El debate abierto en México en el contexto del asesinato de Gisela Mota es
si las policías municipales, estaduales y federal deben estar bajo un mando
único. Al parecer esa solución también está fallando en los lugares en donde se
ha ensayado. El mando único acumula la mayor cantidad de denuncias por sus
abusos.
Carlos Figueroa Ibarra /
Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El día 1 de enero de 2016 en la mañana, una joven mujer de 33 años, Gisela
Mota, asumió el cargo de Presidenta Municipal del municipio de Temixco en el
estado de Morelos. Proveniente de una familia que de muchas maneras había
expresado su compromiso social, la joven alcaldesa no duró ni 24 horas en el
cargo. Al día siguiente, el 2 de enero aproximadamente a las 7 de la mañana, un
grupo de unos diez sicarios encapuchados, logró entrar a su domicilio, sacaron
a golpes de sus dormitorios a sus familiares y a gritos preguntaron por ella.
Gisela Mota, quien se encontraba en el piso de arriba, temerosa de que los
asesinos terminaran matando a sus seres queridos, bajó las escaleras e
identificándose, se entregó a
ellos. Allí mismo, en la sala de su casa
y en presencia de sus familiares, los sicarios la acribillaron a balazos. Al
terminar su terrible faena, los
homicidas salieron huyendo en diversos vehículos. El padre y el hermano de
Gisela, sin armas, los empezaron a perseguir con tan buena fortuna en medio del
infortunio, que una patrulla policiaca presenció la persecución, se unió a ella
y como producto de un enfrentamiento a balazos, mató a dos de los sicarios y
capturó a otros tres. Estos últimos eran una mujer, un muchacho de 18 años y un
menor de edad.
El hecho que ha conmocionado a México, es revelador de la descomposición
social que vive el país. No puede soslayarse que dos de los sicarios capturados
hayan sido adolescentes, lo que revela los grandes riesgos en que se encuentra
la juventud en México. No puede ser de otra manera si en este país que tiene
todo para ser próspero, el régimen neoliberal ha provocado que más de 7
millones de jóvenes sin estudio ni empleo sean una enorme cantera para reclutar
sicarios entre esos adolescentes niños,
que pueden encontrar una manera rápida y vil para poder ganarse algún
dinero.
Hay otro aspecto que resulta revelador en la tragedia que comentamos. Es la
enorme influencia que en México tiene ya
el crimen organizado, particularmente el narcotráfico, en los distintos niveles
del Estado. En el ámbito municipal, se estima que al menos dos terceras partes
de las alcaldías mexicanas se encuentran cooptadas o influenciadas por las
corporaciones criminales. Inermes ante el poderío militar y económico de los
narcotraficantes, a los funcionarios municipales honestos les quedan dos opciones: plata o plomo. En buena parte
de los casos lo que en realidad acontece es que estos funcionarios municipales
forman parte de dichas corporaciones criminales o están en su nómina.
El debate abierto en México en el contexto del asesinato de Gisela Mota es
si las policías municipales, estaduales y federal deben estar bajo un mando
único. Al parecer esa solución también está fallando en los lugares en donde se
ha ensayado. El mando único acumula la mayor cantidad de denuncias por sus
abusos.
La corrupción ya ha carcomido a la
policía. México está arrinconado ya por el crimen organizado.
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