en la Ciudad de México. (Este artículo apareció originalmente en La Estrella de Panamá).
Con la crisis económica global, las premisas de la globalización están bajo la lupa. Las profundas contradicciones del modelo de "ventajas comparativas" y exportación como el motor de desarrollo han sido expuestos por una de las peores crisis de la historia que, según los expertos, todavía no ha tocado fondo.
Los hechos llevan a la necesidad de hacer un balance imparcial de este modelo de globalización. Entre las consecuencias por evaluar es la migración, y el estudio de caso obligatorio es México.
México es el primer ejemplo de un país pobre que se integrara con un país rico. Los promotores del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (en inglés, NAFTA) aseguraron que el resultado sería una proceso gradual de convergencia entre las dos economías y una disminución en la migración de México hacia los Estados Unidos.
Pasó todo lo contrario. Desde NAFTA el número de mexicanos buscando trabajo en EEUU se disparó. Ahora más de 10 millones migrantes -con y sin documentos- viven al otro lado de la frontera.
A pesar del marcado incremento en el comercio, el acuerdo comercial no generó los empleos previstos. Más importante, las importaciones de EEUU provocaron el desempleo de trabajadores del campo y de pequeñas y medianas empresas. Se calcula que unos dos millones de campesinos dejaron la producción agrícola. Muchos de ellos migraron.
Migración y movimiento de la fuerza laboral no formaron parte de NAFTA, así que mientras el traslado transfronterizo de bienes se facilita, la respuesta al aumento en los flujos migratorios ha sido la criminalización de los y las migrantes y la construcción del infame muro fronterizo. Unos 5,000 migrantes han muerto en su intento de cruzar la frontera desde 1994.
En los primeros dos años del gobierno de Felipe Calderón, México se ha vuelto un "foco rojo" por ser un país expulsor de migrantes y por el trato a los migrantes centroamericanos en su frontera sur. Las organizaciones de migrantes mexicanos en EEUU acusan al gobierno de no defender los derechos de sus paisanos debido a su subordinación al gobierno estadounidense y el alto grado de dependencia económica hacia los EEUU. También critican la falta de programas de generación de trabajo digno.
En cuanto a su frontera sur, el relator en derechos humanos para la ONU, el mexicano Jorge Bustamante, concluye: "Hacemos a los centroamericanos violaciones de sus derechos humanos iguales o peores a los que les hacen a los mexicanos en Estados Unidos."
Bajo la globalización, el número de centroamericanos que migran a los EEUU sube año por año y sus economías dependen de las remesas que estos envían. Bustamante reporta que los migrantes son "torturados, vejados y extorsionados" por una "red criminal" integrada por miembros de las fuerzas armadas, la policía y funcionarios corruptos en su paso por el territorio mexicano.
Las violaciones de derechos humanos derivan de la adopción de un enfoque de control fronterizo en la política migratoria. El gobierno de Bush ha presionado al gobierno mexicano parar la transmigración de centroamericanos que van para los EEUU como parte de una estrategia más amplia de "empujar para afuera" su propio perímetro de seguridad-es decir, imponer su estrategia de seguridad nacional a sus socios norteamericanos.
Esta extensión de NAFTA hacia el área de seguridad está formalizado en la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN) y la Iniciativa Mérida-un paquete de ayuda militar/policiaco que incluye medidas fronterizas para controlar "el flujo de bienes y personas ilegales."
El ahora desacreditado modelo de globalización considera a los migrantes como una amenaza a la seguridad nacional, a la vez que sus políticas comerciales avientan a miles de personas a la travesía más peligrosa de sus vidas. Los millones de dólares destinados a detener y deportar a los migrantes deberían ser recanalizados a una estrategia regional para la generación de empleo digno. Asimismo, es hora de revisar los tratados de libre comercio que cierran empleos en los países de origen. Si no, la crisis de derechos humanos para los migrantes se profundizará con la crisis económica.
Recursos
- Un abecedario del Plan México
http://www.ircamericas.org/esp/5251
- El pragmatismo político de Rahm Emanuel y la Reforma Migratoria http://www.ircamericas.org/esp/5683
-Activistas transfronterizos remontan la lucha en contra de "el muro de la muerte" http://www.ircamericas.org/esp/5618
- Armando al TLCAN: El campo de batalla para el futuro de Méxicohttp://www.ircamericas.org/esp/5569
- Bienvenido a casa, Raymundo Pachecohttp://www.ircamericas.org/esp/5418
- Pagando el precio de las medidas severas contra inmigranteshttp://www.ircamericas.org/esp/5304

Uruguay: La mimetización de la izquierda

Lo que puede afectar la identidad de la izquierda uruguaya hasta volverla irreconocible es la agudización de la tendencia a que se convierta en un partido tradicional más, con poca o ninguna diferencia en su cultura política respecto al partido Nacional y al Colorado. Hay muchos síntomas de que se ha ingresado en ese camino, que difícilmente tenga marcha atrás.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
El pasado fin de semana [13-14 diciembre] comenzó la larga carrera de la izquierda uruguaya para volver a ganar el gobierno en las elecciones generales de octubre de 2009. Antes de llegar a esa instancia debe sortear dos etapas: el congreso del Frente Amplio y las elecciones internas simultáneas, a realizarse en junio, de las cuales surgirá el candidato único de cada partido a la presidencia. La primera concluyó el domingo 14 con la elección del tupamaro José Mujica, ex guerrillero y preso político, ex ministro de Ganadería y actual senador, como el candidato oficial de la izquierda electoral.
Aunque el congreso del Frente Amplio dio vía libre a otros cuatro candidatos para que compitan en las internas abiertas, el masivo respaldo de la militancia a Mujica (más de 71 por ciento de los votos de los 2 mil 400 delegados) supone una desautorización al presidente Tabaré Vázquez, que desde hace tiempo empeñó su prestigio en el apoyo al ex ministro de Economía Danilo Astori. El delfín del presidente salió tercero, con un apoyo de apenas 23 por ciento de los delegados, votación que fue interpretada como una clara derrota de Vázquez en la interna frenteamplista.
Para quienes defienden la candidatura de Astori, sólo resta apelar a que el voto masivo de junio lo catapulte a la presidencia en octubre. De ahí que los sectores más conservadores del Frente Amplio, que sostienen al ex ministro de Economía, le quiten importancia a un congreso en el que sólo se expresó la opinión de la militancia y apuesten a un tipo de partido “de opinión” en el que los votantes tienen la última palabra. En el fondo, se trata de dos concepciones opuestas que dividen a la izquierda. Quienes defienden una fuerza integrada por militantes y comités de base (el Frente Amplio cuenta con más de 500 organizaciones barriales, en cada rincón del país), básicamente tupamaros y comunistas, sostienen que las decisiones más importantes deben ser tomadas por los órganos del partido.
Por el contrario, quienes apuestan al votante anónimo como sujeto de la política, y por lo tanto hacen hincapié en el marketing electoral, rehúyen los debates como los registrados el pasado fin de semana en el congreso del Frente Amplio. Los primeros se sitúan más a la izquierda, representan a los sectores populares y a los trabajadores manuales, y se sienten a gusto con un líder que no sabe lo que es una corbata. El sector más socialdemócrata recluta sus seguidores entre las clases medias y los empresarios, y se siente muy a gusto con el perfil tecnocrático que emite Astori. Hasta ahora, ambas culturas pudieron convivir en gran medida gracias al carisma de Vázquez, que lograba zurcir dos proyectos que se adivinan opuestos, aunque ningún actor o sector se ha encargado de explicitarlos.
En el terreno estrictamente programático, suceden dos hechos notables. Astori se ha identificado con el TLC con Estados Unidos y por su opción de establecer una alianza con el norte, que en los hechos recela de las propuestas de integración regional como el Mercosur y la Unasur. En ese sentido, Astori y Vázquez comparten una visión estratégica de un país-isla modelado por las inversiones multinacionales, abierto a las grandes potencias, pero de espaldas a la región. Sin embargo, y esta es una paradoja de la izquierda uruguaya, la propuesta de rechazar un TLC con Washington no alcanzó los votos necesarios para ser aprobada por el congreso y estuvo muy lejos de la apoyos cosechados por Mujica.
El sector tupamaro-comunista parece apostar a la integración regional, sería más proclive a un desarrollo endógeno, tendría buenas relaciones con la Venezuela de Hugo Chávez y sería el más partidario de impulsar un “país productivo” (lema de Vázquez en las elecciones de 2004), que no parece estar avanzando en los cuatro años que lleva la izquierda en el gobierno. Pero todo lo anterior debe ser matizado, puesto que durante los tres años que Mujica fue ministro de Ganadería estas propuestas no lograron plasmarse en una política contundente y sostenida. Por el contrario, los monocultivos de soya se expandieron vigorosamente y la extranjerización de la tierra sigue avanzando sin que se tomen medidas para limitarla.
En Uruguay se calcula, porque no hay datos fiables, que 25 por ciento de la tierra está en manos extranjeras y, a diferencia de lo que sucede en Argentina, las exportaciones de soya (la casi totalidad se exporta sin industrializar) no tienen impuestos especiales. Peor aún: las principales cadenas productivas como la frigorífica y el arroz están en manos de empresas brasileñas, y ocho de las 10 mayores empresas exportadoras son extranjeras. Bajo el gobierno del Frente Amplio creció de forma considerable la concentración y extranjerización de la economía.
Por otro lado, la figura de Vázquez, que supo ser el árbitro inobjetado de la izquierda, se ha desgastado en los últimos meses. Hace dos años, cuando la visita de George W. Bush a la región, debió dar marcha atrás en su propuesta de firmar un TLC por la fuerte oposición del movimiento sindical. Pero ahora las diferencias alcanzan a sus más cercanos partidarios. En las últimas semanas sufrió un fuerte revés: contra la opinión de toda la izquierda, de dos tercios de sus ministros y de más de 60 por ciento de la opinión pública, vetó una ley que despenalizó el aborto, aprobada en el parlamento con los votos de todo el Frente Amplio.
La última derrota del presidente fue el abrumador rechazo a su fórmula presidencial (propone a Astori como presidente y a Mujica como vice), nada menos que entre la militancia de base, que era el espacio más fiel a su liderazgo. Nada irreparable. No obstante, lo que puede afectar la identidad de la izquierda hasta volverla irreconocible es la agudización de la tendencia a que se convierta en un partido tradicional más, con poca o ninguna diferencia en su cultura política respecto al partido Nacional y al Colorado. Hay muchos síntomas de que se ha ingresado en ese camino, que difícilmente tenga marcha atrás.