En el Sur de capitalismo
subalterno, con grandes masas carentes de formación científica, el
establishment prefiere utilizar mecanismos más burdos y arcaizantes de
dominación, que tienen a las iglesias evangélicas como las nuevas ruedas de
transmisión para la sumisión al status quo.
Karel Cantelar / Especial para Con Nuestra América
Desde La Habana, Cuba
Hemos visto que cierta
cantidad de iglesias evangélicas, en particular las neopentecostales, hacen
coincidir su prédica social (más allá de lo religioso) con lo más reaccionario
del espectro psicosocial. Su prédica coincide en lo político con la
demonización de la izquierda que hacen constantemente los grandes medios de
comunicación occidentales, en particular en America Latina. Los evangélicos
carismáticos hacen el juego a la nueva ultraderecha, tan oligárquica y
subalterna del imperialismo fascista estadounidense como la derecha
tradicional. Buscan así movilizar a las masas populares a un supuesto y falso
tercer camino, intentando subsanar el desgaste prolongado y el desprestigio
crónico de esta última, para perpetuar las relaciones de poder extremas, el
abismo sistémico de desigualdad y llevarnos al fascismo cultural y económico.
El adoctrinamiento
trabaja a varios niveles, utilizando métodos más refinados para los sectores
con cierto nivel de estudios, más numerosos en el Norte industrializado. Hemos
mencionado el caso de Richard Dawkins y su obra El gen egoísta, con su reduccionismo evolutivo a la categoría del
gen, obviando múltiples mecanismos epigenéticos y más aún, busca alejarnos de
la comprensión de leyes concretas y comprobadas de evolución social.
En el Sur de
capitalismo subalterno, con grandes masas carentes de formación científica, el
establishment prefiere utilizar mecanismos más burdos y arcaizantes de
dominación, que tienen a las iglesias evangélicas como las nuevas ruedas de transmisión
para la sumisión al status quo. Los más básicos son vividos en la liturgia
evangélica, con la manipulación directa del sermón fundamentalista e
individualizador, que juzga a los “exitosos” como “bendecidos por Dios” y a los
mayoritarios trabajadores explotados como “culpables de su propia pobreza”. A
esto se unen las sesiones mágico-chamánicas casi infantiles de “testimonios” y
“testigos” para reforzar la Fe, que concluyen con cantos repletos de amor y una
hermandad que sólo existe en el templo. Recordemos que el sermón predica
indirectamente una vida de egoísmo autorizado por la “esencia malvada del
Hombre” y el perdón de Dios, a cambio de la Fe absoluta y la obediencia, es
decir, la obediencia al pastor, su ministro en la Tierra.
Este neo-evangelismo,
al asentarse crecientemente en un fundamentalismo doctrinal, insiste en una
interpretación rígida del Génesis bíblico, con una inculcación feroz de su
literalidad. Su cosmogonía impositiva descarta de plano y sin discusión todos
los avances científicos en ciencias naturales y exactas logrados en milenios de
desarrollo mancomunado del conocimiento. De todas las ciencias la más odiada y
atacada por el evangelismo carismático es la biología como rama general, y
dentro de ella el estudio de la evolución de la Vvida, contra el que arremeten
todos los días, utilizando incluso estrategias mediáticas diseñadas en gran
escala. El demonio para ellos, en este ámbito ideológico-científico, es el
insigne investigador, viajero y pensador inglés Charles Darwin, cuyas obras más
trascendentales: El origen de las
especies, junto a El origen del
hombre, son para los evangélicos postmodernos la encarnación misma de lo
demoníaco, vertida en un texto científico. Incluso su demonización es en cierto
modo arcaica, teniendo en cuenta la teoría de Darwin-Wallace de la selección
natural como mecanismo evolutivo determinístico es sólo el núcleo de la teoría
sintetizada moderna. Esta última incluye las contribuciones de al menos
cincuenta años más de aportes científicos, que incluyen los conocimientos sobre
mutaciones, genética poblacional, deriva genética, mecanismos epigenéticos de
selección y las normas de reacción, entre otros factores de reciente
descubrimiento. Dicho de otro modo, para los feroces cruzados contra las
ciencias, Charles Darwin carga con todas las culpas, exonerando en su
imaginario, gracias a su ignorancia, a geniales aportadores científicos como De
Vries, Fisher, Wright, Haldane o Gould, varios de ellos galardonados con el
Premio Nobel de Fisiología y Medicina, que se otorga a las ciencias biológicas
en general.
Ante la evidencia de
una biodiversidad extraordinaria en la biosfera y los conocimientos
superficiales y mediáticos de las mayorías, los creacionistas han ideado una
ofensiva vigorosa mutidimensional, que va desde la impresión de folletos
rústicos con bosquejos sencillos y de muy baja calidad, hasta falsos
documentales profesionalmente editados, en los que se exponen falacias
teleológicas elaboradas para confundir a espectadores con una preparación ligeramente
mayor, pero aún insuficiente.
Los folletos y
documentos que se distribuyen masivamente suelen estar varados conceptualmente
en la segunda mitad del siglo XIX, época en que fue publicada la primera obra
trascendente darwiniana (El origen de las
especies), y son idénticos en su contenido a las críticas, ofensas y
amenazas que algunos periódicos conservadores lanzaron contra Darwin entre 1860
y 1880. Para su pretendida crítica utilizan absurdos anticientíficos, carentes
de lógica evolutiva, buscando generar un rechazo emocional en receptores no
suficientemente preparados en este campo tan importante de las ciencias
naturales. Miembros muy activos socialmente de las iglesias pentecostales
distribuyen miles de folletos con redacción sencilla que ponen en boca de la
teoría evolutiva transformaciones absurdas en tiempos indeterminados, sugeridos
como inmediatos, obviando que la evolución orgánica ocurre en escalas de tiempo
enormes, geológicas, de decenas de miles a millones de años. Sus ilustraciones,
infantiles en su concepto y fuera de contexto filogenético, “denuncian”
supuestamente la imposibilidad de que un gato “evolucione” a perro, o una cabra
“se transforme” en ser humano, o muestran caricaturas de un mono antropomorfo
vestido y en sociedad, tal como hiciera el periódico Punch en 1872, como si tales absurdos fueran los planteamientos de
la teoría evolutiva. Es un modo de mentir deliberadamente que se complemente
con la inculcación del mito de Dios creando al hombre “a su imagen y
semejanza”. El creacionismo bíblico insufla en los creyentes la errónea
creencia de excepcionalidad y superioridad humana, que pretende no solamente
poner al Homo sapiens como “rey y
soberano de los seres vivos” sino aislarnos idealmente del medio que nos rodea
y del cual dependemos para sobrevivir como especie, nos guste o no.
El fanatismo
inconcebible de los “cruzados” antidarwinistas llega al punto de negar
categóricamente las abrumadoras pruebas de la evolución orgánica, concretamente
los fósiles. Sus asideros, como clavos ardientes para aferrarse a un
desfiladero, son los pocos fraudes históricos sucedidos dentro de una riquísima
historia de hallazgos de fósiles genuinos y comprobados. Al hurgar en estos
folletos, es evidente que el fraude más famoso, el pretendido “hombre de
Piltdown”, es materia obligada en su “preparación teórica” para su guerra sin
cuartel contra las ciencias. Al enfrentárseles a los innumerables fósiles de
trilobites, euriptéridos, crosopterigios extintos, dinosaurios, aves fósiles
como el Archaeopteryx o los
abundantes registros fósiles de la familia Hominidae (Ardipithecus,
Australopithecus, Paranthropus, etc), no es raro escucharles decir que “Dios
puso los fósiles allí para poner a prueba nuestra Fe”, o por el contrario,
plantear que son “objetos falsificados y situados por el demonio para
cuestionar la Creación y aún el amor de Dios”.
Si los llevamos un poco
más lejos en el debate y les mencionamos la datación radiométrica que nos da
las edades de fósiles y rocas partiendo de los períodos de semidesintegración
de isótopos radiactivos, clamarán que el carbono 14 solamente permite datar
unos cuantos miles de años. Bastará mencionarles otros métodos de datación más
exactos y potentes como el de uranio-plomo, el de series de uranio o el
extraordinario por su enormidad de tiempo del rubidio-estroncio, para que
evadan el debate, nieguen totalmente la validez de tecnologías comprobadas y
repetidas, se escuden en argumentos ad
hominem o simplemente pasen a una posición de agresividad hacia quien les
rebate su absurdidad anticientífica, tildándole de ignorante y/o diabólico y
cambiando el tema hacia el proselitismo de Fe.
En una dimensión más
masiva por su alcance, han salido a la luz materiales pro-creacionismo más
elaborados, en el ámbito audiovisual. Y del mismo modo que las organizaciones
neo-pentecostales son franquicias internacionales con núcleo en Estados Unidos,
estos materiales tienen su factura y edición en este país, desde el que se
irradia una verdadera cruzada anticientífica internacional. La campaña es
conocida como Estrategia de la cuña (The Wedge Strategy) y tiene su vórtice en el Discovery Institute, de la ciudad
estadounidense de Seattle, fundado en 1990 como think tank financiado por grupos neoconservadores, con el
ex-bioquímico estadounidense Michael Behe como “teórico” principal, devenido en
mercenario del creacionismo anticientífico a contrapelo de su formación
profesional. Originariamente la campaña declaró buscar la implantación del
creacionismo cristiano como asignatura obligatoria en la educación pública de
los Estados Unidos, lo cual existe en la educación privada de muchos estados de
esa nación, y su finalidad última es derrotar, según ellos mismos, al
materialismo filosófico y científico. A pesar de no haber gozado de todo el
éxito que buscan, siguen contando con las finanzas de núcleos neoconservadores
y fascistoides estadounidenses, logrando la producción e inserción en canales
televisivos y redes sociales en línea de varios materiales audiovisuales
pseudocientíficos.
Estos falsos documentales,
como el muy difundido acerca del flagelo bacteriano, se basan en la falacia
teleológica de la “complejidad irreducible”, consistente en que determinadas estructuras no pudieron
evolucionar a partir de otras más simples, sino que fueron “creadas” por la
entelequia divina. El autor de esta tesis falaz es el propio Michael Behe,
“teórico” del “diseño inteligente”, que a su vez ha sido rebatido unánimemente
por la comunidad científica como pseudociencia. Las falacias lógicas plagan
estos materiales, con predominio de los argumentos
por ignorancia o por incredulidad, que residen en la supuesta demostración
de una tesis a partir de no encontrarse pruebas en su contra o simplemente la
negación de plano de algo que ha sido demostrado e incluso reproducido en el
laboratorio científico, aprovechando para su difusión las carencias culturales
y científicas de grandes cantidades de personas.
A pesar del carácter falaz
del supuesto “diseño inteligente”, el Discovery Institute sigue contando con un
generoso financiamiento, y sus materiales de divulgación se siguen
comercializando masivamente. Desde hace algunos años se han esparcido por los
canales televisivos y las redes sociales no sólo de Estados Unidos, sino de
América Latina, como apoyo para la ofensiva evangélica. Se cuentan entre sus
pocos materiales no bíblicos de apoyo, junto a la avalancha bibliográfica
repleta de falsedades pseudohistóricas del escritor evangélico Josh McDowell
(más de 120 obras de proselitismo cristiano). No es casual ni inocente esta
cruzada, pues al ganar adeptos entre millones de personas que no tienen una
formación científica y lógica sólida, les inculcan no solamente el creacionismo
anticientífico de un Génesis interpretado a
pie juntillas, sino, quizás más grave aún, inculcan la inamovilidad de una
sociedad y un sistema, el capitalista, como el único modo de vida social y
económico posible. Se niega así a niveles del inconsciente no sólo la evolución
orgánica, sino la evolución social, y paradójicamente, la capacidad del propio ser
humano de ir ascendiendo escalones en su modo de vivir, de ir fundando sistemas
socioeconómicos superiores que han negado históricamente a los anteriores,
otorgándole derechos gradualmente a quienes producen la riqueza. Así intentan
bloquear a los pueblos la posibilidad de fundar una sociedad que no esté basada
indefectiblemente en la explotación del trabajo de muchos para beneficio de
unos pocos, manteniendo en la esclavitud mal asalariada a los primeros y
endiosando a los segundos, que no producen riqueza alguna, con la inestimable
cooperación de los prelados cristianos en el sometimiento de los pueblos.
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