El cerco mediático impuesto para disimular lo que acontece en Haití
revela la perversidad de las potencias en el mundo: ninguna de ellas habla de
enviar “ayuda humanitaria” para la nación caribeña, y mucho menos exigen la
renuncia del presidente y un alto a la represión y asesinato del pueblo.
Cristóbal León Campos /
Especial para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán. México.
El silencio impuesto sobre los acontecimientos que en Haití se viven,
reafirman la constante manipulación mediática que efectúan los medios masivos
de comunicación al servicio de los intereses imperialistas y neocoloniales,
enfocados en descalificar al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela
y en agredir con mentiras a todo el pueblo en resistencia, ocultan la grave
crisis que en el seno del país caribeño nuevamente ha emergido, únicamente que
contrario a la propaganda dirigida a Venezuela, para Haití no hay una sola
palabra o un solo pronunciamiento que busque establecer el diálogo y mejore las
condiciones de vida de los pobladores. Haití siendo uno de los primeros países en
independizarse de América Latina con una revolución social sumamente radical
que puso fin al orden colonial, racista y esclavista que existía a fines del
siglo XVIII y principios del siglo XIX, fue castigado posteriormente con el
establecimiento de regímenes clasistas, racistas y despóticos, sufriendo intervenciones
neocoloniales de potencias como Estados Unidos, quien ha apoyado abiertamente
dictaduras como la de Francois Duvalier (Papa Doc) que condujeron a esta nación
a convertirse en la más pobre de toda Latinoamérica.
El estallido independentista de 1791 con la gran revuelta de esclavos
condujo a la ex-colonia francesa que se llamara Saint Domingue a firmar en 1804
su independencia e iniciar el camino a la construcción de un Estado-Nación, pero
desde entonces, Haití ha padecido de un despotismo constante asociado al
establecimiento de una nueva periferia neocolonial por parte de los Estados
Unidos. El camino de la nación caribeña ha estado marcado por la constante
agudización de las contradicciones sociales, la extrema pobreza y la violación
de su soberanía. Las protestas que hoy hacen cimbrar los cimientos que aún
perduran de la Colonia en Haití, tienen su origen en esa agudización de las
contradicciones expresadas por un gobierno heredero y continuador de la
corrupción sistémica, la falta de servicios básicos y el hartazgo social. Desde
hace más de una semana las protestas exigen la renuncia del presidente Jovenel
Moise (elegido en una votación a las que solo acudió el 21% del electorado), la
situación se agudizó debido a la devaluación de la moneda haitiana (gourde) y
por la crisis de electricidad derivada de la escasez de combustible. Los
manifestantes han levantado barricadas en las calles de Puerto Príncipe y
bloqueado las principales rutas del país, permaneciendo paralizado por la
fuerza de las protestas y la evidente desesperación que viven los ciudadanos.
La respuesta del gobierno haitiano ha sido la propia de regímenes
autoritarios y antidemocráticos, cerrazón ante las demandas sociales y la
implementación de la represión abierta sobre los manifestantes, por lo menos,
una decena de personas han fallecido y muchas otras han sido heridas y
encarceladas, todo esto, ante la mudez cómplice de los Estados Unidos, la Unión
Europea y demás países latinoamericanos que con lujo de cinismo apoyan la
intervención militar imperialista en Venezuela, la violación de su soberanía y
de su autodeterminación avalando el inicio de una guerra genocida contra el
pueblo bolivariano. Entre las pocas medidas tomadas se encuentran la
declaración de un “estado de emergencia” económica, un acuerdo para reducir costos
de los productos de primera necesidad y la cancelación de excepciones fiscales
y aduaneras durante todo el año 2019, sin embargo, las medidas son paliativas,
no resuelven la aguda crisis y la extrema situación que Haití vive desde siglos
atrás.
El cerco mediático impuesto para disimular lo que acontece en Haití
revela la perversidad de las potencias en el mundo: ninguna de ellas habla de
enviar “ayuda humanitaria” para la nación caribeña, y mucho menos exigen la
renuncia del presidente y un alto a la represión y asesinato del pueblo. Las
caretas caen solas, la realidad es que su intención es la de mantener a Haití
como un país neocolonial, dependiente y en el atraso económico y social, al
tiempo en que buscan exterminar la esperanza latinoamericana que representa el
proyecto bolivariano, la propia Revolución Cubana y todo movimiento social
emancipatorio.
Hay que reconocer que existe un gran desconocimiento internacional sobre
la riqueza y sabiduría del pueblo haitiano, sobre su cultura
y sus movimientos sociales (de mujeres, campesinos, trabajadores e
intelectuales), se desconocen sus luchas y sueños como nación. Romper el cerco
mediático que oculta lo que acontece en Haití significará también dar luz a la
grandeza de ese pueblo que al igual que toda América Latina lucha por su
segunda y definitiva independencia.
*Integrante del Colectivo Disyuntivas
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