La nueva derecha creó una
cultura de protesta en la calle, lo que le permitió reconducir las marchas
hacia sus objetivos. Sobre la base de esas experiencias, en 2014 nacen los
grupos que hoy convocan millones: Movimento Brasil Livre, Vem Pra Rua y
Revoltados On Line.
Raúl Zibechi / LA JORNADA
La hegemonía en las
calles brasileñas pertenece hoy a la derecha, por primera vez en 50 años. Poco
antes del golpe de Estado de marzo de 1964, la derecha protagonizaba grandes
manifestaciones contra el presidente progresista João Goulart, como la Marcha
de la Familia con Dios por la Libertad en São Paulo, que congregó a cerca de
300 mil personas (http://goo.gl/J3wE1).
Bajo la dictadura la
izquierda ganó las calles. A contrapelo, impuso modos de protesta, símbolos y
discursos que sentaron su hegemonía hasta el 20 de junio de 2013. Ese día
comenzó la llamada Revuelta de los Coxinhas (término peyorativo para
referirse a varones blancos de clase media alta, engreídos, pitucos en lenguaje
rioplatense).
Lo que sucedió aquella
noche en las principales ciudades del país aún no ha sido dilucidado, pero lo
cierto es que aprovechando manifestaciones masivas del Movimento Passe Livre
(MPL) contra el aumento de las tarifas del transporte urbano, decenas de miles
de coxinhas con la bandera de Brasil y los colores verdeamarelo
desembarcaron en las marchas, agredieron y expulsaron a quienes portaban
símbolos de izquierda y tomaron el control de las manifestaciones.
No es la simple
reproducción de la vieja derecha católica y militarista que apoyó el golpe de
1964. Es una nueva derecha: sin partido, de clase media alta (con ingresos de
más de cinco salarios mínimos), apoyada por empresarios industriales mientras
el agrobusiness está en el gobierno; que acepta el aborto, el matrimonio
igualitario, la despenalización de la mariguana y la gratuidad de los servicios
públicos (http://goo.gl/AMSH3n). Pero se opone a las
cuotas para estudiantes negros en las universidades y cree que Bolsa Familia la
perjudica.
Es un error pensar que
actúan digitados por los medios, como si fueran autómatas. Lo que no quiere
decir que los medios estén al margen de la actual coyuntura brasileña. Es una
derecha militante, que tiene estrategia y organizaciones propias, laica,
politizada, formada en universidades privadas y públicas.
La primera acción de
calle fue convocada por el Movimiento Cívico por el Derecho de los Brasileños,
más conocido como Cansei (me cansé), el 17 de agosto de 2007, a la que
asistieron 5 mil personas cuando aún latía el mensalão, el primer
escándalo de corrupción que sacudió al gobierno del PT desde 2005. Las crónicas
de prensa ironizaban sobre las marcas exclusivas de ropa que lucían los
manifestantes, quienes fueron rechazados por los más importantes dirigentes del
socialdemócrata PSDB, entre ellos el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (http://goo.gl/pBvtHR).
Pese a la fugacidad del
movimiento, nació un patrón de acción que luego se repite: gritos de “fuera
Lula”, participación de actrices y actores populares de telenovelas, apoyo de
la Federación de Industrias de São Paulo (FIESP) y de la Orden de Abogados de
Brasil (OAB), y expulsión de personas que portaban banderas del PSDB porque se
definen como anti-partidos.
Pero lo decisivo fue lo
sucedido entre 2007 y 2013, aunque es poco atendido por los medios y los
analistas. La nueva derecha creció en los centros de estudiantes de
universidades públicas que eran bastiones de la izquierda. El caso más
significativo sucedió en la Universidad Nacional de Brasilia (UNB).
En 2009 se creó el grupo
Alianza por la Libertad, autodefinido como “liberal”, que ganó la dirección del
centro de estudiantes en 2011 con 22 por ciento de los votos, ante la
fragmentación de las izquierdas. Fue relegida por cuarta vez en 2015, con 60
por ciento de los votos, desplazando a las agrupaciones del movimiento
estudiantil. La UNB había protagonizado luchas muy importantes como la
ocupación de la rectoría en 2008, exigiendo la renuncia del rector denunciado
por corrupción.
Alianza por la Libertad,
vinculada al grupo Estudiantes por la Libertad (financiado por fundaciones neoliberales
y anticomunistas de Estados Unidos) y al Instituto Liberal, se concentró en
temas cotidianos de los estudiantes, como la limpieza de los baños y la
seguridad en el campus. Mientras el movimiento estudiantil planteaba sus
demandas en términos generales, la derecha buscaba soluciones concretas muy
elementales. Sus principales apoyos estaban en las facultades de ingeniería,
derecho y economía.
En esos años la derecha
ganó otras universidades estatales como Minas Gerais y Rio Grande do Sul, y
creció en otras, siempre rechazando la política partidaria, acusando a los
militantes de izquierda de buscar cargos de confianza. Sus cuadros se formaban
en institutos y organizaban agrupaciones de nuevo tipo.
En paralelo, se
expandieron las marchas contra la corrupción. En 2011 hubo marchas en 25
ciudades, siendo la de Brasilia la más numerosa con 20 mil personas con el
apoyo de la OAB. Los manifestantes llevaban banderas brasileñas y cantaron el
himno nacional, lo que indica que un movimiento legítimo fue cooptado por la
derecha más militante (http://goo.gl/CtLMyI).
La hipótesis es que antes
de la explosión de junio de 2013 la nueva derecha ya era una fuerza social y
tenía experiencia en la conducción de masas, justo cuando la militancia de
izquierda abandonaba la calle y se volcaba hacia el Estado. La nueva derecha
creó una cultura de protesta en la calle, lo que le permitió reconducir las
marchas hacia sus objetivos. Sobre la base de esas experiencias, en 2014 nacen
los grupos que hoy convocan millones: Movimento Brasil Livre, Vem Pra Rua y
Revoltados On Line.
¿Por qué las izquierdas
no han sido capaces de entender este avance de una nueva derecha y todo lo
atribuyen a los medios? Una respuesta, provisoria, es que no se comprende la
realidad desde las instituciones sino desde la calle. La página passapalavra.info
fue la primera en advertir lo que se venía, la misma noche del 20 de junio,
al igual que ex miembros del MPL, como el antropólogo Paíque Duques Santarém y
el filósofo Pablo Ortellado. Esta nueva derecha no puede combatirse con
argumentos ideológicos, sino en la disputa viva de la vida cotidiana.
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