Paradójicamente, la
crisis de la FIFA debe invitarnos a soñar
con ese mundo de maravillas, donde Alicia seamos cada uno de nosotros si hacemos del deporte una práctica para (re)crearnos
como seres humanos plenos.
Arnoldo Mora
Rodríguez* / Especial para Con Nuestra América
En una época en que la
mayor parte de las noticias tiene que ver con
escándalos de corrupción, no deja de causar extrañeza el gran espacio
que se la ha dado a lo que, desde hace años, era archiconocido y se venía denunciando:
la podredumbre en que se había sumido la FIFA, convertida en una poderosa trasnacional
que se creía y se comportaba como una organización que ejercía poderes omnímodos
en el ámbito planetario fuera del
alcance de los tribunales de justicia. Nadie tenía injerencia en sus negocios aunque
todo el mundo comentaba que eran tan gigantescos como sucios. Ahora esperamos
que la detención de varios de sus dirigentes y la renuncia de su presidente
permita arrojar luz dentro de ese tenebroso subsuelo.
Pienso que el
estupor mundial que este escándalo
ha causado – y posiblemente siga
causando – tiene su raíz en el enorme y creciente espacio que la recreación
ocupa en la sociedad actual, entendiendo por “recreación” el conjunto de
actividades que se realizan en vistas al disfrute del tiempo libre, es decir,
del tiempo de que disponemos no para desempeñar un trabajo remunerado, sino
para dar rienda suelta a todo aquello que no está circunscrito a lo que hacemos como parte de
nuestras responsabilidades laborales. Es
el tiempo para ejercitar el músculo en una
sociedad sedentaria; el tiempo para
desarrollar la imaginación en una
sociedad ahíta de rutina; el tiempo donde uno pueda ser alguien mas allá de todo rango social. Pero también
la recreación es una profesión, un espectáculo que, al convertirse en
profesión, deviene en una industria de las mas lucrativas y poderosas de la
sociedad actual. Su razón de ser es obtener
un goce cuyo objetivo es el placer mismo sin
procurar otra recompensa.
Cada día se emplean más
recursos económicos, tecnológicos y humanos destinados a la recreación. Todo lo
cual se debe a los efectos en la vida cotidiana de la revolución
científico-tecnológica que hace que el tiempo destinado a la recreación sea cada
vez mayor. La tecnificación del trabajo manual e, incluso, intelectual está haciendo que el cuerpo humano se
convierta en un objeto estético, cuyo
valor se mide tan solo por el goce que suministra. Esto hará que el tiempo destinado
a la recreación sea cada vez mas valorizado. Esto hará igualmente que el
poder económico, político y social (status) que de ahí se deriva sea cada día
mayor. Todo lo cual obligará a los poderes formales (Estados nacionales u organismos
internacionales) a establecer normas, lo mismo a que pensadores y líderes espirituales
establezcan lineamientos axiológicos y humanísticos, en procura de que los
ingentes recursos destinados a la recreación no sean ocasión para la corrupción,
sino instrumentos para la edificación de una sociedad donde el ser humano pueda
disfrutar del goce de la plenitud
existencial.
Paradójicamente, la
crisis de la FIFA debe invitarnos a soñar
con ese mundo de maravillas, donde Alicia seamos cada uno de nosotros si hacemos del deporte una práctica para (re)crearnos
como seres humanos plenos. Tal fue el ideal que inspiró en la Grecia clásica la
tradición de los juegos olímpicos. Y si alguien quiere un ejemplo en nuestros
días, baste con mencionar un nombre: CUBA.
* Filósofo costarricense, ex Ministro de Cultura y
miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.
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