Francisco habla de una nueva relación con la Tierra. La tierra y su
cultivo como expresiones de espiritualidad. No es casualidad que la encíclica
inicie con el Cántico de las
criaturas, de San Francisco de Asís, considerado el primer texto
ecológico de la historia, escrito antes de la muerte este defensor de la
naturaleza, en 1226.
Bernardo Barranco / LA
JORNADA
En medio de polémicas y
tensiones, el papa Francisco hace pública su encíclica Alabado seas, sobre
el cuidado de la casa común, en la que advierte los gravísimos
problemas del medio ambiente y hace responsable al sistema económico mundial de
llevar a la humanidad al borde del colapso, por carecer de sustento ético. La
voracidad del capitalismo de mercado y del dios dinero están llevando a la
humanidad también a la contaminación del alma del ser humano y la corrosión de
su espíritu.
Bergoglio se arropa en el
pensamiento de sus predecesores y de manera audaz recupera la crítica de
Ratzinger a la cultura del relativismo, aplicada por Francisco al sistema
económico y al deterioro del medio ambiente. Para Bergoglio la “cultura del
relativismo es la misma enfermedad que impulsa a una persona a tomar ventaja de
la otra y tratarla como un mero objeto”.
Por otra parte, el papa
Francisco en este importante texto cuestiona a aquellos que argumentan que el
derecho a la propiedad privada es un principio absoluto e intocable, haciendo
hincapié en la función social de cualquier forma de propiedad. Dice el Papa:
“La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a
la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de
propiedad privada”.
La encíclica, que lleva
el título Alabado seas, tiene seis capítulos y dos oraciones finales. El
lenguaje del Papa es sencillo, directo, sin excesivos tecnicismos teológicos ni
doctrinales. Su tono es crítico sin ser catastrofista.
Tiene un primer capítulo
demoledor titulado Lo que está pasando
en nuestra casa. El severo análisis del Papa aborda la interconexión entre
contaminación y cambio climático, la mala gestión del agua, la pérdida de la
biodiversidad, la gran desigualdad entre regiones ricas y pobres; la debilidad
de políticas insuficientes ante la catástrofe ecológica. Como era de esperarse,
sus poderosos detractores lo critican –desde Jeb Bush hasta la extrema derecha
italiana y sectores de la curia– porque no sólo diagnostica los problemas, sino
que señala a los culpables.
Francisco pretende abrir
un debate; se dirige no sólo a los creyentes, sino a todos los que pueden
colaborar en invertir la tendencia de la degradación del planeta. “Esta
encíclica está dirigida a todos los que puedan recibir su mensaje y crecer en
la responsabilidad hacia la casa común que Dios nos ha confiado”. Hay un
intento explícito del Papa de que el texto sea acogido y discutido por otras
grandes corrientes religiosas que viven la amenaza ecológica.
La versión italiana de la
encíclica fue filtrada y publicada en el sitio web del semanario L’Espresso
tres días antes de la fecha proyectada. Podríamos decir que Francisco ya tuvo
también su Vatileaks.
Según expertos
vaticanistas la filtración es una estrategia de los círculos conservadores con
un doble propósito: a) debilitar el mensaje e impacto de la encíclica, porque
en algunos pasajes es muy crítico a los países poderosos y b) golpear y
bloquear la imagen del Papa en el contexto de la resistencia a su obra de
renovación de la Iglesia.
La filtración ha
provocado, por ejemplo, que Jeb Bush, precandidato a la presidencia de Estados
Unidos, representante de los rancios intereses de compañías petroleras,
arremeta contra el Papa por denunciar en su encíclica el cambio climático: “No
me dejaré dictar en la política económica por mis obispos, mis cardenales o mi
Papa”. Incluso llega a insinuar la arrogancia de Francisco, al decir: “Es una
arrogancia sostener que con relación a los cambios climáticos exista una
ciencia exacta”. Esperando leer el texto completo, Jeb Bush afirmó en New
Hampshire que la religión debería ocuparse de “hacer mejores a las personas y
menos de cuestiones que tienen que ver con aspectos políticos”.
En la encíclica el Papa
encara lo que llama “los depredadores del planeta”. En el capítulo Desarrollo y progreso, Francisco
provoca: “no es suficiente conciliar el cuidado de la naturaleza con los
ingresos financieros, o la preservación del medio ambiente con el progreso. El
término ambiental es sólo un pequeño retraso en el desastre. Se trata
simplemente de redefinir el progreso”.
En Economía cuestiona los fundamentos de la economía mundial como
responsables no sólo de los daños ecológicos irreversibles, sino de la
lacerante desigualdad entre los países y los criterios obsoletos que se siguen
para gobernar el mundo. Francisco es enfático: “la producción no siempre es racional,
a menudo está vinculada a variables económicas que dan al producto un valor que
no se corresponde con el real. Esto provoca a menudo la sobreproducción de
ciertos bienes, con un impacto ambiental, al mismo tiempo perjudica a muchas
economías”.
En Deuda externa, el Papa señala que “la deuda externa de los países
pobres se ha convertido en una herramienta de control, pero no es lo mismo que
ocurre con la deuda ecológica… es necesario que los países desarrollados
contribuyan a la solución de este límite tan importante para el consumo de
energía no renovable de la deuda, y traer recursos a los países más necesitados
para promover políticas y programas de desarrollo sostenible”.
La tecnología. El Papa dice que no se puede ignorar que “la energía nuclear, la
biotecnología, la tecnología de la información, el conocimiento de nuestro
propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos ofrecen un enorme poder…
¿En manos de quién está y qué puede lograr tanto poder? Es terriblemente
arriesgado que resida en una pequeña parte de la humanidad”.
El cambio climático. Bergoglio alarmado advierte: “Si la tendencia actual continúa, este
siglo podría presenciar un cambio climático sin precedente y la destrucción de
los ecosistemas, con graves consecuencias para todos”. El Papa no ocultó el
hecho de que “muchos de los que tienen más recursos y poder económico o
político parecen concentrarse principalmente en los problemas superficiales y
en ocultar los síntomas, tratando de minimizar los efectos negativos del cambio
climático. Pero muchas señales indican que estos efectos pueden ser peores si
seguimos con los actuales patrones de producción y consumo.
Francisco habla de una nueva relación con la Tierra. La tierra y su
cultivo como expresiones de espiritualidad. No es casualidad que la encíclica
inicie con el Cántico de las criaturas, de San Francisco de Asís,
considerado el primer texto ecológico de la historia, escrito antes de la
muerte este defensor de la naturaleza, en 1226.
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