sábado, 4 de abril de 2015

Cambio climático y acción humana

Los diagnósticos muestran que si continúa la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, el mundo será mucho más caluroso dentro de 50 años, con efectos devastadores, especialmente en las provisiones de agua y cosechas en África, Medio Oriente y el sudeste asiático.

Iván Restrepo / LA JORNADA

Como muestran los datos meteorológicos de este año, el clima en México ya no es como antes. Si bien se registraron muy bajas temperaturas en los estados del norte y noroeste del país, en el resto del territorio nacional la temporada invernal fue suave y la primavera se dejó sentir semanas antes de lo determinado en el calendario. Además, marzo ha sido uno de los meses más lluviosos. Los expertos nos dirán si todo se debe a que el año pasado fue el más caluroso de los recientes nueve lustros. En el promedio histórico la temperatura media se elevó 1.4 grados hasta ser poco más de 22 grados. Entidades como Sonora, Nayarit, Sinaloa, Colima y toda la península de Baja California padecieron los tiempos más calurosos del medio siglo anterior. Y aunque las lluvias beneficiaron a la mayor parte del territorio nacional, la sequía se dejó sentir especialmente en los estados fronterizos del norte.

En el resto del mundo el calor igualmente se hizo presente el año pasado, acompañado de graves inundaciones. Aun donde se supone que el frío reina la mayor parte del tiempo. Por ejemplo, en Noruega, que tuvo el año más caluroso de su historia. Igualmente las altas temperaturas se dejaron sentir en Australia, Inglaterra y el continente europeo. Cuando estos meses los casi 200 países contribuyen con sus programas nacionales a elaborar la agenda que permita un acuerdo global sobre el clima el próximo diciembre en París, se informa que la temperatura aumentó en 2014 casi 0.7 grados centígrados por arriba de la media del siglo pasado y en lo que va del presente siglo. Fue, pues, el año más cálido del registro que llevan las instituciones internacionales. No debe extrañar entonces que la extensión de la capa de hielo del Polo Norte figure como una de las menos extensas desde que se recolectan datos vía satélite en esa parte del planeta. Una prueba más de que el cambio climático prosigue su marcha y un mentís a los que aseguran que el aumento de las temperaturas es algo normal y no fruto de la acción del hombre por conducto de actividades que ocasionan la generación de gases de efecto invernadero. Desde la quema de hidrocarburos y carbón por el transporte y la industria, hasta la destrucción de bosques y selvas.

El director de la Organización Meteorológica Mundial, el francés Michel Jarraud, advierte al respecto que prácticamente todo lo que va del presente siglo se distingue porque hace más calor en el planeta. Y que en el futuro tendremos “casi con toda seguridad periodos de calentamiento rápido y otros de parada del aumento de temperatura o enfriamiento temporal”. Y en ello jugará un papel fundamental la contribución del hombre y la propia naturaleza al cambio climático. Expertos chinos se preguntan si el acelerado crecimiento industrial registrado en el centro de la gran potencia no es origen de las olas de calor (las más elevadas de los pasados 150 años) que ahora azotan Shanghai y sus provincias vecinas.

Otros especialistas concuerdan en que la tendencia es hacia el aumento. Y si en cierto momento pareciera que el calor desaparece, puede ser, como explican científicos de la Universidad de Washington, a que se sume en las profundidades del norte y el sur del océano Atlántico, lo que forma parte de un ciclo natural. Chris Field, director del Departamento de Ecología Global de la Universidad de Stanford, anota al respecto que “la parada del calentamiento atmosférico desde finales de los años 90 ha sido un proceso de variabilidad natural que ha transferido más calor al océano que a la atmósfera”.

De todas formas los diagnósticos muestran que si continúa la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, el mundo será mucho más caluroso dentro de 50 años, con efectos devastadores, especialmente en las provisiones de agua y cosechas en África, Medio Oriente y el sudeste asiático. Cuando en México se intenta imponer una ley que sustrae del sector gubernamental un bien social como el agua, la realidad muestra la necesidad de administrarla racionalmente, alejada de los vaivenes del mercado. Es la mejor y única forma de hacer realidad el abasto suficiente a la población y las actividades humanas.

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