El impoluto Reino del Norte y su
Emperador en Jefe, el Señor del Gran Copete, ha hecho nuevamente justicia. La
mancha de pudrición que se extendía desde el sur contaminando su albura
inmaculada ha sufrido un duro golpe. Los topos cavadores de túneles a través de
la frontera; las avionetas que cual mosquitos aguijoneaban la tersa piel del
Imperio han sufrido un escarmiento.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
El Chapo Guzmán acaba de ser encontrado
culpable y le espera una condena a cadena perpetua. Según las cuentas que se le
atribuyen, envió droga a los Estados Unidos como para mantener en estado
catatónico a medio país por veinte años. Su organización, según la versión
gringa del asunto, estaba conformada por una serie de “bad hombres” bigotones y
sin escrúpulos, todos mexicanos, asociados con otros de un poco más al sur,
perdidos en esa nebulosa aglomerada y caliente que se encuentra más allá del
Río Bravo, que se llama Colombia.
Fue descubierto y puesto a buen recaudo
por los valientes, inteligentes y rubios agentes de la DEA quienes, confiados
equivocadamente en que los mexicanos le harían purgar sus pecados, lo dejaron
en sus manos, de las que se les escurrió dejándolos en ridículo, tal como se
merecen.
El impoluto Reino del Norte y su
Emperador en Jefe, el Señor del Gran Copete, ha hecho nuevamente justicia. La
mancha de pudrición que se extendía desde el sur contaminando su albura
inmaculada ha sufrido un duro golpe. Los topos cavadores de túneles a través de
la frontera; las avionetas que cual mosquitos aguijoneaban la tersa piel del
Imperio han sufrido un escarmiento.
El Llanero Solitario cabalga de nuevo
sobre su blanco corcel, presto a hacer el bien de nuevo en donde algún “bad
hombre” quiera hacer de las suyas. Tiene trabajo para rato en ese vasto e
infecto espacio del que llegan por oleadas famélicos y sucios potenciales
asesinos que asedian la frontera. El Chapo, por muy importante que sea, es
solamente uno más de ellos.
Véase por ejemplo a ese tal Nicolás
Maduro, que hace de las suyas navegando en un mar de petróleo. ¡Pobre de él!
Será vilependiado porque ya se ha puesto en marcha el mecanismo que le hará
morder el polvo. Así lo proclama a voz en cuello el Señor del Gran Copete y sus
fieles ministros que, enojados, riegan bilis por los cuatro puntos cardinales.
Por fortuna, en el Sur hay quienes aún
guardan la cordura y siguen fieles los dictados que emanan desde este Reino del
Norte. Son pequeños caciques que lanzan voces desde lo profundo del bosque que
cubre esas tierras donde habitan; vasallos fieles, amigos probados a través de
los años a los que, sin embargo y por las dudas, se les mantiene bien
engrasaditos para que encajen sin mayores contratiempos en el mecanismo puesto
en marcha. Son como los ayudantes del sheriff, tontos pero útiles, torpes pero
por lo menos tapan el candente sol y nos hacen sombra a la hora del estío.
¡Qué terrible que estos “bad hombres”
sean tan tozudos, tan desubicados, tan traidores de los intereses de este Gran
Hemisferio! Otro gran muro, similar al que quiere construir el Imperio del
Norte en su frontera, debería construirse en torno suyo.” ¡Que no entre nadie
porque este es nuestro propio patio, delantero o trasero, no importa, pero
nuestro patio! Ya desde hace más de 150 años lo hemos dejado claro, lo hemos
proclamado: aquí no entra nadie, América para los americanos”, y los americanos
ya sabemos quiénes son, ellos, no nosotros los “bad hombres”, los “mexicans”,
los eternamente corruptos, los ineptos, los debiluchos puestos equivocadamente
por mano divina sobre tierra profusamente rica a la que no saben sacarle
frutos.
Solo civilizándonos se arregla esto. Ya
tocan a arrebato las trompetas, ya se movilizan los buques, los aviones, las
tropas acantonadas en los bastiones que el Imperio mantiene en los sitios más
alejados. Aprestan su ola civilizatoria y esperan que al llegar les aclamen
quienes, tras el sitio, esperan estén exhaustos.
¡Qué cansado tener que estar civilizando
a tanto descarriado! Es la de nunca acabar.
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