La historia suele ser muy curiosa cuando se refiere a fechas y lugares.
Los acontecimientos actuales en América Latina han traído a la memoria algunos
hechos que no dejan de causarme cierta impresión. Camilo Sée un político
francés de finales del siglo XIX y comienzos del XX apuntó que “… la historia
se repite, [pero] lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan”. Asimismo,
el poeta y novelista inglés Aldous Huxley aseguraba que “Quizá la más grande
lección de la historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia”.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Todo esto, vino a mi mente al recordar que en 1960, el conservador Janio
Quadros fue elegido presidente de Brasil, sin embargo su pensamiento político
fue evolucionando hacia un nacionalismo que confrontaba los poderes imperiales,
particularmente el de Estados Unidos. Junto a su vicepresidente Joao Goulart se
propuso transformar a Brasil en un país independiente desde el punto de vista
económico e insertarlo en las luchas de los países del Tercer Mundo, enviando
incluso una delegación en calidad de observadora a la I Cumbre del Movimiento
de Países No Alineados celebrada en Belgrado en 1961, estableció relaciones con
Cuba y la Unión Soviética, incrementando además, el comercio con los países
socialistas. Condecoró al comandante Ernesto Che Guevara con la Orden Cruzeiro
do Sul, la más alta distinción brasileña. Todo esto, fue más de lo que la
oligarquía, las empresas transnacionales, el gobierno de Estados Unidos y las
Fuerzas Armadas brasileños podían aceptar. A pesar de que Quadros era un
político moderado, militante de la Unión Democrática Nacional, una organización
política de derecha y que su actuación se desarrolló en el marco de la Constitución
y las leyes, los militares forzaron su renuncia después de solo siete meses de
gobierno.
Las fuerzas reaccionarias maniobraron para evitar que el vicepresidente
Goulart asumiera la primera magistratura, pero finalmente, con el apoyo de los
sindicatos y otras organizaciones democráticas, el 2 de septiembre se pudo
hacer cargo del poder, a pesar de la oposición de las Fuerzas Armadas y la
oligarquía que de inmediato comenzaron a conspirar para su derrocamiento,
obligándole a gobernar con grandes limitaciones para sus posibilidades de tomar
decisiones. Sin embargo, en 1963, un referéndum popular le devolvió todos los
poderes constitucionales para ejercer el gobierno en plenitud. Las empresas
transnacionales y las poderosas oligarquías industrial y agraria comenzaron a
acusar a Goulart de establecer alianzas con el “comunismo internacional” y en
particular con Cuba, creando las condiciones para un golpe de Estado, el cual
se inició el 31 de marzo y se concretó el 2 de abril cuando la mayoría del
Congreso votó para destituir a Goulart y poner en su lugar al presidente de la
Cámara de Diputados Ranieri Mazzilli, quien duró en su cargo sólo 13 días
siendo sustituido por el General Humberto Castello Branco, inaugurando una
dictadura que duraría 21 años.
Sólo un mes y medio después, el 27 de mayo, en Colombia, otro país
sudamericano, un grupo de campesinos que no superaban la cifra de 20, la
mayoría de los cuales estuvo vinculado en sus orígenes al Partido Liberal, que
se habían refugiado en un pequeño territorio denominado Marquetalia del
Departamento del Tolima para resistir la violencia conservadora de la segunda
mitad de los años 40, así como el terrorismo bipartidista y el despojo
gubernamental de los años 50, tuvieron su primer enfrentamiento armado, para repeler
los ataques de 16 mil soldados enviados por el presidente Guillermo León
Valencia en el marco del Plan Laso, elaborado por el Pentágono estadounidense.
Ese día nacieron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que
tuvieron su acta de bautismo entre el 25 de abril y el 5 de mayo de 1966 cuando
se realizo la Segunda Conferencia Guerrillera del Bloque Sur.
El ataque a Marquetalia, seguido de otras acciones ofensivas del
ejército contra enclaves en los que los campesinos se habían refugiado para
buscar protección ante la violencia del Estado, condujeron al establecimiento
de la guerra de guerrillas y la lucha armada en Colombia por más de medio
siglo, a la que después se incorporaron otras organizaciones político
militares, la más importante de las cuales es el Ejercito de Liberación
Nacional (ELN). Las reclamaciones originales de los campesinos de “tierra para
el que la trabaja”, habían dado paso a demandas políticas de otro nivel, sobre
todo después del asesinato del gran líder liberal Jorge Eliécer Gaitán el 9 de
abril de 1948, con lo cual se consideraron cerradas las garantías para un
desarrollo de la vida política en los términos de la democracia representativa.
Hoy, en La Habana, Cuba, paradójicamente el país en que se inició la
lucha armada en América Latina como forma para acceder al poder político,
pareciera estarse cerrando esta etapa, a través de las negociaciones que están
sosteniendo las FARC y el gobierno de Colombia y las que se acaban de iniciar
entre el ente gubernamental y el ELN, en la búsqueda de la paz, la democracia y
la justicia social, utilizando el diálogo con el fin de eliminar las causas que
originaron el conflicto.
Después de observar el circo en la Cámara de Diputados de Brasil, en la
que el 53% de sus integrantes están siendo investigados por corrupción, lavado
de activos y sobornos, uno no puede menos que preguntarse cuánto valor tiene
este tipo de democracia en la que el voto del pueblo puede ser revertido por
una manada de mafiosos dirigidos por Eduardo Cunha, quien fue caracterizado
como un “gánster imputado por muchos crímenes y que está siendo acusado por el
Tribunal Supremo”, por una voz tan autorizada como la de Leonardo Boff.
Pareciera que la oligarquía brasileña pretende volver a 1964, las impúdicas muestras
de idolatría de algunos diputados, respecto de la dictadura y la represión
vivida, son expresión de ello. ¿Es que acaso quieren nuevamente cerrar los
caminos de la democracia y revivir los años de lucha armada que parecieran
estar concluyendo en América Latina?
Más de uno podrá pensar que estos sucesos en Brasil, así como los
exabruptos dictatoriales del presidente argentino, son expresión de la
intención de asistir a un nuevo sepelio de la democracia, tal como en la década
de los 70 del siglo pasado, a fin de instaurar dictaduras de nuevo tipo, en el
que esta vez no se necesitarán a los militares para hacer el trabajo sucio. Hoy
bastan los medios de comunicación, ellos constituyen en la actualidad, el
componente de la oligarquía que usando otro tipo de armas, tan letales como
aquellas, son los encargados de crear las condiciones para el exterminio, la
desaparición, la muerte, la tortura y los despidos de trabajadores. Tal vez hoy
en Brasil no sea necesario un nuevo Castello Branco, bastará un Mazzilli, pero
tampoco serán necesarios 21 años para recobrar la democracia. Tal vez, tampoco
sea necesaria la lucha armada, el pueblo se prepara para grandes jornadas de
combate en las calles, en contra de la dictadura que pretende instalarse.
Así lo han hecho saber las organizaciones sociales, el Frente Brasil
Popular y el Frente Pueblo Sin Miedo emitieron un comunicado en el que afirman
que no reconocerán la legitimidad de un pretendido gobierno de Temer, el
vicepresidente en funciones. Aseguran que no solo, no lo reconocerán, sino que
van a “luchar contra el gobierno ilegítimo, combatiendo cada una de las medidas
que se adopten contra nuestros empleos, salarios, programas sociales y derechos
de los trabajadores, duramente conquistados y en defensa de la democracia y de
la soberanía nacional”.
Por su parte, Joao Paulo Rodrigues, de la Dirección Nacional del
Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra (MST), expuso que van a
movilizar “al país entero como no se hacía hace 20 años. No hay porque
desanimarse” dijo y agregó que “Tenemos que prepararnos para las batallas
políticas, creo que serán batallas maravillosas. Nuestra generación va a vivir
un período rico que hasta entonces no conocíamos en el país”.
Como la historia es curiosa, vale recordar que el 17 de abril, día en
que se votó el impedimento contra la presidenta Dilma Rousseff, se recordaba el
vigésimo aniversario de la masacre de Eldorado de los Carajás, durante el
gobierno de Fernando Henrique Cardoso, cuyo Partido de la Social Democracia
Brasileña (PSDB) votó a favor de la destitución de la presidenta Rousseff. En
esta acción fueron asesinados 19 campesinos del MST. Los responsables directos
fueron destituidos, pero no juzgados. Ojo. Cualquier similitud con el origen de
las FARC fue pura coincidencia.
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