¿Cuál es el verdadero Obama? ¿El que habla bonito o
el que sigue actuando como un frío cancerbero imperial? Su dualidad desvirtúa
el valor de sus palabras. Si quiere pasar a la historia como el presidente que
puso fin a una injusticia tan enorme como el bloqueo impuesto contra la Cuba
revolucionaria tiene que comenzar a actuar ya, sin más demoras.
Atilio Borón / Rebelion
En menos de un año volverá a las sombras, corriendo la suerte de todos
los presidentes de Estados Unidos que, como lo observara con clarividencia Juan
Bosch en El Pentagonismo, una vez que dejan la Casa Blanca su voz se desdibuja
por completo hasta tornarse inaudible en medio de la engañosa vocinglería que
fomenta la dictadura mediática. Como salvo escasísimas excepciones no son
estadistas sino apenas funcionarios surgidos de una tramposa maquinaria
electoral, una vez que salen del locus del poder formal rápidamente se
convierten en oscuros “don nadies.” Sus promesas y opiniones sólo cuentan
mientras habiten en la Casa Blanca. Una vez salidos de ella nada pueden hacer.
A Obama le queda menos de un año para hacer lo que dijo que quería
hacer: normalizar las relaciones con Cuba –digo: normalizarlas en serio, sin
bloqueos ni agresiones financieras- e iniciar una nueva etapa en las relaciones
bilaterales. A ello se le opone una importante parte del Congreso, que en su
decadencia se convirtió en el refugio de una turba impresentable de ignorantes
y reaccionarios de diversos pelajes (salvo unas pocas excepciones, por
supuesto) y no pocos sectores de su administración. Pero la mayoría del pueblo
norteamericano quiere acabar con esa escandalosa rémora de la Guerra Fría y
poder viajar y conocer a Cuba y sus gentes; disfrutar de la maravilla de su
cultura, su música, sus bailes, sus playas y el sabor de sus rones y sus puros.
De la misma opinión es buena parte del mundo empresarial, que ve como algunos
jugosos negocios se le escurren entre los dedos por el intransigente veto de
algunas agencias del gobierno federal. En suma, si Obama quisiera debilitar
significativamente al bloqueo está en él poder hacerlo. Pero no lo hace.
Esta disyunción entre palabras y acciones obliga a preguntar si hay
uno o dos Obamas. Uno dice que quiere que “el pueblo cubano sea libre”. Se sobreentiende
que el pueblo norteamericano ya lo es: por ejemplo, libre para tener más
afroamericanos entre 20 y 24 años en las cárceles que en las universidades;
libre para tener un 15 % de la población bajo la línea de pobreza; libre para
que la mayoría de los niños de Estados Unidos viva en la pobreza; libre para
que policías blancos maten a unos mil quinientos afroamericanos en el último
año sin tener que rendir cuentas ante la justicia. Libres para no poder pagar
la matrícula universitaria, o comprar los medicamentos que necesitan. Libres
también para ver como el 1 % más rico se enriquece cada día más mientras que el
90 % inferior en la distribución del ingreso reduce su patrimonio a lo que
poseía hace treinta años, en 1986, mientras que el 3 % más rico hoy se adueña
de algo más de la mitad del total de la riqueza de ese país según los datos de
la Oficina del Censo. El Obama de las bellas declaraciones se esfuma detrás del
otro que persiste en no utilizar las atribuciones que tiene como presidente de
Estados Unidos para ir desarmando la infernal maquinaria del bloqueo. ¿Quiere
que los cubanos elijan libremente su futuro? Entonces, ¿por qué mantiene el
bloqueo informático a la Isla? Basta con observar el diagrama de los cables
submarinos que distribuyen el tráfico de la Internet para comprobar como todos
ellos sortean cuidadosamente a Cuba. ¿Por qué mantiene la criminal política
migratoria, la Ley del Ajuste Cubano, que incentiva la migración ilegal de
cubanos a Estados Unidos y facilita la corrupción de las autoridades
migratorias norteamericanas y los negocios de la mafia de los “polleros”
encargados de introducirlos en territorio americano? ¿Por qué insiste en
sancionar a empresas estadounidenses o extranjeras que intermedian en
actividades económicas de Cuba? Días atrás la Oficina de Control de Activos
Extranjeros, OFAC, le aplicó una multa de 260.000 dólares a Watg Holdings, una
consultora con base en Irvine, California, porque había participado en un
proyecto arquitectónico para la industria hotelera cubana. Luego de las
alegaciones correspondientes la sanción se redujo a 140.000 dólares, y ahí se
mantuvo firme.
En
otras palabras: ¿cuál es el verdadero Obama? ¿El que habla bonito o el que
sigue actuando como un frío cancerbero imperial? Su dualidad desvirtúa el valor
de sus palabras. Si quiere pasar a la historia como el presidente que puso fin
a una injusticia tan enorme como el bloqueo impuesto contra la Cuba
revolucionaria tiene que comenzar a actuar ya, sin más demoras. Si lo hace
habrá probado que tiene pasta de estadista, poseedor de una visión que se eleva
por encima de las presiones y los aprietes de la mafia anticastrista y sus
poderosos lobistas. Si cede ante ellos su suerte estará echada. No sé si será
consciente que su único mérito real al concluir su presidencia sería el haber
sentado las bases para acabar con el bloqueo. De la lectura de su reciente, y
final, discurso sobre “El Estado de la Unión” del 13 de Enero del corriente año
se desprende que su política migratoria fracasó, la reforma financiera fue un
fiasco, y casi otro tanto puede decirse de la que intentó en el sector salud.
El desempeño económico es apenas mediocre y en la arena internacional cosechó
un traspié tras otro. Por una de esas raras paradojas de la historia sólo le
queda Cuba para anotarse un éxito duradero y aprobar el examen. Pero tiene que
apurarse. Le queda muy poco tiempo.
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