Centroamérica es una región que
expulsa a su población por oleadas. Los gobiernos han hecho de la migración una
tabla de salvación para sus endebles economías, que hacen de los salarios
paupérrimos y la informalidad laboral su “ventaja comparativa”.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Migrantes centroamericanos en ruta a los EE.UU, en el lomo de "La bestia". |
Anacrónicos, aún en el contexto de
una región marginal del capitalismo mundial como es América Latina, no están
dispuestos a tomar medidas que les permitan “modernizarse”.
Guatemala, por ejemplo, ha
aprobado recientemente un salario mínimo
diferenciado para algunas de las zonas más pobres del país. Con el
argumento de la atracción de la inversión extranjera, le pagarán a la gente un
salario mínimo menor al que rige en el resto del país (que ya de por sí es
escaso), que no le permitirá ni siquiera cubrir los costos de la canasta
básica.
El presidente de la transición entre
el enjuiciado por corrupción Otto Pérez Molina, y el recién electo Jimmy
Morales, Alejandro Maldonado, un conspicuo representante de la derecha política
más troglodita, impulsor de la medida, montó en cólera públicamente cuando se
le reclamo lo que constituye una violación de los derechos humanos de los trabajadores.
En esas condiciones, la gente se
va por oleadas.
Todos los sectores dominantes
sacan provecho de esta situación. Los de los Estados Unidos, por ejemplo, a
pesar que en ese país crece la antipatía por los migrantes que llegan, explotan
una fuerza de trabajo barata que les llega mendigando trabajo.
Preferirían, sin embargo,
explotarla y sacarle provecho sin necesidad que llegara a sus fronteras. El
mecanismo que han utilizado es el de los tratados de libre comercio. El de
América del Norte (TLCAN) y el firmado con Centroamérica persiguen, entre
otros, estos objetivos.
Las grandes compañías
norteamericanas cruzan la frontera sur del país y se establecen en México y,
ahora, quieren hacerlo con más ahínco en Centroamérica. Aprovechan los bajos
salarios y la cercanía geográfica y son recibidos como agua de mayo.
Pero no les es suficiente. Con
Centroamérica, el tratado de libre comercio les ha quedado corto, y ahora
impulsan medidas complementarias. La llamada Alianza para la Prosperidad,
orientada hacia el triángulo norte centroamericano, busca apretar tuercas en
este sentido: crear mejores condiciones aún de las ya creadas para el capital.
La fachada con la que se vende,
como siempre, no es más que la piel de cordero bajo la que se esconde el lobo.
Dicen que quieren la prosperidad de la región para evitar que la gente salga en
estampida. La llegada de más de 60,000
niños sin sus padres fue el detonante para su formulación. Los niños son más
una carga para el Estado norteamericano que una fuerza de trabajo aprovechable.
Pero lo que quieren está más en
consonancia con la medida aprobada por el señor Maldonado en Guatemala que con
un proyecto que verdaderamente se oriente hacia la gente: aprovecharse del
hambre, del desamparo de miles que aceptarán trabajar por una miseria.
Es una situación perversa. Para
los estados centroamericanos, si la gente migra, salen ganando con las remesas;
y si se queda, les pueden explotar a su antojo.
Clases dominantes ineptas e
inescrupulosas con cómplices poderosísimos, hábiles e hipócritas.
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