El socialismo de una nación no se mide por los
discursos de sus gobernantes, ni por la ideología del partido en el poder. El
socialismo de una nación se mide por la amplitud democrática de su sistema
político, emanado efectivamente del pueblo y, sobre todo, de su economía, de
modo que todos, ciudadanos y ciudadanas, tengan iguales derechos a compartir
los frutos de la naturaleza y del trabajo humano.
Frei Betto / Cubadebate
El papa Francisco, cuando cumplió sus 78 años, el 17
de diciembre del 2014, hizo un inestimable regalo al continente americano: el
comienzo del fin del bloqueo de los Estados Unidos a Cuba y el restablecimiento
de relaciones diplomáticas entre los dos países.
Ése fue el tema que Francisco priorizó con Obama
durante el encuentro que mantuvieron en Roma en mayo de aquel año. Un año
antes, al asumir el pontificado, Francisco se enteró de la cuestión cuando
recibió a Díaz-Canel, vicepresidente de Cuba.
Obama admitió en la televisión que “el aislamiento
no funcionó”. De hecho el bloqueo impuesto a Cuba, contra todas las leyes
internacionales, no consiguió siquiera aflojar la autodeterminación cubana tras
la caída del muro de Berlín.
Fidel, que cumplirá 90 años en agosto de este año,
sobrevive a 8 presidentes de EE.UU., de los cuales enterró a 4; y a más de 20
directores de la CIA.
Los EE.UU. son lerdos para admitir que el mundo no
es fruto de sus caprichos. Por eso tardaron 16 años en reconocer a la Unión
Soviética; 20 al Vietnam; y 30 a la República Popular de China. Y tuvieron que
pasar 53 años para aceptar que Cuba tiene derecho a su autodeterminación, como
lo señaló la Asamblea General de la ONU.
De hecho los EE.UU. y Cuba nunca rompieron el
diálogo. En Washington funcionó, a lo largo de cinco décadas, una legación
cubana, igual que en La Habana el predio de la legación usamericana se yergue
majestuoso en el Malecón.
La noticia de esa reaproximación marca el fin
definitivo de la Guerra Fría en nuestro continente. Y Cuba sale gananciosa,
pues ofrece una estructura turística aceptable, incontaminada y exenta de
violencia a un millón de canadienses que, en invierno, a sólo tres horas de
vuelo, cambian sus menos 20 grados de frío por los 30 de calor del Caribe.
Con la apertura del mercado cubano a inversores
extranjeros los EE.UU., que todo lo ven en cifras, no desean quedarse atrás de
la Unión Europea, del Canadá, de México, del Brasil y de Colombia, que ya
tienen importantes acuerdos con la isla revolucionaria. “En lugar de aislar a
Cuba, estamos aislando sólo a nuestro país, con políticas ultrasuperadas”, le
dijeron a Obama en una carta los congresistas estadounidenses Patrick Leahy
(demócrata) y Jeff Flake (republicano) al regresar de La Habana.
A cambio de Alan Gross, agente de la CIA detenido en
Cuba por acciones terroristas, Obama liberó a tres de los cinco cubanos presos
en los EE.UU. desde setiembre de 1998, acusados de terrorismo (dos ya habían
sido liberados). Realmente los cinco cubanos trataban de evitar que surgiesen
en Florida iniciativas terroristas por parte de grupos anticastristas. Y fueron
usados como carne de cañón por el FBI y por grupos de derecha para impedir, en
aquella época, la aproximación entre los EE.UU. y Cuba. El tribunal de Atlanta
había admitido, por unanimidad, que las sentencias aplicadas a tres de los
cinco (Hernández, Labañino y Guerrero, los últimos liberados) carecían de
fundamento jurídico: no hubo transmisión de información militar secreta ni
pusieron en peligro de la seguridad de los EE.UU.
Capital simbólico
Cuba vive actualmente un momento histórico de
grandes transformaciones. Su lógica revolucionaria de desarrollo, centrada en
las necesidades y en los derechos de la mayoría de la población, deja de ser
estatizante y se abre a las colaboraciones público-privadas. La construcción
del puerto de Mariel, el más importante del Caribe, promete nuevas posibilidades
al desarrollo cubano.
El sector turismo, incrementado por la excelencia de
los servicios – como en el sector médico y el alto nivel educacional de la mano
de obra y la protección ambiental -, se amplía como estrategia prometedora de
captación de divisas. El gobierno de Cuba se empeña en solventar el problema de
la duplicidad de monedas; el peso cubano, utilizado por la población local, y
el CUC, moneda convertible, obligatoria para los turistas y accesible a los
cubanos en condiciones de pagar 24 pesos por un CUC. En fin, una serie de
nuevas medidas está siendo estudiada y planificada para impulsar el desarrollo
del país.
Lo que hay de original en la lógica del desarrollo
de Cuba es precisamente su capital simbólico fundamentado en valores espirituales,
como el sentido de la libertad y la independencia, de cooperación y
solidaridad, que marca la historia del país, de la lucha de los esclavos a la
implantación del socialismo. Muchos en el exterior ignoran cuán arraigada está
en el pueblo cubano esa ética revolucionaria y apuestan a que en breve Cuba
será una miniChina, políticamente socialista y económicamente capitalista.
Ese peligro existiría si Cuba abandonase lo que
tiene de más precioso: su capital simbólico. El país no tiene muchos bienes
materiales, y lo poco que tiene ha sido repartido para asegurar a cada
habitante el derecho a la dignidad como ser humano.
Pocas naciones del mundo son tan ricas como Cuba en
capital simbólico, encarnado en figuras como Félix Varela, José Martí, Ernesto
Che Guevara, Raúl y Fidel Castro. Ese capital simbólico no es sólo procedente
de la Revolución victoriosa en 1959. La Revolución lo potencializó. Es
consecuencia de siglos de resistencia del pueblo cubano a los dominadores
españoles y estadounidenses. Resulta de ese profundo sentido de independencia y
soberanía que caracteriza a la cubanidad y marca la gloriosa historia del país.
Ahora bien, si la Revolución cubana tiene el
propósito de durar como “sol del mundo moral”, en feliz expresión de Luz y
Caballero que da título a la clásica obra de Cintio Vitier sobre la eticidad
cubana, y si el desafío es perfeccionar el socialismo, la cuestión ética se
vuelve central en los procesos de educación ideológica. Cada cubano debe
preguntarse por qué Martí, que vivió casi quince años en los EE.UU., no vendió
su alma al imperialismo ascendente. ¿Por qué Fidel y Raúl, hijos de un
terrateniente, educados en los mejores colegios de la alta burguesía cubana, no
vendieron sus almas al enemigo? ¿Por qué el Che Guevara, médico formado en la
Argentina, consagrado como revolucionario en Cuba, ministro de Estado y
presidente del Banco Central, osó franciscanamente abandonar todas las honras
políticas y las facilidades inherentes al ejercicio de sus función es en el
poder para ir a meterse anónimamente en las selvas del Congo y de Bolivia,
donde lo encontró la muerte en un estado de completa penuria?
El capitalismo, con su poderosa máquina
publicitaria, quiere que la humanidad tenga como sentido el tener, y no el ser.
Quiere formar consumistas y no ciudadanos y ciudadanas. Quiere una nación de
individuos, no una comunidad nacional de compañeros y compañeras.
El socialismo va en dirección contraria: en él lo
personal y lo social son dos caras de la misma moneda. En él cada ser humano,
independientemente de su salud, ocupación, color de la piel o condición social,
está dotado de dignidad ontológica y, como tal, tiene derecho a la felicidad.
Ésta es la ética que debe ser cultivada para que
Cuba, en el futuro, no llegue a ser una nación esquizofrénica, con política
socialista y economía capitalista. El socialismo de una nación no se mide por
los discursos de sus gobernantes, ni por la ideología del partido en el poder.
El socialismo de una nación se mide por la amplitud democrática de su sistema
político, emanado efectivamente del pueblo y, sobre todo, de su economía, de
modo que todos, ciudadanos y ciudadanas, tengan iguales derechos a compartir
los frutos de la naturaleza y del trabajo humano. Por eso yo considero el
socialismo como el nombre político del amor.
Cambiar los
objetivos
La reaproximación de Cuba y los EE.UU. es vista con
cautela por los cubanos. En mis visitas a la isla durante los últimos 15 meses,
oí decir a cubanos que dicha reaproximación era inevitable. Sin embargo, “queda
un largo camino por recorrer”, me dijo Fidel, que continúa lúcido y atento al
noticiero. Y muy interesado por todo lo que pasa en el Brasil.
No basta con la nueva retórica de Obama. “Es
necesario que los EE.UU. excluyan a Cuba de la lista de los países
terroristas”, recalcó Fidel (lo cual sucedió tras el encuentro entre Raúl y
Obama en Panamá, en abril del 2015), “y que suspendan el bloqueo”. En la
reunión de la CELAC en Costa Rica, en enero del 2015, Raúl Castro añadió: “Y
que devuelvan la base naval de Guantánamo”.
Cuba recibe hoy tres millones de turistas al año.
(Para vergüenza nuestra, el Brasil, con todo su inmenso potencial turístico,
apenas recibe seis millones). La diferencia con nuestro país está en que Cuba
tiene una política de Estado de implementación turística, y promueve turismos
ecológicos, científicos y culturales; mientras que el Brasil, aparte de la
carencia de una política apropiada para el sector, explota apenas el Carnaval,
las playas y las mulatas…
Con la reaproximación entre Cuba y los EE.UU. se
prevé que viajarán a Cuba cada año tres millones de estadounidenses. Lo que,
por otra parte, es el temor para los cubanos. Además de que por ahora no
dispone de la infraestructura adecuada par absorber a tantos visitantes.
Según los cubanos, los canadienses son respetuosos,
discretos y de fáciles relaciones con la población local. Mientras que los
estadounidenses cargan con tres acentuados defectos: la arrogancia (se creen
los dueños del mundo); el consumismo (compran, desde los autos antiguos que aún
transitan por las calles de La Habana, hasta mujeres…); y la manía de viajar
sin salir de los EE.UU…. (lo que explica la existencia, en cada punto turístico
del planeta, de MacDonald´s y redes hoteleras yanquis, como Sheraton,
Intercontinental, etc.)
Incluso así, los dólares son bien recibidos en una
economía deficitaria, a pesar de que se tenga conciencia de que la aproximación
significa el choque del tsunami consumista con la austeridad revolucionaria.
Todo indica que, inicialmente, el flujo mayor de
viajeros de los EE.UU. hacia Cuba estará motivado por el llamado “turismo
médico”. Para el ciudadano común los tratamientos de salud en los EE.UU. son
caros y precarios. Cuba, además de excelencia en esa área, internacionalmente
reconocida, posee mucha experiencia en ortopedia. Y actualmente fabrica vacunas
eficientes contra varios tipos de cáncer.
Ahora le queda a la Casa Blanca pasar del discurso a
la práctica. Como me hizo notar Fidel, “ellos son nuestros enemigos y por tanto
es necesario que cambien no sólo los métodos sino sobre todo los objetivos en
relación a Cuba”.
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