Ver el espectáculo vergonzoso del
parlamento brasileño votando para iniciar el proceso de destitución de la
presidenta Dilma Rousseff da pie para reflexionar sobre lo que somos los
latinoamericanos, pues hemos sido nosotros los que hemos llevado a esa ralea a
ocupar puestos de decisión política como los que estos señores ostentan.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
La composición del parlamento brasileño
no es muy distinta a la de muchos otros parlamentos latinoamericanos. Un rasgo
característico es el peso específico que ha ido ganando la representación que
se autodenomina “cristiana”, que se vincula casi exclusivamente al cristianismo
neopentecostal.
Una peculiaridad de la ofensiva
conservadora impulsada en América Latina en la década de los ochenta del siglo
pasado fue, precisamente, la penetración de este tipo de iglesias. Se buscaba
desarticular la presencia e influencia de la Teología de la Liberación, que no
solamente se había identificado con los movimientos sociales y revolucionarios,
sino que habría servido en muchos casos (como los centroamericanos, por
ejemplo) como parte del eje ideológico-político que permitió articular amplios
movimientos que buscaban el cambio revolucionario.