Venezuela vive momentos
cruciales para su destino. El triunfo del imperio y de la derecha iniciaría
como ha sucedido en otros países un largo período histórico marcado por la
violencia a un costo de cientos de miles de vidas de los propios venezolanos.
Esto no debe suceder.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
A partir de la
designación como “presidente interino” de Juan Guaidó por parte de la Asamblea
Nacional de Venezuela, una nueva ofensiva contra la revolución bolivariana se
ha hecho manifiesta. Se trata de una nueva escalada planificada desde semanas
atrás previendo que Nicolás Maduro asumiría el cargo de Presidente Constitucional
de Venezuela, después de haber ganado los comicios del 20 de mayo de 2018. Se
trata de deslegitimarlo después de una campaña mediática que lo ha presentado como un sátrapa asentado
en una mafia de narcotraficantes (“El cártel de los soles”) y que ha resultado
ser electo a través de un proceso fraudulento. Resulta fácil reconstruir
el plan imperialista de Washington para realizar esta contrarrevolución.
En pocas palabras se busca aislar
internacionalmente a Venezuela y los pasos para hacerlo se dan día tras día: actuación del llamado Grupo de
Lima porque a diferencia de Guatemala en 1954, no ha podido constituirse en la
OEA la mayoría necesaria para legitimar la intervención militar;
pronunciamiento de la Unión Europea para darle un plazo al gobierno para
realización de nuevas elecciones presidenciales; una declaración similar de la
Internacional Socialista; embargo de fondos y bienes de Venezuela en el
extranjero. Además es posible advertir
en las cadenas mediáticas internacionales una campaña que va en todo el
sentido enunciado anteriormente y una difusión de noticias falsas que hablan de
reiteradas sublevaciones al interior de las fuerzas armadas.
El imperio astutamente
mueve sus cartas y una de ellas es alentar en la fortaleza asediada que es
Venezuela una movilización social de todos los sectores sociales descontentos.
Apoyo internacional y sustento social interno es la base de ese poder alterno
que Washington y la derecha venezolana han empezado a construir al interior del
país. Advertimos hoy un poder dual constituido por un polo nacional-popular con
apoyo de masas y sustentado en el factor decisivo de la Fuerzas Armada Nacional
Bolivariana y por otro polo -también con apoyo de masas- alentado por la parte
fundamental del empresariado, Washington y la derecha internacional. Como ha
sucedido en otros casos, la
dualidad de poderes es relativamente
efímera porque está sustentado en un equilibrio precario que se rompe cuando
una de las partes logra ganar la partida. Y no es posible descartar que esa
partida se gane con el concurso de una intervención militar cualquiera que sea
la forma que ésta adopte. Advertimos una
guerra de posiciones dentro y fuera de Venezuela, en la cual el escenario
internacional estaría marcado por los intereses encontrados de las distintas
potencias. Ha sido este el espacio por donde Venezuela ha encontrado apoyos
como los de Rusia y China que han sido decisivos como para frenar el embate en
el Consejo de Seguridad de la ONU.
Una vez más, Venezuela
vive momentos cruciales para su destino. El triunfo del imperio y de la derecha
iniciaría como ha sucedido en otros países un largo período histórico marcado
por la violencia a un costo de cientos de miles de vidas de los propios
venezolanos. Esto no debe suceder.
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