Reflexiones en torno al
cambio histórico político en la sociedad neoliberal chilena[i].
Juan Carlos Gómez Leyton* / Especial para Con Nuestra
América
Desde Santiago de Chile
"...no se trata de mejorar la sociedad existente, sino de
establecer una nueva."
Karl Marx.
"El Deber de
todo revolucionario es hacer la
REVOLUCIÓN"
Ernesto "Che" Guevara.
"La democracia, algún día era una palabra del pueblo, una
palabra crítica, una palabra revolucionaria.
Ha sido robada por los que gobiernan..., para añadir legitimidad a su
domino. Es tiempo de retomarla, de restaurar su poder radical. Democracia no es
todo, sino algo"
Douglas Lummis.
A modo de Introducción:
el dilema histórico político de la sociedad actual
Lo más seguro que al
momento que este texto comience a circular por las redes sociales de la
virtualidad comunicativa, el "acontecimiento" que se denosta y
denigra, ya debe haberse efectuado. Y,
los diversos comentarios de los analistas tanto de los serios como los del
ejército de opinologos y de periodistas de la política espectáculo, estén
versando sobre la cualidad y la pertinencia política y técnica de los nuevos
ministros, en particular, así como del gabinete nombrado por la presidenta M.
Bachelet.[ii]
De manera, que la
inmediatez de este nuevo acontecimiento político-comunicacional, con su tiempo
periodístico, con su rapidez y fugacidad característica, dominara la escena
política, por algunos días. Y, todo lo ocurrido desde el miércoles 6 de mayo -
día que la presidenta anunció al país, vía entrevista televisa, que había
solicitado la renuncia a todos sus "ministros"- hasta hoy día, que
escribo este texto- será cosa del pasado. Incluso, la pregunta que dejó abierta la
revelación presidencial: ¿le habrá comunicado, la presidenta, con la debida
antelación, a sus ministros su decisión de cambiar el gabinete o estos se
enteraron "por la prensa"? Será un hecho del pasado y, lo más
probable, anecdótico del actual gobierno. Pero, también lo serán los
"sesudos" como los más "torpes" comentarios periodísticos y
faranduleros que se realizaron como todas las especulaciones sobre quienes se
quedaban, quienes se iban, sobre todo, quienes llegaban. Toda esa parafernalia,
sin sentido histórico y político, será cosa del pasado y, lo más probable que
un manto de olvido caerá sobre ellos. Salvo que algún historiador del futuro
los incorpore en sus trabajos. Otorgándole una seriedad que jamás han tenido.
Por cierto, tengo la
plena seguridad que la nueva interrogante política inaugurada al momento de
conocerse el nuevo gabinete, estará centrada en torno lo que cambio con él.[iii]
Y, lo más probable, que las opiniones sobre el asunto, sean múltiples y
diversas. Durante algunas horas o quizás un par de días, los medios de
comunicación estarán ocupados, en responderla.
Pero, una vez que se haya disipado el humo que produce el
acontecimiento, dejara ver, lo que verdaderamente importa para el análisis
político e histórico, que la estructura, es decir, la base material, sobre la
que se alza y sostiene tanto el edificio social como jurídico-política de la
sociedad neoliberal, esta estará incólume. Puesto como enseña o demuestra la
historia política reciente de la Chile, ningún cambio político gubernamental o
institucional ha tenido la capacidad ni la fuerza para provocar un quiebre de importancia en las estructuras
del poder social dominante. Estas se han
mantenido intocadas en las últimas cuatro décadas. Por esa razón, considero,
que el cambio de gabinete no tiene ninguna importancia ni relevancia política o
histórica en la larga duración. Es otro acontecimiento episódico del actual
gobierno.[iv]
El cambio histórico
político, social, económico profundo fue desterrado de la actividad política
nacional desde 1990 hasta el día de hoy.
La ausencia de este tipo cambio constituye, en mi opinión, el principal
problema político e histórico no de este gobierno, ni de los gobiernos
concertacionistas anteriores, con excepción, tal vez, por otras razones, del
gobierno de derecha de Sebastián Piñera (2010-2014); sino, de la sociedad
chilena, o sea, de las y los sujetos que la conforman. Este problema, por
cierto, no solo tiene que ver con las estructuras de dominación sino con acción
social, política e histórica de los hombres y mujeres que la sostienen como de
aquellos que padecen. O, sea, es un problema que dice relación con los
dominadores como con los dominados. En términos marxistas, este un problema que
remite a la estructura de poder como a la lucha de clases al interior de la
sociedad neoliberal.
Considero, en
definitiva, que el problema central de la sociedad chilena actual radica,
justamente, que tanto los actores políticos como los sujetos sociales
abandonaron o mejor dicho, dejaron de plantearse la posibilidad de construir la
historia futura. O sea, de alguna manera se niegan a modificar radicalmente las
estructuras que sostienen la sociedad neoliberal que emergiera producto de la
ruptura histórica estructural de 1973. De la misma forma como se lo plantearon
y se lo propusieron en las décadas ulteriores, especialmente, en los años entre
los años veinte y treinta y luego, en los años sesenta del siglo pasado.
Tengamos presente, que durante la década de los años sesenta se nombraba al
cambio histórico-político-estructural con una palabra-concepto, actualmente,
cargada de negatividad y desprestigio teórico y político: revolución. Hoy nadie
o muy pocos se refieren a la revolución. Tan solo para nombrar e indicar que
esta ya fue realizada, luego de 1973, por la dictadura militar,[v]
y, administrada, extendida y profundizada por las elites de poder como los
actores políticos y sociales que han controlado el Estado y el régimen político
desde 1990 hasta la actualidad.
Para superar el actual
presente histórico y político es necesario y urgente plantearse y, tal vez,
resolver teórica y políticamente, la siguiente interrogante: ¿está dispuesta la ciudadanía nacional
-hombres, mujeres, las y los jóvenes y por qué no, las niñas y los niños- a
plantearse e impulsar política y socialmente un cambio histórico radical y
profundo destinado a modificar las actuales estructuras y fuentes del poder
social, con el objetivo de construir, en el corto y mediano plazo, otra forma
de Estado, de mercado y de sociedad? En otros términos, esta pregunta
interroga por la posibilidad del cambio revolucionario. Y, también, por los
"sujetos" que estarían dispuestos a impulsar conscientemente el
cambio político y social revolucionario. Ese cambio que trastoca y modifica
todo lo existente. Ese es el dilema político e histórico actual.
Este dilema es, por
cierto, un problema y una disyuntiva política y teórica de vastas proporciones
y de múltiples dimensiones que compromete un esfuerzo social colectivo amplio y
de la participación activa de muchas y muchos. Con el objetivo de contribuir en
esa dirección he escrito este trabajo con la pretensión que él sea conocido,
discutido y conocido por todos aquellos que tenemos el objetivo de superar el
agobiante presente que nos toca sufrir.
Para esos efectos, he
organizado este trabajo en tres apartados. En el primero me refiero a la
restricción que impuso al cambio histórico-político, el hecho de que los
actores y sujetos sociales aceptaran acatar y someterse a la Constitución
Política de 1980 y, sobre todo, que los actores políticos, los partidos
políticos opositores a la dictadura militar, la restricción establecida por la
teoría de la transición a la democracia de respetar: la inviolabilidad del
derecho de propiedad privada de la burguesía nacional e internacional, como
condición básica para posibilitar la salida del régimen autoritario. Aquí me
interesa demostrar que esa condición de restricción no es una mera regla
normativa de carácter constitucional sino una condición esencial y fundamental,
o sea, estructural, para la existencia misma del capitalismo nacional. Y,
también, de la democracia liberal representativa.
En el segundo, analizó
y expongo que la aceptación tanto de la Constitución Política de 1980 y de la
inviolabilidad del derecho de propiedad privada de las burguesías nacionales e
internacionales, por parte de la Concertación de Partidos por la Democracia
(CPP) legitimo no solo su espurio origen y aprobación sino la corrupta conformación de la propiedad privada neoliberal. En
este punto voy a sostener que la actual estructura de la propiedad capitalista,
a diferencia de la propiedad capitalista del periodo industrial desarrollista
(1938-1978), posee un corrupto origen.
Y, por ende, el actual empresariado nacional como también internacional
se apropió, durante la dictadura, de manera abusiva y amparado en una ilegitimo
normativas de las propiedades públicas estatales que la sociedad chilena habían
construido anterior. Una de las mayores expresiones serían pero no las única,
son las empresas PENTA como SQM. El empresariado capitalista, considerado como
los nuevos "dioses" de la historia nacional, para mantener sus
privilegios empresariales y corruptas prácticas políticas y económicas, se han
dedicado a lo largo de la democracia actual, a financiar las actividades la
"elite en el poder", tanto concertacionista como de la derecha
aliancista. Como los "gánster de la época de Al Capone, o de los
narcotraficantes al estilo del Patrón del Mal, Pablo Escobar", han pagado
por "protección".
La complicidad entre la
elite política concertacionistas con los grandes propietarios nacionales,
--todos ellos, al decir del ex-presidente Piñera, "cómplices pasivos"
de la violación sistemática de los derechos humanos, pero también de los
derechos sociales, laborales y económicos de los ciudadanos durante la
dictadura-- solo es explicable por la aceptación y reconocimiento como el
exacerbada resguardo y protección brindad por la elite política a los derechos
a la propiedad privada. Dicha protección acentuó y profundizó la forma de
acumulación capitalista neoliberal y enajeno las "riquezas naturales"
en el capital trasnacional.
En el tercero, planteo
que el cambio político constituyente para ser efectivo no puede solo
concentrarse en modificar las estructuras normativas e institucionales del
Estado sino que debe afectar radicalmente las estructuras del poder social
propietario. De lo contrario, todo seguirá como antes. Para esos efectos, se
requiere impulsar un proceso constituyente que ejerza, primero y de manera
categórica, el poder destituyente. Con el objetivo de desplazar del poder
constituido estatal a los cómplices de la corrupción política y protectores del
orden propietario capitalista actual. Ningún ejercicio del poder constituyente
originario puede ser ejercido por la acción ciudadana sin haber, primero,
efectivamente desplazado al poder constituido, solo bajo esa condición se podrá
de manera autónoma y libre de toda restricción posible, el poder constituyente,
democrático, popular y revolucionario.
Cierro con un conjunto
de conclusiones organizadas de tal manera que constituyen una propuesta sobre
qué hacer para avanzar en la construcción de un poderoso y radical movimiento
social ciudadano dispuesto a hacer no reformas destinadas a mejorar la sociedad
sino, como dijo Carlos Marx, construir y establecer una nueva.
Por todo lo dicho, este trabajo no le presta atención ni le
interesa analizar el cambio de gabinete. En mi opinión, tiene importancia en la
larga duración. Lo que quiero demostrar en él es, por un lado, cuál es límite
del cambio social, político y económico y, sobre todo, demostrar que el cambio
político constitucional, entendido como mero cambio de la estructura
jurídico-político del Estado es insuficiente, sino se busca, conjuntamente, con
él, la transformación radical o sea revolucionario del derecho de propiedad
privada capitalista.
Santiago centro, mayo de 2015.
*El autor
es PH.D en Ciencia Política, académico universitario FACSO-Universidad Central.
[i] Parafraseo el título
de un artículo de G. O'Donnell, ¿Y a mí, qué mierda me importa? Notas sobre
la sociabilidad y política en la
Argentina y Brasil, en Contrapuntos. Ensayos escogidos sobre autoritarismo
y democratización. Ed. Paidós, 1997,
págs. 165-198
[ii] Efectivamente, el
cambio de gabinete, se efectuó el día lunes 11 de mayo.
[iii] El cúmulo de
comentarios en relación a este punto es impresionante. Pienso que, tal vez, los
analistas del discurso, podrían darse un festín con todo lo dicho hasta ahora,
sobre el cambio de gabinete y sus nuevos integrantes. El mínimo común
denominador de todos ellos es su superficialidad y lo limitado del análisis
político. Muy auto-centrado en los protagonistas. En fin comentarios básicos
para un cambio interno en un gobierno con escasa incidencia histórica.
[iv] Para el historiador
francés Fernando Braudel, en Historia y Ciencias sociales, Alianza Editorial,
México, 1989, págs. 64 y ss.; el
"acontecimiento" es explosivo, tonante. Echa tanto humo que llena la
conciencia de los contemporáneos; pero apenas dura, apenas se advierte su
llama. Es el tiempo corto, a medida de los individuos, de la vida cotidiana, de
nuestras ilusiones, de nuestras rápidas tomas de conciencia; el
[acontecimiento] es el tiempo por excelencia del cronista, del
periodista." Hasta aquí Braudel. Tengo la impresión que el tiempo propio
de la sociedad neoliberal, de las sociedades posmodernas actuales, es el
"acontecimiento", el tiempo corto, rápido, de la inmediatez, vacuo,
fugaz, instantáneo y desechable. Volver al análisis de larga duración, del
tiempo lento, pausado, del movimiento casi inmóvil, para entender los procesos
sociales y políticos actuales. Podría ser una contradicción que para comprender
los "procesos" que son en sí un forma de movimiento agitado por
múltiples "acontecimientos" debamos recurrir a la observación
histórica del tiempo largo. O sea, a la estructura. De ninguna manera estamos
revitalizando el viejo estructuralismo funcionalista, sino más bien, el
marxista, pero cargado de sujetos.
[v] Me refiero a lo
señalado por T. Moulian, quien caracteriza al proceso histórico abierto por el
Golpe de Estado de 1973 como una "verdadera revolución capitalista".
Que en los hechos históricos concretos fue una contrarrevolución
"revolucionaria". Puesto, que el Golpe de Estado de las fuerzas
armadas nacionales que contó con el apoyo político del capital nacional e
internacional y con el apoyo político y social de las capas medias nacionales y
de importantes sectores del mundo popular vinculados al Partido Demócrata
Cristiano, se realizó con el objetivo central y fundamental de frenar el
proceso revolucionario que impulsaba tanto el gobierno socialista de la Unidad
Popular que conducía el presidente Salvador Allende (1970-1973) como el
movimiento popular revolucionario.
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