Para los poderosos, nosotros somos el enemigo; es decir, los de abajo, los que sufrimos el peso de las sucesivas crisis en las que cae periódicamente el sistema capitalista; los que soportamos los “ajustes” provocados por la avidez de los especuladores; los que sufrimos el desempleo o el alza de los impuestos o el recorte de nuestras pensiones.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
(Fotografía: "Somos el pueblo, no el enemigo", el grito de protesta en Valencia, España, contra la represión a los estudiantes y trabajadores).
Casi simultáneamente, dos noticias de lugares distantes entre sí nos recordaron esta semana cuál es el lugar que ocupan, en la mente de los poderosos, todos los que no están dentro del estrecho círculo de los adinerados y sus servidores (“ejecutivos”, suelen llamarles a estos últimos).
La primera nos llega de Guatemala, en Centroamérica, en donde campesinos de una pequeña comunidad llamada El Regadío, ubicada en el departamento del Quiché, mismo en donde hace 30 años el ejército de ese país arrasó con cuanto se le puso al frente bajo la consigna de eliminar a una población civil “aliada” con la guerrilla y el comunismo.
En El Regadío, terratenientes locales han agredido a dirigentes comunales y miembros de la comunidad que se oponen a ser desalojados de sus tierras. Sucede que la familia Brol, que cuenta con su propia horda de matones a los que llama “seguridad privada”, pretende adueñarse de una naciente de agua para utilizarla en la hidroeléctrica Palo Viejo II operada por la transnacional ENEL.