América Latina está envuelta en una gran
encrucijada, con el predominio de un mundo globalizado, plagado de políticas
neoliberales al que se unen las amenazas del regreso a la guerra fría impulsada
por Estados Unidos contra Rusia y China.
Hedelberto
López Blanch / Rebelion
En este contexto y sin que aún el
planeta se haya recuperado de la crisis económico-financiera que comenzó por
Washington en 2008, ahora se suma el surgimiento en la región de regímenes
ultra conservadores, los cuales impulsan privatizaciones y reducciones de
programas sociales en detrimento de sus pobladores y sí apuestan por enriquecer
más a las fuerzas oligárquicas criollas y a las compañías transnacionales.
El último informe de la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) indica que el año 2019 se
vislumbra como un período en el que lejos de disminuir, las incertidumbres
económicas mundiales serán mayores, provenientes de distintos frentes. Esto
repercutirá en el crecimiento de las economías de América Latina y el Caribe
las que, en promedio, se expandirían solo 1,7%, con grandes diferencias entre
ellas.
Ese organismo regional prevé que los
países de América Latina y el Caribe enfrentarán un escenario económico mundial
complejo en los próximos años, con una reducción de del crecimiento, tanto de
los países desarrollados como de las economías emergentes, acompañada por un
aumento en la volatilidad de los mercados financieros internacionales. A esto
se suma el debilitamiento estructural del comercio internacional, agravado por
las tensiones comerciales entre los Estados Unidos y China.
Analicemos que sin agresiones ni
imposiciones sino con una política de diplomacia, Beijing se ha ido
introduciendo en América Latina, una región que por décadas Estados Unidos la
controlaba como su traspatio trasero y ahora quiere recuperarla con políticas
coercitivas y anexionistas.
Las relaciones comerciales entre el
gigante asiático y América Latina han cambiado progresivamente en los años
recientes y China hoy aparece como el principal socio comercial de Brasil,
Chile, Uruguay y Perú y el segundo de México, Argentina, Cuba y Venezuela.
A esto se agrega que Beijing, por medio
de su presidente Xi Jinping ha asegurado que se aumentará la inversión en la
región en 250 000 millones de dólares para los próximos diez años así como el
comercio que en una década llegará a los 500 000 millones de dólares.
Esa es la mala noticia para Washington
cuyo presidente Donald Trump esta haciendo todo lo posible por tratar de
contrarrestar a este fuerte contrincante para lo cual se ha lanzado a apoyar
golpes de estado o parlamentarios en la región y campañas de descrédito contra
lideres nacionalistas que pudieran alcanzar la presidencia en algún país.
Datos de organismos internacionales
señalan que el comercio entre la región y China se multiplicó por 22 veces
entre 2000 y 2013 y en 2017 alcanzó los 266 000 millones de dólares lo que
significa un avance del 53 % respecto a la meta de 500 000 millones de dólares
fijada para alcanzarla en 2025.
En 2018 la región aumentó sus exportaciones
a China en 28 % superando los envíos de productos hacia cualquier otra parte
del mundo y han crecido en 30 % las importaciones desde ese país.
Beijing ha proporcionado financiamiento
en la última década a la región por un monto que alcanza los 141 000 millones
de dólares, superior al recibido por instituciones como el Banco Interamericano
de Desarrollo o el Banco Mundial.
Los gobiernos de derecha pro
estadounidenses de Brasil, Argentina y Perú tendrán que pensar bien a la hora
de tomar una decisión hacia Beijing pues el 80 % de la inversión del gigante
asiático en minería e hidrocarburos en la región se destinó hacia esas
naciones.
En su informe anual, la Cepal titulado
Panorama Social de América Latina, afirma que la pobreza extrema ha alcanzado
su nivel más alto desde 2008, y la proporción de personas en situación de
pobreza extrema continuó creciendo.
El nivel de pobreza pasó del 9,9 % de la
población en 2016 al 10,2 % en 2017, equivalente a 62 millones de
latinoamericanos, y la tasa de pobreza —medida por ingresos— se mantuvo en el
30,2 %, equivalente a 184 millones de personas.
También subrayó que pese a los avances
entre la década pasada y mediados de la presente, desde 2015 se han registrado
retrocesos.
Y no es para menos pues si a principios
del siglo XXI tomaron impulso gobiernos progresistas y nacionalistas que
llevaron adelante políticas sociales a favor de la mayoritaria población
empobrecida como ocurrió en más de dos decenas de naciones de América Latina y
el Caribe, en los últimos años la situación se ha revertido en algunos, cuyos
gobiernos han vuelto a imponer regímenes que van en contra de los intereses de
sus pueblos.
Bajo estas condiciones, lo más probable
es que en los próximos años la pobreza alcance niveles más elevados en la
región como ya esta ocurriendo en Brasil, Argentina, Honduras o Perú. Esperemos
que los pueblos puedan despertar de este lamentable letargo.
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