El último libro del
Nuevo Testamento es el de las revelaciones o del Apocalipsis. Se considera un
texto profético, poblado de multitud de símbolos que permiten diversas
interpretaciones. Su contenido alude a la existencia de cuatro jinetes que
representan la victoria, la guerra, el hambre y la muerte.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Se supone que el
Apocalipsis fue escrito a comienzos de la segunda centuria después de Cristo,
cuando el territorio de lo que hoy se llama Medio Oriente vivía persecuciones,
angustias, destrucción y muerte por parte de los poderosos. En ese sentido, una visión moderna del asunto
nos llevaría a pensar que veinte siglos después y en ese mismo territorio
nuevamente han manifestado su presencia los cuatro jinetes: la “victoria” de la
política de Estados Unidos en la región, está significando similares situaciones
de guerra, hambre y muerte que traen los
nuevos equinos que han llegado cabalgando bajo la fusta y el látigo de la
potencia norteamericana: Israel, Turquía y Arabia Saudita.
En marzo de 2011,
cuando apenas comenzaba el conflicto en Siria escribí un artículo que se tituló
“El conflicto árabe-israelí. Una falacia imperial”. Comenzaba diciendo. “Es
común escuchar hablar de un supuesto “conflicto árabe-israelí”. No existe tal
conflicto, por lo menos en lo que a la mayoría de los gobiernos se refiere. Lo que
ocurre en realidad es la confrontación entre los aliados de Estados Unidos y
Europa y los pueblos árabes doblemente oprimidos por la intervención imperial
en sus territorios en connivencia con sus dirigentes y el carácter represivo,
autoritario y antidemocrático de la mayoría de los gobiernos de la región. Es
así, que Israel tiene excelentes relaciones con varios gobiernos árabes con los
que supuestamente está en conflicto”. En días recientes, esta verdad se ha
hecho más patente que nunca. Estados Unidos ha logrado configurar una alianza
árabe-sionista que estimula, fortalece, financia y apoya al terrorismo que fue
creado bajo sus auspicios. Así, mientras éste desarrollaba sus acciones en el
territorio de los países musulmanes, poco le importaban los centenares de
muertos que producía, pero bastó que se produjera una acción deleznable de sus
protegidos en Paría, para que saltaran las alarmas.
Un quinto jinete ha
conmocionado a Occidente. Las gigantescas masas de migrantes, consecuencia de
la guerra, la exclusión, la persecución y la muerte “amenazan” con vulnerar la
tan cacareada estabilidad europea,
construida a partir de la riqueza expoliada durante siglos de vandalismo
colonial. Por otro lado, el factor “energía” y en particular la producción
petrolera se han transformado en un elemento omnipresente en esta maraña de
variables que han inaugurado un nuevo año para el planeta.
A diferencia de la
guerra fría, en la cual el elemento ideológico era el único ordenador de las
relaciones internacionales, las constantes mutaciones del sistema internacional
en los últimos 25 años han complejizado el análisis que ha dejado de ser
dicotómico para complicarse por su carácter multifactorial. De ahí las
dificultades para construir una opinión objetiva, liberada de sesgos
emocionales. En años recientes, los poderosos medios de comunicación
contribuyen a crear una imagen que magnifica y “embellece” el papel de las
potencias imperiales en el proceso permanente de destrucción del planeta
mediante el avasallamiento y la barbarie. En esa medida, lo que es incorrecto y
repudiado en algunos países, es bendecido y aceptado en otros. En ningún lugar
del planeta, eso es tan evidente como en el Medio Oriente.
Estados Unidos,
actuando como jinete portador de la victoria, agita su látigo para regular el
galope de los países de la región, pasando por encima de la antigua
contradicción entre “árabes e
israelitas” que caracterizaba el mundo de la guerra fría. Así ha logrado
articular, -superando contradicciones aparentes- a viejos contrincantes como
Israel, Turquía, Arabia Saudita y las monarquías sunitas del Golfo Pérsico.
El devenir de los
acontecimientos en el transcurso de este siglo ha trastocado la realidad del
pasado en la que los países árabes permanecían unidos en su apoyo a la lucha
del pueblo palestino en contra del sionismo. Hoy, la configuración que Estados
Unidos ha dado al sistema internacional a partir de los atentados terroristas
del 11 de septiembre de 2001 indujo a la construcción de un enemigo etéreo como
el terrorismo, toda vez, que la potencia norteamericana es la que define,
delimita y establece quién es ese enemigo, cómo y dónde combatirlo a partir de
sus propios intereses y los de sus aliados de la OTAN.
Eso lo llevó a apoyar
el golpe de Estado en Ucrania, detrás del cual se esconde su pretendido afán de
extender los límites de la alianza atlántica hacia el este o de hacer
exigencias inauditas a Irán respecto de su programa nuclear, mientras calla y
oculta la existencia del arsenal atómico de Israel. Persigue supuestas violaciones de derechos
humanos en Siria, pretendiendo con ello el derrocamiento de su presidente, pero
obvia las múltiples aberraciones que se cometen en Turquía, donde su presidente incluso se permitió
venerar públicamente a Adolfo Hitler. Se suponen adalides de la democracia en
América Latina, pero soslayan su existencia en Arabia Saudita donde no hay
parlamento, partidos políticos, sindicatos, ni prensa libre y donde las
ejecuciones sumarias en las que se violentan las normas más elementales del derecho
son cosa de todos los días. En este ámbito, Arabia Saudita, compite con el
Estado Islámico en la aplicación de una visión extremista y fundamentalista del
islam. Si viviéramos en un mundo de justicia, la monarquía saudita debería ser
execrada del sistema internacional como en su momento lo fue el apartheid de
Sudáfrica, pero tal como con aquel, hoy Estados Unidos protege y soporta las
peores satrapías de las que se tiene conocimiento en el siglo XXI, que son las
cometidas por sus aliados del Medio Oriente
En la implementación de
esta calamidad del siglo XXI, turcos y saudíes, olvidando las diferencias
generadas tras el derrocamiento en Egipto de Mohamed Morsi en 2013, aliado de
Turquía y enemigo de la monarquía gobernante en Riad, wahabitas saudíes y Hermanos
Musulmanes turcos (suníes y fundamentalistas ambos) han acordado una posición común respecto del
conflicto sirio, después de la visita del presidente Erdogan a la nación árabe
el pasado 29 de diciembre. Es conocida la posición de apoyo de ambos países a las fuerzas terroristas (también sunitas)
que asolan Siria e Irak, violando con esto las decisiones del Consejo de
Seguridad de la ONU que han llamado a establecer negociaciones pacíficas entre
las partes en conflicto.
En este ámbito, también
se inscribe el reciente acercamiento entre Israel y Turquía quienes han logrado
un acuerdo de reconciliación a fin de
restablecer sus relaciones congeladas tras el asalto del ejército
sionista a una flotilla humanitaria que pretendía llevar ayuda a la asediada
Gaza y en la que fueron asesinados 10 activistas turcos. Curiosamente, el
acuerdo por parte de Israel no fue firmado por una autoridad diplomática sino
por el nuevo je¬¬¬fe del Servicio Secreto (Mossad) Yosi Cohen. Es elemental
preguntarse qué objetivos pudiera perseguir un acuerdo internacional firmado
por la más alta autoridad de los servicios de inteligencia de un país.
En el trasfondo,
Turquía está buscando alternativas al cese de los abastecimientos de petróleo y
gas que le proveía Rusia, -que alcanzan
el 55% de sus necesidades- después del derribo del avión ruso en Siria, y al
parecer ha pensado que Israel puede solucionar esa demanda a partir del gas que
explota ilegalmente en Palestina. Erdogan ha sido enfático en afirmar que ambos
países se necesitan mutuamente, “Israel
necesita a un país como Turquía en la región. Nosotros también debemos admitir
que necesitamos a Israel”. Resulta también particular que estas declaraciones
se produjeran después que el gobernante de Ankara regresara de su viaje a
Arabia Saudita.
Cerrando el círculo, es
menester recordar que Israel y Arabia Saudita, enemigos durante el siglo
pasado, vienen negociando en secreto un acuerdo de cooperación militar desde
hace casi 3 años. Esta colaboración se ha materializado durante la intervención
saudita en Yemen donde los pilotos de la fuerza aérea sionista realizan
bombardeos como parte de la coalición liderada por Arabia Saudita.
Así, estos modernos
jinetes apocalípticos se preparan, conjeturan, conversan, superan sus
diferencias y buscan senderos comunes para plagar la región nuevamente de
muerte, hambre y guerra, no importa que sean musulmanes o sionistas.
1 comentario:
He visto como nadie tomaba partido en Siria, mataban y mataban pueblo tras pueblo... que les proveían armas y nada mas...hasta que aprecio ISIS el Estado Islamico, ahí si Rusia se presenta a bombardear otros pueblos "calificados como refugios del ISIS", Arabia Saudita se hace presente, USA sigue proveyendo armas, el presidente de Siria: bien gracias, sigue ahí con su esposa francesa, Vuelan un avión ruso que sale de Egipto, se destapa una violencia rampante Paris, California y que de los millones de evacuados de Siria, Egipto, Maruecos, Africa del Centro y Norte... Alemania recibirá tantos, USA tantos...Dinamarca... en que andamos...AL Qaeda realmente existe...Boko Haram ...los medios, en que podemos creer...
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