Hoy el Tapón del Darién parece ser
insuficiente para detener a los que, desesperados, no teniendo nada que perder,
arriesgan su vida en las selvas suramericanas o en el mar embravecido, y luego
o se lanzan a la aventura de cruzar Centroamérica, conducidos por coyotes que
hacen su agosto llevándolos a través de trillos escabrosos y plagados de
alimañas y otros peligros.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Esta semana, Costa Rica desplegó sus fuerzas policiales en la frontera con Panamá, para impedir el paso de migrantes cubanos y africanos. |
Las migraciones desde el sur hacia
el norte se han transformado en una característica esencial de nuestra época.
En Europa, forman parte del panorama cotidiano y ha puesto en aprietos a la
Unión Europea. Llegan en oleadas de todas partes, de los países que conformaban
el antiguo campo socialista, del África, del conflictivo Medio Oriente, de
América Latina.
Para llegar a Europa deben seguir
un itinerario plagado de peligros de toda especie, zonas de guerra, inhóspitas
regiones desérticas, selvas tropicales, mares embravecidos o helados y al
final, ya en el Mediterráneo, se encuentran con cuerpos armados que los reciben
hostilmente y los mandan de regreso por donde vinieron.
Son los nuevos “bárbaros” que
tocan a las puertas de las murallas cada vez más fortificadas de Europa. Hace
más de 1200 años, olas semejantes de gente llegaron hasta el borde del Imperio
Romano. Fueron detenidos en las fronteras de la antigua Tracia por los
ejércitos del emperador Trajano, se enfrentaron con ellos en el lapso de varias
decenas de años y, al final, no lograron contenerlos y terminaron a las puertas
de Roma.
Hoy se aglomeran en los Balcanes y
van perdiendo poco a poco la paciencia. Primero, sorprendidos y desconcertados,
los europeos los dejaron pasar hasta “el corazón de Europa”, como se
autodenomina Alemania, pero pronto reaccionaron y no han sabido que hacer con
un problema que los rebasa.
Encontrando cada vez más cerrados
los caminos, africanos han decidido buscar suerte en su peregrinaje hacia el
norte viajando de polizones en barcos que atracan en puertos de América del Sur
y luego viajando a pie a través de Centroamérica hasta los Estados Unidos.
En el camino se encuentran con
otros contingentes que intentan la misma travesía: cubanos que, instigados por
la Ley de Ajuste Cubano y la de Pies secos pies mojados, tratan de poner un pie
en el país del norte para ser recibidos como migrantes de lujo;
Centroamericanos que marchan también en oleadas especialmente desde el
Triángulo Norte; asiáticos y latinoamericanos de otras nacionalidades que han
cruzado en lanchas y barcos desde Colombia hasta Panamá, sorteando así el Tapón
del Darién.
Recientemente, Costa Rica sorteó
una crisis en la que tuvo que trasladar vía aérea hasta México a más de 8000
migrantes cubanos. Hoy, cerca de 3000 más se aglomeran, junto a africanos, en
su frontera con Panamá, y ya han protagonizado incidentes violentos que han
sido reprimidos con la policía.
El problema no cede ni cederá en
el futuro; todo lo contrario, crecerá cada vez más. Los países del norte
continuarán erizando de empalizadas sus fronteras pero nada detendrá la
avalancha que se les viene encima porque las causas que provocan los movimientos
de población no amainan sino todo lo contrario, se agudizan.
En estas condiciones
Centroamérica, que tuvo vocación de puente geográfico entre el sur y el norte
del continente antes de la llegada de los europeos, y que perdió esa condición
luego de la llegada de los españoles que la vieron más como un istmo que se
interponía entre el Océano Pacífico del Mar Caribe, recobra su condición de
puente.
Los Estados Unidos de América le
han temido a esa condición, precisamente porque siempre han avizorado el alud
de gente que podría venírseles encima. Por eso, nunca permitieron que la
Carretera Interamericana, que recorre todo el continente desde Alaska hasta
Tierra del Fuego, fuera abierta en la selva entre Panamá y Colombia. Dejaron
como un valladar el Tapón del Darién.
Hoy ese tapón parece ser
insuficiente para detener a los que, desesperados, no teniendo nada que perder,
arriesgan su vida en las selvas suramericanas o en el mar embravecido, y luego
o se lanzan a la aventura de cruzar Centroamérica, conducidos por coyotes que hacen su agosto llevándolos
a través de trillos escabrosos y plagados de alimañas y otros peligros, o
enfrentándose con los garrotes de los cuerpos represivos de los gobiernos
centroamericanos.
El presidente de Costa Rica envió
al presidente Barak Obama un inusual mensaje esta semana. Le reclama la no
abolición de las leyes que, en los Estados Unidos, incentivan la migración
cubana. La presión en la olla está creciendo y no aparecen por ninguna parte
las válvulas que la liberen. Puede pasar cualquier cosa.
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