Nada nos condena de
antemano ni a la perdición, ni a la salvación. Somos los únicos responsables de
nuestro futuro, pero sólo podemos ejercer esa responsabilidad en la medida en
que sepamos asumirla desde un claro dominio de nuestro pasado.
Guillermo Castro
H. / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
“Conocer es resolver. Conocer el país,
y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de
tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La
historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se
enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia
que no es nuestra. Nos es más necesaria.”[1]
1975, VI, 18: José Martí, “Nuestra América”. El Partido Liberal, México, 30 de enero
de 1891.
“La historia no es teleológica, lo que significa que el desarrollo
histórico
no va a ninguna parte, sino que, al contrario,
procede de algún sitio.”
Chris
Wickham[2]
A la luz y las sombras
de la agresión contra Venezuela, va ganando nuevo ímpetu el debate en torno a
la identidad, la historia y las opciones de futuro de nuestra América. Para
algunos, ese debate tendría su punto de partida en aquella cita de Marx en su
obra de 1852 sobre la captura de la revolución liberal de 1848 en Francia por
la dictadura lumpenburguesa de Napoleón III: “Hegel
dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia
universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar:
una vez como tragedia y la otra como farsa.”[3]
El pequeño Napoleón de
nuestros tiempos, por supuesto, tiene armas nucleares, y una comparsa de
aliados dignos de su amo y señor. Y no construye un imperio nuevo, sino que
administra la voraz decadencia del que le ha tocado gobernar, ofreciendo
renovar una edad dorada imaginaria mediante los trinos de oropel de una
propaganda basada en noticias falsas y provocaciones verdaderas.
Nada de esto, sin
embargo, hace justicia a los verdaderos desafíos que esta circunstancia plantea
a nuestra cultura política. Para eso, hay que ir al párrafo en que Marx culmina
el razonamiento iniciado con la cita de Hegel. Allí nos dice que a lo largo de
las luchas de 1848-1851 “no hizo más que dar vueltas
el espectro de la antigua revolución” de 1879, y advierte:
La
revolución social del siglo XIX no puede sacar su poesía del pasado, sino
solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse
de toda veneración supersticiosa por el pasado. Las anteriores revoluciones
necesitaban remontarse a los recuerdos de la historia universal para aturdirse
acerca de su propio contenido. La revolución del siglo XIX debe dejar que los
muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido.
Allí, la frase desbordaba el contenido; aquí, el contenido desborda la frase.[4]
Para nosotros, hoy, el
contenido fundamental de esa advertencia fue señalado con admirable claridad
por Rosa Luxemburgo en 1903:
la creación de Marx, que como hazaña científica
es una totalidad gigantesca, trasciende las meras exigencias de la lucha del
proletariado para cuyos fines fue creada. […] Sólo en la proporción en que
nuestro movimiento avanza y exige la solución de nuevos problemas prácticos nos
internamos en el tesoro del pensamiento de Marx para extraer y utilizar nuevos
fragmentos de su doctrina. Pero como nuestro movimiento, como todas las
empresas de la vida real, tiende a seguir las viejas rutinas del pensamiento, y
aferrarse a principios que han dejado de ser válidos, la utilización teórica
del sistema marxista avanza muy lentamente.[…] No es cierto que Marx ya no
satisface nuestras necesidades. Por el contrario, nuestras necesidades todavía
no se adecúan a la utilización de las ideas de Marx.[5]
De nuestro tiempo, esto
debe recordarnos que el materialismo de Marx es histórico, o no es, y sólo es
histórico en cuanto es dialéctico. Desde allí se facilita comprendernos desde
nosotros mismos: a Evo Morales y Andrés Manuel Lopeza Obrador desde lo que
Bolivia y México han llegado a ser, como a Jair Bolsonaro y Mauricio Macri
desde el temor que inspira a su propias oligarquías todo lo que Brasil y
Argentina pueden llegar a ser. Y en esta tarea no hay orientación más valiosa
que la que nos ofrece Martí sobre la historia y la universidad americanas.
Martí, como Marx, nos legó un pensar que
dista mucho de haber sido aprovechado en la plenitud de sus posibilidades para
comprender a nuestra América en su desarrollo histórico y sus posibilidades de
futuro. Marx, por su parte, nos deja una obra cuya hora ha llegado nuevamente,
en la medida – por ejemplo -, en que nos proporciona orientaciones
metodológicas que desbordan a lo que puede ofrecer la universidad europea en
cuanto satélite del universo neoliberal.
Desde Marx, y contra todo dogmatismo y
todo mecanicismo, podemos entender que en el estudio de nuestra historia es
imprescindible atender al hecho de que
En
todas las formas de sociedad existe una determinada producción que asigna a
todas las otras su correspondiente rango de influencia, y cuyas relaciones por
lo tanto aseguran a todas las otras el rango y la influencia. Es una
iluminación general en la que se bañan todos los colores y [que] modifica las
particularidades de éstos. Es como un éter particular que determina el peso
específico de todas las formas de existencia que allí toman relieve.[6]
Es desde esa
perspectiva como mejor podemos entender y comprender el misterio aparente de
nuestra unidad en la diversidad, al que se refiere el Papa Francisco al
advertirnos de la superioridad del tiempo sobre el espacio, y de la realidad
sobre las ideas. Es desde allí, también, que hoy podemos celebrar el fin de las
teleologías. Nada nos condena de antemano ni a la perdición, ni a la salvación.
Somos los únicos responsables de nuestro futuro, pero sólo podemos ejercer esa
responsabilidad en la medida en que sepamos asumirla desde un claro dominio de
nuestro pasado.
Panamá, 20 de febrero de 2019
[1] “Nuestra
América”. El Partido Liberal, México,
30 de enero de 1891. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1975. VI, 18.
[3] Marx, Karl: El
Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. (1852)
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
[6] Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política
(Grundrisse) 1857 – 1858. I. Siglo XXI Editores, México, 2007. I, 27 - 28.
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